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2. Ira

🕰 MÁS TARDE

Estoy enfadado. Muy molesto. Gina ha tomado una decisión sin consultarme, algo que me jode porque eso me aleja más de ella. Llevamos una hora de viaje y apenas hemos hablado. Yo no he querido hacerlo, percatándome del fastidio en ella por mi decisión. 

-Me dejaste la casa. Te dije que no la quería y aún así, me la dejaste. No te cabrees ahora si quiero venderla -sus palabras enfadadas, me hacen a mi estarlo aún más. 

-¿Necesitas dinero? ¿es eso?

-¡No! no necesito dinero. Es sólo que...

Gina se calla de golpe, ladeando su cabeza hacia un lado. Solo desvío mi mirada de la carretera un segundo para percatarme de como se muerde nerviosa el labio inferior, despejando lo que sea que le molesta en uno de sus ojos, con los dedos de su mano derecha.

-No puedo estar ahí y verlo en cada rincón de la casa. Creí que podría soportarlo, pero, cada vez es peor, Mario.

Sus amargas palabras construyen un doloroso nudo en mi estómago. Por mucho tiempo que pase. Por mucho que intente llenar el vacío con miles de planes, siempre acude mi hijo a mis pensamientos. Maldiciendo su repentina muerte que tanto nos destrozó a los dos.

No le respondo y en su lugar tomo una salida secundaría, la cual, después de un par de metros, nos deja en las inmediaciones de un polígono industrial. Detengo mi coche, dejándome caer sobre el volante al hacerlo, recriminándome el no haberme dado cuenta antes de los motivos que Gina podría tener para querer vender la casa.

-A lo mejor debería habértelo dicho -me cuenta con algo de cautela, bajando esta vez, el tono de su voz. 

-No, no tenías porqué hacerlo. Tienes razón, la casa es tuya y puedes hacer lo que quieras con ella. Y entiendo tanto que no quieras estar ahí, el problema es no haberme dado cuenta antes -le contesto apartando la cabeza del volante para dejarme caer sobre el asiento- te dejé de lado una vez que él ya no estaba.

-Bueno, ya no éramos nada, Mario. No tenías porqué preocuparte por mi.

-No lo seríamos, pero, el desear que estés bien, eso es algo que siempre voy a querer en la vida. Me refugié en mi dolor y en intentar salir adelante, sin preocupare por como estarías tú.

-Oh, joder, Mario, la hora de los reproches viene tarde. Porque ni los necesito ni los quiero.

No puedo enfadarme con ella. Ni recriminarle nada porque tiene razón en todo. Pero, la culpabilidad es algo que no va a desaparecer en mi en la vida, y la llevaré siempre mientras viva.

Ninguno parece querer hablar y estoy a punto de arrancar el coche para proseguir mi camino cuando la pantalla del cuadro de mandos, vibra con una llamada entrante, contemplando con fastidio que se trata de la madre de Arancha. No quiero cogerle el teléfono, pero, después de colgarle un par de veces, decido contestar y deshacerme también de esta señora.

-¿Si? -contesto con fastidio, percatándome de que Gina está pendiente también de la llamada.

-Mario, dice mi hija que no le funciona la llave para entrar a casa.

-Dígale a su hija que he cambiado la cerradura y que hay un guardia de seguridad dando vueltas y como la vea intentando acceder a mi casa, tiene vía libre para denunciarla -le respondo apretando mis dedos sobre el volante.

-¡Mario, por dios! -exclama la buena señora que tanto se ha aprovechado de mi, igual que la hija.

-Ni por dios, ni por nada, Ana. Debería caérsele la cara de verguenza por lo que su hija me ha hecho.

-Todo esto es un malentendido, Mario. Deberíais hablar. Mi hija no ha hecho nada -repite ella una y otra vez como si quisiera convencerse a si misma.

-¡Su hija es una puta! ¡eso es lo que ha hecho!

El grito de Gina coincide con ella cortando la llamada, dejándome aún más sorprendido, pero, sin enfadarme por lo que ha hecho. Cierro mis ojos y vuelvo a abrirlos de nuevo, buscando su mirada, quien aún sigue mostrándose bastante molesta. Y no sólo conmigo.

-Te diría que lo siento, pero no es así -es lo primero que Gina me dice sin dar muestras de arrepentimiento alguno por lo que ha hecho- esa mujer es horrible. Y tiene mucha cara, ella y su hija.

-Lo sé -le admito con pesadez.

-Hubo un tiempo que me martirizaba queriendo saber porqué lo hiciste. Necesitaba que me lo dijeras, pero, estaba tan centrada en Matías, que decidí que no me importaba, y sinceramente, ahora no tiene sentido querer echarte las cosas en cara. 

Gina siempre ha tenido mucho temperamento. Es una persona que siempre ha ido de frente, y muy clara con sus ideas. Pero desde lo de nuestro hijo, ella se encerró en una coraza no dejando que nada la afectara, simplemente se alejaba de todo lo que le hiciera daño.

-¿Necesitas que te dé mis razones? ¿Necesitas que te admita que cometí el mayor error de mi vida al engañarte? -no quiero que mis palabras suenen como reproche, porque realmente no lo son. Pero no para ella.

Gina casi ni se inmuta. Manteniendo esa expresión calmada que se ha convertido en lo más característico de ella. Una vez me dijo que después de lo de Matías, no creía que hubiera nada más en el mundo que pudiera hacer que se preocupara, y puedo confirmar que en ella, es así. 

-No, Mario, sólo quiero que me digas si la culpa de que me dejaras, fue mía, para que la próxima vez que esté con alguien no cometa los mismos errores que contigo. 

🕰 MÁS TARDE

Odio los silencios. Sobre todo los odio con ella. Estamos a mitad de camino de nuestro destino y he decidido parar para estirar las piernas y tomar café. Sus palabras me han afectado, pues ella piensa que todo lo que pasó fue por su culpa. Y no es así.

-Rutina. Eso era lo que sentía. Y no por ti, sino por mi -me siento al lado de Gina, quien bebe de su café para llevar, mirando los campos de amapolas que se ciernen frente a nosotros.

-Así que Matías y yo éramos rutina -me contesta con amargura- genial, Mario, lo estás arreglando por los cojones.

-Gina, llevábamos juntos desde el instituto. Lo hicimos todo los dos por primera vez. Tú fuiste mi primera chica, la primera chica que besé, con la que perdí mi virginidad...

-Y querías algo más porque te aburrías -Gina aprieta sus labios uno contra el otro, bebiendo de su taza de café. 

-Si te digo la verdad, a día de hoy, no sé ya ni lo que quiero. Lo tenía todo, una mujer impresionante y un hijo maravilloso. La vida perfecta. Aunque el perfecto no era yo. En un segundo os perdí a los dos. Me aferré a mi nueva vida rezando porque esta vez todo fuera bien, pero, resulta que el problema no estaba en los demás, sino en mi -trago saliva intentando que el nudo que tengo en mi garganta desaparezca, algo que parece que no va a suceder.

-Si no te conociera, pensaría que me estás diciendo todo esto por pena, pero, me estás asustando Mario -puedo ver en Gina que en verdad le preocupa como esté, algo que me alivia aunque ella tiene razón, no quiero que me compadezca.

-Gina, la cagué, y mucho contigo. No pensé en nada. Solo me dejé llevar deslumbrado por una mujer que supo ver mis carencias y yo la dejé aprovecharse de ellas. 

-No le eches todas las culpas a Arancha, Mario -me pide ella chasqueando su lengua un par de veces y apurando su café a continuación.

-Y no lo hago. Toda la culpa es mía, porque te dejé escapar. Después de perderlo a él, perderte a ti fue lo peor que me ha pasado en la vida.

Gina no me contesta. Se limita a escucharme, para, ponerse en pie minutos después. Comienza a dar vueltas de un lado a otro, llevando sus manos a sus caderas y resoplando un par de veces. Solo pasan unos segundos cuando su mirada caramelo busca la mía, aún manteniendo ese gesto serio y austero que me ofrece.

-Lamentarse por algo que sucedió hace un año, te juro que de verdad, por lo menos a mi, no me merece la pena. Lo único que quiero es seguir adelante y si estos días nos sirven a ambos para perdonarnos, aprovechémoslos. Yo solo quiero tener una vida -sus palabras me producen cierta aprensión. Creo que ahora más que nunca me estoy dando cuenta de todo lo que ella ha sufrido. No solo perdió un hijo, sino también al padre de su hijo, un puto cabrón que se olvidó que existía cuando lo que los unía ya no estaba.

-¿Crees que podremos volver a ser amigos?

-Tú y yo nunca fuimos amigos, Mario. Desde el momento que nos conocimos, quisimos estar juntos y fue lo que hicimos. Ya no queda nada de aquella pareja que se quería comer el mundo juntos. Pero tampoco quiero que haya rencor entre nosotros. No quiero olvidarte pero tampoco quiero recordar todo el daño que me hiciste.

Duelen. Sus palabras duelen de la hostia. Pero, me tengo que joder y asumir todo lo que ella me dice. Nunca hablamos de mis porqués. Nunca le dije porque prefería a Arancha antes que a mi familia, pero, en sus ojos puedo vislumbrar lo mucho que aún sufre por ello, aunque me lo intente negar con sus palabras. 

-¿Sabes porqué dolió menos tu traición? -levanto mi mirada para ver como Gina, brazos en jarra, se sitúa delante de mi. Su labio inferior le tiembla ligeramente y aunque intenta mantener esa pose de que no le importa nada, la conozco, y sé que todo esto si que le afecta.

-Me va a joder que me lo digas, pero, adelante -Gina se muerde ese labio que temblaba tomándose unos segundos para contestar.

-Porque ya no te amaba tanto como antes.

Sus palabras son como un jarro de agua fría que ahora mismo mi cuerpo recibe. Amor. Ese amor romántico y desesperado por una persona, solo lo he sentido una vez en la vida, y ha sido por ella. Y que me diga que dejó de quererme, duele, porque yo, a pesar de que la engañé con otra, de que la dejé para irme a vivir con la mujer con la que le fui infiel, no dejé de quererla ni un solo segundo.

🕰 MÁS TARDE

Solo queda una hora para llegar a nuestro destino. Espero a Gina sentado en la barra de un restaurante de carretera apurando mi tercer café del día. A medida que pasan las horas creo que me voy arrepintiendo de este viaje, pues ella apenas me habla y sigue con esa molesta actitud hacia mi. Algo que por otra parte, no puedo reprocharle.

-Disimula por dios, y sígueme el juego -siento los brazos de Gina envolver mi cuello haciendo que me gire hasta tener su rostro a pocos centímetros de los míos. Su boca luce extremadamente jugosa y que disponga de ella a tan poca distancia es toda una tentación- ¿me has pedido el zumo de naranja, mi amor?

-Claro, como a ti te gusta, bien fuerte -Gina me sonríe haciéndome un gesto con sus ojos. Detrás de ella dos rubias con sendos atuendos más para un lugar de playa que un sitio del interior, no pierden detalle de nuestra conversación.

-Gracias, cariño, estoy muerta de sed -alargo mi mano para darle a Gina ese zumo, tomándolo ella con una de sus manos mientras la otra permanece en mi cuello. Bajo las mías hasta atraparla de la cintura, atrayéndola más hacia mi cuerpo.

Podría pensar que a ella no le afecta que la toque pero sé que no es así pues tiembla ligeramente al sentir mis manos sobre ella, aferrándose mis dedos en su cintura, como si quisiera marcarla de nuevo. 

-¿Me dices que ha pasado? -mi boca busca su cuello consiguiendo que su piel se erice cuando mi lengua lo recorre muy despacio. Si lo que buscaba Gina es alejar a las rubias de mi, no lo está consiguiendo pues estas se muestran aún más interesadas en nosotros de lo que parece.

-Se estaban jugando en los baños quien te llevaba al parking de camiones para follarte -sus palabras me dejan bastante sorprendido, no por las intenciones de las rubias, sino porque ella las esté haciendo desistir- y mientras la otra te grababa.

-Oh, joder -me aparto de su cuello poniéndome frente a ella. Gina esboza una pequeña sonrisa antes de terminar de beberse su zumo- ¿nos vamos ya?

-Si, por favor.

Aún con Gina agarrada a mi, le pago al camarero nuestras bebidas y después de tomarla de la mano, ambos abandonamos el restaurante. Nuestros presurosos pasos nos dirigen a mi coche, sin percatarnos de que las rubias nos siguen.

-Mario, creo que...

-Lo sé, también las veo.

Tiro de Gina sin casi hablar, llegando al coche. Agradezco que sea de día y que de pronto, un autobús de jubilados acabe de estacionarse al lado nuestra, pues, no me fío de dos tías, cuya nuez en la garganta es más pronunciada que la mía.

-¡Eh! ¡Vosotros!  -nos grita una de las rubias, intentando llamar nuestra atención.

-Por 30 euros te la chupo y dejo que ella mire.

Abro mis ojos de forma desmesurada, encontrándome con la mirada perpleja de Gina. Solo tengo que pulsar el botón del mando para que ella abra la puerta y ambos entremos dentro.

-Y por 20 le chupo yo el coño a ella -añade la otra rubia ante nuestro estupor.

-No, gracias, mi novio ya me lo chupa gratis -le grita Gina antes de cerrar la puerta del coche intentando contener la risa.

-Ay, joder, Gina, no las alientes.

La morena me da una mirada burlona y hasta me saca la lengua al hacerlo. Con rapidez, pongo el coche en marcha saliendo del estacionamiento, no sin antes ofrecernos las rubias una panorámica de sus atributos, pues se han levantado el vestido que llevaban, y si, efectivamente, no es almeja, sino pepino lo que hay entre sus piernas.

-¡Lo sabía! -grita Gina aún mirando hacia atrás- ¡sabía que eran dos tíos!

-Son transexuales, Gins.

-No, no lo son, no están operados y hablaban en masculino -me rebate ella aún mostrándose divertida por lo que acabamos de ver- por favor, que mal rato, pensé que iban a sacar algo con lo que amenazarnos.

-Si sacarlo lo han sacado, llevaban un buen... instrumento.

Gina empieza a reírse, primero una pequeña carcajada para acabar riéndose sin parar. Su contagiosa risa, hace que yo también lo haga, casi llorando recordando el momento que acabamos de vivir.

-Hubiera sido de titular de periódico, EMPOTRAN A MARIO HERMOSO CONTRA UN CAMIÓN EN UN RESTAURANTE DE CARRETERA -Gina aprovecha la situación que hemos vivido para ofrecerme titulares de noticias al cual más enrevesado.

Lo que acabamos de vivir, nos da conversación para el resto del viaje, agradeciendo con alivio que Gina esté más calmada e incluso más suelta conmigo. Puedo vislumbrar en ella a esa maravillosa e increíble mujer de la que me enamoré, consiguiendo que mi corazón sufra un pequeño vuelco cada vez que la miro. 

Porque aunque quiera y deba negarlo, Gina sigue afectándome de la misma jodida manera. 

🕰 MÁS TARDE

-Gracias, Candela, gracias por encargarte tan rápido.

Aprieto la mano de la mujer, vecina de mi madre de toda la vida, quien nos ofrece una cálida sonrisa antes de retirarse. Esta mañana me puse en contacto con ella para pedirle que le diera un repaso a la casa antes de venir. Candela tiene una llave, y un par de veces al mes se encarga de limpiarla y tenerla preparada. Así que, nos vamos a encontrar conque está lista y limpia.

Gina sube los escalones, encargándome yo de nuestras maletas. Es atravesar la puerta y todos los recuerdos vividos aquí, se agolpan de forma significativa. Aquí dio Matías sus primeros pasos, el primer verano que también conoció el mar.

-Dios, Mario, no pensé que fuera a ser tan duro.

Solo con mirarla sé perfectamente lo que siente. Como está y en lo que piensa. Dejo las maletas en el suelo, acercándome a ella. La rodeo con mis brazos, buscando Gina poner su cabeza en mi pecho. Sus dedos se posan en mi cuello, recibiendo este el cálido roce de sus yemas. Ambos permanecemos en silencio, siendo nuestras respiraciones lo único que se escucha en el vestíbulo. Los alterados latidos de su corazón, se estrellan contra los míos, causándome cierto desasosiego que ella se encuentre así. 

-Si quieres nos vamos -le propongo muy preocupado por verla así- no tiene ningún sentido estar aquí, si tú no estás bien.

Gina se separa de mi pecho, llevando su mano a las mejillas para quitar un par de lágrimas que acaba de derramar. Me duele verla así. Los recuerdos se agolpan en mi cabeza pensando en la última vez que la vi llorar y como me partió el alma al igual que hoy. 

-Estoy bien, de verdad, Mario. Ha sido solo la impresión de volver a estar aquí. Solo eso -Gina pone una de sus manos en mi mejilla. Sentir de nuevo el roce de sus dedos en mi piel, se siente demasiado bien. Más de lo que pensaba- ¿Y si deshacemos las maletas y salimos a cenar? 

-Candela ha llenado la nevera de comida, pero, si te apetece salir, lo hacemos.

-¿A todo lo que te pida me vas a decir que si? -Gina pone sus manos en su cintura, mostrándome una juguetona y arrebatadora sonrisa, una que adoro ver en ella y no las tristes que me ha ofrecido antes.

-Has accedido a ir de viaje con tu ex-novio cabrón, no puedo negarte nada -le admito encogiendo mis hombros, ganándome de ella una carcajada. 

-¿Sabes? prefiero cenar en casa. Recuerdo que solíamos hacerlo en el porche mientras veíamos a lo lejos las luces del puerto.

-¿Cerveza y bocadillo? -le propongo ganándome otra de sus carcajadas, unas que deseo que no sean las únicas que me regale.

-Suena a planazo, Mario -ella se da la vuelta para tomar su maleta, no sin antes morderse los labios algo pensativa- me voy a la habitación amarilla, porque sigue siendo amarilla, ¿verdad?

-Lo es, pero, yo me iré allí. Quédate tú en la de matrimonio. Eres mi invitada y merecer despertarte viendo el mar. Aún recuerdo lo mucho que te gustaba hacerlo.

-No te lo voy a rechazar, Mario. Eché de menos tanto esos amaneceres.

Gina deja rodar su maleta por el suelo, perdiéndose por el pasillo que lleva a los dormitorios. 

Ella echó de menos los amaneceres y yo la echo de menos a ella. 

" No fueron los únicos oncólogos a los que Gina y Mario acudieron. Con el primer diagnóstico, osteosarcoma nucal, buscaron los mejores médicos tanto en España como en Estados Unidos, que pudieran darles una solución y un tratamiento. Pero, todos coincidían en lo mismo. El cáncer de Matías era tan agresivo, que no se podía hacer nada por él.

Las lágrimas fueron sus compañeros durante días. Semanas. Negando cada uno de ellos algo tan evidente que no querían ni pronunciarlo en voz alta. Horas hablaron la pareja sobre que hacer y como actuar, llegando ambos a la misma conclusión. Harían feliz a su hijo, lo que tuviera que estar en este mundo.

Eurodisney. El parque de Mario Bross en Japón. El zoo, una estación de bomberos... y todos aquellos lugares a los que su pequeño no había podido asistir, fueron sus destinos en las siguientes semanas. Alternadas con visitas al hospital, donde Matías tenía que pasar un par de días para vigilar el desarrollo de su enfermedad.

-Mami, cuando me ponga bueno, ¿podré ir a cole? echo de menos a mis amigos -Gina acariciaba la cabeza de su hijo, conteniendo unas lágrimas en las que ya se había convertido en experta en esconder.

-¿Qué te parece si hacemos una fiesta en casa y así invitas a todos tus amigos? -le propuso ella al ser consciente de lo mucho que su hijo necesitaba una cierta normalidad, pues ir al colegio ya era inviable debido al avanzado estado de su enfermedad.

-¡¡¡ Siii !!! -le contestó él muy emocionado- ¿puedes llamar a papá y se lo cuento?

-¿Qué me quieres contar, enano?

Sonrío Gina con alivio al ver a Mario entrar por la puerta de la habitación del hospital. La relación entre ambos era cordial, por el bien de su pequeño. Aún no eran del todo conscientes de que un día, lo que les unía, los separaría.

Vivían por y para su hijo, y lo demás, les daba igual.

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