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Encuentro de dos mundos


Tal vez fue casualidad o quizás el destino, pero cuando ambas miradas hicieron contacto parecía que el mismo tiempo se había detenido.

Ninguno de los dos sabía que decir o que hacer en ese momento.

Merida por su parte estaba horrorizada y su mente solo podía pensar en las consecuencias, pues quien tenía en frente no era cualquier persona. Por parte de aquel chico de ojos verdes solo podía observar fijamente la mirada de azul y profunda, se mostraba hipnotizado por aquel color que haría que cualquiera no quisiera dejar de observar.

Sin embargo esa conexión se cortó al momento que el dolor se apodero una vez de su realidad, lo que provoco que ambos reaccionaran. Con la mirada, la chica noto que en el brazo de aquel chico se encontraba una cortada muy grande, en su mente solo podía imaginar problemas si no hacía algo pronto.

—¿Puedo?—se acercó un poco temerosa pero el chico asintió.

Tras ponerse en cuclillas noto que no era más que una cortada en su brazo y que para suerte de ella no dejaría cicatriz alguna, soltó un suspiro de alivio pero eso cambio al momento de notar que la mirada del chico estaba sobre ella.

—Yo...—paso saliva con dificultad—Agua—señalo los baldes llenos de agua que estaba por el muro—Herida, desinfectar—

Por un momento se preguntaba porque estaba tan torpe con las palabras, luego regreso a su mente el posible castigo que recibiría sino hacia algo pronto.

—¿Quieres que te ayude?—pregunto con un tono curioso a lo que ella negó rápidamente—Lo que tratas de decir es que iras por agua a causa de este pequeño rasguño, ¿Verdad?—ella asintió—No te preocupes, es solo un rasguño, nada que...—al momento de mover su brazos este ardió mientras mostraba una expresión de molestia.

—Déjeme ayudar—pedía mientras le indicaba con sus manos esperarla—No tardo—

Sin decir nada más Merida corrió hasta las cubetas, con un poco de esfuerzo sujeto una y camino hasta llegar donde aquel chico estaba, de la manga de su vestido saco un pañuelo blanco. Tras remojarlo y exprimirlo lo coloco en la herida logrando que el chico gritara un poco e hiciera una mueca de dolor.

—Lo siento—se disculpó alarmada—Lo siento mucho—

—No es nada—una sonrisa un poco torpe apareció en su cara—He tenido peores accidentes—buscaba que el ambiente no fuera tan tenso para ella—Solo es un rasguño, nada grave—

Merida libero una pequeña sonrisa por el comentario, aunque al notarlo la borro de inmediato.

—Jamás te había visto por aquí—comento con un tono curioso—¿De dónde eres?—

—No debería hablarme—respondió mientras terminaba de limpiar la herida—Se meterá en problemas si lo hace—

—¿Por qué?—al levantar su mirada noto que estaba confundido, lo cual le hizo pensar que le estaba jugando una broma—Mi madre me ha enseñado que si alguien es bueno conmigo yo debo serlo también, y en estos momentos tu eres buena conmigo—

Merida solo rio ante el comentario del castaño <<—Que extraño es este chico—pensó—Si no fuera porque es uno de ellos...—>>

Al notar que la herida estaba limpia dejo el pañuelo de lado, con un poco de fuerza corto un trozo de la falda de su vestido y vendo el brazo haciéndole un pequeño moño.

—¡Espera!—exclamo alarmado—No tenías por qué hacer eso, podías pedirme un pañuelo para hacerlo—

Merida se encontraba aún más confundida por su comportamiento, otro en su lugar no hubiera protestado.

—Ustedes es un señorito—interrumpiendo al castaño—Es lo mínimo que puedo hacer por el accidente que paso, le pido me disculpe—

La pelirroja bajo la cabeza esperando algún castigo o golpe, cerró los ojos con fuerza esperando que aquello terminara.

Pero las cosas no pasaron tal y como ella esperaba.

—Oye...—con delicadeza sujeto su cara para que levantara su mirada—No tienes por qué hacer eso, no es tu culpa—al abrir los ojos noto como la sonrisa que se reflejaba en sus ojos era muy diferente a lo que ella había visto—Déjame ayudarte—

Con una mirada llena de tranquilidad le ofreció su mano, lo cual Merida dudo por un momento.

—Tranquila, no te hare daño—comento al momento de ver la desconfianza que le tenía—Te lo prometo—

Merida no estaba del todo segura en sus palabras, pero al mirar una vez más aquellos ojos verdes algo que le indicaba que no debía temer. Un poco temerosa tomo su mano, el chico la sujeto con delicadeza y la ayudo a levantarse de su lugar para sonreírle una vez más.

Sin embargo el castaño no dejo de sujetar la mano de la pelirroja y mucho menos desvio su mirada de aquellos ojos azules, había algo en ellos que le daba mucha curiosidad y le impedian dejar de contemplarlos.

Una pequeña brisa soplo en ese momento y las manos de ambos seguían sin soltarse, fue hasta que Merida se dio cuenta que dejo de sujetar la mano del aquel desconocido.

—Es mejor que se vaya—su voz era rápida y nerviosa de nuevo—No debe hablar conmigo y mucho menos verlo conmigo—llena de pena arreglo uno de los risos que caía con gracia sobre su cara—Nuevamente me disculpo por lo sucedido—

—No tienes por qué disculparte, yo fui el torpe que intento subirse al caballo—se mostraba apenado y sonrojado—Debí esperar a alguien para que me ayudara, creo que ese caballo es salvaje o simplemente no me quiere—

La mirada de ambos se dirigió al caballo que se encontraba ahí, era más que obvio que sabía cuál era.

—No tiene mucho que lo capturaron—comento la pelirroja—Es un caballo salvaje de las praderas, por lo que es normal en su comportamiento—

—Parece comportarse muy bien contigo, o al menos se muestra un poco más obediente—sonrió con timidez—¿Cómo te llamas?—

—No es bueno hablar con una sirvienta—cambio bruscamente de tema—Se meterá en problemas, es mejor que deje de hablarme—

Estaba claro que Merida buscaba terminar la conversación cuanto antes, no tanto porque hablaran con ella. Sino porque no era correcto ni bien visto, pensarían que solo buscaba insinuársele o molestar al chico ,lo cual le garantizaría un buen castigo y eso era algo que simplemente ella no deseaba en esos momentos.

—Yo me llamo Hiccup—sonrío mientras se señalaba con el dedo pulgar—Lo se, no es un nombre lindo pero es culpa de mis padres—

La chica noto como el rojo de las mejillas de Hiccup se extendía en toda su cara, lo cual le pareció un poco gracioso pero lindo.

<<—Que chico más extraño—volvió a repetirse en su mente—Es muy gracioso>>

—Bueno, ya me he presentado—hablo con una gran sonrisa—Ahora es tu turno, pero al verte puedo suponer que tu nombre debe ser tan bonito como tú—aquellas palabras lograron que un pequeño rubor en las mejillas de Merida se formaran, fue en ese entonces que Hiccup comprendió sus palabras—Perdona no quería decirte eso, me refiero a que eres bonita y creo que alguien como tu merece un nombre mejor que Hiccup—los balbuceos no paraban lo cual provocaba que Merida liberara unas pequeñas risas, y como resultado le genero también algunas a Hiccup—Bueno, ¿Cuál es tu nombre?—

Al controlar las risas Merida estaba dispuesta a decírselo, no parecía ser una mala persona. Pero al momento en que estaba a punto de pronunciar su nombre, algo los interrumpió.

—¡Hiccup!—se escucharon unos gritos a lo lejos—¡Hiccup!—

—¡Ya voy padre!—grito para después mirar a la joven—Lo siento, pero debo irme...—en su cara se mostraba apenado—Pero regresare mañana para saber tu nombre, lo prometo—a lo que la chica asintió—Gracias por el vendaje, prometo que te lo compensare—

Sin más que decir el chico delgado y de cabellera castaña corrió a lo lejos, mientras se despedía de la chica con un ademan. La pelirroja correspondió a ello, pero no sin antes juntar una gran cantidad de aire para lograr su cometido.

—¡Merida!—grito con fuerza logrando que Hiccup regresara su vista—¡Merida!—volvió a gritar mientras juntaba sus manos.

Una vez más en la cara de Hiccup se mostró una gran sonrisa para después desaparecer de la vista de la pelirroja, mientras que Merida se encontraba sonriente por algún motivo que ni ella comprendía.

—Merida...—susurro para si misma—Mi nombre es Merida....Hiccup...—

Dicho eso ayudo al caballo a regresar a los establos, aun debía terminar con sus deberes y sobre todo ir con Moddie. Si se tardaba más tiempo Jack seguro comenzaría a buscarla, posiblemente ya lo estuviera haciendo y lo que menos quería era preocuparlo como aquella vez.

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