Capítulo II. Amargura y melancolía
Pasaban de las seis de la tarde cuando llegó a casa, había planeado regresar más temprano para comer con su familia y Nancy, pero se había entretenido de más con sus amigos, un grupo de chicos que se hacían llamar así mismos el club de los perdedores.
Dejó su bicicleta cerca de la puerta de entrada, planeaba preguntarle a Jane si quería dar un paseo con él más tarde. Al ingresar a su hogar notó que estaba sospechosamente silencioso, pero no le dio tanta importancia, quizá Jonathan había salido a algún sitio con Nancy, y Joyce tal vez había cambiado de turno a último momento, como sucedía a menudo.
Su habitación estaba en el primer piso, pero se dirigía al de Elle, que estaba en el segundo; le diría de una vez si deseaba acompañarlo al mirador al que solían ir antes con frecuencia.
Como era verano su piel se sentía pegajosa y podía percibir el olor de su propio sudor, estaba distraído pensando en tomar un baño rápido cuando inconscientemente abrió la puerta sin tocar primero:
—Jane, ¿sabes dónde fueron —descubrió a Mike sentado junto a su hermana—... todos?
Por un instante estuvo tentado a volver sobre sus pasos y cerrar tras de sí, quizá se había confundido de habitación. Quizá había abierto una de otra dimensión.
—Will —la chica pronunció su nombre con fuerza para que no se marchara, vislumbrando la intención que brillaba en su expresión—. ¡Mira quién ha venido hasta acá! —intentó sonar emocionada, pero cierto tono en su voz delató su inquietud.
El de ojos color avellana desplazó con rapidez su impresión inicial por una mueca que pretendía ser una sonrisa, y se dirigió a Mike:
—Oh, hola, es bueno verte de nuevo —dijo más serio de lo que deseó y al mismo tiempo retrocedió dos pasos—, deben tener muchas cosas por hablar y muchas ganas de ponerse al corriente. Yo tengo que salir, quedé con... —Se le estaba acabando el aire y, para su mala suerte, la mente se le teñía de blanco a una velocidad alarmante—. Con los chicos, entonces...
A Wheeler no le llegaban con claridad sus palabras, pero sí su voz, era lo único que lograba percibir con intensidad, opacando por completo el significado de lo que pronunciaba.
Su voz, la reconocía, aunque había sufrido cierta alteración, ahora sonaba más profunda y madura. Y era obvio que cambiaría, actualmente Will tenía dieciocho años, el rostro infantil y dulce que exhibía al mundo se había transformado, seguía poseyendo rasgos finos y delicados, pero inspiraba algo distinto, al observarlo solo podía concluir que se había convertido en un joven muy hermoso. Siempre le gustaron sus facciones, sin embargo, ahora le provocaban cierta opresión en el pecho.
Aunque había crecido en estatura, seguía siendo más bajo que Mike, pero se debía a que él era excesivamente alto; y tras la holgada ropa que llevaba encima estaba seguro que seguía el mismo chico de figura menuda que siempre fue.
—Espera —intervino Jane ya que el otro parecía ausente—, Mike acaba de llegar, también quiere hablar contigo, a esos chicos los ves todo el tiempo, quédate con nosotros —pidió con una tierna mueca en los labios.
Sabía que tenía razón, y también tenía presente que seguir huyendo no evitaría enfrentarlo, sin embargo, curiosamente lo que le preocupaba más era descubrir si Mike soportaba su presencia.
El de tez blanca lucía fuera de sí, no le ayudaba a descifrar lo que estaba pensando.
—Anda —le hizo un espacio entre ellos—, ven aquí —dio unas palmaditas al colchón, estaban encima de su cama.
Iba a decir que sí, pero al no ver reacción en Wheeler negó con la cabeza.
—Luego podemos conversar nosotros. —Se marchó antes de que su hermana lo volviera a detener.
Elle observó al chico pálido continuar inmerso en sus pensamientos. No entendía muy bien lo que había ocurrido.
—Seguramente cree que necesitamos hablar de aquello —murmuró y se encogió de hombros—, lo siento Mike, pero a mí me gusta alguien más.
El nombrado reaccionó por fin con su confesión y parpadeó varias veces.
—¿Cuándo pasó? —cuestionó sin ocultar en su expresión lo traicionado que se sentía en ese momento.
Y es que era consciente que lo de ellos irremediablemente fue muriendo, pero él nunca se imaginó superándola y reemplazándola como si de ropa interior se tratase.
La castaña lo miró y sonrió con empatía.
Eso siempre amó de Mike, la seriedad e importancia que le dio desde que la conoció.
—Algún día tenía que pasar —explicó como si lo hiciera a un niño pequeño—, y está bien. Tú también puedes hacerlo, enamorarte de nuevo...
¿El amor podía ser así de sencillo? Un día serlo todo, y al día siguiente nada, se preguntó con melancolía, pero al alzar la mirada y observar los hermosos ojos de la chica, tan hermosos y extraños, se dio cuenta que efectivamente, ahora eran nada.
—No encontraré a ninguna otra chica tan especial como tú —le dijo en apenas un susurro—, y no sé si desee encontrarla.
Eleven se acercó, ocupando el lugar que antes le ofreció a su hermano, tomó la mano de Mike entre las suyas y con sus dedos acarició los largos y huesudos del chico que había sido su primer amor.
—Quizá no haga falta encontrarla, porque ha estado contigo todo el tiempo —pronunció, siendo cada palabra impregnada de un significado que Wheeler captó al instante.
—Pero él no es...
Elle colocó un dedo en medio de sus labios para callarlo.
—Qué importa, qué importa si no es, o si lo es. Lo importante es lo que sientes tú —le dijo con seguridad, con tanta que poco a poco sintió que algo en él fue cediendo.
—¿Y tú estás bien con ello? —Necesitaba saber la respuesta.
Jane no debería tener derecho o autoridad en sus decisiones, pero algo en él le decía que no estaría actuando correctamente si ella se oponía.
La castaña asintió con la cabeza y lo abrazó.
—Yo solo quiero que seas feliz, y él también... —Aún no sabía si funcionaría, sin embargo, deseaba con fuerza que así lo fuera—. Ve con Will, deja de perder más tiempo. —Lo animó frotando la palma de sus manos en su espalda.
Al separarse permitieron a sus miradas encontrarse y así estudiar a detalle la contraria.
Jane estaba agradecida de haberse topado con él, desde el inicio la protegió y nunca la trató como un bicho raro.
Y Mike estaba agradecido con Jane. Por haber confiado en él, y por sacar lo mejor de él cuando creía que no valía gran cosa.
—Escucha con atención, te diré a dónde fue, solo existe un lugar en esta ciudad a la que él iría después de reencontrarse contigo —habló dando así por finalizada su extraña conexión.
[...]
Subió con dificultad la empinada colina donde Eleven le había dicho que encontraría a Will.
La chica le había prestado su bicicleta, le quedaba demasiado pequeña, sus piernas se doblaban de forma dolorosa cada vez que pedaleaba y sentía sus muslos arder con cada mínimo movimiento, cruzó los dedos para que estuviera allí y el viaje no resultara en vano.
En la cima lo aguardaba un mirador viejo y descuidado. Se notaba que no era muy frecuentado por los pobladores de la ciudad.
Al llegar vio la bicicleta de Will votada descuidadamente y él suspiró aliviado. Dejó la suya a un lado y con pasos sigilosos, temeroso de asustarlo, se acercó y subió los diez escalones que daban a la entrada del sitio.
Lo buscó con la mirada, pero claramente no había nadie allí.
Se acercó a la orilla, un pequeño muro que le llegaba a la mitad de la cadera le sirvió de apoyo para que observara la ciudad a lo lejos y no cayera en el proceso.
Suspiró rendido y al dar media vuelta se encontró a Will frente a él, estaba a unos pocos metros de distancia, observándolo con los brazos cruzados frente a su pecho.
Mike abrió la boca, el viento sopló con fuerza y como si fuera capaz de influir en lo que estaba por hacer, sintió que arrastró y se llevó consigo sus palabras.
Al percatarse que no diría nada, el castaño llevó las manos a sus bolsillos y se acercó al borde junto al que una vez fue su mejor amigo, con el rostro sereno y los ojos brillosos contempló el cielo que se alzaba imponente y espectacular ante ellos.
Permanecieron así, Will con la mirada perdida en la puesta de sol, Mike observando las sombras proyectadas en el pavimento.
—Pasé mucho tiempo pensando en esa noche —dijo de repente Byers—, creo que existían formas más sutiles de decirte que me gustabas... —Calló de repente, inundado por los recuerdos que permanecían frescos en su memoria.
—Sobre ese día...
—En realidad no tienes que decir nada. —Mike no lo sabía, pero permanecer enfocado en el cielo le daba valor para continuar hablando, así no tenía que mirarlo a él, porque si lo hacía no podría atreverse a nada—. Sé qué es lo que dirás. Te gustan las chicas, a mí no, y no es tu culpa. —No se sintió liberado como esperó, al contrario, algo en su interior se apretujó y removió dolorosamente—. Igual me alegra que todo quede claro entre nosotros —finalizó. Con movimientos lentos se giró para por fin darle la cara.
Mike tenía la vista fija en el suelo, con la expresión descompuesta, y soportando una lucha interna que parecía no tener fin; sus puños estaban fuertemente apretados y sus nudillos blancos por el esfuerzo.
Algo muy dentro de su cabeza le gritaba que estrechara en sus brazos a Will, otra que se quedara callado y dejara que la corriente siguiera su curso.
Quédate quieto, y deja que se marche, le susurró una voz que sonaba muy convincente y sabia.
Byers estiró la mano izquierda cuando notó que los labios del chico comenzaron a tiritar, pero cuando estuvo a unos centímetros de alcanzarlo, cerró su mano en un puño y su brazo regresó a su costado.
No podía quejarse, al menos no había tenido que escuchar el desprecio y rechazo de su boca, de cierta forma, hasta sentía que le debía un agradecimiento.
Bien, ahora a empezar de nuevo, se dijo a sí mismo, justo como Jane, si ella pudo olvidarlo y superarlo, entonces también puedo encontrar la forma.
Dio un par de pasos para alejarse de Mike, pero eventualmente los sentimientos de amargura y melancolía le atacaron. Quiso ignorarlos, ignorar que habían coexistido con él los últimos cuatro años, pero al intentarlo solo logró que su vista se nublara.
—Yo no he podido parar de pensar en esa noche —lo escuchó a su espalda y deseó que se detuviera, necesitaba dar vuelta a la página, no alargarla interminablemente—, pienso algunas veces en qué hubiera pasado si no nos hubiéramos besado, o en qué hubiera pasado si aquella tormenta no hubiese provocado aquel apagón. Pienso en qué hubiera pasado si me hubiese atrevido a decirte lo que sentí, incluso pienso en qué hubiera pasado si hubiese dejado de pensar y solo me hubiese dejado llevar... —confesó tan rápido que terminó por quedarse sin aliento, pero eso no impidió que se apresurara a tomar por la muñeca a Byers.
El de ojos color avellana abrió mucho los ojos y sus latidos se aceleraron sin control, tanto que temió lo delataran ante Wheeler.
—No hace falta que continúes —respondió y tiró de su mano para que lo soltara, pero los dedos del otro estaban firmemente sujetos a su alrededor.
—Incluso ahora sigo pensando y pensando, en esa noche, en ti, en mí, en nosotros, en el beso, en tus labios —se sinceró, estaba muerto de vergüenza, pero le importaba poco, por permanecer callado solo había perdido, en cambio, quizá, así ganaría algo—. Y todas las veces, sin excepción, concluyo que no importa lo que hubiese hecho, al final te habría besado de nuevo para asegurarme de que fue real.
Para ese momento Will sentía que estaba por desvanecerse y extraviarse, quería pellizcarse, tal vez estaba soñando, de nuevo.
—¿Podrías darme una segunda oportunidad? —dijo casi suplicante.
Sus latidos eran tan fuertes, que los sentía contra sus oídos con una fuerza increíble.
—¿Una oportunidad para qué, Mike? —Con temor dio media vuelta y se encontró de frente los profundos y turbados ojos del chico.
Suprimió las ganas terribles de tomar su rostro bañado en pecas entre sus manos.
—Para besarte —musitó con sus finos labios luciendo pálidos y trémulos.
Will lo pensó en serio, en otro tiempo ni siquiera lo habría hecho, pero ahora no era tan sencillo. ¿Qué tal si no funcionaba? ¿Qué tal si terminaban por odiarse?
¿Valía la pena el riesgo?
Cerró los ojos, y pensó. Pensó, pensó y pensó.
Sin embargo, no había nada por pensar.
Al abrir los ojos se encontró a Mike muy cerca de su rostro.
El sol había descendido y ni siquiera se percató del momento exacto en que ocurrió aquello, solo sabía que el viento soplaba gélido para ser inicios de verano. Y que Wheeler lo contemplaba con una adoración que nunca antes le conoció, esa expresión era nueva.
—No lo haré si tú no quieres —su voz gutural se estampó contra sus labios.
Alzó una mano y con la yema de sus dedos acarició la mejilla derecha de Mike, con admiración rozó los puntitos que habían perdido color contra su piel.
Volvió a cerrar los ojos y como si su cuerpo intuyera con exactitud la distancia que los separaba, lo guió ese instinto hasta que posó sus labios de forma perfecta contra los contrarios.
Evaluó la suavidad del contacto y la humedad que enseguida le siguió a su acción.
Lo besó, y Wheeler enseguida reaccionó. Apresó por la cintura a Will, lo apretó contra su cuerpo y suprimió las ganas horribles de llorar.
Ambos dejaron de pensar y se concentraron en aquel instante tan íntimo que compartían.
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