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Capítulo 12: Mi propia forma de batallar

Beretta llegó a la entrada del edificio principal, y pudo ver cómo el cielo se había vuelto de color negro por el humo que desprendían los edificios que empezaron a arder por las llamas del dragón. Abajo, Haruakira daba indicaciones a varios.

 - Butch, Kid, ¿está el carro preparado por si tenemos que huir?

 - Solo queda sacarlo de las cuadras - confirmó el rubio - Con este ruido los caballos no pueden estar fuera, que se alteran y asustan, como mínimo.

Los enanos llegaron, vestidos en sus pequeñas armaduras con sus pesadas armas, y un grupo de hombres desvestidos de cintura para arriba llevaba los mosquetes, algunos con bayonetas improvisadas. Los elfos saltaban de tejado en tejado con gran elegancia y exactitud. Beretta se relamió el labio manchado de sangre mirando al dragón a lo lejos mientras pensaba, y Haruakira le sacudió el brazo para que la escuchara y dejara de estar en sus mundos.

 - Beretta, ¿tienes armas encima? - preguntó algo sobresaltado.

 - Siempre tengo armas encima aunque no se puedan ver - le contestó - Pero necesito recoger las de mi cuarto. Con la Derringer no voy a matar al dragón.

 - ¿Cómo que matar al dragón? - Haruakira abrió los ojos - Ah, no, tú no vas a hacer eso.

 - ¿Nos apostamos algo? - contestó enfadada mientras avanzaba rápidamente a su habitación.

Haruakira corrió detrás de ella y le volvió a agarrar del brazo deteniéndola.

 - ¡No es fácil matar a un dragón! - le recriminó - ¡Yo puedo intentar calmarlo si le quitamos el jinete!

 - El dragón me ha estropeado un momento muy bonito - contestó como si eso fuera grave - Y es para mí.

 - ¿Y cómo lo piensas hacer? - él se cruzó de brazos, claramente molesto.

 - Una amiguita me va a ayudar - indicó presionando un botón de su pulsera negra.

 Haruakira seguía agarrando su brazo, y tras dar un par de indicaciones, caminó con ella rápidamente hasta el edificio de los aposentos, hablando cuando estuviesen solos.

 - No es buena idea que quieras ir por tu cuenta en un ataque del Rey Negro - le comentó - No creo que sea muy listo por tu parte si quieres que confíen en ti.

 - Haru, cariño - dijo deteniéndose delante de su puerta a abrirla - Mi forma de organizarme en el combate no encaja con vosotros, además, no me habéis dado ningún tipo de indicación sobre qué hacer en un ataque.

 - ¿En un ataque sorpresa con dragón tras una reunión? - preguntó con ironía alarmado - ¡Ni tú ni nadie! Esperemos que sólo sea un ataque de monstruos y que no venga ningún End con ellos.

 - En ese caso procuraré que no me vea.

Beretta entró a su cuarto y agarró sus armas, poniéndose los cinturones con la munición rápidamente. Haruakira sacó algo de entre su ropa, siendo una bonita esfera azul, y se la tendió.

 - Toma esto, cuida de él - indicó - Es un objeto mágico que te permitirá comunicarte conmigo en cualquier momento. Yo tendré uno para cada uno y estaré controlando junto con Olmine todas las órdenes.

 - Que interesante - dijo mirándolo de cerca - Está bien, no te preocupes por mí. Vais a ver cómo podéis confiar en que Beretta os salve el culo del dragón - dijo con una amplia sonrisa.

Luego la guardó en el bolsillo amplio de su chaqueta, volviendo a mirar su pulsera.

 - Mi amiga vendrá pronto, ya me vas contando por la bola, cariño - dijo saliendo de su cuarto hacia las escaleras - ¡Chao, chao, cuídate!

Haruakira le iba a decir algo más, pero ella ya se había marchado, por lo que sólo pudo suspirar y desear que esa chica no estuviese loca.

Cuando Beretta salió fuera, miró a ambos lado con su metralleta en las manos, encontrándose con los Wild Bunch, que intentaban llevar a un cabezota Aníbal a los establos.

 - ¿Qué hacéis con el pobre Aníbal? - preguntó ella.

 - ¡El abuelo tiene que quedarse en el carro, órdenes de Haruakira! - le indicó Butch que le tenía agarrado por un brazo - ¡Que si nos tenemos que escapar, no tengamos que preocuparnos por él!

 - ¡Mentira, suéltame hijo! - Aníbal se resistía - ¡Ese enorme lagarto está lleno de puntos flacos!

 - Oh, me gusta eso - Beretta sonrió más - Aníbal se queda conmigo - dijo tomando la mano del viejo - Me vas a ayudar a matar al dragón, ¿A que sí? - preguntó con una amigable sonrisa.

- ¡Por fin alguien con sentido común! - Aníbal se soltó de Kid.

- Estoy un poquito cansada de que te traten de abuelo cuando eres uno de los mejores estrategas que ha tenido la historia antigua, solo que a veces chocheas - ella le sonrió con inocencia.

- Diosa Tánit - dijo mirando al negro cielo - Me encomiendo totalmente a la enviada de la guerra y pido que nos guíes hacia la victoria.

Beretta sonrió y luego miró a los forajidos.

- ¿Y vosotros qué? ¿No pensáis hacer nada?

- No es que no queramos, es que no podemos - Butch se metió las manos en los bolsillos - Somos el grupo de escape y tenemos que estar aquí y alerta.

- Además, aunque queramos participar, no tenemos suficientes balas para apoyaros - Kid terminó.

Beretta puso un puchero desilusionado, claramente falso.

- Vaya... yo creía que erais más hombres... - dijo acariciando su metralleta - Me tenéis decepcionada... sobre todo tú, Butch - dijo levantando la mirada hacia él - ¿Tú no eres el líder de los Wild Bunch?

- Así es, señorita - comentó aún con su sonrisa característica - Pero...

- Pero aceptas sin rechistar las órdenes del monje virgen... ¿Dónde está tu orgullo? ¿Así quieres que tú y yo nos acostemos juntos? Creo que me merezco más, sinceramente...

Butch había abierto los ojos como platos, y Aníbal dio una sonrisa de lado.

- A una mujer como esta no la puede dominar un mandado - comentó el anciano con una risa - La hierogamia* sólo ocurre con héroes.

*(En la mitología ibera, unión sexual sagrada entre una diosa y un héroe o un príncipe)

- Entonces, Butch... - comentó ella, con su voz suave que era dañina como las espinas - ¿Dónde está el Wild de tu Bunch?

 - Maldita niña... - maldijo mirándola - Sabes darle a un hombre donde le duele.

 - Y también donde le gusta, no lo olvides.

El moreno había puesto una mueca de disgusto y la miraba a través de su largo flequillo apretando los dientes. Beretta sonreía, y le tendió la pequeña metralleta que tenía en las manos.

- Te la presto si vienes conmigo a hacer algo útil. Te prometo diversión asegurada.

Butch agarró el arma con una mano, siendo corta con un gran cargador. Así la podía llevar con una mano. Mientras andaban algo despistados, Kid se dio cuenta de que un pequeño grupo de no más de siete y ocho soldados se dirigían hacia ellos, y les llamó la atención.

Beretta los miró y luego a su pulsera, dándole a un botón.

- Heavy, prepara la torreta.

Agarrando el brazo del anciano, entró con él y los forajidos al callejón de al lado, quedándose ella asomada. Al final de la calle, entre el humo y el fuego, su vehículo de combate apareció a toda velocidad tomando una curva. En lo alto, llevaba la torreta lista y se dirigía hacia ellos.

- Dispara a los soldados de las armaduras negras - indicó.

Un segundo más tarde, el sonido de una metralleta y unos brillos fugaces aparecieron, haciendo caer a los soldados muertos en el suelo. El vehículo pasó por encima de ellos y se detuvo delante del callejón, sorprendiendo al resto, pues era un monstruo enorme. Sólo una rueda era tan alta como Kid, e incluso tenía escaleras para subir. Las cuatro puertas se abrieron a la vez.

- ¿Llego a tiempo, dueña? - preguntó la voz femenina de su sistema de control.

- Llegas perfecta, amiga - ella sonrió - Baja la escalera y ayuda a sentarse a este hombre en el asiento del copiloto.

Mientras Aníbal miraba asombrado cómo ese carro gigante de metal hablaba y obedecía órdenes, Beretta se giró hacia Kid.

- También tengo un juguete para ti - indicó dándole su escopeta - ¿Quieres disparar con ella? Podrás experimentar con lo que dispara el ángel.

El rubio parpadeó sujetándose el sombrero de la impresión. Luego miró a su amigo, que seguía teniendo la metralleta en sus manos. Ambos sonrieron ladinamente a la vez.

- Cuenta con nosotros.

Beretta sonrió de lado, y subió las escaleras para ponerse en el asiento de piloto. Butch la miraba sonriente, teniendo claro una cosa.

- Cada vez me pone más cachondo su actitud - confesó a su amigo.

- Pues entonces salgamos de esta y consigue quedártela una noche.

Tras subir en los asientos traseros y que se cerraran las puertas, lo miraron todo con sorpresa y curiosidad. Beretta se puso el cinturón.

- Bien, ahora escuchadme - indicó tocando un par de botones y ajustando una palanca - Primero, mi coche, mis reglas; segundo, no toquéis nada si no os lo digo; y tercero, el que no se ponga cinturón se baja ahora mismo.

Los tres asintieron, viendo cómo sus cinturones de seguridad se ponían solos y se bajaban las ventanillas.

 - Butch, Kid en los asientos que tenéis delante hay cargadores de sobra por si se acaban las balas. Tampoco derrochéis, me costará mucho tiempo volver a recuperarlo, pero es necesario.

Butch dio un silbido al abrir un compartimento y encontrarlo organizado por la munición. Kid miró los cartuchos, viendo unos más grandes que otros.

 - Kid, los gordos son balas explosivas. Sólo para enemigos grandes y acorazados, no tengo muchas - pidió.

 - ¿¡Ba... Balas explosivas?! - se sorprendió el rubio mirándolas.

 - Sí, al impactar la bala sobre el objetivo explota al estar hueca y llena de pólvora. El impacto actúa de martillo igual que en una pistola - Beretta encendió los faros, potentes para deslumbrar a quien tuviese enfrente.

Butch se empezó a reír divertido.

 - ¡Yo quiero de eso! - comentó como si fuera un niño pequeño.

 - Tú con la metralleta y a callar - contestó Beretta sacando la bola que le dio Haruakira y dándosela a Aníbal - Y tú, mi querido copiloto, estarás en contacto con ellos a la vez que elaboras una maravillosa estrategia para salir victoriosos.

El viejo miró la esfera, y luego paseó la mirada por el cuadro de control de todo el coche. Acarició con una mano la puerta impresionado.

 - Es... como un enorme carro de metal protegido... - comentó - Alto como un elefante... pero con esto podemos cruzar los Alpes en un momento sin bajas...

 - Estoy capacitada para todo tipo de terreno, y calculo que podría atravesar los Alpes por la ruta más corta y segura en... 8 horas y 40 minutos - contestó el vehículo.

 - ¡Oh, es una señorita! - comentó el anciano sorprendido - Mis saludos, hija, muchas gracias por ayudarnos.

 - Que adorable... - comentó Beretta mirando al anciano, sabiendo que esto parecía de otro mundo para él - ¿Todo listo? ¡Nos vamos!

Beretta pisó el acelerador haciendo mover las ruedas en el sitio, para luego salir disparada en el enorme vehículo, haciendo que sus tres pasajeros se apegaran al reposacabezas de la potencia. Kid tuvo que quitarse el sombrero o saldría volando por la ventanilla cuando tuvo que apoyar el subfusil contra ella, al igual que Butch, que llevaba todo el cabello despeinado disfrutando de la velocidad, y eso que aún no había empezado a disparar.

Encontrándose en el camino con pequeñas cuadrillas de unos 10 soldados, era sencillo embestir con el enorme vehículo, pues sin armas de fuego no podían hacerles daño. Además, las defensas del vehículo eran más duras que sus amas de largo alcance, considerando el vehículo con algo con lo que no te gustaría chocarte.

 - Aníbal, ¿Qué hacemos con ese horno con patas? - preguntó Beretta mirando por el retrovisor, donde sólo se veía la sonriente cara del forajido moreno disparando la metralleta.

 - Tiene el cuerpo cubierto de escamas que van con la fisionomía del cuerpo, pero no tiene en el cuello ni en el vientre, aunque seguro que la piel es muy dura en esas zonas - comentó el anciano.

 - Yo había pensado en disparar algo hacia la boca - comentó ella - Aunque tal vez la torreta no sea suficiente.

 - Oh, yo no lo haría - comentó el anciano - Esa boca está muy caliente de escupir fuego, sería capaz de fundir las balas antes de que llegaran a impactar.

 - Interesante, y bastante posible... - comentó ella - O tal vez... - dijo pensando en voz alta.

 - Si está pensando en el rayo láser, dueña, quiero recordarle que no lo recargó antes de venir aquí porque textualmente dijo "me da pereza buscar ahora un núcleo para enchufarlo a la fuente".

Beretta puso una mueca de circunstancia conduciendo.

 - ¿Es necesario que me recuerdes que soy vaga? - comentó conduciendo.

 - Es una característica que la define muy bien.

 - Gracias, Heavy, yo también te quiero.

Al entrar en una nueva calle, un mayor ejército de soldados rasos les esperaba, en una formación defensiva apuntando con las lanzas. Junto a ellos, había un enorme monstruo con una armadura que le cubría casi entero, llevando una enorme hacha. Beretta rio.

 - Que graciosos... como si eso nos fuera a detener - dijo haciendo rugir el motor - Kid, ¿quieres probar las balas explosivas? A ver si le aciertas en la zona del cuello.

El forajido apuntó, a la vez que su compañero y la torreta disparaban hacia el grupo raso. Al tener las ruedas altas con una suspensión equilibrada, los baches no hacían que el cuerpo del vehículo se moviese, permitiendo apuntar bien. Cuando se sintió convencido, apretó el gatillo saliendo la bala con un precioso sonido bien definido, impactando en la zona de la clavícula del enemigo, sin matarle, pero haciéndole tambalear. Al segundo, se escuchó una pequeña explosión, y de todas las hendiduras de la armadura empezó a emanar sangre, haciendo que el enemigo se derrumbase, finalmente muerto. Kid abrió los ojos viendo lo que había hecho.

 - Increíble... - murmuró cuando el vehículo pasó por su lado.

Butch, en cambio, no podía dejar de reír. Era una divertida atracción de feria donde podía disparar rápidamente, recargar y disfrutar del viento y la velocidad. La esfera en las viejas manos de Aníbal comenzó a brillar, mostrando la voz de Haruakira.

 - ¡Beretta! - la llamó - ¡Ten cuidado, hay una cosa enorme que va a toda velocidad por las calles!

 - Creo que esa cosa soy yo, mi querido Haru - contestó ella cuando Aníbal le acercó la esfera a la boca - Junto al grupo de escape y al pobre abuelo Frambuesa que tanto margináis, me los he permitido quedar para pasar un buen rato antes de ir a por el dragón.

Haruakira se había quedado en silencio, con la boca abierta, sin saber qué hacer. Miró a Olmine a su lado, y ella se encogió de hombros sin saber qué decirle. Luego tragó saliva y se acercó de nuevo a hablar.

 - Bien, está bien... pero no vayas a la zona este aún. Ahí está Toyohisa con las tropas de enanos, y por lo que parece, hay un End también.

 - Vale, no iremos. No te preocupes por si dañamos a alguien, he programado la torreta para que no dispare a las razas humanoides que sean humanos, elfos y enanos.

 - Está bien, te avisaré si necesitamos la ayuda de esa... cosa que llevas en alguna parte.

 - Chao chao, amor, no está bien conducir y hablar a la vez - dijo dejando de hablar con él - Por cierto, Heavy, ¿avisaste al almirante de que te estaba llamando?

 - Sí, justamente estaba llenando mi depósito cuando recibí tu mensaje, así que lo supo al momento.

 - Me quedo más tranquila. En cuanto esto termine, volverás con él.

Cuando el coche pasó por una calle apegando a la muralla, los grupos de elfos lo miraron impresionados desde los tejados de las casas.

 - Es Beretta - les comentó Yoichi con la esfera en las manos - Está de nuestra parte, prosigamos.

 - Esa chica... es un poco un... monstruo, ¿no? - comentó Shala siguiéndole.

 - Que sea lo que quiera, mientras esté de nuestra parte y no deje de ser ella misma - comentó el samurái de azul con una sonrisa mientras preparaba su arco.

La esfera de Beretta volvió a brillar con intensidad.

 - Beretta, ¿Dónde estás? - preguntó Haruakira.

 - En el vehículo - comentó ella tan tranquila.

 - ¿¡Pero dónde?! ¡El dragón se está acercando mucho al edificio desde el que Nobunaga y yo controlamos las tropas!

 - Oh, ¿ahora sí que quieres que vaya a por el dragón? - comentó en un tono más digno.

 - Beretta... - dijo con un suspiro resignado - Bien, seguro que puedes con el dragón. Ahora por favor, ¿te importaría ayudarnos?

 - Eso está mejor.

Y girando el volante de golpe, el vehículo dio un par de vueltas sobre sí mismo haciendo ruido con las ruedas para volver por donde había venido a la misma velocidad. Los hombres se agarraron por inercia al asiento del susto, pero luego los más jóvenes rieron mientras que Aníbal se ocupaba de que no se le cayese la esfera de las manos.

Conduciendo rápidamente hacia donde el dragón caminaba a cuatro patas y buscaba con sus ojos rojizos por las ventanas del edificio, avisó a Kid para que intentara darle al jinete.

 - Kid, cariño, dime que le vas a acertar al jinete - pidió ella en un tono suplicante.

 - Haré lo que pueda, es la primera vez que apunto con una mira de este tipo - dijo apoyando el ojo en la mira telescópica del arma.

Mientras conducía hacia el dragón por la calle, Butch se inclinó para acercarse a Beretta, pues estaba sentado detrás de ella.

 - Oye, ¿por qué te diriges a todos con motes cariñosos menos a mí? - preguntó con un gesto molesto.

 - Porque me encantan los celosos, pero en su justa medida - contestó ella con una sonrisa.

 - No entiendo por qué me gustas tanto... si no te soporto - contestó volviendo a su sitio.

 - Porque te pongo en tu sitio, que es lo que ninguna mujer ha hecho nunca contigo. Ahora haz el favor de dejar de distraerme a mi y a tu compañero, "cariño".

Butch dio un bufido y observó a Kid apuntar manteniendo la respiración. El jinete no dejaba de moverse sobre la cabeza del animal, y todavía estaban lejos, aunque se acercaban a gran velocidad. La fuerza del viento podría desviar el disparo, y eso era lo que temía Kid. Tras pensarlo mucho, disparó, llegando la bala desviada hacia el casco del jinete, quitándoselo y haciéndolo tambalear.

 - ¡Maldición! - se quejó cargando de nuevo.

El jinete movió la cabeza del dragón hacia ellos, haciendo que abriese la boca y desprendiese un brillo dorado, empezando a cargar su escupida de fuego. Beretta frenó en seco el vehículo, y miró alrededor para buscar una salida, viendo que sólo podía dar marcha atrás.

 - Ay madre mía... - susurró - Que nos va a dar...

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