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Capítulo 1 - Este no es mi lugar

Todo Orte se preparaba para la guerra. Mientras que el bando de los Drifters dividían sus papeles y sus cualidades para posicionarse en una parte u otra, los Ends aguardaban su momento en su base principal. El hierro que extraían del dragón era sumamente valioso, y pronto empezarían a crear mejores armas y armaduras, algo que observaba el Rey Negro desde las alturas. Dentro de la base, en una de las torres, una chica bajaba con aire serio hasta los sótanos y mazmorras con las manos en los bolsillos.

Acababa de tener una discusión con el Rey Negro, pues no era una End que le respetase demasiado. Sonrió sacando un cigarrillo de su bolsillo, pues iba a celebrar que se salió con la suya. Antes de poder sacar el encendedor, una voz le habló.

 - Sabes que tienes prohibido estar en este pasillo.

Ella se detuvo. La voz que hacía eco de Rasputín no le gustaba en absoluto.

 - Tú que sabrás - contestó molesta.

 - Lo sé bien, son órdenes del Rey Negro - su figura emergió de la oscuridad con una sonrisa - Vete por donde has venido.

 - Voy a marcharme, Rasputín - contestó - El Rey Negro me ha dejado marcharme.

La risa del brujo retumbó en el oscuro pasadizo.

 - No puedes engañarme, eres muy ingenua en ese aspecto...

 - Ve y le preguntas - dijo encogiendo los hombros - Sabe bien que no quiero estar aquí, y a él no le gusta mi presencia aquí.

 - No puedes estar hablando en serio - dijo con una mirada dura - Tus armas y tu nueva tecnología es lo que nos dará la aplastante victoria sobre los Drifters y demás bandos.

 - Eso no es lo que piensa el Rey Negro. Ahora aparta - ella continuó caminando.

Pasó por su lado sin importarle la forma en la que le miraba tras sus pequeñas gafas redondas, y el brujo, sin perder un segundo, subió a lo alto de la torre en busca del Rey Negro. Él le esperaba de espaldas, sabiendo que alguno de sus camaradas replicaría por dejarle ir.

 - Rasputín... - dijo con su gran voz grave - Sospecho el motivo de tu enfado.

 - Rey Negro... - dijo acercándose con mala cara - ¿Por qué...?

 - Porque este no es su lugar - contestó - Sus armas y tecnología no tienen cabida en el mundo que quiero crear. No quiero a alguien así, y ella no quiere estar en un mundo de tecnología tan atrasada.

 - Puede que sea una End muy extraña, pero los Drifters ya han empezado a crear armas de fuego tras el rescate de los enanos, ¡ella se irá con ellos!

 - Si es lo que desea, que así sea - contestó girándose hacia él.

 - Se convertirá en una amenaza... - Rasputín negó.

 - Toda amenaza será aniquilada. No tengas pena por eso - él volvió a girarse a ver a sus monstruos trabajar.

 - ¡Entonces...! - dijo apretando los puños - ¡Mátela ahora! ¡Antes de que se una al enemigo y sea una amenaza mayor!

El Rey Negro guardó silencio. Luego volvió a girarse hacia él lentamente, portando su bastón.

 - Yo la he dejado marchar, si la mato ahora, no sería un acto de justicia por mi parte. A ella le llegará su hora, pues al no encontrarse en el bando ganador, será castigada, y morirá junto con el resto de la humanidad. Sólo le he dado permiso para que alargue su vida, pues ya viste que en este mundo, las chicas mueren jóvenes.

Rasputín miró al suelo enfadado. Cierto es que Anastasia, con 17 años, apenas había conocido mundo, y Juana, con 19, había tenido una vida llena de dolor.

En los sótanos, la chica llegó hacia donde se encontraba su amado vehículo, y acarició la tapicería y las enormes ruedas con la mano antes de subir las escaleras para entrar. Al sentarse, soltó un suspiro de comodidad y alivio. Apretó un botón, y tras dos segundos, se encendieron varias luces dentro del vehículo futurista, con aspecto de un coche de combate.

 - Bienvenida de nuevo, dueña, hacía ya varios días que no venía a verme - una voz femenina digitalizada salió del cuadro de mandos.

 - He tenido muchos problemas, pero ya he vuelto contigo, Heavy. Nos vamos de este maldito lugar - dijo arrancando con una sonrisa.

Y con un dulce ronroneo del motor, el vehículo salió de ese oscuro lugar, para salir a un patio trasero y aventurarse a salir fuera de la fortificación, bajo la atenta mirada del Rey Negro, dejando tras de sí un rastro de polvo en el aire.

 - ¿Alguna idea de a dónde ir, dueña? - preguntó su vehículo.

 - Busca algún lugar cerca del mar, necesito tener agua marina para tu combustible, luego ya iré viendo hacia dónde podremos ir - dijo conduciendo.

 - En ese caso le indicaré hacia dónde se encuentra el mar.

En su cuadro de mandos apareció un GPS que a los segundos le indicó una ruta.

 - ¿Crees que habrá comida buena por ahí? - preguntó la conductora con una sonrisa.

 - ¿Por comida buena se refiere a altamente saludable o a natural?

 - Comida de verdad, Heavy - dijo sonriendo - Natural, no la bazofia de mi época.

 - Estoy segura de que debe haber, este sistema primitivo no conoce nuestras bases culinarias que destrozan el producto para poder enlatarlo y transportarlo.

 - Seguro que también hay mucha variedad de animales, que ilusión... - dijo con los ojos brillantes.

 - Detecto una alta variedad de fauna y flora en un radio de 10 kilómetros. Además de eso, más del 80% de las especies están extintas en nuestra época.

La chica dio un grito de felicidad y apretó en acelerador, conduciendo sola por ese carril desierto.

*

Dentro de una habitación, en otro mundo, una chica gritó de rabia. Tiró su computadora al suelo enfadada, pero luego la recogió rápidamente pidiéndole perdón, y se puso a dar fuertes pasos y a tirar peluches de su habitación.

 - ¿¡Pero cómo se atreve a rechazarla!? ¿Acaso sabe lo que me costó conseguirla? - Easy estaba llena de rabia - ¡Es ilegal, es ilegal traer a alguien del futuro! ¡Le doy el arma para seguir adelante y ganarle fácilmente a se idiota de Murasaki y la deja irse!

Luego se volvió a sentar, enfadada y con los brazos cruzados, pensando en qué hacer.

 - No es una chica destacable en el futuro, es una don nadie - murmuró - Pero ella sola podría hacerse con el control de toda Orte y más si quisiera, pero no tiene ambición y es demasiado vaga... creo que eso puede darme tiempo... el Rey Negro no la dejará con vida... seguro que aún puede volver a mi bando... ¡Murasaki, idiota! - gritó para desfogarse.

*

En el atardecer de ese día, la chica había llegado al mar, a una hermosa zona donde el cielo lo pintaba todo de naranja. Ella disfrutaba del aire puro mirando la puesta de sol a la vez que llenaba unos bidones con agua de mar, pues era el combustible saludable de su vehículo.

 - Desde luego los vehículos que funcionen con agua de mar son el mejor invento posible - dijo cargando los bidones.

 - Este agua es más pura, le sentará mejor al motor - el coche hablaba desde dentro - Los anteriores que funcionaban con electricidad y energía solar... ¿por qué dejaron de usarse?

 - La electricidad es empleada en mantener las enormes instalaciones, y el cielo pasó a estar tan contaminado que es imposible usar la energía solar... - dijo ella dando un suspiro - Mi época es una basura en todos los sentidos... sólo ver este atardecer al natural, sin ser un holograma ni una película... es tan puro y hermoso...

 - Detecto... - el coche empezó a recalcular - Una enorme masa formada por varios compuestos de metal y acero, además de poseer armamento, pólvora, y otros materiales bélicos.

 - ¿Cómo? No puede ser... - dijo subiéndose a ver el cuadro de mandos.

 - Se encuentra tan solo a 700 metros en línea recta, en la orilla.

La chica miró lo que tenía delante. Era, ciertamente, una enorme masa de metales que no eran de este mundo.

 - ¿Será obra de Drifters? - preguntó emocionada.

 - Tiene toda la pinta de ser un enorme barco, o un submarino naufragado.

 - ¡Vamos a investigar, Heavy! - dijo con una sonrisa y cerrando la puerta del vehículo - Espero que podamos aprovechar algo si está abandonado.

 - Sería una gran idea, tal vez pueda ser un lugar donde pasar la noche o ser una base de operaciones.

Fue hacia allá con poca velocidad y los cristales bajados, dejando entrar el aire puro del mar dentro. Estaba emocionada, tanto que incluso su amiga virtual del vehículo lo notaba. Al pasar por unas piedras enormes, descubrieron un portaaviones encallado entre las rocas, casi destruido. Ella aparcó, mirándolo impresionada con una sonrisa.

 - Heavy, un portaaviones antiguo... - dijo bajándose - Tiene toda la pinta de ser de la época de la segunda guerra mundial... me encanta... Hazle un análisis, rápido.

El coche le obedeció, y obtuvo los resultados pronto.

 - Hay secciones que todavía funcionan dentro de él, y detecto un cuerpo caliente dentro. Una presencia humana le habita.

 - A las malas puedo matarle y quedarme con el portaaviones - dijo sonriendo, sacando del asiento del copiloto unas cosas.

Se puso alrededor de la cintura un cinturón lleno de balas, además de coger un subfusil negro y cargarlo. Tenía puesto en letras plateadas el nombre: Beretta M12.

Se acercó portando su arma y las balas, además de otras armas más pequeñas que siempre llevaba escondidas en partes del cuerpo, como en las botas y cadera, y encendió el cigarrillo que al final no lo hizo con un encendedor con forma de Derringer, que no disparaba, sino que era un mechero.

Cuando empezó a caminar en silencio, la figura emergió de la oscuridad con lentitud. Ella le apuntó con el subfusil, pero el hombre permaneció tranquilo. Ella le observó. Un hombre maduro, de cincuenta años largos o entrados en los sesenta, le miraba con un cigarrillo casi terminado en sus labios, y las manos en la espalda. Al verla, le mostró las manos, enseñando que no escondía armas, y levantó las manos. La chica le miraba con curiosidad, y bajó el arma. No sabía por qué, pero puede que ese hombre, vestido con ropa de la época de teniente de la marina japonesa le emocionaba. Tal vez sería el comienzo de un nuevo lazo de unión al encontrar a un posible camarada.

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