Barba Azul
Como úlimo reto, el Retteling de LaurusSomnia fue el sello de oro para su compilación de relatos. No tengo mucho que decir sobre él, la verdad. Fue divertido, diferente, el juego con lo clásico, con algun tipo de ritmo.
Barba Azul
Barba Azul es un hombre de aspecto poco agraciado, viejo, enano, pero muy adinerado.
Ha tenido seis esposas, que trágicamente murieron, de enfermedad o por accidente, realmente no lo sabemos.
Busca una nueva mujer, que pueda acompañarle en sus días; mas no hay ninguna en el pueblo a la que le genera tal simpatía.
Va a casa de sus vecinas, y se presenta ante ambas doncellas.
-Yo no me fiaría de este, pues su barba azul es muy fea.
Decide invitarlas entonces a noches de fiesta y banquete, donde bailan, cantan y gozan, despilfarrando billete.
Las dos están muy sorprendidas, y piensan que el tipo es sincero y amable, y a una de ellas la barba azul ya no le parece tan desagradable.
Barba Azul y la joven se casan, y se van a una gran mansión, donde ella disfruta de su gran fortuna, sus lujos y su condición.
Y así viven muy felices.
Un día Barba Azul anuncia que tiene que irse de viaje, que volverá en un par de semanas, y que debe preparar equipaje.
A su esposa le da un llavero, con las llaves de la mansión, y le dice:
-Disfruta de todo, pero con una sola condición: puedes ir a cualquier lado, y hacer lo que tú quieras; pero no debes abrir la puerta que se encuentra bajo las escaleras.
La joven lo prometió, y pasó tranquila varios días; más la curiosidad poco a poco crecía, por saber qué tras la puerta había.
Una tarde sin poder más, decidió dar un rápido vistazo. Y casi le da un ataque al observar lo que había allá abajo.
Un sótano lleno de cadáveres, de mujeres que antes fueron hermosas, descuartizadas y cubiertas de sangre: eran las seis perdidas esposas.
Con un grito dejó caer la llave que se le había otorgado, y en un charquito de sangre, el metal mágico quedó manchado. Por más que lavaba y lavaba, el color rojo no salía.
-¡No puedes ser! –ella se lamentaba–. ¡Ahora sí que estoy perdida!
Volvió Barba Azul de repente, muy alegre y cansado del viaje, exigió a su esposa las llaves, pero esta se negó contundente.
-Tuviste un trayecto muy duro, primero deberías descansar.
-¡Más duro será tu castigo, pues desobedeciste y me has intentado engañar!
La esposa rogó por clemencia, mientras Barba Azul ya afilaba su hacha, con sus ojos destilando demencia, observando a la pobre muchacha.
La joven corrió como loca, tratando de salvar su vida, y en eso tuvo una idea, tal vez demasiado atrevida. Se ocultó en la cocina, en un lugar evidente, y cuando Barba Azul se acercó, ella le arrojó una olla repleta de agua caliente.
El hombre dejó caer su arma al suelo, gritando de dolor y con fuerza, entonces la chica aprovechó y de un tajo le voló la cabeza.
El cuerpo se contorsionó un rato, pintando de escarlata los muros, y luego se quedó inmóvil, dejando escapar un humo oscuro.
Un fantasma apareció frente a ella, revelando la farsa de aquel matrimonio, narrando que Barba Azul devoraba doncellas, pues no era más que un demonio.
-Has vencido al anterior huésped, pero la maldición aún continúa, y al ser tú la digna oponente, la condena ahora será tuya.
De pronto, el cabello de la joven se fue volviendo de color azul y su apetito le exigió carne humana; pero ella prefirió irse a dormir y esperar que todo fuera un sueño por la mañana.
Cuando al día siguiente despuntó el sol, su cabello seguía como el añil, decidió entonces conservar la fortuna y brindarle a esta un buen fin, donándola a causas responsables y luchando contra su nueva naturaleza indeseable.
El cuerpo de Barba Azul se hizo polvo, y jamás volvió a ser encontrado; pero pasa, como por arte de magia, que ya todos lo habían olvidado.
Y aunque la joven vivió atenazada por aquella terrible maldición, tuvo una feliz vida, pues la contrarrestaba su buen corazón.
Así termina este cuento, una historia un poquito inquietante, que te enseña que la curiosidad mata, pero que también es muy importante. Hay que buscar ser buenas personas, y siempre obrar con prudencia, y de cualquier acción que tomemos aceptar sus consecuencias.
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