El reto #3 consistía en escribir un relato en el que se describa una muerte, que acabe de pasar, que esté pasando o que esté por ocurrir. LaurusSomnia nos sorprendió bastante en este reto. Debo decir que me llevé una agradable sopresa. Bueno, agradable...agradable...en el sentido literario. Un cuento breve, preciso, con una forma de plantearse muy interesante.

Una vez lo mates

Ese día lo mataría. Tenía que hacerlo.

Ya estaba harto de verlo todas las mañanas, sonriéndole falsamente como un muñeco.

Lo odiaba, lo odiaba como no creyó haber odiado a ningún ser humano jamás. Era el hombre más atroz, más repulsivo y más despreciable que pudiera haber conocido. No, existido. Estaba seguro que no había existido nadie como él.

Le había robado a su familia y a todos sus seres amados. Le había arrebatado oportunidades, había destrozado sus sueños. No se lo perdonaría. No perdonaría nada de todo el sufrimiento que había causado.

Ese hombre no merecía vivir en un mundo al que solo podía traer desgracias, al que solo había traído muertes, asesinatos, dolor incalculable. Alguien debía hacerlo pagar por ello, hacerlo pagar con la misma moneda.

Debía matarlo. Esa era la única opción.

"Cuando termine esto... cuando lo mate, cuando finalmente me libre de él... seré libre", se decía, libre como un pájaro dejando sus alas ser llevadas por el viento. Libre, y libres también serían todos los demás que sufrieron por su culpa.

Absorbió el valor que pudo del frío aire crepuscular y se dejó llenar del perfume que creía percibir de la justicia y la libertad, ahogando toda posible pizca de temor y duda que pudiera haber aún en sus entrañas.

Lo decidió. Lo haría esa noche, no, esa madrugada, para que el sol fuera el primero en vislumbrar su cuerpo sin vida, como un juguete que había perdido todo encanto y utilidad.

Ahora debía comenzar a pensar la manera, el método a utilizar. No debía haber testigos, no debía haber evidencia alguna que delatara su preciado plan, o todo estaría arruinado. Su propósito quedaría expuesto. Debía hacerlo todo con calma, meticuloso, de la misma forma que lo haría el asesino con el que pensaba acabar de una vez por todas.

Pensó en veneno. Imaginó el cuerpo de su víctima con los ojos blancos y la boca espumosa, retorciéndose como el gusano que era, contorsionándose en el suelo hasta quedar totalmente inmóvil. Luego pensó en cuchillos, y casi saboreó la sangre al brotar de su garganta, sangre amarga y podrida que no correría más, más que para el suelo.

Una bestia como él no merecía morir con elegancia ni pompa. Decidió que lo haría de forma desesperada, vulgar, y se aseguraría de que sus últimos alientos de vida fueran solo para arrepentirse. Arrepentirse por todo.

Y así llegó el momento esperado. Se escabulló bajo el cielo mortecino hasta el hogar de su víctima. Ingresó silencioso como sombra e implacable como la misma noche. El hombre estaba ahí, aquel hombre que lo observaba desde los espejos, que conocía sus peores temores y debilidades, que compartía su cama, que con su misma cara y mismo nombre había nacido y ahora estaba a punto de morir.

"Todo acabará una vez lo mates", se consolaba. "Solo serás libre y harás libre a los demás una vez esté muerto".

Y así, se ajustó la cuerda al cuello y saltó al vacío.