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7.Gardenia

 -¿Porqué le dijiste lo del gato, abuela? -Danielle apoyó sus codos en el colchón asistiendo fascinada a la historia que ella les contaba. Estaba pensando seriamente escribir sobre ello debido a la naturaleza tan romántica de lo que les narraba.

-Sólo quería irme de allí, porque me daba mucha vergüenza -les confesó ella aún sintiendo el sonrojo de sus mejillas recordando aquel momento.

-¿Y después que pasó? -le preguntó Carinne con impaciencia- ¿salió el abuelo detrás de ti? porque vaya, es lo que yo hubiera hecho. Los dos enamorados y sin decirse nada ninguno de los dos.

-Bueno... -Mariel no sabía como contarles esa parte de la historia. Así que, tomó aire, dejándolo escapar muy despacio y se dispuso a narrarles los momentos posteriores a su marcha de la casa de Charles.

-Por favor, abu, dinos que ellos acaban juntos -Audrey juntó las dos palmas de sus manos rogándole por un final feliz.

-¡Audrey! ¡claro que acaban juntos! -le protestó Carinne mientras la pequeña les sacaba la lengua, molesta porque la regañaran.

-Niñas. Vamos. Silencio. Que esta vez, si habrá beso. 

📆MÁS TARDE

Mariel se abrazó a si misma después de ajustarse la capucha del anorak que llevaba para resguardarse de la lluvia. Creía que ésta no sería tan abundante como lo era ahora, pero, agradeció que lloviera tanto para así poder ocultar sus lágrimas.

Charles la veía como una amiga. Y eso la estaba matando. Le dolía tanto el corazón, que pensó seriamente en huir de Mónaco para no tener que verlo nunca más y enfrentarse a algo que la tenía rota por dentro. Pero luego recordó que él apenas estaría en la ciudad cuando empezara la temporada en unos días, y se relajó pensando en lo fácil que sería rehuirlo hasta antes de que se fuera.

Caminaba lentamente pues no tenía nadie quien la esperara en casa, además de que la lluvia estaba relajando su ánimo. O eso creía. Hasta que un grito con su nombre, la hizo detenerse y girarse para ver quien la llamaba. Creyó que el corazón se le detenía y que no volvería a respirar nunca. Charles, paraguas en mano, acababa de bajarse de su coche y caminaba con pasos presurosos hacia ella, volviendo a llamarla de nuevo. 

Un rayo de esperanza, iluminó su corazón, pero, poco le duró, pues pensó que Charles había venido a buscarla porque llovía y no por otra cosa.

-¡Mariel! Oh, joder. Está lloviendo. Vamos, sube al coche -Charles se detuvo frente a ella, colocando su paraguas justo encima para que la lluvia dejara de mojarla. Mariel no se atrevía a mirarlo, pues sabía que su rostro no lucía precisamente en las mejores condiciones.

-No te preocupes, Charles. Casi estoy llegando a casa y estoy bien.

-¡Casi, dice! Te falta media hora andando. Vamos, sube -de nuevo Charles le hizo un gesto para que ella se dirigiera hacia su coche, pero, se encontró con la negativa de Mariel.

La miró conteniendo el aliento. Estaba mojada. Con las mejillas sonrosadas y con los ojos hinchados, temiéndose él que hubiera llorado por su culpa. No quería verla así. No quería que llorara ni que nada le afectara. Tomo aire y puso una de sus manos en su barbilla, acariciando esta muy despacio.

-Dime que te pasa, Mariel -le pidió él con el tono de voz bastante suave para que ella lograra calmarse de lo que fuera que la tenía así- por favor.

-No es nada, Charles. De verdad. Tengo que irme a casa -Charles formó una pequeña sonrisa en su rostro mientras la miraba. Un rayo atravesó el cielo y segundos después, un trueno retumbó en el cielo, uno que ni siquiera los hizo moverse a ambos de donde estaba, pues lo que menos les importaba era la dichosa lluvia.

-Siempre que llueve, me pasan cosas contigo -le recordó Charles con esa sonrisa tan dulce que a Mariel tanto le dolía- ¿quieres saber que es lo que me pasa a mi?

-Si, claro -le respondió ella mientras contenía el aliento sintiendo la calidez de sus dedos sobre su piel.

-Que te quiero, eso es lo que me pasa, Mariel.

La morena emitió un pequeño gemido tras las palabras de Charles. Un intenso cosquilleo se apoderó de su cuerpo, a la vez que los latidos de su corazón, se incrementaban hasta rozar la locura. Apenas era capaz de emitir palabra alguna, dejando al piloto que fuera él quien rellenara este silencio.

-Que no puedo dormir por tu culpa -siguió diciéndole Charles mientras ampliaba su sonrisa- que me tienes loco, Dubois, eso es lo que me pasa.

Mariel ya no lo pudo evitar. Su confesión la dejó perpleja, pero a la vez, la emoción la embargó cuando él terminó de hablar. Charles se acercó más a ella hasta apoyar su frente en la suya. Sus alientos se mezclaron y eran apenas centímetros los que separaban sus labios, esos que deberían haber estado unidos hace ya algún tiempo.

-Te quiero, Mariel. Y te lo digo sin esperar nada, solo necesito que sepas, que te quiero.

La chica tragó saliva e ignoró los fuertes latidos de su corazón. Levantó la mirada para encontrarse con la de Charles. Él le había abierto su alma. Confesado lo que sentía y ella no era capaz de responder, aún conmovida por sus palabras. Tomó su cara entre sus manos, y presionó sus labios con los de él, en un beso que pretendía ser calmado y suave, pero que se convirtió en uno ansioso y hambriento dada la naturaleza de los sentimientos que ambos escondían. Charles la correspondió abriendo su boca y facilitándole la tarea de sentir su lengua contra la suya. No quería dominarla, pero quería tomar esos labios como si fueran los últimos que besaría en su vida.

Sintió las manos de Mariel temblar mientras lo sujetaba, y descendió la suya hasta posarla en su cintura, y tirar de ella hasta que su cuerpo parecía fundirse con el de la chica. Sus cuerpos vibraban con la contundencia de sus besos. Vibrando con tantas emociones contenidas y por fin liberadas. Charles se apoderó de sus labios una vez le dejó varios segundos para respirar. Ella inclinó su rostro, permitiéndole que su boca la devorara aún más, que se apoderara de sus labios quien desde hoy lo tendrían como dueño.

Siguieron besándose hasta que la lluvia arreció y una pesada brisa amenazó con convertirse en un aire desbocado. Mariel permaneció cerca de su boca, alzando su mirada para poder mantenerla frente a la de Charles. Por fin le sonrío. Por fin sintió que su corazón estaba liberado y dispuesto, a amar.

-Estoy enamorada de ti, Charles. Así que, ya somos dos locos en todo esto. Y yo si espero algo de ti. Lo espero, todo.

📆MÁS TARDE

-Deja la chaqueta en aquella silla. Está más cerca del radiador y se secará antes -le señaló ella mientras hacia lo mismo con su anorak. Estaba empapado y lo dejó también a buen recaudo para que se secara- ¿tienes hambre?

Mariel se encontró con la sonrisa de Charles. Una amplia y muy calmada, que contrastaba con los nervios que se habían apoderado de su cuerpo. Él negó con su cabeza, acortando la distancia que los separaba. La chica tomó la mano del piloto y tiró de él hasta hacer que la siguiera.

-Me gustaría decirte cosas bonitas y románticas, pero, estoy algo nervioso y no me salen -le confesó Charles mientras ambos subían las escaleras hacia la planta de arriba.

-Di lo que quieras, Charles. Nosotros siempre hemos tenido confianza para decirnos las cosas -le pidió ella volteando su cabeza para poder hablarle mejor.

-Me gusta mucho tu culo. Y me muero por tocarlo, joder -Mariel soltó una carcajada tras las palabras de Charles. Esto era lo que más le gustaba de él, como siempre le decía lo que pensaba cuando se trataba de ella.

-Ay, Leclerc. Me tienes ganas, ¿verdad?

-No te haces una idea.

Apretó Mariel sus labios intentando contener sus nervios. Caminó un par de metros por el pasillo de la parte de arriba y abrió la habitación del fondo. Después de pasar ella, dejó que Charles hiciera lo mismo. Se dirigió a encender las lamparillas de su habitación. La lluvia golpeaba la tierra de forma furiosa y el cielo se había oscurecido tanto que parecía ser de noche. Permaneció Mariel de pie, junto a la cama, mirando como Charles observaba su habitación con suma atención.

-¿Y los posters de Norris? siempre he sentido curiosidad por verlos -Charles se dio la vuelta y tuvo que contener el aliento al ver a la preciosa chica que se mostraba ante él, luciendo hoy aún más arrebatadora.

-Los quité todos -Mariel empezó a caminar acortando la distancia que la separaba de Charles, a la vez que veía como él esbozaba una sonrisa satisfecha.

-¿Cuando?

-La noche que estuvimos en tu barco -la sonrisa de Charles se ensanchó aún más tras la respuesta de Mariel, quien acabó poniendo sus manos en su pecho cuando estaba ya más cerca de él.

-¿A qué huele tu habitación? me encanta el aroma que hay en ella.

-A gardenia. Simboliza pureza y dulzura -las manos de Mariel se deslizaron por su pecho hasta entrelazarse por detrás del cuello de Charles.

-Dulzura. Como tú.

No pudo aguantar más el no besarla. Tomó sus labios con suma calma. Esta vez iba a disfrutar de cada uno de sus besos. Capturó su boca contra la suya, deleitándose en su sabor y en ese olor a gardenia que ella también tenía. Chupó y succionó cada centímetro de sus labios, mientras empujaba su lengua contra la suya. Una de sus manos se posó en su cintura, atrayéndola más hacia su cuerpo. La sentía temblar contra él y como sus gemidos se ahogaban en su boca.

Se separó de Mariel y alzó una de sus manos para repasar sus labios, esos que pensaba besar una y otra vez perdiéndose todo lo posible en ellos.

-Te quiero -le dijo Charles mirándola directamente a los ojos. Ahora que por fin se lo había dicho, sentía la necesidad de repetírselo continuamente.

-Te quiero, Charles.

Las manos de Mariel se movieron ansiosas sobre su cuerpo. Ambos querían ir lentos. Disfrutar el uno del otro, pero, cuando llevas tanto tiempo deseando estar con la persona que amas, el deseo es quien acaba gobernándote. Exploró de nuevo la boca del piloto. Tomó su lengua y la enredó con la suya saboreando cada parte de sus labios. Sintió las manos de Charles en su trasero, levantándole el vestido hasta enredarlo en su cintura. Dejó que ella alzara sus manos para poder deshacerse de la prenda, dejando a Mariel solamente en ropa interior.

-Tus tetas también me gustan -Charles pasó sus pulgares sobre la tela del sujetador, endureciendo esos pezones que pugnaban por ser románticos.

-¡Eres tan romántico! -ella se mordió los labios cuando él le desabrochó la prenda de arriba, dejando que esta cayera al suelo, revelando esos pechos que tanta atención llamaban en Charles.

-Oh, Mariel, no sabes lo romántico que voy a ser contigo. Te voy a dar la puta luna si me la pides -ella le sonrío y acercó su boca a la suya consciente de que lo besaría de nuevo.

-Por ahora, llévame a la cama, Charles. Es lo único que quiero hacer. Estar contigo.

Mariel puso sus manos en la cintura de Charles. Mientras él se quitaba el jersey, ella fue desabrochándole el cinturón y deshaciéndose de sus pantalones, los cuales fueron arrojados al piso por el piloto en un rápido movimiento. Ambos estaban en ropa interior uno frente al otro. No podían dejar de sonreírse, ni de apartar sus miradas.

Dejo Mariel que Charles la cogiera de las manos y la llevara hasta la cama, haciendo que se tumbara en el centro de esta. Tuvo que contener el piloto el aliento, aunque, sin poder disimular la sonrisa de satisfacción que cruzaba su rostro.

-La de noches que imaginé tenerte así en mi cama -le dijo él mientras uno de sus dedos recorría la suave piel de su escote, perdiéndose dentro de este. Rozó uno de los pezones de la chica haciendo que se pusiera aún más duro de lo que estaba.

-¿Te tocabas pensando en mi? -la burlona sonrisa de Mariel le hizo chasquear su lengua- pues yo si lo hacía, Charles.

Su confesión fue un ramalazo de deseo, que viajó directamente a su endurecido miembro. Se relamió los labios al ver los pechos de la chica frente a sí y bajó su cabeza hasta tenerlos muy cerca de su boca.

-Soñaba en chupar estas tetas, joder, que ricas se ven -no le dio tiempo a Mariel a reírse tras sus palabras, cuando la lengua de Charles se apoderó de uno de sus pezones. Los lamió en círculos mientras se lo metía entero en la boca. Su mano derecha se posó en su cadera mientras sus labios y su lengua seguían torturándola.

-Oh, joder, Charles, tu lengua me está volviendo muy loca -aunque intentaba contener los gemidos que salían de su garganta, a Mariel le resultaba imposible tener que aguantárselos, debido a las oleadas de placer que la golpeaban sin descanso.

Charles torturó sus pechos unos buenos segundos hasta que su boca fue descendiendo por su estómago, besando este con mucha delicadeza, trazando caricias con su lengua hasta llegar al mismo borde de sus braguitas. Sus dedos se engancharon en la tela y las fue bajando poco a poco sin apartar la mirada de Mariel. Las deslizó por sus muslos hasta quitárselas del todo. Su boca se acercó a su clítoris dejando un pequeño beso que la hizo temblar de deseo.

-¡Que bonita eres, joder! -los dedos de Charles se posaron en su sexo, abrió la carne rosada que envolvía ese botón de locura y lo lamió con avidez.

-¡Charles! -el grito con el nombre del piloto retumbó en las cuatro paredes de la habitación, siendo seguidos estos, de pequeños e incontenibles jadeos.

Mariel echó su cabeza hacia atrás sujetándose a su pelo pues necesitaba agarrarse a algo. Charles lamió, succionó y acarició con su lengua y con sus dedos todo su sexo. Ella estaba tan mojada que sentía como su lengua resbalaba por sus pliegues. La hundió aún más disfrutando de su dulce sabor. La sintió temblar bajo su boca y se apartó de ella dándole una sonrisa muy traviesa.

- ¡Charles! -le dijo ella protestando en voz baja.

-Tenemos un problema, Dubois -mientras le hablaba, el dedo pulgar de Charles frotaba el clítoris de Mariel muy despacio, como queriendo alargar un orgasmo que sabía que ella tendría dentro de poco.

-¡No me jodas, Charles! ¿Qué te pasa ahora? -el sonido de la voz de Mariel era casi desesperado. Había estado a punto de correrse y él se había detenido para su fastidio.

-Que no tengo preservativos. Así que, tendrás que venirte en mi boca porque...

-Oh, cállate, Leclerc -Mariel se apoyó en sus codos, dándole una furiosa mirada que a él le pareció bastante divertida. Veía desesperación en sus ojos y eso aún lo excitaba más- tomo la píldora desde hace años y los dos sabemos que llevamos tiempo sin estar con nadie.

-¿Quieres que lo hagamos sin nada? -le preguntó él para estar seguro de lo que ella le pedía.

-Amor -esa palabra pronunciada por ella, le hizo sonreír y aumentar el ritmo de sus caricias en su sexo- yo si quiero, así que, la decisión es tuya.

Charles curvó su boca en una juguetona sonrisa. No le hizo falta contestarle, porque apartó de nuevo su dedo de Mariel, quien estaba a punto de protestar por este gesto.

- Shh. Quiero que te corras conmigo dentro -le contestó él al ver la ansiedad en su rostro.

Charles terminó de quitarse la ropa interior, abrió los muslos de Mariel y se colocó entres su piernas con mucho cuidado. Ella le cogió la cara con ambas manos y unió sus labios con los suyos besándolo hambrienta de su boca y de todo él.

-Te quiero, Charles. Te quiero tanto que solo quiero gritarlo -el piloto besó sus labios con mucha delicadeza mientras guiaba su pene a su abertura, deslizándose muy lentamente dentro de ella.

-Eso es lo que quiero que hagas ahora, gritar bien fuerte.

Charles empezó a moverse de forma lenta y tortuosa. Mariel besó la piel desnuda de su hombro intentando que sus gemidos no aumentarán el volumen, algo difícil cuando él se movía dentro de ella con una delicadeza exquisita. Sus embestidas iban acompañadas de dulces besos que sabían a ella. No podía dejar de mirarla. De ver como sus labios entreabiertos gemían su nombre y como su boca lo reclamaba una y otra vez.

-Estás tan caliente, amor -le dijo él sin poder dejar de moverse. No podía parar de entrar y salir de ella. Porque dejar su interior era un infierno y enterrarse en ella era una auténtico paraíso. Nunca había sentido lo que estaba sintiendo en estos momentos. Las ganas de correrse pero a la vez de no terminar nunca. De querer estar en sus brazos todo el tiempo del mundo.

Los vaivenes de sus caderas, iban en sincronía. La pelvis de Charles chocaba con la de ella cada vez más rápido, pues el deseo se acrecentaba a cada segundo que pasaba dentro de su Mariel.

-Lentito la primera vez, para que la segunda te vuelvas aún más loca -sus labios le susurraban al oído, no solo estas palabras, sino tiernas silabas de amor que aún la emocionaban más.

Mariel sintió un temblor en todo su cuerpo. Ese cosquilleo en el vientre . Esa rigidez en las piernas, y esas ganas de estallar en miles de pedazos.

-No puedo más -Mariel le sonrío a Charles y se dejó caer en la almohada clavando sus dedos en la piel desnuda de sus caderas.

Verla así, jadeando, con el pelo revuelto y los pezones tan erectos, hizo que ya no pudiera aguantar más. Se vino con ella, corriéndose a la misma vez, algo que pocas veces le pasaba con otra chica. Charles bajó su cabeza y la besó acallando sus gemidos y los suyos con un beso salvaje de los que no quieres terminar. Se separaron intentando recuperar la respiración, cruzando sus miradas y buscándose de nuevo las bocas para incendiar de nuevo sus cuerpos con dulces y lentos besos.

-Te quiero, Mariel. No puedo decirte cuando fue ese momento exacto en el que me enamoré de ti, solo sé, que quiero que seas la última mujer que bese en mi vida. 

-Oh, por dios, ¡Charles! estate quieto o te doy -Mariel levantó la espátula con la que intentaba cocinar una tortilla, amenazando de esta manera al castaño, quien no dejaba de besar su cuello, distrayéndola de su cometido.

-No puedo joder, necesito tocarte, y mucho -Charles deslizó sus manos por su cintura hasta estrecharla contra su cuerpo- te quiero tanto.

Mariel sonrió y dejo que un pequeño suspiro escapara de su garganta. Se sentía tan feliz de estar así con Charles.

-Yo también te quiero, pero, es media tarde y tengo hambre. Así que, déjame hacer la tortilla -le pidió ella mientras sentía como él deslizaba sus manos sobre su cuerpo hasta posarlas en sus pechos, apretando estos hasta que un débil gemido se formó en su boca.

-Tenías que haber dejado que pidiera la comida para traer -le dijo él mientras sus manos seguían apresando sus pechos.

-Sigue lloviendo, Charles. Y además, si me dejas, comeremos en un momento, ¿de acuerdo?

-Solo si me prometes que después subimos otra vez a tu habitación -los labios de Charles se posaron en su cuello dándole lentos besos que amenazaban con cortarle la respiración. Mariel no podía pensar con coherencia cuando él hacía eso, pues deseaba tanto esas manos en cada parte de su cuerpo.

Ella apretó sus labios y asintió con su propuesta, aunque, como siguiera tocándola de esa manera, apagaría la sartén y sería ella la que tomara a Charles en la cocina. Solo un par de besos más, y el piloto dejó que terminara de hacer la comida, ayudándole mientras a poner la mesa.

Ambos se sumieron en un cómodo silencio mientras preparaban todo. Charles puso el mantel y cubiertos. Lleno la jarra de agua. Dispuso los vasos y se sentó esperando a su chica. Si. Su chica. Porque ella lo era, lo que le recordaba que no se lo había dicho para que Mariel tuviera muy claro cuales eran sus intenciones con ella. Dejó que sirviera la tortilla en ambos platos, acompañada de un par de tomates aliñados con aceite y perejil, y cuando ambos se sentaron en la mesa, Charles sonrío feliz de verse así con ella.

-¿Porqué sonríes tanto? -le preguntó Mariel al ver como la sonrisa no abandonaba el rostro del piloto en ningún momento-

-Porque estoy contigo, ¿tú que crees, novia? -un jadeo salió de la boca de Mariel en cuanto Charles pronunció esta última palabra, una que la dejo desconcertada.

-¿Novia? -le preguntó ella más por confirmar lo que él decía que por alcance de la palabra.

-Si. Novia. Es lo que quiero que seas, si tú quieres, claro -la dulzura del rostro de Charles fue algo que a Mariel la conmovió. Buscó su mano y entrelazó sus dedos con los de él, mientras le devolvía la sonrisa de la misma manera.

-Claro que quiero, Charles -el piloto se inclinó un poco y buscó sus labios para besarla. Solo fue un pequeño y delicado roce, preludio de lo que haría después con ella, pues tenía pensado besarla mucho durante todo el día.

Durante minutos compartieron una agradable charla mientras daban buena cuenta de la tortilla. Charles la provocó con varios de sus comentarios, hasta que la hizo reír. Ambos se confesaron como llegó ese momento, ese en el que se dieron cuenta de que se querían. Y por sorprendente que pareciera, casi fue a la vez.

Una vez acabada la comida, volvieron a subir al dormitorio de la chica, donde se les hizo de noche, enredados en las sábanas de esa cama que estaba siendo testigo de su amor.

Mariel estaba boca abajo recibiendo las caricias de Charles en su espalda. Le resultaba difícil de creer que estuviera así con él. Uno junto al otro, amándose con tanta pasión. Los labios de su, ahora novio, recorrieron su piel hasta detenerse en su cuello.

-¿En qué piensas, Dubois? -le preguntó Charles al ver que la expresión de la chica se había tornado algo seria.

-En que te vas el lunes a Maranello y luego a Bahreim, y voy a disfrutar muy pocos días de ti. Me he echado novio y ya me abandona -Mariel hizo un puchero con sus labios, uno que a Charles le pareció adorable. Se acercó a ella y rozó sus labios unos segundos mientras se tumbaba a su lado.

-Pues vente conmigo -le propuso él causando el desconcierto en la chica.

-¿Contigo? -le preguntó ella deseando que Charles le repitiera su propuesta y que no fuera algo causado por el fulgor de sus encuentros.

-Si. Vente a Maranello. O si no puedes, vente a Bahreim. Me encantaría tenerte conmigo durante los test y luego cuando se celebre la primera carrera.

-Pero... serán casi dos semanas en Bahreim...

-¿Y? ¿cree que a Claire le importará que te vayas con tu novio a apoyarlo mientras compite? -Charles la agarró de la cintura y hasta que Mariel no estuvo encima de su cuerpo, no volvió a hablarle- di que si, por favor. Vente conmigo. Me muero por tenerte a mi lado.

Mariel apretó sus labios sopesando en todo lo que conllevaba aceptar su propuesta. Pero, ella sabía que tenía poco que pensar. Rozó con su nariz el cuello de Charles, dejando después un tierno beso en él, que produjo un ligero escalofrío en el chico.

-Si, iré contigo. Pero no a Maranello. Déjame que arregle todo en la floristería y que busque alguien que ayude a mi tía mientras no estoy, ¿de acuerdo?

-Oh, joder, Mariel. ¡Claro que estoy de acuerdo! que feliz me acabas de hacer.

Los labios de Charles presionaron los suyos en un lento y apasionado beso. Un roce sutil mientras sus lenguas se buscaban y danzaban una con la otra. Succionó él su labio superior engullendo un gemido de la chica en su garganta. Sus manos se deslizaron por su cuerpo, acariciando este con suma lentitud. Tumbó a Mariel con mucho cuidado sobre el colchón, buscando su mirada con la suya mientras besaba su barbilla.

-Creo que siempre has estado ahí para mi, Mariel. Porque no conozco otra manera de amar a nadie que no sea a ti.

📆 DÍAS DESPUÉS

-¿Te has llevado crema para el sol? -Pascale agitó su mano con el bote que sujetaba, encontrándose con la sonrisa de Mariel. Su nuera. Por fin lo era.

-Si, aunque para la cara no tengo. Así que, me la llevo -Mariel aceptó la crema que le ofrecía Pascale, y al cogerla, se encontró con sus brazos que la rodeaban y le daban un tierno abrazo que ella correspondió de la misma manera.

-No te puedes imaginar lo contesta que estoy de veros juntos -le confesó Pascale con lágrimas en los ojos- nunca he visto a Charles tan feliz como desde este fin de semana. Te quiere mucho.

-Y yo a él, suegra.

Mariel le sacó la lengua a Pascale pero lo que consiguió es que ella la abrazara de nuevo. Tanto la familia de Charles como tía Claire, habían recibido con alegría la noticia de que ellos estaban juntos. Era algo que todos esperaban y se sentían dichosos de que por fin hubiera sucedido.

-¡Dubois, joder! ¡Que se va el avión!

Gruñó Mariel al escuchar como la aguda voz de Charles la llamaba metiéndole prisa. Besó las mejillas de Pascale y se separó de ella dirigiéndose hacia donde estaba su novio.

-Mi maleta la llevas tú, que para eso se te llena la boca diciendo que eres mi novio -Mariel le hizo un gesto a Charles señalando lo que quería que él se encargara. El piloto la cogió de una de las asas y le hizo un gesto a Mariel agitando la maleta.

-No llevas muchas cosas, ¿no?

-¡Me dijiste que me llevara lo imprescindible y que si me hacía falta algo me lo comprarías TÚ, allí! ¡Dios, Charles, acabas con mi paciencia! -Mariel se llevó las manos a la cabeza gruñendo en voz alta. Se encontró los brazos de Charles, quienes la rodearon y la atrajeron hacia su pecho para besar repetidas veces sus mejillas.

-Te compraré todo lo que quieras y más -le dijo Charles rozando esta vez sus labios unos buenos segundos- yo soy un castillo y tú eres mi reina, y a las reinas, se las adora.

Charles la dejó sin palabras. No había pensado que fuera tan romántico y con cada palabra, se sorprendía aún más. Le sonrío sin poder evitar lo que sus palabras habían causado en ella, y por fin se separaron para poder irse al aeropuerto donde les esperaba el avión que uno de los patrocinadores, ponía a su disposición para ir a Bahreim.

Pascale los vio irse y no pudo evitar emocionarse. Tanta falta que se hacían el uno al otro, y ahora, por fin, estaban juntos.

-Estoy un poco nerviosa, Charles -le dijo Mariel a su novio mientras ambos se subían en el taxi que los llevaba al aeropuerto.

-¿Por algo en concreto, o es por todo?

-Supongo que por todo -Mariel se agarró a su brazo en cuanto se sentaron en la parte de atrás del coche, no lo pudo evitar, y hasta tembló ligeramente mientras le hablaba a su novio- nunca he estado en un Gran Premio tan de cerca como lo estaré ahora, y bueno, también pienso en...en...

Charles cogió sus manos y se las llevó directamente a su corazón para que ella pudiera escuchar sus latidos. Sabía perfectamente porque estaba así y cuales eran sus últimas palabras. Le sonrío con calma a su novia, intentando precisamente, transmitirle tranquilidad.

-No tenemos porque forzar nada, Mariel -le dijo él aliviándola de esta manera- en ti está la decisión. Cuando lleguemos al paddock, puedes estar entre los miembros de mi equipo. No te dejaré sola. Haré que alguien de mi confianza te acompañe siempre y así podrás estar más tranquila, o...

-¿O?

-O caminamos los dos de la mano por el paddock y que todo el puto mundo se entere que eres mi novia -le dijo él con decisión y remarcando ésta última opción pues era la que él deseaba que eligiera- te dejo a ti la elección. Y lo que quieras, yo te apoyaré, mi amor.

Mariel se mordió los labios de manera nerviosa pensando en todas y cada una de sus posibilidades. Su cabeza era un lío pero, por suerte, le quedaban muchas horas de viaje para pensar en su elección. Una, que por suerte, llevaba decidiendo desde que se sentaron en ese taxi.

Media hora después, ambos entraron en el jet privado, donde ya los esperaba un sonriente Carlos el cual ya sabía, tras múltiples conversaciones con Charles en Maranello, que ambos era pareja. Se levantó para saludar a Mariel, dándole un cariñoso abrazo que ella correspondió de la misma manera.

-¡Vaya por dios! -exclamó Charles dejándose caer en uno de los lujosos asientos del avión- y yo pensando en echarle un polvo a mi novia y resulta que me has fastidiado el plan, Carlitos.

-Yo también me alegro de verte, Leclerc. Un día sin ti ha sido insoportable.

-Es el efecto que causo -siguió diciéndole Charles mientras se sentaba con Mariel frente a él- dejo huella en la gente.

Mariel iba a contestar cuando se encontró con la severa mirada de Charles. Optó por reírse y por agarrarse a su brazo cuando las puertas del avión se cerraron, listas para el despegue.

-¿Estás lista para todo, Mariel? -le preguntó Carlos al ver en la chica una expresión algo ahogada en su rostro.

-No, no lo estoy. Pero Charles está listo por los dos, y eso es lo único que me importa.

📆 AL DÍA SIGUIENTE

Cuando llegaron a Bahreim, ya era de noche, así que, después de una larga ducha y de una cena, Mariel y Charles se habían acostado durmiendo más horas de las que pensaban.

Estaban los dos sentados en uno de los coches que la escudería ponía al servicio de los pilotos, dirigiéndose hacia el circuito donde tendría lugar los primeros test de pretemporada. Desde que se había levantado, Mariel estaba nerviosa, pero, intentaba disimularlo para no poner más nervioso a Charles y ser él ese apoyo que tanto necesitaba.

-Ya llegamos, cariño -Charles se acercó para besar su mejilla de forma muy dulce, deshaciéndose del agarre de sus manos entrelazadas- el coche seguirá hasta más adelante. Hay un parking y habrá alguien allí esperándote para llevarte al box de Ferrari con discreción.

-No -le contestó Mariel con rotundidad- salgo contigo.

-¿Estás segura? -Mariel se aferró de nuevo a esa mano y le sonrío al piloto quien se mostró aliviado ante la decisión de su novia.

-Más que nunca en mi vida. Soy tu novia y estoy aquí para apoyarte. Y me da igual la gente.

A Charles le encantó lo decidida que ella se mostró. Llevó su mano a sus labios y la besó repetidamente mientras segundos después, el vehículo se detenía.

-Pues vamos allá -le dijo Charles intentando infundirle unos ánimos que sabía que aunque ella lo intentara disimular, necesitaba.

Les abrieron la puerta del coche, siendo Charles el primero en salir. Una vez con sus pies en tierra, le tendió la mano a su novia, quien salió sonriéndole para aferrarse a esos dedos de los que nunca quería soltarse. Caminaron ambos el corto recorrido que había hasta el torno de entrada. Charles fue el primero en pasar, saludando a todo el mundo, así como a los cámaras que ya los grababan. Esperó a que Mariel cruzara el arco, y de nuevo buscó su mano para caminar juntos hacia el box de su escudería.

-¿Todo bien? -le preguntó Charles mientras caminaban haciendo caso omiso de los fotógrafos que ya se congregaban a su alrededor. La chica ladeó su cabeza y oculta tras sus gafas de sol, le dio una preciosa sonrisa que no hizo sino alterar aún más el corazón de su novio.

-Perfecto. No te preocupes.

Charles le devolvió la sonrisa y al girar una esquina, detuvo sus pasos colocándose tras ella. Puso sus manos en sus caderas y su barbilla en su hombro para que Mariel pudiera ver lo que tenía frente a si.

-Bienvenida a mi mundo, mi amor. Bienvenida al gran circo.

*** Me queda por subir el Epílogo y doy por concluida esta pequeña historia. Muchas gracias a todos por leerla ***

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