Capítulo III. Hasta el final de mis días
Nancy no fue capaz de contener la sonrisa que se dibujó en su rostro al ver llegar a un par de silenciosos Will y Mike.
Las mejillas teñidas de carmín, las miradas esquivas y, por supuesto, no podía faltar, la forma en que caminaban en paralelo negándose a separarse más de lo estrictamente necesario, provocaron en la mayor de los Wheeler unas ganas tremendas de molestarlos:
—¿Qué tal, chicos? —dijo llamando la atención de todos en la sala, que antes no habían notado cuando irrumpieron en la casa.
—Will, veo que invitaste a Mike a conocer la ciudad —Joyce los observó, perceptiva y contenta de que aparentemente las cosas seguían igual entre ellos, le alegraba que estuviesen en buenos términos de nuevo.
—Seguro te mostró algo increíble, ¿cierto, Mike? —Intervino Nancy antes de darles oportunidad de responder a Joyce—. Se te ve en la cara.
—Me llevó justo donde suele llevarte Jonathan —replicó al instante con ironía impresa en la voz.
—Pero el parque que me gusta queda muy lejos, ¿pudieron llegar en bicicleta hasta allá? —Preguntó Jonathan pecando de inocencia e ignorante del juego de fastidiarse entre los hermanos Wheeler.
Will estaba rojo hasta las orejas y deseando volverse invisible.
—¿Te sientes bien, hijo? —La mayor de los ahí presentes se puso de pie.
El de ojos color avellana enseguida asintió y agitando con exageración las manos le suplicó que permaneciera en su lugar. Conocía de sobra la intención que se proyectaba con claridad en su rostro, quería acercarse a tomarle la temperatura.
—Anduve todo el día en bicicleta —se excusó con audacia—, solo estoy agotado —mintió al no hallar más opción.
—Bueno... —contestó un tanto insegura e indecisa—. Entonces empecemos a cenar para que tú y Mike puedan ir a descansar.
Los chicos asintieron y se ofrecieron a ayudarla a poner la mesa.
Minutos después, Aprovechando que Joyce estaba distraída con sus hijos varones, Jane se acercó a Mike y le susurró unas palabras que auguraron la revelación de un gran tesoro.
[...]
El de bonitas pecas se acomodó en la colchoneta que le prestó el castaño.
Por muy extraño que sonara, Wheeler sentía el mundo en espiral, y se debía en su totalidad a Will.
—¿Necesitas algo más para dormir? —habló con auténtico cansancio.
El día había resultado ser el más extenuante y alucinante que había experimentado hasta el momento.
Sin embargo, el otro no tenía ni una pizca de sueño, si tenía que cerrar los ojos, no lo haría para dormir.
—¿Podemos apagar la luz y encender tu lámpara? —pidió desviando la mirada, odiando su respiración ruidosa.
Un confundido Will obedeció, y al terminar, un baile de estrellas y demás figuras complejas inundó su habitación.
Por unos minutos Mike contuvo el aliento.
—¿Tú lo hiciste? —Casi no sonó como pregunta, conocía el talento del castaño.
Sin emitir palabra asintió, sintió el calor subir hasta sus mejillas, pero intentó ignorarlo.
—Es increíble —pronunció con admiración.
Recorrió con la mirada hasta el último rincón del sitio, y concluyó en los brillantes ojos de Will. En aquellos que había tenido la dicha de contemplar casi toda su vida.
Hasta ese momento una especie de bruma se cernía en su mente, pero por una fracción de segundo se elevó un par de centímetros, la distancia suficiente para que la claridad absoluta lo poseyera por completo.
Y fue ahí que por primera vez Mike vio a Will por lo que era, y le asombró descubrir la mirada que obtuvo de vuelta por Will. Fue una similar a la suya, con la diferencia de que él desde hace cuatro años ya lo miraba así.
La intimidad del momento le erizó la piel, la revelación golpeó a su lógica y en consecuencia sus emociones se desbordaron hasta derramarse y resultar imposible retenerlas. Era demasiado tarde para retroceder, solo quedaba seguir el camino que se extendía amplio a sus pies.
Y solo un pensamiento se instaló cómodamente en su cabeza, «Por favor, santa mierda».
Guiados por el mismo impulso se acercaron y recortaron la distancia entre sus cuerpos, Will sintió un grito, o algo parecido, alojado en la cavidad de su pecho y trató de retenerlo antes de que lo superara, pero se le subió por la garganta y consiguió sofocarlo en los labios calientes de Mike, que quemaban y ardían contra los suyos. Inmediatamente después encontraron su ritmo mientras se saboreaban. En medio de aquello permanecía una sensación de vergüenza definitiva y pacífica, las mariposas revoloteaban, pero la ansiedad y la alarma se asentaron en sus estómagos.
Sus pestañas temblaban, igual que el resto de sus extremidades, pero estaba bien y se negaron a romper la burbuja en la que entraron juntos.
El menor enterró sus dedos en el cabello de Mike en un intento de dejar que su cuerpo se demorara lo suficiente como para que su mente le recordara que tenía que parar, que fuera estaba su familia y en cualquier momento los podrían descubrir, pero las manos de Wheeler colándose debajo de su playera le desconectaron del exterior, sus dígitos serpenteando y acariciando su cintura le hicieron consciente de cada centímetro cuadrado de sí mismo, y un calor surgió en su vientre, y la acción de Mike fue directa y absurdamente en línea recta a sus partes bajas.
Will se balanceó contra Mike, más bien, su propia cadera se movió contra la de él, desencadenando una reacción que comenzó con la reciprocidad, un empuje que causa un empuje que causa otro empuje y así interminablemente.
Ambos se sentían aturdidos y en las nubes, una nueva bruma se ceñía sobre ellos y el aire comenzó a percibirse almizclado.
Cautivados por completo por las sensaciones, Mike sacó casi dolorosamente una de sus manos para buscar una de las de Byers que permanecía aferrada a sus cabellos, la buscó para entrelazar sus dedos y rompiendo el beso bajó sus labios a la barbilla del castaño, bajó más hasta su garganta y terminó por encontrar el sitio ideal en el hueco que se formaba entre su cuello y hombro, repartió besos y no se contuvo, y no necesitó hacerlo, lamió en círculos la piel aterciopelada de Will. La risa burbujeante del más bajo alcanzó sus oídos, y a su propia lengua.
—¿Estás bien? —dijo cauteloso y todavía absorto en acariciar a Byers con su mano libre.
Llevando la cabeza hacia atrás, de tal manera que sus cabellos más largos quedaron colgando, suspiró sintiéndose pleno. En respuesta expulsó sonidos indescriptibles y entrecortados.
Mike paró y con ambas manos tomó por el rostro a Will, comenzando a preocuparse.
—¿Te sientes mal? —Lo obligó a mirarlo fijamente.
Lamiéndose los labios, y aterrizando a la realidad que los envolvía, tragó las palabras rotas atoradas en su garganta hasta que en su lugar quedó un agradable vacío.
Sus ojos brillaban más que la luz de las estrellas proyectadas en la pared de su habitación y los dedos de sus pies se encontraban aún curvados.
—Creo que debí preguntarte esto antes —soltó y tomando una pausa esbozó una tímida sonrisa—. ¿Quieres salir conmigo?
Esperaba que respondiera sus anteriores preguntas, por ello su frente se arrugó y su expresión se contrajo en confusión. Pero como iluminado por gracia divina en una fracción de segundo lo captó.
—Sí —declaró y con los pulgares dibujó círculos en las mejillas de Will.
[...]
Seis pares de brazos se encontraban recargados en el muro de concreto. Todos con pantaloncillos cortos que les llegaban a mitad de los muslos y playeras holgadas completaban su atuendo.
Max y Eleven un poco más alejadas del resto, la última apuntando con el dedo sus lugares favoritos para que la otra los conociera.
—Entonces, ¿están saliendo? —habló aún asombrado por la noticia.
Las preguntas: ¿Desde cuándo? ¿Cómo sucedió? ¿Por qué nadie nos dijo nada?, se aglomeraron en su cabeza, pero al final prefirió omitirlas.
—¿Quién más lo sabe? —Cuestionó Lucas, que no había reaccionado sorprendido, pero tampoco indiferente. Más bien, comprensivo.
—Mi madre —dijo Will.
—Nuestros hermanos —contestaron ambos al unísono y eso fue suficiente para provocar una sonrisa cómplice que Mike interrumpió a tiempo antes de que se perdiesen en su propio mundo.
—Y ustedes —concluyó.
—¿Irán a la misma universidad? —Max dijo de repente, atrayendo la atención de todos.
—No... —Su voz sonó cautelosa al responder.
—Pero harán lo mismo que Nancy y Jonathan, además, tienen la ventaja de que pueden colárseles en sus citas para poder verse más veces —Elle dijo optimista y se dirigió a Mike—: Es una estrategia que realmente funciona, ¿cierto?
Wheeler ladeó la cabeza, pensativo.
—Y también puedo utilizar el tiempo de Jane para visitar a Will —pronunció con confianza y pasó su brazo por los hombros del castaño de forma protectora.
—Olvídalo, ya te lo he dicho, necesito tiempo de calidad con mi hermano —protestó y cruzó los brazos frente a su pecho, acción que dejaba claro que no estaba dispuesta a negociar.
—Por favor, ustedes ya tuvieron mucho tiempo de calidad juntos, y yo necesito a Will más que tú. —Instintivamente lo pegó más a su cuerpo.
Dustin que no estaba acostumbrado a verlos de esa forma, tan íntima, de forma física más que nada, los observaba curioso, y cada vez la idea de que eran una linda pareja tomaba más fuerza en su mente.
—Ja ja ja —bufó sarcástica—, ustedes desde hace mucho tiempo atrás ya estaban juntos, no se compara a lo que yo llevo con Will.
Byers debería decirles que pararan, pero comenzaba a acostumbrarse a las extrañas competencias y retos que se hacían, y además, disfrutaba, solo un poco, la atención y celos de Mike. No deberían culparlo, soñó con esto por cuatro años.
—Como sea —atajó Lucas cansado de sus disputas infantiles—, seguro encontrarán la forma de que funcione. Y bueno... Esto era de esperarse.
—¿Qué era de esperarse? —preguntó Will, agradeciendo el cambio de tema.
—Que estén juntos —habló con simpleza—, desde antes debí hacerme a la idea, fue demasiado obvio cuando a los ocho años me obligaron a actuar de padre para casarlos.
Will y Mike palidecieron por el vago recuerdo, y olvidado hasta ese momento, que les atacó.
—¿Es en serio? —Dustin lucía incrédulo y emocionado a partes iguales.
—Por supuesto, si hubieras llegado antes hubieses sido un testigo.
—A mí me habría gustado ser la que les colocara el lazo y arrojarles arroz —opinó Max imaginándose a los ocho años en una ceremonia de esa magnitud.
—Yo habría llevado a Will del brazo hasta el altar —enunció Eleven entrando al juego.
—Ya fue suficiente —se quejó el de pecas muriendo de vergüenza.
—¿Y se besaron en esa boda? —ignorándolo, Max cuestionó curiosa a Lucas. Amaba molestar a sus amigos.
—Solo en la mejilla —dijo con fingido pesar.
—¡Ya basta! ¡O comenzaré a decirles los detalles sucios del sexo apasionado y alucinante que tuve con Will anoche cuando todos ustedes estaban desvelándose viendo películas! —gruñó colérico y con las orejas pintadas de carmín.
¡Ugh!, se escuchó en protesta colectiva.
—¡Mike, mierda! —en cuanto esas palabras salieron de sus labios se llevó las manos a la boca para cubrirla avergonzado a más no poder.
Ante su reacción todos comenzaron a reír escandalosamente.
[...]
Esa misma noche, en la habitación de Will, los cuatro chicos se habían instalado para dormir, un poco apretados para el gusto de Lucas y Dustin, y no tanto para el de Mike y Byers.
—Ahora recuerdo esa boda —susurró el de profundos ojos color marrón.
Adormilado, el castaño respondió:
—Olvida ese día, pasó hace mucho... —habló tan bajo, que casi no logra hacerse escuchar.
La expresión de Will era serena, a punto de abandonarse a la inconsciencia. Y Mike no se resistió a rozar sus labios por unos escasos segundos con los de Byers. Al alejarse de nuevo, con sus dedos largos peinó los cabellos, que se sentían suaves y ligeros a su tacto, hacia atrás para despejar su rostro.
—Te dije que te amaba, y no he dejado de hacerlo, y jamás lo haré —musitó cada palabra con el mismo cuidado en que sus dedos se movían en la nuca de Will.
Byers ya no estaba en condiciones de responderle, su expresión pálida contrastaba en la fría y cruda oscuridad. Y solo su pecho subiendo y bajando dulcemente delataba que seguía ahí con él.
—Te amo —declaró con la certeza de que aquello era tan real como su propia existencia—, no me abandones de nuevo —pronunció esta vez con la voz rota, con el temor presente de aquellos días en que Will le fue arrebatado.
Y la respuesta nunca llegó.
Y no importaba ahora, podría repetirle esas mismas palabras hasta el final de sus días.
FIN
N/A: Mil gracias por leer y acompañarme hasta el final.
Me encantará leer su opinión.
P.D. Les súper recomiendo escuchar Creep en las partes de Will y Mike, listo, ya puedo irme a llorar.
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