Capítulo 14: Las palabras más bonitas
Tras ajustar un par de cambios en Heavy, el vehículo se marchó solo en modo automático, saliendo por la puerta principal, sin pausa pero sin prisa, de nuevo hacia el portaaviones con su sistema de GPS. Todas las razas se marchaban rápidamente a apagar los fuegos y a rescatar lo que podían aprovechar, y una vez delante del edificio principal, Beretta vio una brecha en la fachada, ocasionada por la gran pata del dragón, del que ahora se estaban encargando los fuertes enanos de intentar mover del centro de la ciudad y ver si podían aprovecharlo, tanto sus escamas, carne, dientes y garras. Sin duda, era algo que a Beretta no le gustaría presenciar, aunque lo hubiese matado ella.
Entró en el edificio, viendo a Yoichi y a dos jóvenes elfos tomar vendas y demás para atender a los pocos heridos que había, afortunadamente. El joven samurái la miró.
- Beretta, ¿nos quieres ayudar? - preguntó tomando un cubo con agua.
- Sí, a eso venía. ¿Qué puedo hacer? - preguntó subiendo con ellos.
- Vamos a encargarnos de Toyohisa, es el que peor está de todos los heridos.
- No se por qué, pero no me extraña - dijo tomando el cubo de agua que llevaba el chico para ayudarle - Es la clase de persona que no le importa herirse. Parece que no siente dolor. ¿Está muy grave?
- Parece que todo son heridas superficiales, se puso en medio cuando disparaban los mosquetes. Varios le rozaron. Bueno, es lo que me ha dicho Nobunaga - comentó subiendo el joven.
- ¿Cómo que se puso en medio de un tiroteo? ¿No se apartó? - Beretta se detuvo con los ojos muy abiertos.
- Parece ser que era para aprovechar con todo el escándalo y el humo para poder atacar al End... pero finalmente se escapó.
Beretta le siguió mirando al suelo. ¿Qué clase de samurái estaba tan loco para hacer eso? Ah, si, ya recordaba, Shimazu Toyohisa.
- Los samuráis estáis locos - dijo siguiendo a Yoichi con el paso más ligero.
Los dos elfos, hermanos menores de Shala, ya habían entrado a esa habitación. Sobre una manta doblada, el cuerpo inconsciente del samurái descansaba desmayado, y ellos se encargaban de quitarle la armadura.
- ¿Tienes base de conocimientos médicos, Beretta? - preguntó Yoichi arrodillándose al lado de Toyohisa.
- Tengo más que una base... pero sospecho que tus formas y las mías no son las mismas - confesó.
- ¿Cómo se cierra una herida si no es cosiéndola? - preguntó Yoichi enhebrando una aguja gruesa.
- Bueno... creo que esa charla la tendremos más adelante - dijo arrodillándose enfrente e imitándolo - Lo que me da miedo es hacerle más daño... está lleno de sangre...
- Oh, este hombre llegó mucho peor - confesó un joven elfo con una sonrisa - Pensábamos que estaba muerto, y lo que tiene ahora no es nada comparado con lo anterior.
- Es verdad... - murmuró Yoichi con seriedad - Tenía tres puntas de lanza en las tripas que le atravesaban el cuerpo entero... y sobrevivió. Aquí lo tenemos.
Cuando los elfos le quitaron su camiseta negra desnudándolo de cintura para arriba, Beretta vio que su vientre tenía unas cicatrices bastante amplias, bien cosidas, y además, repartidas por todo el cuerpo, otras más pequeñas de batallas anteriores. Beretta las miraba confundida mientras los jóvenes elfos limpiaban su sangre y heridas.
- Es imposible... - murmuró - Debería haber muerto...
- Eso pensaba yo mientras se las cerraba - confesó Yoichi con una sonrisa mirándola - Sin embargo, al día siguiente ya estaba corriendo con la katana en la mano salvando la aldea de los elfos. Por más que sufra su cuerpo, su alma está intacta.
Beretta terminó de hilar y tomó con cuidado el brazo izquierdo de Toyohisa para ponerlo en su regazo. Con una mano apretaba la herida, intentando juntar lo máximo posible los dos lados de la herida abierta, y con la otra, clavaba la aguja en la carne con miedo a hacerle daño o despertarle.
Ella le vigilaba de vez en cuando, mirando su rostro serio desmayado, descansando. Sin embargo, aunque estuviesen cuatro pares de manos tratando sus heridas, él parecía que no despertaría. Beretta puso un almohadón bajo su cabeza, mientras la levantaba para vendar su magullada con cuidado de no cubrir sus ojos, boca u orificios nasales.
Yoichi lo miraba con algo de seriedad y de brazos cruzados tras terminar. Había algo que no le cuadraba en todo esto.
- ¿No has notado que está muy tenso? - preguntó.
- Bueno, es lo normal. Su cuerpo ha sufrido mucho, puede que aún no se sienta seguro. Después de todo, se desmayó de agotamiento en el campo de batalla - contestó Beretta moviendo su cabello para anudar las vendas.
- Es que no es lo normal, Toyohisa sabe cuándo está tranquilo y puede descansar. Ahora mismo debería estar durmiendo profundamente y roncando como un oso.
Tras esas palabras, Nobunaga entró en la sala con su gran sonrisa de siempre.
- ¡Vaya, Beretta-chan! - dijo acentuando el -chan - ¡Que buena enfermera tiene nuestro Toyo, que envidia siento! Yo también quiero que me cuide una chica linda.
- Entonces baja de tu balcón, princesa, y ponte a batallar como ha hecho él. Me da rabia los hombres que mandan y no pisan el campo de batalla - contestó ella sin mirarle, observando a Toyohisa.
- Que mala eres siempre conmigo, Beretta-chan... - dijo acercándose un poco a observar a Toyohisa - Un par de batallas más así, y se queda sin piel libre de cicatrices.
Tras ver su rostro, Nobunaga frunció el ceño un poco. Yoichi se dio cuenta.
- ¿No está descansando bien? - preguntó el mayor.
- No duerme, no está relajado... - le explicó Yoichi - Sigue simplemente inconsciente.
- ¡Entonces hay que usar una técnica ancestral usadas por las lindas chicas japonesas que logra hacer que cualquier hombre se relaje hasta puntos extremos! - dijo levantando un dedo al cielo -Beretta-chan, ¿estás lista para desempeñar esa tarea?
Ella alzó una ceja, mirándole con curiosidad y con seriedad.
- Ha sonado muy mal eso que has dicho, por lo menos en mi mente - confesó ella mirándola.
- Eso es que Beretta-chan tiene una mente muy pervertida - contestó Nobunaga poniéndose la mano en la barbilla con una sonrisa - Pero no, no es eso, es algo más simple y delicado.
Ella observó el cuerpo de Toyohisa, lleno de cicatrices, nuevas y antiguas, los moratones de su piel y las contusiones, además de las vendas de su rostro. No sería un masaje, pues ese cuerpo herido y maltratado no estaba preparado para eso. Luego notó la calidez del aliento del mayor en su oído, tras inclinarse con su gran sonrisa de siempre.
- Quita ese almohadón de su cabeza, y deja que la repose en tu regazo. Estoy seguro que así se relajará en escasos segundos y empezará a dormir.
- Ah, entiendo... - contestó ella - El caso es que... mi regazo no es nada cómodo, es demasiado duro. Mejor el almohadón.
- Aunque tus piernas sean fuertes como buena guerrera, Beretta-chan - dijo poniendo las manos sobre sus hombros - Todas y cada uno de los regazos de las chicas lindas tienen magia. Inténtalo al menos.
Ella puso una leve mueca con los labios y luego miró a Yoichi. Él esperaba mirándola, sin alentarla, dejando que ella tomara una decisión por su cuenta. Luego dio un pequeño suspiro, moviéndose hasta detrás de la cabeza del chico. Levantó con cuidado su cabeza y quitó el almohadón, deslizándose hasta que metió su regazo en el lugar que lo ocupaba anteriormente.
Sus rodillas eran de metal, y una placa de ese material rodeaba la parte baja de su muslo para servir de sujeción, por lo que tuvo que acercarse más para que toda su cabeza reposara en la parte en la que conservaba carne. Los tres le observaron en silencio, viendo cómo el rostro del chico no había cambiado nada.
- Os lo dije, mis piernas no sirven para esto... puede ser porque no soy japonesa o no tengo esa "magia" que vosotros...
Un ronquido interrumpió sus palabras, haciendo que ella abriese los ojos de lo fuerte que sonó. Notó como el cuerpo de Toyohisa se destensó y relajó, bajando los hombros y abriendo brazos y piernas para mayor comodidad, mientras roncaba fuertemente y su pecho bajaba y subía pronunciadamente. Tenía la boca abierta y de sus comisuras salían ríos de baba que empapaban las vendas de su cara. Nobunaga dio una risa orgulloso.
- ¡Os lo dije! ¡Beretta-chan tiene un regazo mágico! Así Toyo podrá descansar y estar preparado en cuanto despierte.
- ¿Pero cuánto tiempo tengo que estar en esta posición? ¡Es incómoda! - se quejó ella.
- Hasta que Toyo despierte, por supuesto. Pueden ser varias horas, así que tal vez debas dormir tú también.
- ¿¡En esta postura?! - ella abrió los ojos - Imposible...
- Nos vemos, Beretta-chan, tenemos un importante consejo post-ataque sorpresa - se despidió el mayor moviendo la mano y escapándose del cuarto.
Yoichi giró los ojos, y luego volvió a ver a Toyohisa durmiendo profundamente. Tomó una manta y le arropó hasta la cintura, para después levantarse.
- Vendré a verte de vez en cuando, voy a ayudar a los elfos - le dijo - ¿Estarás bien?
- Bien aburrida, supongo - contestó ella.
- Entonces me escaquearé más veces para verte - contestó con una cálida sonrisa - Así nos despejamos los dos.
- Eres un amor, Yoichi... -kun - dijo con una sonrisa.
Él dio un leve sonrojo con una sonrisa tímida que ocultó tras su cabello, a la vez que salía por la puerta y la cerraba, dejándolos solos. Luego Beretta dio un suspiro mirando al techo, y bajando los hombros, miró a Toyohisa. Ni siquiera podía ver más allá de su boca abierta, pues sus pechos le tapaban la visión si miraba hacia abajo, por lo que tenía que arquear la espalda.
- Vaya, vaya, Toyohisa... - murmuró entre sus ronquidos - ¿Así que ahora puedes dormir en mi regazo, eh? ¿Dónde está ese samurái que puede hacerlo todo por su cuenta y por su convicción? ¿Ahora necesita unas bonitas piernas donde dormir? Incluso los mercenarios necesitan de vez en cuando una mano compasiva en su cuerpo...
Ella puso una mano sobre su hombro, y la bajó a su pectoral vendado despacio. Aunque estaba dormido, notaba bajo sus dedos un leve estremecimiento de una piel que nunca había sido acariciada con un mínimo rastro de cariño, llegando a temblar en algunos puntos. Era como acariciar a un perro callejero que yace agotado en el suelo sin poderlo evitar descubriendo que las manos humanas que tanto le han golpeado también sirven para dar amor.
Esto le daba pena a Beretta. Le recordaba a muchas personas de su antigua época, personas que sólo vivían para combatir, combatir y combatir, sin preocuparles nada más, muriendo jóvenes, maltratando sus cuerpos, y dándolo todo por otros que no darían nada por ellos.
- Acabaré por amansar tu cuerpo, Shimazu Toyohisa. Este triste cuerpo maltratado sucumbirá al placer de una caricia... - susurró acariciando su cuello hasta su mejilla - Si todo sale bien, y consigo ser uno de los vuestros definitivamente... tengo muchas ganas de ver lo que sucede.
Luego, con una pequeña sonrisa, limpió toda la baba que salía de su boca, notando cómo giraba su cabeza para dejarla reposar sobre la palma de su mano, buscando su calidez.
- Eres como un niño pequeño... pues a ti y a muchos no os dejaron crecer... nacisteis siendo hombres.
Luego miró a un lado, donde estaba su katana, partida. Le gustaría haberla arreglado para él y tenerla lista para cuando despertara, pero ella no dominaba aún la forja, ni mucho menos las armas blancas... y no quería arriesgarse a estropear algo que seguramente sería importante para él.
Un ronquido inusual la sacó de sus pensamientos al notar a Toyohisa moverse un poco en su regazo, abriendo suavemente unos ojos con mirada vidriosa que aún no enfocaban bien entre las vendas.
- Mmm... ¿Bere...tta? - preguntó con la voz ronca, aún sin estar despierto del todo.
Ella se puso bien para mirarle.
- Sí, soy yo. No pasa nada, Toyohisa, todo ha salido bien. Ahora tienes que descansar más - djio apartando su flequillo de sus ojos.
El movió la boca, limpiándose los restos de saliva con chasquidos con la lengua. Su cuerpo aún no tenía fuerzas para moverse ni estar muy consciente, y la comodidad era un impedimento para seguir teniendo los ojos abiertos. Los volvió a cerrar con un suspiro tranquilo.
- Te debo... - susurró roncamente - Te debo un...
- No me corre prisa - le contestó - Hay mucho tiempo y no me apetece besar una boca llena de babas, pero me alegra que recuerdes tus promesas por mínimas que sean recién despertado - comentó con una sonrisa sincera.
Él dio un gemido con la garganta, medio dormido. A Beretta le daba ternura, pues de verdad estaba agotado.
- Dragón... - volvió a murmurar.
- Murió. Lo derribé - contestó acariciando su pelo.
- Lo vi... - dijo esbozando una pequeña sonrisa entre sus vendas - Lanzaste... una estrella fugaz...
- Bueno, algo así - ella sonrió mirándole - Pero no todo el mérito es mío, hiciste mucho trabajo bien hecho, algo suicida, pero todo salió bien. Seguro que tus padres están muy orgullosos de ti, tenlo presente y te sentirás mejor.
Toyohisa dio un gruñido gutural, medio dormido, pero escuchándola.
- Ya no tengo padres... - susurró - Mi padre murió... cuando tenía 17 años... pero mi tío sí que está orgulloso de mí.
Él amplió su sonrisa, recordando lo feliz que se sentía tener a alguien orgulloso de ti, haciendo que su corazón ardiese en llamas, moviéndose como un estandarte al viento. Sin embargo, siempre quedaba un pequeño atisbo de dolor, recordando que su padre, un reconocido militar y samurái, murió deshonradamente siendo envenenado.
- Seguro que te sientes muy feliz por ello - le contestó Beretta con su sonrisa tranquila - Muchos aquí te admiran y están orgullosos de tu trabajo
- Tus padres también deben estar orgullosos de ti... - murmuró tras un suspiro feliz, con los ojos cerrados - Debes saber mucho y ser mejor que muchos hombres para derribar a un dragón.
Ella puso una sonrisa amarga mirando a otro lado.
- No, mis padres no están orgullosos de mí. Ellos no saben que existo... y si lo sospechan o supieran, ignoran mi presencia, como muchos... - confesó en un susurro.
Toyohisa arrugó un poco la cara, forzándose a abrir un ojo y mirarla. Ella tenía una sonrisa en el rostro, algo triste, pero sin perder su brillo. Levantó una mano y se señaló el tatuaje con su número en la mejilla.
- ¿Te acuerdas de mi número? En realidad, sólo lo llevan aquellos que llaman "hijos del gobierno". En mi época estamos en una severa guerra mundial y muchas mujeres no quieren tener hijos, pero mueren muchísimas personas y baja mucho la población. Así que algunas personas, a cambio de un poco de dinero u otra cosa, donan esperma y óvulos, que científicos se encargan de unirlos e incubarlos para hacer bebés . Esos bebés son "hijos del gobierno", usados exclusivamente para fines militares y entrenados desde niños, tanto si son niños o mujeres.
Toyohisa la miraba callado, y parpadeó confundido. Estaba volviendo a dormirse.
- ¿Donan... qué? - preguntó.
- Bueno, digamos que para que se forme un bebé, se necesita esperma y óvulos. El esperma lo tienen los hombres, y el óvulo la mujer. Cuando se hace el amor, esas dos cosas se unen dando lugar a un bebé - dijo intentando explicarlo para que lo entendiese.
- Entonces... ¿naces de una máquina? - preguntó con una mueca algo extraña.
- Sí... yo sí nací de una máquina. Como es anónimo, no puedo saber quiénes fueron mis padres, pero tampoco me interesa. Ellos no me quieren.
Toyohisa levantó una mano, apuntando con un dedo, sin fuerza y temblorosa hacia ella, que dejó apoyar en el pecho de esta al no poder mantener el equilibrio. A Beretta no le importó, y tomó su mano apegándola a su pecho sin dejar de mirarle.
- Entonces... ¿soy el primero que... está orgulloso de ti? - preguntó el samurái.
Beretta abrió los ojos mirándole con asombro.
- ¿Tú? ¿Tú estás orgulloso de mí? - preguntó alzando la voz un poco.
- Sí - confesó - Beretta, estoy orgulloso de ti.
Su débil mano áspera sobre su pecho se movió, cerrando el puño y levantando el pulgar con aprobación. Beretta lo miraba con asombro, y finalmente sonrió emocionada. Tomó su mano y dejó en ella un pequeño beso en sus dedos vendados.
- Créeme que esas palabras tan bonitas y sinceras me sientan mucho mejor que cualquier piropo...
Ella observó como a Toyohisa se le volvía a nublar la vista y cerrada los ojos, vencido por el cansancio, y bajó la mano sobre su pecho, comenzando de nuevo a roncar una vez dormido. Ella aprovechó para apartarse y ponerle el almohadón en vez de su regazo. Luego estiró las piernas, pensando que si fueran reales estarían completamente dormidas. Yoichi apareció por la ventana con sigilo, sorprendiéndola.
- Pude escaparme un momento - dijo con una sonrisa entrando - Es difícil porque Shala me está vigilando siempre, me nota despistado.
- ¿Y eso a qué se debe? - preguntó ella levantándose con su sonrisa ladina.
- A saber... - dijo él desviando la mirada con una sonrisa.
- Toyohisa ya descansa bien sobre el almohadón, será mejor que me vaya a hacer algo de provecho. ¿Nos vemos por ahí?
- Por supuesto, voy a ver qué más puedo hacer por ahí - contestó con su sonrisa simpática.
Ambos salieron fuera de la habitación, dejando a Toyohisa dormir, y Yoichi bajó las escaleras. Beretta se detuvo en la puerta pensando. Ahora podía hacer varias cosas, y dependiendo lo que eligiese, se encontraría con unas personas u otras (Y no, no diré a quiénes :3, como un otome). Sus pensamientos eran:
* ("Según mi situación actual y sabiendo que Hijikata ha sido quien peleaba contra Toyohisa, tal vez dijo algo importante. Debería enterarme entonces, aunque en realidad me da miedo saber la verdad. Debería ir a la sala de las reuniones si quiero saber en qué estado se encuentra mi secreto")
* ("Sinceramente me apetece que me de un poco el aire, necesito despejarme. No tengo mucha fuerza física, pero puedo salir fuera y ayudar en lo que haga falta, estando en la muralla, ir a la forja a hacer armamento o arreglar el estropeado")
* ("Creo que estorbaré si salgo a ayudar a los demás, no sé como se organizan. A lo mejor puedo ir a la cantina a ayudar a hacer comida para todos. Aunque no sé cocinar, no tiene que ser muy complicado hacer ciertas cosas")
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