Capítulo 10: Lady Metralleta
* Opción ganadora: Opción sorpresa.
Este capítulo es puro relleno y puro fangirleo :3 (mientras termino de detallar detalles próximos de la historia)
Este capítulo será más largo que el resto, (Así hago tiempo hasta que Natsumi8888 regrese), cuando lo normal son entre 2000 y 2500 palabras, este tiene casi 8000.
Aunque nadie vaya al cuarto de Beretta para pasar un rato a solas, malpensad o no, Beretta será el centro de todas las miradas y estará de protagonista en mente de varios con pensamientos indecentes 😉❤
Por cierto, perdonad si en alguna parte se me va un poco la actitud original de los personajes, quería hacerlos un poco más "receptivos" ante los encantos de nuestra chica y eso no es muy fácil, pero he puesto esfuerzo en que no ocurra :,3
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Cuando Beretta abrió la puerta, se encontró delante de ella una figura alta y fornida de un chico peliblanco de ojos azules. Al verle abrir la puerta en pantalones y con una toalla cubriendo su pecho, dio un respingo levantando sus orejas blancas lobunas en lo alto de su cabeza. (En mi historia no morirás, cariño)
- Oh, eres el chico lobo de antes - sonrió Beretta.
- Esto... buenas noches - dijo recobrando la compostura - Me llamo Doug, pertenezco a Octobrist. Tengo una invitación que darte, pero tal vez te pillo en mal momento...
- ¿Una invitación? Pasa, pasa - dijo echándose a un lado y abriendo más la puerta.
- Con permiso...
Doug bajó las orejas y entró en la habitación. Su fino olfato olió el jabón con el que Beretta se había lavado, y su oído entrenado notó que el sonido de los pasos de Beretta no eran normales mientras ella se iba hacia el pequeño cuarto de la tina a terminar de secarse.
- Si no te molesta hablarme desde ahí... - le dijo desde el otro cuarto.
- Oh, está bien. Es de parte de la Asociación Octobrist, os invita a ti y al resto de los Drifters a una pequeña cena por todo lo que habéis hecho por nosotros en todo este tiempo.
- Pero Doug... yo no he hecho nada - dijo asomando la cabeza por la puerta - Llevo aquí desde medio día, no me ha dado tiempo a hacer nada... bueno sí, a liarla en el bosque... - aclaró en voz más baja.
- Pero de todas formas eres un Drifters, no estaría bien invitarte cuando van a ir todos - dijo él poniendo las manos en su cadera - Haruakira me pidió que intentase convencerte.
- ¿Haruakira? ¿En serio? - preguntó terminando de secarse el pelo.
Beretta se impresionó. Pensaba que estaba molesto con ella, muy molesto. Y ahora él y demás Octobrist organizan una cena para todos ellos. Realmente eran muy considerados.
- La cantina va a estar sólo para vosotros. Enanos, elfos y demás nos encargaremos de las guardias para que tengáis todos una noche de descanso. Por eso no debes preocuparte.
Beretta meditó mientras se abrochaba las botas. Haruakira sabía que era mentira que quería acostarse temprano y que no tenía hambre, además que si dicen que es una ocasión especial, habría que aprovechar.
- ¿Y dices que será como una cena especial?
- Bueno, no es muy diferente a una cena normal... - confesó mirando a otro lado - Un grupo de elfos fue también de caza y hay mucha comida, y las mujeres enanas preparon mucha bebida también. Lo único diferente será que estaréis sólo vosotros y que os servís vosotros lo que queréis comer.
Beretta salió del cuarto cepillándose el cabello y mirándole. Ya estaba vestida, y suponía que no le quedaba otra opción.
- Está bien, bajaré un rato... - dijo con una pequeña sonrisa.
Doug se relajó con una sonrisa, y Beretta vio cómo su cola lobuna se movía tras sus piernas con un poco de felicidad. Beretta sonrió, y se acercó a él con una sonrisa traviesa mientras hacía un tirabuzón con el cepillo en su pelo.
- Dime Doug... ¿Son el resto de licántropos tan guapos como tú?
El lobo hizo una mueca de sorpresa abriendo los ojos, pero no respondió.
- Es que eres un partidazo, acabo de descubrir que me encantan los chicos con orejas peludas en la cabeza y dos colas... - siguió mirándole con esa sonrisa.
- ¿D-Dos colas? - preguntó Doug mientras se miraba la suya girando la cintura.
- Claro, una detrás y otra delante - contestó guardando el cepillo.
Doug dio un sonrojo que escondió tras su flequillo bajando la cabeza.
- Entonces confirmo tu asistencia. Buenas noches...
Y con pasos tímidos, se dirigió hacia la puerta y la abrió para marcharse. Beretta sonrió mirándose al espejo. Tirar los tejos y que se sonrojaran siempre le subía el ánimo. Cuando se arregló el cabello dejó sus armas escondidas en el cuarto llevándose sólo la Derringer oculta en una funda oculta en su chaqueta, y tras darse un último vistazo, salió de su cuarto cerrando con la llave de metal, que guardó en el bolsillo de su pantalón. En el pasillo podía oír a dos voces varoniles que hablaban dulcemente queriendo aparentar gracilidad femenina.
- Oh, princesa, esta noche se encuentra usted bellísima~
- Realmente le favorece el nuevo maquillaje, ¿Piensa usted aprovechar la cena para ir de "caza"~?
- Callad un poco - la voz del Conde hizo a Beretta girarse, pues era más grave - No voy a ir de caza esta noche, simplemente me gusta sentirme bella. No soy como vosotras, zorras busconas.
Beretta se giró a ver a los tres hombres maquillados que venían caminando por el pasillo hacia ella. Aunque el Conde les hubiese llamado "zorras busconas" a ellos no les había afectado en absoluto, por lo que dedujo que era un comportamiento normal entre ellos. Él se detuvo al ver a Beretta.
- Beretta, ¿No es así? ¿Vas a arreglarte para la cena? - preguntó mirándole desde gran altura, pues su tamaño y tacones le daban un toque de magnificencia.
Ella parpadeó confusa. Ya se había bañado y peinado, ¿No se notaba?
- Esto... señor Conde, yo ya me ha arreglado...
Él abrió los ojos de sorpresa y sus dos guardaespaldas pusieron cara de horror.
- Hum... - meditó el Conde llevándose una mano al mentón - Tal vez en tu época no es costumbre que las mujeres se maquillen demasiado...
- Oh, no es algo común o no. Yo no suelo hacerlo, pues siempre acabo con la cara sucia en mi trabajo - admitió con una sonrisa.
- Comprensible, ¿Pero ni en una ocasión especial? - él alzó una ceja.
- Tal vez un poco, pero no demasiado. Además, aquí no tengo maquillaje.
El Conde se inclinó con un puño en su cintura y la agarró del mentón, haciendo que se levantara. Él la examinó con sus ojos azules con curiosidad, moviendo su cara y viendo sus facciones. Al mirarle, Beretta vio que ese hombre, con mucho o poco maquillaje, tenía bellas facciones.
- Allister - nombró al pelimorado del flequillo largo - Rápido, mi carmín rosa palo n° 18, búscalo. Flame - dijo mirando al otro - mi delineador de punta fina.
Los dos le miraron con una mueca extraña, pero le hicieron caso y corrieron a sus aposentos. Beretta seguía confusa.
- Lo agradezco de verdad, pero...
- Cállate y decide cuando veas el resultado - dijo enderezándose - No muchos tienen el privilegio de ser maquillados por mí - dijo llevando una mano a su pecho.
Beretta se observó. Llevaba un traje elegante y fino, delicado, tal vez abrigaba bastante poco, pero seguro pretendía ir elegante. Antes muerta que sencilla.
Ellos llegaron corriendo, y empezando por el delineador, trazó la línea de sus pestañas, realzando el bonito color de su ojos.
- Mirad esto... - indicó a sus guardaespaldas - Que envidia de pestañas tan largas.
- Maldita sea la genética femenina... - se quejó uno.
- Mi alargador de pestañas no consigue un resultado así...
Beretta sonrió internamente. En realidad, le hacían reír. Luego entreabrió los labios mientras él se los pintaba. Era un poco incómodo, no porque él estuviese cerca pintando sin salirse, si no porque tenía las cabezas de sus ayudantes casi a su lado que tenían que mirarla igual de cerca que él. Luego él hizo un gesto con sus labios para que Beretta lo imitara y se fijase el labial bien. Luego le tendió un espejo de mano para que se mirase.
- Al tener la piel y el cabello tan claro no te favorece un color fuerte - aclaró - ese es perfecto y deja que tus ojos sigan siendo el centro de atención de tu rostro.
Sus ayudantes no tardaron en alabarle con sus voces más suavizadas.
- ¡Cuánto sabe el Conde de belleza!
- ¡Es capaz de convertir en dos pasos a un horrible orco en una dama!
A Beretta le dio un ligero tic de rabia contenida en el ojo derecho. Ella no era un horrible orco, maldita sea. En todo caso, se aguantó el decirles algo. El Conde retrocedió, mirando su trabajo con profesionalidad. Su rostro no estaba convencido.
- Es la ropa, sin ninguna duda. Entra en tu cuarto, tengo en mente algo ideal para ti - dijo tomándola por los hombros y empujándola.
- ¿Cómo? ¿Me vas a vestir también? - preguntó sobresaltada.
- Si voy a hacer algo, lo hago bien - dijo mientras ella abría la puerta - Traed ese vestido extraño, el de la túnica brillante que no puedo ponerme.
Beretta se desnudó ante la mirada llena de prisa que le dedicaba el Conde, pero no iba a mostrarle sus piernas metálicas. Él tampoco la miraba mientras se quitaba la ropa. Cuando ellos llegaron con la ropa doblada en sus manos, el Conde dejó que se pusiera ella la parte de dentro primero, el top negro, la interior y unos altos calcetines hasta medio muslo que disimulaban muy bien sus piernas metálicas. Luego le ayudó a ponerse la brillante túnica.
- Y ahora el toque final... - dijo sacando un pequeño frasco de un pliegue de su tela - Un aroma suave pero seductor.
Y tras lanzar hacia su cuello y pecho un par de disparos de perfume, Beretta sonrió, extrañando lo que era tener perfume puesto.
- Muchas gracias por el detalle, señor Conde. Si esta noche atraigo miradas, será gracias a usted. De veras, no tengo palabras... - dijo mirando la túnica.
- No lo dudo, ya me lo agradecerás. Además era una buena oportunidad para deshacerme de ese vestido que no puedo ponerme - admitió - Nos vemos en la cena pues, Beretta, aprovecha que habrá muchos japoneses a los que llamarán la atención tu túnica.
Y con un saludo pasó por su lado con grandes pasos, yendo hacia las escaleras. Sus ayudantes se despidieron de él lanzándole piropos y con deseos de que vuelva pronto, y haciendo caso omiso de la chica, se volvieron por donde habían venido.
Beretta se miró de nuevo. Se sentía fuerte, bella y limpia. Olía bien y estaba levemente maquillada, pero perfecta. Su ropa brillaba al moverla, los calcetines no se caían de su muslo, y escote y cadera quedaba revelador y sexy como le gustaba. Todo era perfecto, salvo que tendría que acostumbrarse a caminar con ese extraño zapato de plataforma no muy elevada.
Sonrió y caminó felizmente hacia las escaleras del final del pasillo, y cuando agarró el pasamanos para bajar, escuchó voces venir de las habitaciones.
- Maldita sea, siempre tardas demasiado en estos casos...
- ¿Crees que me dará tiempo a cortarme un poco el pelo? Me ha crecido mucho desde que estoy aquí, se me mete en los ojos...
- Ni lo intentes. ¿No recuerdas la última vez que te cortaste el flequillo tú solo?
- Claro que me acuerdo, llevé sombrero por cuatro meses. Que desastre...
- Pues escarmienta un poco.
Beretta miró el cuarto haciendo esquina, con la puerta entreabierta, por lo que podía escuchar las voces de sus forajidos favoritos hablar, mientras Kid regañaba a Butch. Sonrió de lado y pensó que tal vez sería divertido mostrarse ante ellos con su nuevo conjunto, pues aunque no fueran japoneses, eran los más "modernos" de por aquí y seguro saben apreciar la belleza de una mujer. Se acercó y tocó la puerta con los nudillos, empujándola un poco.
- ¿Quién va? - preguntó Kid.
- Soy Beretta - contestó ella viéndole por la ranura preparar su set de afeitado delante de un simple tocador.
- Pasa, pasa - contestó sin girarse hacia la puerta.
- Con permiso...
Ella entró en el cuarto mirándolo. Era un poco más grande que el suyo, y tenía una litera en vez de una cama. Kid estaba moviendo una brocha en un bol, haciendo su espuma de afeitar, y se escuchaba agua en la sala contínua.
- Vaya, también tenéis un cuarto compartido... - dijo caminando y mirando el desorden que había en la litera de arriba - Pensaba que después de todo el día juntos podríais descansar el uno del otro en cuartos separados.
- No es un mal planteamiento - dijo el rubio mientras se echaba la espuma por la cara, con cuidado de su bigote - Pero nos conocemos desde hace años y nos sentimos extraños si no estamos el uno con el otro. Dependemos del otro de alguna manera.
- Oh, entonces sois muy, muy, muy íntimos... - dijo melosamente alzando las cejas con una sonrisa malvada.
- No me gusta ese tono, no es lo que estás pensando. En absoluto - dijo soltando la brocha, pero nada molesto.
- Lo entiendo, lo entiendo. Uno no puede bañarse tranquilo si el otro no está alerta... - dijo caminando hacia una cajonera al lado del tocador.
- Eso mismo es - Kid sacó una navaja de afeitar.
Beretta se sentó encima de la cajonera y cruzó las piernas. Sacó pecho y suspiró feliz. Escuchó el sonido de algo caer a su lado, y vio que a Kid se le había caído la navaja sobre el cuenco que tenía debajo con agua para limpiarse al afeitarse. Por fin la había mirado, y Beretta juraría que se le cayó de la mano de la impresión y la sorpresa. Sus ojos azules ahora se veían mejor sin que llevara el sombrero puesto, llevando su camisa y su elegante chaleco, y teniendo media cara llena de espuma blanca.
Ella amplió su sonrisa traviesa, sintiéndose hermosa y observada, pues era su objetivo.
- Sé que no es tu estilo de ropa ni que tampoco eres un experto en la moda, Kiddy... - le llamó con cariño - Pero me gustaría tu más sincera opinión de hombre sobre mi estilo hoy.
Kid pasó la mirada desde el hueco de su cuello bajando por su hombro, pecho, cintura, cadera y muslos con algo de reparo. Realmente no había visto nunca un vestido así, ni conocía ese estilo que mezclaba la malla negra que solía llevar Beretta con algo tan brillante y elegante. Con su cuerpo bonito, el delicado maquillaje y su pelo bien peinado, quedaba muy bien. No resultaba cargante a la vista.
- Pues... te queda... muy bien, sinceramente... Estás muy guapa - dijo esto último rápidamente mientras sacaba su navaja del agua y la secaba antes de que se oxidara.
- Aww... tan maduro y tan vergonzoso a la hora de piropear... - dijo sonriendo.
A Kid de verdad le daba vergüenza mirar a una chica tan despampanante como ella, no era capaz de comerla con los ojos como seguramente haría su compañero, pero eso no significaba que no la fuera a mirar cuando ella no se diese cuenta. Como conectado por telepatía con su compañero de aventuras, él habló desde el cuarto de baño.
- Kid, ¿Con quién hablas tanto? - preguntó Butch mientras se bañaba.
- Tenemos la visita de una encantadora joven - contestó mientras se empezaba a afeitar.
- ¿Quién? ¿Lady Metralleta? - preguntó desde dentro.
Kid suspiró resignado.
- Si, ella... - contestó finalmente.
- ¿Lady Metralleta? - repitió Beretta en voz baja con una suave risa - ¿Así me llamáis a mis espaldas?
- Se lo inventó él - dijo limpiando la navaja tras afeitarse un poco - Era más corto y sonoro que el que me inventé yo, bueno... - dijo bajando la voz poco a poco mientras se miraba al espejo.
- Dime el tuyo - pidió inclinándose hacia él con una sonrisa.
- Oh, no es nada importante... - dijo evadiendo la pregunta mirando a otro lado.
- Por favooor... - pidió con voz melosa.
Kid abrió la boca para decirlo, pero pasaron un par de segundos antes de que hablara.
- El ángel de la escopeta...
- Awwww - dijo moviendo las piernas de lo tierno que le pareció - Te besaba si no tuvieses los labios llenos de espuma, te lo prometo.
Kid se detuvo y tragó saliva mirándola. Ella lo decía en serio, realmente. La voz de Butch se oyó desde el baño.
- ¡Si lo haces pásate por aquí y me das otro a mí!
Beretta se aguantó la risa, y Kid giró los ojos.
- Es muy celoso, ¿Verdad? - le preguntó ella sin levantarse.
Él le afirmó con la mirada y siguió afeitándose. Beretta le miró de arriba abajo, observando su figura con tranquilidad. Para ser un hombre recién entrados los cuarenta, estaba realmente bien. No tenía la barriga hinchada, era alto y esbelto, no se le caía el pelo y se peinaba hacia atrás con elegancia, cuidaba su bigote y sus patillas y vestía bien.
- Kiddy, tienes todo lo que un sugar daddy debería tener... - admitió sin dejar de mirarle.
- ¿Un sugar... daddy? - preguntó ya sin espuma.
- Si, si. Tienes un porte muy elegante, eres atractivo y esas piernas tan largas de verdad son envidiables.
La mano de Kid temblaba de vergüenza. Le quedaba retocarse el bigote, y temía hacerlo mal o peor, que se cortara. Esa chica le ponía muy nervioso, pero no en el mal sentido. Era un nerviosismo muy atractivo y excitante. Y había algo en su nombre... algo que le daba cierta calidez. Coincidencias de la vida que el nombre de su antigua esposa rimase fuertemente con el de Beretta.
Pero como siempre ocurre y el líder de la banda no iba a dejar escapar la oportunidad, les gritó divertido desde su baño.
- ¡Yo también tengo las piernas largas además de otra cosa!
Kid hizo una mueca molesta y se giró hacia la puerta abierta del baño.
- ¡Lo otro que tienes largo es el cabello! - le recriminó - ¡Córtatelo bien!
Butch se rió abiertamente en el baño, y Beretta se tapó la boca riendo también. El rubio se enfadó de que su líder interrumpiese los halagos que le hacía la joven.
Luego le escucharon salir del agua y tirarla, para después secarse. Kid le susurró a ella mientras se secaba la cara, afeitada y limpia.
- Ahora va a salir desnudo, te aviso.
- ¿Y eso? ¿Es porque estoy yo? - preguntó ella en voz baja.
- Por eso y porque no sabe ponerse la toalla en la cintura sin que se le caiga - dijo con una sonrisa divertida.
Beretta sonrió divertida. Le encantaba ese dúo. Del baño salió Butch, efectivamente desnudo y sin prisa, mientras se secaba la cabeza con una toalla.
- Lady, Lady Metralleta... - dijo terminando de secarse y mirándola - ¡Wow! Ahora vienes de princesa guerrera oriental.
- Que amor eres tú también echando piropos, Butchy~ - sonrió mirándole.
- Sé que no te importa que ande desnudo, si tan liberal eres - dijo yendo hacia la litera de arriba a por su ropa desordenada.
- En absoluto, estás en tu cuarto, puedes estar como quieras - dijo sonriendo.
- ¿Y qué buscabas, si puede saberse, entrando al cuarto de dos hombres? Eso tiene un significado muy explícito en nuestra época, ¿Verdad, Kid?
- En realidad, eso es cierto... - admitió el rubio yendo al baño a tirar su agua sucia del afeitado.
- ¿Oh, en serio? - dijo con sarcasmo - Tomo nota para la próxima vez - sonrió levantándose de la cajonera - Pues vine a levantarme un poco el ánimo, y ahora me siento mucho mejor.
- Yo iba a ir a tu cuarto de todas formas al acabar la noche, si decidías no venir a la cena - confesó el moreno poniéndose los pantalones.
- Que lindo... - dijo volviendo a poner su voz melosa - Estabas preocupado... ¿Querías que durmiese bien? - preguntó con esa voz provocadora suya que les hacía dar un escalofrío por la columna.
- Quería no dejarte dormir - admitió Butch con una gran sonrisa de lado.
- De verdad, me encanta que seas tan directo - Beretta sonrió y dio una ligera caricia en su mejilla - Entonces, ¿os espero abajo?
- Ya estoy casi listo, nos vamos todos juntos - dijo el moreno abrochando su camisa roja.
Beretta sonrió yendo a la puerta lentamente. Sabía que ellos querían bajar con ella porque dejarla entrar en la cantina sola era muy tentador para que otros le echaran el ojo pronto. Cuando ambos forajidos habían terminado, salieron fuera con ella, mientras que Kid cerraba su habitación con una llave similar a la de ella.
- ¿Y con esa ropa aún puedes llevar escondida tu metralleta? - preguntó el moreno con su amplia sonrisa.
- La metralleta no, pero las Derringer llevo las dos - contestó ella sonriendo.
- Oh, se agradecería un cigarrillo tras la cena...
- Me lo pensaré...
Una vez entre los dos forajidos, ambos le tendieron un brazo para que ella lo tomara, como buenos caballeros.
- Tienes donde elegir, señorita - Butch sonrió.
Pero Beretta sonrió aún más tomando ambos brazos, quedándose entre ellos y haciendo que sus codos rozaran sus pechos.
- Lo siento, soy una egoísta... - preguntó sin pizca de vergüenza - Y da mucho glamour presentarse en una reunión con dos hombres guapos.
Ambos se miraron y dieron una sonrisa, aceptando su avaricia. Tras bajar despacio las escaleras y salir por la gran puerta, se encaminaron hacia la cantina, cuyo portón estaba abierto y salía una luz naranja en medio de la noche. Desde fuera se escuchaban a algunos enfadados por no poder empezar a comer por no estar todos. Justo cuando los tres se acercaban juntos para entrar, Toyohisa salió fuera con un salto algo inquieto. Ya iba a buscarlos a los dos forajidos y traerlos a cuestas si hacía falta.
- Oye, oye, samurái - le llamó Kid ante su repentina salida - Que ya te la traemos, un poco de calma.
- ¡Pero si yo lo que quiero es que vengáis para comer, tengo hambre! - se quejó él como si fuera un niño pequeño.
Luego miró a Beretta entre ellos, y parpadeó algo confuso, mirándola de arriba a abajo. Ella tenía un pie delante del otro, enseñando un poco de su muslo mientras arqueaba los hombros sujetada a los dos hombres con una sonrisa. Los dos hombres la miraban orgullosamente como si llevasen a un tesoro tomado de su brazo, y luego miraron de reojo al samurái.
- Buenas noches, Toyohisa - saludó ella con una sonrisa - Al final me animé a bajar a cenar.
- ¡Eso está bien! ¡No es bueno acostarse sin cenar! - contestó con una sonrisa más animada.
Sin embargo, el samurái le miraba ese brillante vestido, que junto con esos calcetines y zapatos, daba un aspecto a un kimono. Beretta sonrió al ver cómo le miraba.
- ¿Me veo linda? - preguntó con inocencia en su mirada.
- Te ves... eh... rara... - admitió mirando el vestido.
- ¿Rara? ¿Eso debería tomarlo como un cumplido?
- Es que llevas el kimono mal puesto - dijo acercándose y tomando el pliegue que estaba en su cintura subiéndolo para intentar cubrir su hombro, pero no había manga - ¡Le falta una manga!
Beretta le miró con una sonrisa comprensiva, pues le daba ternura esa parte de él. El Conde de Saint Germain apareció detrás de él y apartó al samurái con un gesto serio.
- Kimono mal puesto, kimono mal puesto... - murmuró tomando a Beretta de una de sus manos y mientras la acercaba a él, le dio un giro sobre sí misma - Esto que ves aquí es un conjunto de dos piezas, la interna de rejilla negra y la externa de fina tela de hilo de oro. La interna es tela ajustada con un top de corte imperial enganchado al cuello con una parte inferior a juego y un guante. El vestido tiene corte irregular de una manga dejada caer en la cintura, con motivos de mariposa y degradado de color - a la vez que él la describía, la movía para ponerla en diversas posturas, como si fuera un maniquí, y no apartaba la mirada del samurái - Tiene un corte del muslo bien alto para alargar sus piernas, pero a la vez no es muy provocativo por el calcetín alto y un toque elegante y refinado con la sandalia - luego la acercó a él para que le viese el rostro - El labial es rosa palo nº 18 y el delineador es el de punta fina, el nº 1. No lleva base de ningún tipo, va bastante natural. ¿Te ha quedado claro? - preguntó, casi ofendido.
Toyohisa le miró sin comprender, con los ojos un tanto abiertos de sorpresa, y miró de reojo a los forajidos. Ellos tampoco se habían enterado de mucho, ni la propia Beretta, siendo realistas, no entendía mucho de moda. Toyohisa tomó aire para finalmente preguntar, bastante convencido.
- ¿Entonces lo lleva bien puesto?
El Conde se llevó una mano a la cara con un gesto de fastidio. Beretta rió, pareciéndole adorable el comportamiento del samurái.
- Es inútil hacerte entender - dijo el Conde recobrando la compostura - Sí, está bien puesto.
Y con aire solemne, volvió a entrar a la cantida, seguido por los forajidos. Toyohisa volvió a mirarla, esta vez asumiendo que estaba bien vestida.
- Entonces... - dijo él llevándose una mano al mentón - ¿Te gusta a ti? ¿Estás cómoda?
- Nunca he llevado nada semejante, pero tiene unos colores preciosos - dijo mirando su manga - Y sí, estoy cómoda, me siento hermosa.
- ¡Eso es lo importante! - comentó animado - No entiendo nada de ropa femenina, pero mientras que suponga un gusto llevarla, debe estar bien.
Luego tendió la mano agarrándola por la muñeca.
- ¡Venga, vamos a cenar!
Y tirando de ella, se metieron dentro de la cantina. Había varias mesas puestas, tanto para quien quisiera comer solo como acompañado, y en el centro de cada una, una fuente con varios tipos de comidas.
Toyohisa soltó su muñeca para ir a un mesa, y Beretta prefirió observar tranquilamente. Solo habían tres mesas ocupadas, y Yoichi le hacía gestos con la mano para que se acercase a la suya, por lo que la chica se acercó. El joven se movió a un lado para dejarle sitio en la banca y ella se sentó.
- Te ves radiante, Beretta - dijo con una tierna voz - Nunca me imaginé que ibas a bajar, ni mucho menos tan bien arreglada. Destacas mucho.
- Gracias, Yoichi, eres un amor... - contestó mientras se remangaba la manga un poco - Aunque no soy la única que se ha arreglado, el Conde también viene muy bien vestido.
- Pero en ese no nos fijamos en absoluto - la madura voz de Nobunaga hizo acto de presencia sentándose en el otro lado de Beretta, dejándola en medio - Tenemos dónde mirar, ese muslo es una vista preciosa.
Beretta sonrió con un sonrojo de satisfacción. Sentirse tan piropeada le aumentaba el ego, y era algo que no experimentaba desde que se puso las prótesis metálicas en las piernas. No quería olvidar lo que era sentirse deseada y codiciada por tantos hombres. Yoichi la tomó de la barbilla, haciendo que se girase a mirarle. Él le miraba con una sonrisa tranquila, observando sus ojos y labios pintados.
- Sí... realmente tienes una cara muy linda... - susurró.
- Empecemos a cenar, ¿Vale? - propuso ella, algo más roja - Se va a enfriar.
- ¿Ya sí tienes ganas de cenar? - preguntó Yoichi apoyando el codo en la mesa y mejilla en su mano para observarla mejor.
- Sí, comeré. Sólo que, por favor, no me digáis de que animales es la carne ni qué partes del cuerpo son - pidió juntando las manos y mirando a los dos samuráis sentados a ambos lados suyos.
Ellos dieron una pequeña sonrisa a la vez asintiendo y juntaron las manos.
- Itadakimasu~
Toyohisa se había sentado enfrente y comía con su apetito voraz de siempre. Yoichi le sirvió una bebida dorada a Beretta de una botella grande, que por el olor y el color dedujo que era algún tipo de cerveza. Seguramente sabría genial, ya que como la cebada ya no se cultivaba en su mundo, usaban otros tipos de químicos para las bebidas así, haciendo que supieran fuertes y sin gracia. Una cena tan natural y fresca como esta resucitaría hasta un muerto. Nobunaga meneaba su jarra viendo el líquido dorado.
- Ah, demonios... echo tanto de menos el sake... - dijo con algo de molestia.
- El sake, el arroz, el wasabi, las algas... - comenzó a contar Yoichi - ¿Hay algo que no eches de menos?
- Verle la cara todos los días a esa rata calva de Mitsunari - confesó dando un trago de alcohol - Y al traidor de Mitsuhide tampoco.
Beretta le miró de reojo. Conocía algo de la historia de Sengoku, y por lo visto ese fue el traidor que provocó su muerte. Ella lo conocía de haberle visto en la fortaleza del Rey Negro, pero debía permanecer callada. No era momento, ni lugar, ni ocasión. Además, se delataría en seguida.
Al rato, Nobunaga y Yoichi se levantaron de su sitio, y Beretta pudo girarse a ver a los demás. En una mesa, Haruakira y el Conde charlaban, seguramente sosbre los temas políticos que le hacían dar vueltas a la cabeza de Beretta, y en la otra, los Wild Bunch se habían sentado enfrente de Aníbal, y con un pequeño juego de cartas, parecían enseñarle las normas al anciano.
Los primeros y segundos platos terminaron, y ahora las mesas se llenaban de frutas y algunos dulces sencillos de hacer. Beretta observó a Toyohisa estirarse con una sonrisa de felicidad y luego llevar sus manos a la tripa. Ahora iba a hacer un descanso para después seguir comiendo esos dulces.
Una mano se puso en el hombro de Beretta, y ella se giró para encontrar a Olmine. Ella le sonrió.
- Me alegra verte aquí, Beretta. ¿Te encuentras mejor?
- Sí, más animada, gracias - le contestó devolviendo la sonrisa - ¿Cómo es que estás aquí? Pensaba que esto era sólo de Drifters...
Una punzada le dio en el corazón a nuestra chica al decir eso, pues aunque realmente había sido invitada como Drifter, no era uno de ellos. Cada vez que alguien se refería a ella como Drifter y ella lo aceptaba, sentía que la mentira crecía y crecía.
- Sí, es cierto... - admitió colocándose sus gafas bien - En realidad mi Maestro me pidió que me quedara. Aunque no soy una Drifter, quería recompensar todo mi esfuerzo hasta ahora, algo que me ha hecho muy felíz. ¿Te molesta que esté aquí aunque no sea uno de vosotros?
- ¡En absoluto! - contestó rápidamente - Hay comida y sitios de sobra, y es verdad, seguro que ayudas mucho. No puedo opinar sobre ello porque acabo de llegar, pero confío en Haruakira.
- Yo te lo confirmo - dijo Toyohisa incorporándose - Me salvó la vida. Estoy en deuda con ella.
- Ya te dije que no era nada, de verdad... - ella le miró con una pequeña sonrisa - Aquí todos nos ayudaremos los unos a los otros sin debernos nada, pero comprendo la forma de ser de los samuráis.
- ¿En serio le salvaste la vida? - preguntó Beretta - ¡Eso es genial, Olmine!
- En realidad sólo le ayudé a combatir contra un End...
- Oh, yo también quiero salvarle la vida a Toyohisa... - comentó apoyándose en la mesa, mientras le miraba a él de reojo lanzar unas cerezas al aire y atraparlas al vuelo con la boca.
- ¿Por qué? - preguntó Olmine acercándose a ella un poco.
- Pues para que esté en deuda conmigo - contestó con una suave sonrisa de lado, que se alargaba a la vez que hablaba - Así me debería algo lo suficientemente grande como considere que vale su vida y tendrá que hacer lo que yo le pida para saldar la deuda. ¿A que sí, Toyo?
Él no contestó, simplemente asintió convencido mientras que de su boca salían tres rabitos de las cerezas que comía. Olmine se apartó un poco, incómoda ante la sonrisa de Beretta, pero fue cuando se fijó en sus labios.
- Oh, te has maquillado - dijo volviéndose a acercar - ¡Ese color de labial es precioso!
- Es rosa madera - confirmó Toyohisa recordando lo que le dijo el Conde.
- Rosa palo - corrigió Beretta - Me lo ha prestado el Conde, me gusta mucho pero no puedo evitarme lamerme los labios. Sabe a cereza y al final me lo voy a comer.
Toyohisa levantó la mirada del montón de cerezas que tenía enfrente. La pequeña luz de sus ojos brillaba suavemente de curiosidad.
- ¿Cómo puede saber un labial a cereza?
- Puede, perfectamente - contestó mirándole - Y huele también. - ella puso su característica sonrisa - ¿Quieres probarlo y así lo compruebas?
Toyohisa se puso la mano en la boca la recoger los huesos de las cerezas sin dejar de mirarla y los puso en el cuenco donde echaba los desperdicios. Luego se apoyó en la mesa para girarse y sacó las piernas de la banca, levantándose para ir. Olmine se apartó un poco incómoda ante la determinación de Toyohisa por aceptar la petición de Beretta, pues no lo consideraba tan atrevido. Mientras, Beretta esperaba paciente con su suave sonrisa traviesa mientras le veía acercarse.
Toyohisa se paró de pie delante de ella, mientras que Beretta se acomodaba sentada mirándole y estiraba un poco hacia él arqueando la espalda de una forma muy femenina.
- Aquí los tienes, cuando quieras - dijo con una sonrisa a la vez que se señalaba los labios.
Toyohisa la tomó con la mano derecha del mentón para alzárselo un poco, pero en vez de agacharse a comprobarlo directamente con los suyos, pasó el pulgar de la mano que sujetaba su mentón por sus labios para marcharlo del suave color rosa. Ante la mirada perpleja de Beretta, Toyohisa la soltó para meterse el pulgar en la boca y comprobar si era cierto.
- No sabe tanto a cereza como pensaba... - admitió algo decepcionado - Aunque puede ser porque aún tengo el sabor de las que me he comido en la lengua.
- Así no tenías que probarlo, Toyohisa... - se quejó Beretta tras suspirar bajando los hombros.
Una risa algo escandalosa vino de la barra, al final de la cantina, cerca de donde estaban ellos sentados. Nobunaga estaba sentado con Yoichi en un taburete alto, y se bajó de un salto mirándolos. Las botellas que tenían al lado vacías delataban que desde que se levantaron estaban bebiendo, además de sus sonrisas y sus colores subidos por el alcohol.
- Mi pobre Toyohisa, tienes decepcionado a la florecita - comentó Nobunaga con una amplia sonrisa, enseñando sus grandes dientes - Una proposición tan bonita y la echas a perder. Ella quiere algo como esto...
Y antes de dar dos pasos decicidos, Yoichi le agarró de varios mechones de su largo cabello oscuro, y tiró hacia atrás antes los pequeños quejidos del rey demonio hasta sentarlo de nuevo en su taburete.
- Tu ahí quieto, que estás muy borrado y no sabes lo que dices... - Yoichi parecía divertido, también con las mejillas rosas y una sonrisa divertida, además de la ropa algo movida.
- Claro que lo sé, aguanto el alcohol mejor que tú, niño - contestó molesto - Y ponte bien la ropa, que se te cae, indecente.
El joven samurái rio, contagiando a Nobunaga. El alcohol no les perdonaba. Toyohisa alzó una ceja mirándolos.
- Oye, viejo, ¿Qué querías decir con eso de proposición tan bonita? - preguntó yendo con ellos
Beretta aprovechó para intentar escaquearse, ya que si ellos dos se lo explicaban, no tendría la gracia y el efecto esperado. Justo cuando iba a levantarse, dos manos se pusieron en sus hombros. Ella suspiró.
- Nunca me había sentido tan solicitada y acompañada, lo digo en serio - dijo con una tranquila sonrisa.
Los dos forajidos se agacharon hasta su altura tranquilamente, llevando el moreno su gran sonrisa ladina.
- Sé que te gusta mucho llamar la atención, al igual que te gusta que te miren. No me mientas... - dijo alargando la pronunciación de la última letra como si fuera el siseo de una serpiente.
- En absoluto, tienes toda la razón del mundo... - contestó alzando la mirada a verle con una sonrisa.
- Sólo queríamos robarte unos segundos de tu tiempo... ¿nos puedes dar el cigarrillo?
- Oh, Butch, que desconsiderado... las cosas se piden de alguna manera, ¿no? - contestó girándose sobre la banca para sacar sus piernas.
- Butch, el "por favor" y "gracias"... - le susurró su compañero.
El moreno se llevó una mano a la cabeza y la vista al cielo de una forma exagerada, hablando de igual manera.
- ¡Es verdad! Pero bueno, ¿Dónde están mis modales? ¡Ah, ya recuerdo! Nunca he tenido de eso - contestó cruzándose de brazos y mirándola con una sonrisa.
Su pícara sonrisa hacía a Beretta dar una igual. Le gustaba que ese ladrón le provocase de esa manera, en vez de ser tan sumiso como otros. Metió la mano por dentro de su vestido sacando la cajetilla, sacando dos finos cigarrillos y guardándola de nuevo.
- Si no fuera porque tienes unos ojos preciosos, te hubiese mandado ya a la mierda, que conste - dijo entregándole el suyo.
- No te creo, preciosa - contestó tomándolo sin dejar de mirarla.
Tras sacar la Derringer del calcetín por la zona en la que le tapaba el vestido, encendió los dos cigarrillos y dejó que ellos salieran de la cantina a fumar fuera. Luego Beretta miró a su antigua mesa, donde ahora sólo estaba el viejo Aníbal comiendo frambuesas de un cuenco, sumido en sus pensamientos. Realmente le daba ternura ese viejo, pues conocía bien su historia. Tomó un cuenco limpio de su mesa y echó todas las frambuesas que quedaban en su bandeja de comida. Si Nobunaga le había bautizado como "Abuelo Frambuesa", sería que de verdad le encantaba esa fruta.
Se levantó tomando el cuenco y fue hacia su mesa con gracilidad, dejándolo al lado del suyo que empezaba a quedarse vacío. Luego levantó la mirada hacia ella, quedando embelesado de lo brillante que era su vestido. Ella sonrió con ternura.
- Se nota que te gustan mucho - comentó mirándole - Te traigo las mías, nosotros no podemos comer más, si las quieres...
- Gracias... - dijo con su voz rota.
Luego la miró desde la punta de sus pies hasta sus cabellos arreglados, como si fuera la primera vez que la veía en la cena.
- Esto... - dijo ella mirando a otro lado - Espero que no me sigas confundiendo con tu esposa Himilce... - dijo ella algo incómoda.
- No... siento si te incomodé... - esta noche, el viejo parecía más espabilado - Ahora me haces confundir con otra...
Beretta le miró, con algo de sorpresa. El viejo sonrió, con algo que parecía ser cariño, a la vez que acarició con dos dedos el borde del vestido, al lado de su pierna.
- He viajado por toda Cartago, por Iberia y el camino más peligroso hasta Roma, encontrando las más hermosas princesas iberas y casándome con una de ellas... pero lo que tengo enfrente de mí me recuerda a la todopoderosa diosa Tánit, aquella que protege a Cartago de todos los males, representando al amor, a la guerra y a la luna, y ha cuidado de mí hasta llegar a la vejez.
Beretta le miraba sorprendida, y terminó por sentirse demasiado halagada. Le habían dicho muchos piropos en su vida, pero nunca la habían comparado con una diosa. Aníbal volvió a mirar el cuenco de frambuesas que ella le había traído con esa sonrisa tranquila.
- Es extraño... se supone que son los mortales los que hacen ofrendas a los dioses... no al revés...
- No me compares con una diosa, Aníbal... - pidió ella tomando sus mejillas para hacer que la mirase a la cara - Soy tan humana y tan mortal como tú...
- Creo que hay una parte de ti que no es humana, pero es completamente comprensible y aceptable.
Beretta se puso tensa por un momento, mirando ese ojo astuto que aún conservaba el viejo entre las arrugas de su cara. Puede que él se hubiese dado cuenta de lo que ocurría con sus piernas, pero acababa de decirle que era comprensible y aceptable. Después de eso, el viejo se llevó un dedo a los labios, indicando que guardaba silencio.
- No se preocupe, mi diosa... su leal servidor se llevará el secreto hasta la tumba... - murmuró con su carrasposa voz.
Beretta le observó en silencio durante algunos segundos, notando que él era muy sincero en ese sentido. Finalmente, relajó los hombros.
- Que te aprovechen las frambuesas, Aníbal...
Tras darle una cariñosa palmada en el hombro, caminó alejándose de la mesa, dejando al anciano seguir comiendo ese fruto rojo que tanto le gustaba.
Los comensales ya se estaban levantando de la mesa, y algunos salían a tomar el aire, o directamente se iban a acosar. Beretta vio a Haruakira sentado, dándole la espalda, con un vaso entre sus manos que parecía una infusión. El monje estaba perdido en sus pensamientos, completamente serio y solo en su mesa. Ella pasó un dedo por sus hombros y nuca, haciéndole dar un escalofrío y reaccionar, cuando vio a Beretta sentarse a su lado cruzando las piernas.
- ¿Puedo sentarme? - dijo una vez que se había acomodado con esa sonrisa suya.
- Primero disparas y luego preguntas, ¿no eres así? - le indicó Haruakira relajando el rostro.
- Para algunas cosas... - admitió ella - Para otras, tanteo el terreno muy bien antes de lanzarme.
Haruakira dio un sorbo a su vaso sin responder a ello. Beretta suspiró.
- Sólo quería pedirte perdón por si antes te ofendí o molesté cuando hablamos de los Ends... no quiero abrir heridas ni meter el dedo en la yaga, pero no era el mejor momento para preguntar después de lo que ocurrió... estabas muy tenso.
- Lo he estado pensando, y es como dices - dijo mirándola - No estoy enfadado contigo, Beretta, pero no pude evitar alterarme con esa situación. Yo no juzgo a los Ends por su vida pasada, si no por lo que están haciendo ahora en esta. Ha resultado que somos enemigos, y es normal que se fomente el odio como ánimo para los guerreros en mi época - admitió - Pero yo no soy un guerrero. Debo mantener la cabeza fría ante estas situaciones.
- Gracias por ser tan comprensivo... - ella sonrió con cariño - Y gracias también por haber organizado esta pequeña fiesta para todos... y por invitarme.
- ¿Eres un Drifter, no? - preguntó guiñándole un ojo cuando se aseguró de que nadie les miraba - ¿Por qué no iba a invitarte? Me hubiese gustado organizarla cuando estuviésemos reunidos todos los Drifters conocidos, pero quien sabe, puede que nunca volvamos a tener un momento de paz como ahora... ¿no crees?
- Sí... mentiría si no te dijese que echo de menos al almirante Yamaguchi... pero estoy segura de que él está bien - dijo levantándose.
- ¿Ya te retiras? - preguntó.
- Sí, creo que la fiesta ha acabado para mí - dijo estirándose - Tengo muchas ganas de acostarme, creo que me dormiré al momento en que mi cabeza toque la almohada.
- En ese caso te acompaño a tu dormitorio - dijo levantándose - Hay más de un espabilado por ahí que estaría encantado de hacerlo también, pero no con buenas intenciones...
- Oh, ya se por quién lo dices... - ella sonrió tomando su brazo - Pobre Butch, lo tienes martirizado en tu mente...
- No te voy a negar que logra sacarme de mis casillas - confesó - Pero también me ha salvado la vida en más de una ocasión.
- Una relación amor-odio... que lindos... - murmuró ella mientras salía de su brazo de la cantina.
Al salir fuera, los dos forajidos estaban terminando de fumar su cigarrillo nocturno, y ella se despidió de ellos con una sonrisa coqueta y lanzándoles un beso al aire. Miraron a Haruakira de reojo, pero por esa vez, le dejaron pasar sin ningún tipo de comentario. Estaban muy tranquilos y a gusto, recién comidos y fumando, sabiendo lo bien que dormirían esa noche.
Tras volver al edificio y subir dos plantas, Haruakira la acompañó hasta su puerta, dejando que se soltara de su brazo para tomar la llave que ella escondía en su escote.
- He estado pensando, Beretta... pero no creo que sea el momento de iniciar esa conversación... - dijo el monje mirando al suelo.
- Bueno, puedes comentarlo por encima para que vaya pensándolo yo también... - dijo disimulando un bostezo con la manga delante de su cara.
Haruakira la miró, y habló entre susurros muy bajos.
- ¿Porqué apareció un End con deseos de ser Drifter? Con lo que me contaste de Juana... dijiste que eran guerreros dolidos y usados con ansias de venganza... no sé que pasó en tu pasado, pero tú no pareces ser como ellos.
- Mi vida era un asco, Haruakira... - dijo abriendo la puerta - Era un simple peón en una guerra mundial, nunca destaqué. Yo no he hecho historia como los hombres con los que he cenado esta noche...
- Y una última pregunta... que es la que más me preocupa... - dijo tiñendo con algo de pena su mirada - ¿Puede aparecer un Drifter con deseos de ser End?
- Haruakira, no sigas pensando en esas cosas o no duermes esta noche - dijo ella poniendo la mano sobre su hombro - Ahora no podemos hablar de esas cosas que me caigo del sueño...
Él asintió, dando una palmada cariñosa en su mano.
- Sí, tienes razón. Descansa, buenas noches...
Él esperó a que ella entrara en su cuarto y escuchara la puerta cerrarse con llave, para marcharse a su habitación. Beretta se quitó el vestido muerta de sueño y los zapatos, fue a lavarse la boca y la cara y a dejarse caer sobre su cama. El día había sido emocionante y largo, y quién iba a decir que entre todos la aceptarían tan bien... haciendo que su corazón saltara de felicidad continuamente
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