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2. Lirio


" -¿Y no viste más al abuelo? -Audrey miraba ansiosa a su abuela Mariel, quien había acabado cortando un trozo del bizcocho que hizo ayer, y repartiéndolo entre sus nietas, las cuales, la miraban de la misma manera que la pequeña.

-¡Ay, Audrey! pues claro que lo vio -Carinne hizo un par de aspavientos con sus manos dirigidos a la pequeña de las tres, quien, estaba tan metida en la historia de su abuela, que más parecía escuchar un cuento que otra cosa.

-Bueno, tardé en verlo unos días, y cuando lo hice, el abuelo no me quitaba la vista de encima -Mariel río al recordar el momento en el que Charles y ella volvieron a encontrarse. Recordarlo, le hizo sufrir un ligero estremecimiento a causa de todo lo que sintió esa noche.

-Seguro que llevabas un pedazo de vestido que lo dejó babeando -la mayor de sus nietas le guiñó un ojo a su abuela, gesto que fue recibido con un asentimiento por parte de Mariel.

-Algo así, mis niñas. Algo así "

📍JIMMY'Z

📅UNA SEMANA DESPUÉS

El dj residente de esa noche, era un habitual de la isla de Ibiza, o eso decían por ahí. Lo que estaba claro es que sabía pinchar, a juzgar por como la pista de baile estaba llena a rebosar. Mariel movió su cabeza de un lado a otro y le dio otro sorbo a su vodka con cereza. Una combinación perfecta, pues, en un principio no se te subía a la cabeza, si es que solo te bebías uno.

-¿A qué viene tanto revuelo? -Sophie, una de las amigas de Mariel, les señaló una parte de la sala de fiestas, la que era más exclusiva.

-Arthur y Charles Leclerc han llegado con un grupo de amigos -les contó Noelle, el tercer miembro del grupo- toda la vida en el instituto con ese enano, y ahora resulta que por conducir un cochecito, le hacen la ola.

-¿Tú has estado en el instituto con Charles? -le preguntó Mariel a su amiga, sorprendida de conocer este detalle.

-¡No! Con ese no, con Arthur. Voy a ver si me dejan pasar y lo convenzo para que nos invite a algo -Mariel dejó escapar un gemido ahogado y cogió el brazo de su amiga antes de que siquiera, se dirigiera hacia donde estaban los Leclerc. Lo que menos quería esta noche, era tener que ver otra vez al desagradable de Charles.

-No hace falta, Noe -le pidió ella agitando su copa- tampoco los molestes. Ya sabes. Son famosos y eso.

-¡Por eso mismo!

No hubo manera de retener a la rubia de pelo ondulado, quien, para desesperación de Mariel, dirigió sus pasos hacia la zona donde Arthur y su hermano, estaban con unos amigos. Sophie tardó poco en situarse junto a la morena, apoyando sus manos en la barandilla.

-A ver, ¿Qué te pasa? ¿porqué esa cara de muermo, Dubois? -su amiga le pasó un brazo por encima de sus hombros y le dio a beber de su explosivo cocktail.

-Si estamos aquí es por Noelle. Yo no quería venir, y resulta que nos abandona por su crush del instituto, no es justo.

Sophie abrazó a su amiga al ver el adorable puchero que hacía. Ambas compartieron sus copas, y minutos después, vieron a Noelle, quien les hacía un gesto con su mano para que se acercaran hacia donde ellas estaban, algo a lo que Mariel se resistió, dando un par de pasos hacia atrás.

-¿Mar? -la llamó la pelirroja Sophie, para que la acompañara hacia donde estaba su otra amiga- ¿vamos?

Mariel resopló ligeramente y chasqueó su lengua un par de veces. El gesto de su amiga la hizo desistir de su propósito de darse la vuelta y volver a casa. Pero, lo que hizo fue seguirla hasta dar con Noelle. Por suerte, si Charles estaba allí, seguro que estaba rodeado de gente y ni se percataría de su presencia.

Nada más lejos de la realidad, pues el monegasco se dio cuenta de la llegada de la morena en cuanto un dulzón olor a flores hizo acto de presencia. Levantó sus ojos para que ella lo mirara, algo que Mariel le negó, desviando su mirada hacia otro lado. Este gesto le molestó a Charles más de lo que pensaba.

-¡Mira, Arthur! Estás son mis dos mejores amigas. Mariel y Sophie -la voz emocionada de Noelle mientras le presentaba al chico, era algo que Mariel ya conocía. Su amiga estaba pillada por su ex-compañero de clase.

Lo saludaron con amabilidad y él les presentó a sus acompañantes. Su hermano Charles, y unos amigos del principado, los cuales estaban dando buena cuenta, de un par de botellas de champan dorado, al que ofrecieron también a las chicas. Mariel se limitó a hacerle un gesto con su barbilla a Charles, pues no tenía ninguna intención de acercarse al piloto, debido a que siempre que lo hacía, saltaban chispas entre ellos.

-¿Porqué miras tanto a la morena? -Henry, uno de los mejores amigos de Charles, llamó su atención, pues no le había pasado desapercibidas, las miradas nada discretas, que su amigo le daba a la recién llegada.

-No la estoy mirando -le mintió él, para, segundos después, poner sus ojos en el trasero de Mariel, la cual, estaba de espaldas charlando animadamente con su hermano Arthur.

-Es cierto. Te la estás comiendo con los ojos -le señaló Henry para emitir después, una sonora carcajada.

Mariel podía sentir la intensa mirada de Charles, a pesar de que ella no lo miraba. Aunque, de reojo, lo observó un par de veces y tuvo que admitir que el piloto estaba bastante guapo con su outfit. Camiseta gris y pantalón negro componían un atuendo que hacían babear a la mitad de las chicas que estaban aquí.

Este no era su ambiente. Mariel no iba a sitios tan exclusivos como Jimmy'z. Y tampoco le apetecía tener que aguantar como las chicas se acercaban a Charles para ganarse un beso después de pedirle una foto. Algo en su interior se removía cada vez que alguna se acercaba a él con este propósito. Así que, dicen que si no puedes con el enemigo, únete a él, y eso fue lo que hizo Mariel. El enemigo eran las botellas de alcohol que los camareros proveían en el reservado de la pequeña reunión. Botellas que Mariel probó todas, sintiendo ya en su organismo, como el alcohol le hacía efecto.

-Arthur, estás acaparando a las tres chicas y no me has dejado saludar a una de ellas -Mariel sintió una de las manos de Charles deslizarse por su cintura, y al momento, todo su cuerpo sufrió un leve estremecimiento.

-Te he dicho hola antes, ¿no sé de qué te quejas? -le contestó la morena casi gruñéndole las palabras.

-Pero no me has dado dos besos, te recuerdo que así es como saludamos aquí -ni le dio tiempo a Mariel a replicarle, cuando sintió los cálidos labios de Charles posarse en su mejilla. Los detuvo ahí unos segundos, para hacer lo mismo en la otra, a la vez que a la morena, se le cortaba la respiración, pues encima, Charles estaba apretándole la cintura, y clavándole sus dedos en ella.

-Estás jodidamente preciosa con ese vestido.

Un pequeño y nervioso gemido salió de la garganta de Mariel nada más escuchar a Charles hablarle así. Tragó saliva y desvió su mirada para encontrarse con la del piloto, el cual la miraba con los ojos algo brillantes. Los labios de él estaban a muy pocos centímetros de los de ella, tanto que Mariel pensó en rozarlos solo unos instantes pues deseaba probar a que sabía su boca. Pero, se encontró con la sonrisa burlona de Charles, quien había adivinado las intenciones de la chica, y todo rastro de deseo, murió en ese momento.

-Me voy abajo a bailar -anunció Mariel quitándose de encima las manos de Charles y deseando poner distancia entre los dos.

-¡Voy contigo! -gracias a dios que Sophie la siguió, pues lo de bailar solo era una excusa para no estar cerca de Charles. Estaba enfadada consigo misma pues no entendía que la había llevado a casi caer en la tentación de sus labios.

Ambas chicas bajaron las escaleras de esa zona y en cuanto llegaron a la pista de baile, se perdieron entre la multitud. Mariel solo quería bailar un rato, de forma despreocupada y sin pensar en nada.

Charles la miraba desde arriba, como movía sus caderas al ritmo de la música, con el rostro feliz a causa del baile. Quería besarlo. Lo había visto en sus gestos y en como ella se mojaba el labio uno contra el otro. O era lo que él quería creer. ¿Si hubiera aceptado ese beso? eso es algo que no sabría hasta que probara los labios de Mariel.

La chica no le era indiferente. Le sacaba de sus casillas, pero a la vez, le divertía que lo hiciera. Él parecía no agradarle a ella, aunque era todo culpa suya pues le insinuaba cosas que Mariel no había pedido. En un principio pensó que era otra chica más del Principado que "acosaba" a los pilotos. Nada más lejos de la realidad. Hoy había descubierto también que ésta clase de sitios, tampoco le gustaban, a juzgar por la incomodidad que veía en su rostro.

Mariel era todo un misterio. Uno que él se moría de ganas por resolver.

📅 MÁS TARDE

Unos cuantos chupitos de tequila después, Mariel subió las escaleras deseando sentarse, pues le dolían los pies de tanto baile. Se sentía feliz y despreocupada, riéndose por cualquier cosa. Había dejado a Sophie en la pista, y ahora, su único objetivo, era descansar. Pero, cuando llegó arriba, se encontró que los sofás estaban todos ocupados, algo que la decepcionó. Rodó sus ojos llevándose una de sus manos al tobillo derecho y se mordió los labios pensando en que hacer.

Vio a Charles sentado en una de las esquinas del sofá, con sus manos en el respaldo de este, mirándola fijamente. Mariel entrecerró sus ojos y no se lo pensó. Le achacaría al alcohol sus acciones, aunque fuera muy consciente de lo que hacía. Caminó hasta donde estaba el piloto, y ni corta ni perezosa, se sentó en sus rodillas, ante la perplejidad de Charles.

-Me duelen los pies. Nunca te pongas tacones, bonito -Mariel cogió una de las mejillas de Charles y le dio un pequeño pellizco que sorprendió al piloto.

-¿Estás borracha? -le preguntó él perplejo por las acciones de la chica- debes estarlo si estás sentada encima mía.

-Estoy cansada y no hay ningún sitio libre. Así que, más vale malo conocido, que bueno por conocer -Mariel le dio una burlona sonrisa mientras ponía una de sus manos en su cuello. Procuraba no moverse mucho, pues sabía que debajo de su trasero, descansaba el miembro de Charles, que precisamente, en reposo no estaba.

-Así que, me estás usando como asiento -añadió él sintiéndose algo osado, pues puso una de sus manos en el muslo de Mariel, sintiendo la tibieza de este.

-Totalmente. Pero que sepas que sigo sin soportarte, aunque estés muy bueno, Leclerc. Pero recuerda que con la belleza no se come. Pero bueno, resulta que tú eres más que guapo, así que nunca pasarás hambre, ¿me entiendes, bonito? -Mariel se removió encima de Charles, siendo esto algo doloroso para el chico, pues su erección era ya bastante evidente, algo que lo azoró un poco.

-Te entiendo poco. Estás como una puta cabra, Mariel -le dijo él soltando un suspiro. Ella frunció sus labios y los mojó uno con otro, pareciendo que lo provocaba.

-¿A qué hueles? -le preguntó él, pues no percibía en ella su habitual fragancia de lavanda.

-A Lirio. Es una creación mía -le respondió ella con orgullo.

-Vaya, ahora eres perfumista, ¡qué virtuosa! -Mariel le hizo burla a Charles y se removió encima de él intentando buscar una postura más cómoda, algo de lo que desistió al notar como su miembro se endurecía más debajo de ella.

-¿Te has empalmado? -Charles casi se atraganta con su propia saliva al escuchar su pregunta. La mano que tenía en el muslo de la chica se movía por inercia, acariciando este muy lentamente.

-Estás encima mía y moviéndote mientras hablas, ¿tú que crees? -su respuesta era tan evidente que Charles se lo dijo con un tono de voz algo molesto con tal de esconder la verdad, que estaba así a causa de la cercanía de la chica.

-Joder, hubiera sido mejor que me dijeras, Mariel, es que estás muy buena y me pones cachondo. No la mierda de respuesta.

Charles rodó sus ojos pues sabía que Mariel lo estaba provocando a contestarle mal. Se mantuvo en silencio, echándose hacia atrás en el sofá, para dejar de hablarle y que ella acabara cansándose y se levantara. Pero, lejos de hacerlo, la morena se pegó más a su cuerpo y acabó recostada sobre él, con su cabeza en su pecho, algo que a Charles lo dejó tan descolocado que ni ganas de hacerle una broma tuvo.

-Tenemos suerte de que no nos soportemos, Charles. Porque sino, estaríamos ahora mismo en los baños, follando como conejos.

Charles tragó saliva sin ser capaz de reaccionar a sus palabras. Él. Con ella. En los baños de la discoteca. No, joder, en una cama. Desnudos. Con sus cuerpos enredados uno contra el otro y Mariel pidiéndole por más. ¿Así como no iba a ponerse tan duro?

-Si, es una suerte -le contestó Charles mientras seguía acariciando con mucha parsimonia su desnudo muslo- porque sino, te empotraría contra la pared y te ibas a olvidar de una puta vez que te gusta Lando Norris.

-Pues si que tendrías que darme bien duro. Lando me gusta de toda la vida -ella se agarró más a su cintura mientras se mordía los labios algo nerviosa. No estaba tan borracha como él creía, pero, se lo hacía creer para poder mantener con él, esta clase de conversaciones.

-Nena, te follaría tan fuerte que te ibas a olvidar de como te llamas. Y tú vida, a partir de ese momento, sería yo. 

📅 UNOS CUANTOS DÍAS DESPUÉS

📅 MEDIADOS DE DICIEMBRE

Charles acababa de salir de un restaurante donde había comido con unos amigos. Regresaba a casa pensando que hacer esa tarde. No tenía nada previsto. Había una chica, la hija del dueño del Casino de Mónaco, que no paraba de enviarle mensajes para quedar con él. Unas semanas antes ni se lo hubiera pensado. Hubiera quedado con ella y seguramente se la habría follado un par de veces. Pero ahora, pensar solo en esa posibilidad, hacía que se le revolviera el estómago y que ni se lo planteara.

Y todo era por culpa de la florista. De la morena a la que no veía desde la noche en la discoteca y que rehúso con su habitual mal humor, que él la llevara a casa. Sonrío pensando en ella, y que un rayo cruzara el cielo, también le hizo pensar en la noche del apagón. En chocolate y en bizcocho.

Paró en un semáforo y desvió su vista hacia el otro lado de la carretera. Una chica desafiaba la torrencial lluvia, manejando su bicicleta con suma calma, algo que al parecer, al automóvil de detrás, pareció no gustarle por la forma en la que casi la encerraba contra el arcén. Charles fue testigo directo de como el coche, un Audi negro, se pegaba más a la chica de la bicicleta, hasta arrinconarla. Ella maniobró como pudo, pero el coche dio un frenazo y la muchacha acabó siendo embestida por el lado derecho.

Pero, lo que tuvo a Charles en un sinvivir, era que la chica de la bicicleta, no era otra que Mariel. Le faltó tiempo para salir de su Ferrari negro y correr al otro lado de la carretera. No pensaba en nada. Ni en los coches que le pitaban ni que el semáforo estaba en verde. Solo pensaba en la morena, allí tirada en la acera. Mientras tanto, se bajó el ocupante del coche, dirigiéndose hacia ella.

-¿Estás bien? -le preguntó el muchacho una vez que se hubo bajado de su vehículo. Hizo ademán de cogerla del brazo, cuando un grito se lo impidió.

-¡Ni se te ocurra tocarla! ¡Hijo de puta! ¡Que no has parado hasta que se ha caído de la bici!

Mariel levantó el rostro, para ver como Charles se acercaba a ella como una exhalación. Las manos del piloto estuvieron pronto sobre su cuerpo, cerciorándose de que ella estuviera bien.

-¿Cómo estás, Mariel? ¿Qué te duele? -Charles la trató con suma delicadeza, muy preocupado por su estado. Le daba igual que la lluvia arreciera. Le daba igual todo. Solo quería que ella estuviera bien.

-Me duele la rodilla. Y el tobillo -le contestó ella dejando escapar algunas lágrimas, pues la caída había sido más aparatosa de lo que parecía.

-La puedo llevar al hospital... -se ofreció el chico sintiéndose terriblemente culpable de lo que había pasado. Solo quería que la chica se quitara de en medio, y la había atropellado.

-Al hospital, no -Mariel se aferró a la chaqueta de Charles mirándolo con un gesto suplicante. A él le pareció tan indefensa y tan desvalida que lo único que quería era sacarla de allí y acunarla entre sus brazos hasta que se sintiera mejor.

-¿Puedes moverte? -le preguntó Charles agarrándola de la cintura. Se había fijado que una de su rodillas sangraba copiosamente y había que detener la hemorragia como fuera- mi coche está al otro lado. Te llevaré allí.

-Lo puedo intentar -le respondió Mariel dejando que Charles la levantara- ¿y mi bici?

-No te preocupes por tu bici. Este inútil la llevará al Race Club o me encargaré personalmente de que le quiten el carnet de por vida, ¿te ha quedado claro?

El joven conductor tragó saliva y asintió con fuerza, pues se había dado cuenta de quien era la persona que socorría a la joven de la bicicleta. Y a Charles Leclerc, había que tenerle un respeto.

-¿Puedes andar? -Charles ayudó a Mariel a ponerse en pie. En cuanto lo hizo, ella dobló sus rodillas presa de un intenso dolor. El piloto se fijó en que sus medias estaban destrozadas, y manchadas de sangre y asfalto, algo que lo enfadó aún más.

-No...no puedo, lo siento -le contestó ella al borde de un intenso sollozo.

-No pasa nada. Yo te llevaré.

Charles pasó una de sus manos por detrás de sus rodillas y con la otra la alzó del suelo, cogiéndola en brazos. Ni protestar era capaz Mariel de lo mal que se sentía.

-No quiero ir al hospital, Charles -le rogó ella sujetándose a su cuello.

-Mariel, pequeña, te sangra la rodilla y a saber si te has hecho algo más, tenemos...

-Por favor, Charles, a un hospital, no -el tono de su voz era tan desesperado que Charles solo chasqueó su lengua mientras aligeraba el paso hacia su coche.

En cuanto estuvo frente a él, lo rodeó y después de desbloquearlo, dejó a Mariel en el asiento del copiloto con mucha delicadeza, para, segundos después, sentarse él en el lado del conductor. La lluvia arreciaba y ya resultaba imposible estar en la carretera, pues el agua dificultaba la visión de la esta.

-¿Cómo te encuentras? -le preguntó Charles preocupado por su estado. Mientras ella contestaba, buscó en el salpicadero, un paquete de toallitas, tendiéndoselo a Mariel para que pudiera contener la sangre.

-Dolorida. Y la cabeza me da pinchazos. Pero no me sangra tanto la rodilla, aunque me estoy mareando un poco de verla -ella le mostró con un gesto de dolor, el estado de aquella parte de su cuerpo que más había sufrido durante el atropello.

-Joder, le hubiera dado dos hostias al puto niñato -Charles se mostró furioso pensando en que lo que le había pasado a Mariel, fuera aún peor.

-Créeme, yo también -le contestó ella esbozando una pequeña mueca. El piloto la miró en silencio. De esta manera, intentaba mitigar los nervios que sentía a causa del estado de Mariel.

-Voy a hacer una llamada. Conozco a alguien que puede ayudarte.

Charles marcó un número de teléfono que conocía bastante bien. A los pocos segundos, una voz de mujer contestó con bastante animosidad.

-Hola, mon amour, ¿me echabas de menos? -Charle río ante el apodo con el que ella se refería siempre a él. Mariel frunció el ceño y sintió que el estómago le daba un vuelco al escuchar al piloto hablar con tanta familiaridad con la chica del otro lado de la línea.

-Si, y a tu novio también. Dime que estáis en casa, Judith -le preguntó Charles rezando para que así fuera.

-Aquí estamos, ¿vienes a cenar?

-No, pero voy para allá. Una amiga ha sufrido una accidente y necesito que le eches un vistazo a su rodilla -Charles desvío su mirada hacia Mariel y su corazón dio un vuelco al ver como cada vez se ponía más pálida y apenas hablaba.

-Si, claro. Aquí estamos, Charles.

El piloto se despidió de su amiga y aceleró el coche para poder llegar lo antes posible a su casa. Agarró una de las manos de Mariel, para que ella no se durmiera y así tenerla consciente.

-¿Dónde ibas con la puta bicicleta? -la pregunta que le hizo Charles, no podía ocultar su rabia y frustración, pues odiaba ver a Mariel en esta situación.

-Venía de entregar unas flores. No creí que fuera a llover tanto -le contestó ella apenas balbuceando su respuesta.

-Mierda, Mariel. Podría haberte pasado algo peor. Me has dado un susto de muerte, joder.

-No me regañes, Charles. No soporto que te enfades conmigo -ella ladeo un poco su cabeza e intentó sonreírle a través del dolor que sentía. Él acabó haciendo algo inesperado, le cogió la mano y se la llevó a los labios, para dejar un dulce y cálido beso en ella.

-Lo siento, Mariel. Pronto te pondrás bien, te lo prometo.

Charles le dio un apretón en el muslo y volvió a tomar el volante con la mano. El tráfico estaba resultando ser demencial y lo único que quería era llegar pronto a casa de su amiga Judith para que pudiera curar a Mariel.

Casi diez minutos después, el piloto entraba en el parking de un edificio del centro y lo aparcaba en una de las plazas reservadas. Se quitó el cinturón, girándose hacia Mariel, quien lucía algo pálida y no era capaz de mantener los ojos abiertos.

-Ya llegamos, Mariel -le dijo él poniéndole una mano en la mejilla. La morena abrió sus ojos y centró su mirada en la de Charles, en su calmada y verdosa mirada- tendré que llevarte en brazos otra vez.

-Vale -asintió ella con un hilillo de voz.

Charles salió del coche y después de cerrar su puerta, lo rodeo hasta llegar hacia Mariel. Abrió su lado y después de quitarle el cinturón, la cogió con mucho cuidado de las caderas mientras ella deslizaba sus manos por su cuello. La morena no pesaba casi nada, dándole facilidades a Charles para poder cargarla.

-Creo que si no puedo usar mi bicicleta, este va a ser ahora mi medio de transporte -le dijo ella medio riéndose. Charles bajó su mirada hasta posarla en la suya, esbozando una pequeña sonrisa.

-¿Es que no tu tía y tú no tenéis coche?

-Una furgoneta de reparto que casi siempre está rota -Mariel dejó reposar su cabeza en el hombro de Charles. Estaba demasiado cansada para seguir hablando- hueles tan bien, Charles.

El piloto curvó su boca en una pequeña sonrisa mientras entraba en el ascensor con la chica. Pulsó el botón de la planta 8 y esperó a que este subiera mientras se apoyaba en la pared de al lado. Sentir el cuerpo de Mariel junto al suyo, su tibieza y como temblaba ligeramente, despertó en él un instinto de protección que hacía tiempo no había tenido con nadie. Y le gustó sentirse así. Le gustó tenerla entre sus brazos.

-No te duermas, Mariel. Ya casi estamos -le pidió él saliendo del ascensor, en cuanto este llegó a la planta.

-La culpa es tuya por tener un cuerpo que invita a dormir -las palabras de la chica le produjeron a Charles una leve sonrisa. Ella se agarraba a él como si no quisiera dejarlo escapar, algo que no le importaba para nada que sucediera.

-Luego si quieres te lo presto para que descanses.

-Multiusos Leclerc te voy a llamar de ahora en adelante -Charles llamó al timbre de la puerta que había al final del pasillo. Escuchó pasos a lo lejos y supo que no tardarían mucho en abrir- medio de transporte y almohada.

-Y doy unos besos de escándalo -añadió él para diversión de la morena, quien no pudo contestarle, pues la puerta se abrió a los pocos segundos.

-¡Oh, por dios! Pasad.

Mariel alzó su cabeza para encontrarse frente a ella a una chica pelirroja casi de la misma edad que Charles. Era alta y muy esbelta, casi parecía una modelo de pasarela, algo que la hizo encogerse y refugiarse en el pecho del piloto. La chica le sonrió cuando pasaron a su lado, sonrisa que Mariel le devolvió, algo cohibida.

-Llévala a la habitación de descanso -le pidió la pelirroja haciéndole un gesto con su mano.

Charles atravesó el largo pasillo de la vivienda hasta desembocar en una de las habitaciones que lo poblaban. La puerta ya estaba abierta y solo tuvo que entrar y colocar a Mariel en la camilla que había en el centro. Esta habitación, parecía una pequeña consulta médica tal a juzgar por los elementos de los que disponía.

En cuanto Charles la dejó sobre la superficie, los ojos de ambos se encontraron, dándose una intensa y calmada mirada, que produjo en los dos, un ligero temblor en sus cuerpos.

-Te pondrás bien -Charles alzó su mano para acariciar su mejilla con mucho cuidado. Tembló Mariel a causa de su contacto y acabó sonriéndole un poquito en respuesta a esa caricia.

-Charles.

Una nueva voz llamó al piloto desde la entrada de la habitación. Se giró este y le sonrió al dueño de esta, un rubio alto de ojos claros que miraba con preocupación a la chica que había encima de la camilla.

-Charles -lo llamó Mariel antes de que el piloto fuera a saludar a su amigo- dime que ese no es Max Verstappen y no estamos en su casa.

El piloto monegasco se giró para hablarle y se encontró con la mirada perpleja de la morena sobre su amigo. A veces olvidaba que ella era aficionada a la Fórmula Uno porque nunca hacía alarde de esto.

-No es Vestappen, es mi vecino Max -le contestó Charles medio burlándose de ella. Judith, la novia del piloto de Red Bull, entró en ese momento en la habitación, luciendo una bata blanca y un par de guantes en sus manos.

-Señores, si se hacen a un lado, me gustaría examinar a mi paciente -les dijo ella con un tono de voz de lo más profesional.

-Judith es médico -le contó Charles para tranquilizar a Mariel- es pediatra, así que, puedes estar tranquila porque te cuidará bien. Está acostumbrada a las niñas pequeñas.

-Eres muy idiota, Leclerc -le contestó Mariel rodando sus ojos.

Judith se acercó a ella y después de preguntarle brevemente que le había ocurrido, examinó su rodilla, la cual lucía mucho peor que antes. Frunció los labios la doctora y se giró para mirar a los dos pilotos, los cuales aún permanecían dentro de la habitación.

-Si no os importa, mejor salís. Tengo que quitarle la ropa y examinarla -les pidió con amabilidad, algo que ellos entendieron perfectamente.

-Estaré aquí cerca si necesitas algo -le dijo Charles a Mariel antes de salir de la habitación. Ella le sonrío con mucha dulzura, asintiendo con su cabeza para que él estuviera tranquilo.

En cuanto las dos mujeres estuvieron solas, Judith la ayudó a quitarse las medias y el resto de la ropa, excepto la interior. Le dio una de las batas que usaba en el hospital y procedió a examinar a la chica. Durante minutos, ninguna de las dos habló, siendo esto algo incómodo para Mariel pues no dejaba de estar con una desconocida.

-No parece que tengas ninguna lesión grave, solo algunas contusiones -le dijo Judith una vez que le hubo examinado- pero voy a tener que ponerte puntos en esa rodilla. Y te voy a inyectar también un antibiótico y un relajante muscular. ¿Eres alérgica a algo.

-No. A nada -le contestó ella temblando ligeramente- ¿puede venir Charles?

Judith le sonrió a la chica al ver en su rostro algo de aprensión y de nerviosismo. Ella misma se levantó para ir a buscar al piloto, quien estaba a pocos metros de esa habitación. En cuanto entró, y vio a Mariel tumbada en la camilla, sintió un ahogo en su pecho pensando en que le podía haber sucedido algo mucho peor.

-Ei, ¿Qué tal estás? -Charles se acercó a Mariel. Le sonrío nada más verla para que ella estuviera tranquila.

-Judith dice que no tengo nada roto, pero que tiene que darme puntos en la rodilla -le informó Mariel con el tono de voz algo ahogado- ¿crees que podrías cogerme la mano mientras...?

-Claro que si.

De nuevo Charles le sonrío. Acercó una de las sillas que había junto a la pared y se sentó al lado de la chica. Agarró su mano, entrelazando sus dedos con los de ella e hizo que Mariel tuviera toda su atención en él en vez de en Judith.

-Siempre me he preguntado de donde venían esos ramos tan bonitos que mi madre ponía en la peluquería -le contaba Charles viendo como la novia de su amigo se disponía a anestesiar la rodilla de la chica.

-El otro día me dijiste que eran muy feos -le recordó Mariel. La chica había ladeado su cabeza hasta centrar su vista en Charles, quien le sonreía de una manera bastante agradable. Sintió el pinchazo del aguja en la piel y pegó un pequeño respingo.

-Lo hice para provocarte -le respondió Charles burlándose de ella.

-Me di cuenta, Leclerc. Eres un granito en el culo -siguió diciéndole Mariel mientras veía por el rabillo del ojo como Judith comenzaba a coserla.

-Pero tengo el culo muy bonito -Mariel rodó sus ojos y terminó apretando sus labios. No quería, pero no lo pudo evitar, una lágrima rodo por su mejilla, fruto de la impotencia que había sufrido durante el accidente- tranquila, ya casi acaba. Lo estás haciendo muy bien, pequeña. Eres muy valiente.

Mariel apretó la mano de Charles y esbozó una leve sonrisa, sonrisa que solo era para él. Se permitió el piloto alzar una de sus manos y posar las yemas de sus dedos en la mejilla de la chica. Su piel era muy suave, casi de terciopelo. La acarició muy despacio mientras sentía como los latidos de su corazón se agolpaban en su pecho.

-Pues ya está -dijo Judith terminando de cerrar la herida de la rodilla- te quedará una pequeña cicatriz, pero, te voy a mandar una pomada para que te la eches cuando pasen quince días. Puedes apoyar la rodilla, pero no hoy. Hoy tienes que hacer reposo.

-De acuerdo -le contestó Mariel muy agradecida por haberla ayudado- muchas gracias, Judith. Gracias por todas las molestias.

-No es nada. De verdad.

Judith salió de la habitación dejando a los dos jóvenes a solas. Un ligero suspiro salió de la garganta de la chica sintiéndose de nuevo bastante inútil por estar así.

-He llamado a tu tía, para que no se preocupara -le contó Charles mientras la ayudaba a incorporarse en la camilla- y le he dicho que te quedarás en mi casa hasta mañana.

-¿En tu casa? -Mariel estaba algo aturdida a causa de los calmantes y de la propuesta de Charles.

-Mariel, aún sigue lloviendo. De forma torrencial. Y ya has escuchado a Judith, tienes que hacer reposo. Vivo dos plantas más arriba, apenas tendrás que moverte.

-¿Tengo otra opción, Leclerc? -Charles le dio una sonrisa burlona y negó con su cabeza.

-Conmigo no, cherié.

📅 MÁS TARDE

Mariel se tiraba de la camiseta para intentar tapar un poco más sus muslos. Charles le había dado una de las de Ferrari, y un pantalón suelto que no era capaz de ponerse porque le molestaba en las rodillas.

-¿Todo bien? -Charles llamó con los nudillos en el marco de la puerta y miro como ella se giraba en el espejo. Tragó saliva al fijar su vista en esas torneadas piernas desnudas y no quiso subir más allá sus ojos, pues sabía que se perdería.

-Me molesta el pantalón, ¿te importa que no me lo ponga?

-No, no te preocupes. Tampoco es que haya mucho que ver -le dijo él con una burlona sonrisa, algo que le hizo rodar a ella sus ojos pues sabía que el monegasco la estaba provocando.

-Lo mismo digo, Leclerc, que pierdes el glamour en pantalón de chándal -ella le señaló el sencillo atuendo que él usaba para estar por casa, que aunque ella quisiera negar, le sentaba demasiado bien.

-Pero si yo estoy guapo hasta en pijama -ahora fue el turno de Charles de provocarla, algo que hacía para que ella dejara de estar tan nerviosa, pues era algo que no podía esconderle.

-Uy, si, loca me tienes pensando en si será de rayas o de cuadros.

-¿Tienes hambre? -él intentó desviar la conversación hacia otro lado, pues la visión de las piernas desnudas de Mariel, le habían turbado un poco. Bueno, un mucho.

Y luego estaba ese olor a lirio, el cual lo turbaba a causa de su embriagadora fragancia. 

-Si. Creo que no he tomado nada desde el desayuno. Iba a casa a comer cuando me atropellaron -Charles chasqueó su lengua intentando esconder lo irritado que estaba, algo que a ella no le pasó desapercibido.

-Lo vi todo, Mariel -le dijo el chico rememorando el momento, y sintiendo como se enfadaba de nuevo- vi como ese imbécil pegaba su coche a tu bicicleta y cuando vi que eras tú y que te caías, te juro que por poco me da un infarto. Dejé hasta las llaves del coche puestas y salí corriendo, al ver que estabas tirada en la carretera.

Lo que vio Mariel en los ojos de Charles, fue verdadera preocupación por ella, algo que la desconcertó pues pensaba que él la odiaba y que no la soportaba.

Nada más lejos de la realidad.

Porque este fue el momento en el que la vida de Mariel y Charles empezó a cambiar para empezar a acercarlos un poquito más cada día.

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