Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝟒

Eugène, el padre de Blaise, estaba de visita en Los Ángeles, y estaba quedándose en su departamento, pero ya era viernes y todos los detalles apuntaban a que las posibilidades de que regresara a casa esa misma noche o siquiera en la madrugada eran realmente pocas, por no decir nulas. Ella le informó a su padre que tal vez no se verían hasta mañana y salió de casa usando un lindo vestido negro que sabía que a su amigo le iba a gustar.

Entró al bar, que estaba repleto de gente, pero fácilmente pudo identificar a Henry. Es que era realmente inconfundible.

Le dio un beso en la mejilla, cerca de sus labios, y se sentó a su lado.

Salut, chéri. —lo saludó ella.

(Hola, cariño.)

—Te ves preciosa, Blaise. —elogió el británico, con ese acento que tanto la volvía loca.

—Digo lo mismo de ti.

Él sonrió, llamando a un mesero, y ordenando para la chica un Francés setenta y cinco, y para él solo una cerveza Corona.

—Que bien me conoces. —comentó, logrando que Henry le guiñara un ojo.

—Nos conocemos demasiado, ¿no es así?

Blaise soltó una carcajada, captando al instante el doble sentido de su comentario.

—Y aún así todavía no he podido encontrar algo que no me guste de ti. —le dijo, coqueta. Flirteando como solo una francesa puede. Y esa seguridad era lo que más le gustaba a Henry de Blaise. Sin lugar a dudas a ella la consideraba la mujer más hermosa con la que ha estado, pero nunca pudo comprender su comportamiento, y probablemente nunca podría. Por ahora, le gustaba disfrutar de todo lo que la preciosa Blaise Beauvois le ofrecía. Que era mucho, y sin ningún compromiso.

—Desearía poder decirte lo mismo, pero a mí no me gusta en lo absoluto que nuestros encuentros sean tan poco habituales. Una visita a Londres no te cuesta mucho, mon amour.

(Mi amor.)

El mesero llegó, entregándole a cada quien su respectiva bebida y luego se retiró.

—Sabes que mi trabajo me vuelve loca... Pronto Harry reanudará su gira y me ha hecho prometer acompañarlo a Latinoamérica. Estaba encantado porque le agendé fechas allá y no deja de decirme que adora a sus fanáticos latinos. Así que entre el seis y el veinte de octubre estaré lejos de casa. Aunque antes de irme tengo que dejar agendadas unas cosas con los chicos de 5SOS y al regresar enfocarme en Zendaya y en Chris.

—No entiendo cómo haces para trabajar tanto. Con solo escucharte ya me siento agotado.

—Entonces cambiemos de tema. —interrumpió, para luego añadir con un divertido descaro.— No te quiero cansado esta noche.

Él se echó a reír. —Sin preámbulos, Blaise... Así me gusta.

—Mi padre está de visita. —comentó, y él se preparó para escucharla atentamente, esperando una conversación en la que ella le contara sus sentimientos y preocupaciones.— Así que iremos a tu casa.

—Pensé que ibas a contarme cómo te sentías respecto a tu padre.

—Habrá tiempo para eso.

Continuaron charlando y bebiendo, hasta que a la francesa se le ocurrió que debían bailar.

—Sabes que no me gusta bailar, Blaise.

—¿Me dejarás bailando sola?

—Siempre podemos ir a bailar en mi casa... Solos, y ya sabes, hacer algo de cardio. —propuso, haciendo a Blaise sonreír.— Ya mismo, si así lo deseas.

—Me convenciste.

Henry pagó las bebidas y dirigió a su amiga a la salida, para luego tomar un taxi e ir directo a la mansión del británico.

Sabían que en público debían ser prudentes y comportarse como solo amigos, pero siempre que salían terminaban regresando temprano, teniendo como destino el hogar de cualquiera de los dos.

Al llegar, la francesa no perdió mucho tiempo. Solo le bastó con el sonido que hacía la puerta al ser cerrada para tomarlo por los hombros y darle un casto beso, que él correspondió sin vacilar, poniendo sus manos en los costados de la chica y trazando círculos en éstos, casi llegando a sus senos.

A Blaise le encantaba todo lo que ese hombre hacía con ella. Simplemente se dejaba a su merced. Le permitía divertirse con ella, y él hacía cosas que le causaban un placer que no podía ni manejar en ocasiones.

Se acabó el beso, pero ella comenzó a dejar pequeñas mordidas en sus mejillas cubiertas con una cortísima barba que le dejaba una sensación excitante en los labios.

J'adore quand tu fais ça. —susurró él con la respiración agitada, en su oído.

(Me encanta cuando haces eso.)

C'est tellement excitant quand tu parles français.

(Es tan excitante cuando hablas en francés.)

Él sonrió, deteniéndola y llevándola a la habitación.

Ya ahí, se deshizo de ese vestido tan oscuro como sus deseos y comenzó a morder, besar y saborear a la chica. Esa aterciopelada piel color caramelo que tanto le gustaba estaba ahí, puesta para él, acumulando en su interior todo tipo de emociones vinculadas a la lujuria. Se fundieron en un beso, en el que él aprovechó para apretar los pechos de la francesa con sus grandes manos.

Ella vestía únicamente sus bragas, y él seguía completamente vestido, así que Blaise, con sus piernas enrolladas entre las suyas, desabotonó la camisa de Henry, dejando mordidas en el camino. Luego le quitó su pantalón y lo besó de nuevo, con tanta pasión como le fue posible, acercándose a él tanto como sus cuerpos se lo permitían, y aunque estaban piel con piel, aún se sentía insuficiente.

Blaise apretaba el suave y ligeramente ondulado cabello de Henry mientras que él dejaba besos en su cuello.

Tu me rends fou.

(Me vuelves loco.)

Ella no le respondió, pero sonrió con autosuficiencia. Al instante, sintió que él empezaba a actuar con desesperación y brusquedad, haciéndola soltar numerosos suspiros y gemidos, desbordándose de placer. Y a él le encantaba escucharla hacer ruido.

Él bajó su rostro, dejando mordidas hasta su cintura, y con ayuda de sus dientes, le bajó las bragas, dejando también a su paso mordidas en sus piernas. En todas partes.

Blaise alejó el rostro del británico de la zona más baja de su vientre y lo hizo subir, para darle un casto y largo beso. Luego le permitió seguir con lo suyo.

Ella lo podía sentir muy bien. Él estaba excitado como nunca, tal vez porque hacía un buen rato que no se veían. Aunque Blaise intentó ser silenciosa, no pudo contener esos suspiros, jadeos, gritos y gemidos por la excitación que tenía. Temblaba de placer, sentía humedad en todo su cuerpo y una sensación espectacular que le dejaban sus calientes toques. Era como si estuviera hipnotizada o como si se encontrara embobada por aquella sensación.

Por otro lado, él se sentía exhausto, pero no quería terminar. Lo que más le gustaba era hacerla suya. Se sentía realizado cada vez que le proporcionaba un buen polvo a la francesa. Era algo muy suyo, pues aquel placer hacía que ella fuera ruidosa, y él tenía un particular fetiche por los melodiosos gemidos de Blaise. Todo de ella le emocionaba. Henry encontraba tan atractivo ese peculiar comportamiento que la caracterizaba. Era demasiado segura de sí misma, conocía su cuerpo y el de él, y sabía perfectamente qué hacer, cómo hacerlo y cuándo hacerlo. Ella era simplemente perfecta para él, pero de aquella forma tan conveniente para ambos.

Al igual que a ella, a él también le atraía bastante la idea de, por lo menos, intentar algo con Blaise. Sin embargo, no encontraba para nada interesante cometer una equivocación con aquella mujer de ensueño.

Ella era espectacular para él, y ella encontraba a ese hombre excesivamente encantador y cautivante. Todo en él le encantaba.

A lo largo de sus vidas, ambos habían tenido varios compañeros sexuales. No era un misterio ni nada por el estilo, pero sí podían coincidir en algo ambos: eran el favorito del otro. Se entendían muy bien, y esa extraña y casual relación de amistad con beneficios les había durado casi que dos pares de años. Lo que era mucho más de lo que habían durado las relaciones amorosas de cada uno.

Tras acabar con lo suyo por segunda vez, se acostaron, ya muy agotados. La cabeza de Blaise reposaba en el pecho de Henry, y el brazo de él la envolvía en un abrazo, dejando su mano reposada tan solo un par de centímetros por encima de sus pechos, con sus piernas entrelazadas y sus pieles juntas.

—¿Estás despierto?

—Sí.

Ella suspiró, dejando un suave beso en el pecho de Henry. —¿Aún quieres escucharme hablar de mis sentimientos?

—Para ti soy todo oídos. —le contestó, apretando un poco su agarre, para hacerla sentir protegida.

—Me siento mal por él. Siempre es así. —inició, trazando figuras sin sentido en sus clavículas.— Sé que está intentando enmendar sus errores conmigo, y pues me da lástima eso... No debería ser así. A veces solo quiero que toda esta situación con él pase rápido y ya.

—¿Quieres que regrese a Francia?

Ella se tardó un poco. —Sí, eso quiero. Y está mal.

—No te voy a mentir, mon amour... No está bien, pero es totalmente normal que tengas ese tipo de sentimientos hacia él. Después de todo lo que hizo tú mereces dudar. No te martirices e intenta tomarte las cosas con calma. Haz lo que consideres necesario para tenerlo contento y verás que pronto volverá a París.

—Tienes razón.

—¿No es así siempre?—bromeó. Ella tras reír, lo picó con diversión.

—¿Por qué Dios te habrá hecho tan narcisista?

—¿Por qué Dios te habrá hecho tan quejumbrosa?

Blaise lo miró ofendida y se impulsó hasta a llegar a su rostro, para susurrar contra sus labios. —C'était tellement impoli.

(Eso fue muy grosero.)

C'est comme ça que tu l'aimes. —le contestó con una sonrisa para luego darle un beso largo.

(Así es como te gusta.)

A la mañana siguiente, Blaise se despertó por el sonido de su celular, que le indicaba una llamada, y contestó sin ver el nombre.

—Buenos días. —saludó, con la voz aún dormilona.

Hola, Blaise, ¿te desperté?

Ella sonrió al escucharlo hablar y volteó a ver a Henry, notando que seguía dormido. —Sí, Sebastian, los fines de semana me levanto tarde.

Pensé que te gustaría salir a desayunar hoy, ¿qué dices?

—Espera un momento. —le dijo en vez de darle una respuesta. Puso la llamada en espera e intentó despertar al hombre a su lado.

—¿Qué quieres, Blaise?—le contestó dándole la espalda.

—Alguien me invitó a desayunar, ¿qué digo?

—Que no. —respondió viéndola de nuevo.— Dile que vayan a cenar o algo, pero quiero que te quedes conmigo.

Blaise sonrió dándole un beso en la frente. —Más te vale hacerme un desayuno delicioso.

—Más te vale ganarte ese desayuno. —contrapuso él, acercándola a él y dándole un beso.

Blaise se sentó y tomó su celular de nuevo para seguir hablando con Sebastian. —Hoy no puedo, ¿qué te parece mañana?

Mañana viajo a Atlanta para reanudar grabaciones. respondió con pena.

—Puedo pasar a visitarte en la tarde.

Suena bien. aceptó.— ¿Cómo estás?

Antes de que la francesa pudiera responder, sintió suaves besos en sus hombros y las fuertes manos de su amigo paseándose por su abdomen bajo.

Soltó un suave suspiro. —Muy bien, Sebastian, ¿y tú?

Bien ahora que hablo contigo.

Blaise rio con ternura. —Que meloso.

¿Entonces, si no te gustan cursis, cómo te gustan?

—Puedes descubrirlo luego. —respondió Blaise, sintiendo los besos y las caricias ascender.

¿Y cómo exactamente planeas que lo haga?

Blaise gimió suavemente, haciendo tanto a Henry como a Sebastian sonreír. Aunque solo uno de ellos era el causante.

—Mejor hablamos esto en persona, Sebastian. —contestó y rápidamente acabó con la llamada, lista para centrar toda su atención en el hombre a su lado.— Me daré una ducha.

—Corrección: nos daremos una ducha.

Blaise comenzó a reír, pero fue interrumpida por otro beso de Henry y por sus manos traviesas que buscaban paso por la parte interna de los muslos de ella.

—Basta, vamos a ducharnos. —lo interrumpió ella, levantándose y entrando al baño interno de la habitación.

Al rato salieron del baño, vistiendo cada uno tan solo una toalla.

—Dejaste esto aquí la vez anterior que viniste. —comentó tras rebuscar en su armario, entregándole un pantalón de mezclilla.

Ella se vistió con éste, y luego se puso una camiseta de Henry, gris y que ponía una letra K de color rojo y azul.

—Te queda mejor que a mí. —le dijo, haciéndola reír.

—Me queda enorme.

—No es mi culpa que seas pequeña. —se encogió de hombros.

—Yo no soy pequeña, es que tú eres gigantesco. —se quejó Blaise.— Aunque así que me gustas.

—Siento que si tú fueras mi agente me conseguirías solo papeles que me obliguen a estar ejercitado.

—Por supuesto, si me encanta ayudarte a hacer cardio.

Él la miró con diversión. —¿Cómo olvidar cuando casi te mata mi agente por conseguirme ese papel en The Witcher detrás de sus espaldas?

—Es que sé que lo querías y él te decía que no...

—Yo creo que solo lo hiciste para verme ligero de ropa.

Connerie! Si quisiera verte ligero de ropa solo bastaría con una llamada.

(¡Patrañas!)

Él soltó una carcajada y le dio un beso en los labios, para luego dejarla en la habitación y salir a preparar el desayuno.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro