Capítulo 9: ¡Te lo debo!
Sentado sobre la butaca alta frente al atril de la sala de música, Shoto mantenía la guitarra apoyada sobre su pecho, sus ojos fijos en la hoja de la partitura y el bolígrafo agarrado entre sus labios. Tenía que acabar la canción esa misma noche y por la hora que era, estaba seguro de que iba a estar toda la noche trabajando en ella.
La última nota que tocaron sus dedos le hizo fruncir el ceño y cerrar los párpados con fuerza. Escuchar la composición de sus propias manos le hacía ver los errores. Aquella última nota no era la mejor para la composición. Resopló, apartó sus manos de la guitarra y agarró con la derecha el bolígrafo de sus labios para tachar la última nota de la partitura y pensar en otra que siguiera mejor el ritmo que deseaba crear. Iba a ser una larga noche. No era fácil tener que estar tocando, componiendo y rectificando, pero no quería tener que llamar a Iida para que le ayudase tocando la guitarra para él únicamente centrarse en lo que escuchaba y rectificar.
Cambió la nota y cuando iba a regresar a la guitarra para iniciar de nuevo la última estrofa, escuchó cómo alguien llamaba a la puerta y abría. Era Izuku. Verle allí con el rostro algo pálido le hizo preocuparse. Estaba claro que también le había pillado por sorpresa la proposición que le había hecho su representante.
— Lo siento, Shoto. No quería interrumpirte, pero...
— No pasa nada. Siéntate si quieres. Supongo que vienes a hablar del tema que ha propuesto nuestro representante.
— He... aceptado – susurró con rapidez sabiendo que Shoto nunca se andaba con rodeos. Era mejor decírselo lo antes posible y solventar sus dudas.
Izuku se sentó en el taburete de al lado y miró la partitura llena de tachones. No le estaba siendo nada fácil componer esa canción, pero la verdad era que cada vez que escuchaba a Shoto tocarla, le gustaba más. Era un gran compositor.
— Se te está complicando esta canción, ¿no es así?
— Es un infierno.
— Pero creo que es la mejor que has compuesto hasta el momento.
— Gracias – susurró Shoto con delicadeza pese a que le había cambiado del tema principal –. Sabes que no hacía falta que aceptases.
— Shoto... eres mi mejor amigo y sé que era importante para ti tener una segunda guitarra. Muchas veces no entiendo tus decisiones y lo sabes – sonrió Izuku – pero siempre tienes tus motivos, así que... si tú puedes hacer esto para que ese chico se quede en la banda, yo también puedo hacer un esfuerzo. Además, no es como si tuviera que besarte ni nada así, sólo han dicho que dejemos vernos más cercanos pero sin llegar a nada. No tengo problema con ponerme a tu lado cuando acabemos los conciertos o en lanzarte alguna mirada de vez en cuando para que crean lo que no es.
Shoto sonrió. Izuku siempre veía las cosas de forma positiva, pero tenía razón. Realmente no tenían que hacer nada, sólo fingir cosas muy superficiales. La imaginación de las fans haría el resto.
— Gracias.
— Iré a decirle a Bakugo que se queda. Supongo que no has ido aún al faltar mi decisión.
— Gracias, Midoriya.
— Te dejo trabajar. Supongo que te han pedido eso en la mayor brevedad posible o no estarías aquí. Si puedo ayudarte con algo, estaré en mi cuarto.
— Lo tendré en cuenta, pero no sabes tocar la guitarra – sonrió Shoto –. De todas formas, agradezco tu ofrecimiento.
***
El tenso silencio reinaba en la mesa. A Bakugo, el silencio no le disgustaba, sin embargo, sí le molestaba saber lo que todos pensaban allí: Shoto no había bajado a cenar. Su silla seguía vacía y el plato de arroz al curry que él mismo había preparado se enfriaba lentamente mientras el resto comía. Todos le habían dicho lo delicioso que estaba, sin embargo, el único que no había pronunciado palabra alguna era Izuku Midoriya. Él estaba muy preocupado por ese bastardo.
— Ya estoy harto – se quejó Bakugo frente al asombro de todos los presentes.
Allí nadie se atrevía a decir palabra alguna, pero él sabía que todo eso era su culpa. Shoto le había prometido a él precisamente, bajar todos los días a comer con ellos, pero se había echado atrás por algo y todos sabían el motivo. Era muy posible que estuviera trabajando porque había prometido acabar esa dichosa canción que tanto le exigían para permitirle a Bakugo quedarse en la banda. En el fondo, Bakugo se sentía culpable de esa situación, pero jamás lo aceptaría en voz alta.
Agarrando el plato del sitio donde debería estar Shoto y después el suyo, se alejó hacia el pasillo. Iría a ver qué estaba ocurriendo en la sala de música con ese chico y si era necesario... le obligaría a detener el trabajo para que comiera algo.
— Kacchan...
La pronunciación de esa abreviación de su nombre sólo podía venir de una persona de la mesa. Izuku Midoriya siempre era más abierto y se tomaba confianzas con mayor rapidez, sin embargo, a Bakugo no le importó demasiado que abreviara su nombre. Se giró a mirarle con cara de enfado.
— Gracias – susurró nuevamente Izuku con una inocente sonrisa. Tampoco le sorprendió que lo hiciera. Kirishima ya le había comentado que Izuku y Shoto eran mejores amigos desde que iniciaron el conservatorio de música. Era normal que se preocupasen el uno por el otro.
— No me agradezcas nada, nerd. Ese imbécil tiene que comer si no quiere fastidiar el próximo concierto con algún desmayo.
Pese a que Bakugo quería parecer desinteresado, no pasaba inadvertida la preocupación que sentía por Shoto. Eso, en parte, les alegró a los integrantes de la banda. Era pronto para ese chico, pero estaba intentando encajar allí. Estaba claro que Shoto le había defendido de los representantes y ahora Bakugo quería intentar compensarle por aquel acto. Ninguno mencionó palabra alguna. Dejaron que Bakugo se marchase con ambos platos, al fin y al cabo, a todos les interesaba que Shoto comiera.
Cuando Bakugo llegó a la sala de música, la puerta estaba abierta y Shoto seguía trabajando en la composición. Debía ser un tormento para él tener que estar pasando de la guitarra al papel todo el tiempo. Bakugo dejó uno de los platos sobre una de las mesillas cercanas y tocó con los nudillos a la puerta abierta para avisar de que estaba allí. Shoto se giró al instante.
— Deberías comer algo – sugirió Bakugo – y supongo que me dirás que no tienes tiempo para bajar y todo eso así que he decidido traerte la comida aquí.
— Gracias. Puedes dejarlo ahí – volvió a girarse Shoto hacia la composición para seguir.
— No lo haré. En cuanto me marche, sé que volverás a trabajar y te olvidarás de cenar. Voy a quedarme aquí a cenar contigo.
Bakugo no esperó ni siquiera una respuesta, se sentó en una de las butacas con el plato en la mano y le tendió el otro plato a Shoto. Al ver que ese chico no se marcharía con facilidad, Shoto resopló antes de quitarse la cinta del bajo eléctrico y apoyarlo entre el suelo y su butaca para poder agarrar el plato que le daban.
— Gracias.
— Te han pedido que la acabes para que me quedase, ¿verdad? – preguntó Bakugo, llevando el primer bocado del arroz al curry a su boca.
— Más o menos. Es una de las cosas que me han pedido.
— Ya veo. Te ayudaré – susurró.
Shoto miró a Bakugo con dudas. Era cierto que Bakugo sí podía echarle una mano, pero aun así, no quería pedírselo a nadie. Era un problema suyo y nada más que suyo.
— Puedes irte a dormir. Ya has hecho bastante con la cena. Acabaré enseguida.
— Aún te falta más de la mitad de la partitura. No acabarás esta noche si no te ayudo. Iré a por mi guitarra al cuarto. Yo tocaré lo que escribas y tú podrás rectificar mucho más rápido.
***
— Yo bajaría una octava – susurró Bakugo en cuanto dejó de tocar la guitarra y vio a Shoto dubitativo frente a la partitura.
— ¿Tú crees?
— Por el tono de tu voz, creo que estarás más cómodo si la bajas en esta parte.
— Vale. Probemos. Bajemos una octava a ver cómo queda.
Era la primera vez que un compositor le escuchaba. Cuando estuvo en el conservatorio, pese a que todos le trataban como a un genio con un don increíble para la música, pocos componían a su estilo o para él. Su estilo era tan diferente que preferían componer canciones que fueran más asequibles para cualquier estilo. Shoto, en cambio, llevaba un buen rato quebrándose la cabeza para encajar su estilo de "Open G" al resto de la banda, incluso a su propio tono de voz.
Al escuchar la bajada de esa octava, todo parecía encajar mejor o eso pensó Shoto. Tenía que unir todos los estilos y por fin parecía estar encajando todo poco a poco. Bakugo sonrió mientras tocaba. Realmente se sentía feliz de que alguien tomase en serio su estilo.
— Ey, Shoto... – susurró Bakugo.
— ¿Sí? – preguntó con el bolígrafo entre sus dedos para continuar escribiendo el siguiente tramo.
— Quería darte las gracias. Eres el primero que no me hace cambiar mi estilo.
— Ya te dije que puede ser beneficioso. El open G es algo no demasiado habitual de escuchar y creo que será novedoso. Me gusta cómo queda en esta canción y estoy seguro de que también les gustará a los representantes. ¿Estás listo para ser presentado en sociedad?
— No estoy seguro. Todavía no han hablado conmigo sobre qué papel tengo que representar.
— Todo irá bien.
— ¿Y me lo dices precisamente tú? – sonrió Bakugo – contigo no acertaron demasiado.
— Aprenderé. Sólo tengo que mejorar mi actitud.
— Sabes tan bien como yo que no se puede cambiar la actitud tan fácil. Si eres un chico reservado y serio, no puedes pasar de la noche a la mañana a ser extrovertido y aparentar ser un rockero, tú no eres así, simplemente eso.
— Es la imagen que buscan en mí. Si no puedo hacerlo, entonces no tendré sitio en la banda.
— Es absurdo. El talento no debería ser cubierto por una actitud. Yo... puedo ser esa persona que buscan.
— Lo sé. El día que te vi en el escenario en el lugar donde trabajabas, cuando hiciste esos gestos con tus manos y sacaste la lengua... – sonrió Shoto – supe que era exactamente esa actitud la que buscan que saque.
— Te enseñaré. Te dije que te enseñaría si practicabas conmigo las canciones del concierto.
— ¿Empezamos mañana entonces? – preguntó Shoto con una sutil sonrisa.
— Acabemos primero con esta composición y si sobrevivimos a esta noche, entonces ensayamos mañana.
***
Eran las siete de la mañana cuando por debajo de la puerta de la oficina, Bakugo pasaba las partituras recién acabadas. Nadie se encontraba en los pasillos, pero a primera hora, el representante entraría a su despacho y vería el trabajo acabado. Estaba feliz de poder descansar al fin. Sus manos dolían de haber estado toda la noche tocando la guitarra, sin embargo, cuando regresó a la sala de música dispuesto a decirle a Shoto que se fueran a descansar, se lo encontró sentado en el suelo con la cabeza echada hacia un lado recostada sobre el asiento del sillón; se había dormido.
Con las plantas de los pies cubiertos con finos calcetines apoyados sobre el suelo y sus rodillas dobladas, todavía sostenía el bolígrafo entre sus dedos. Bakugo no pudo evitar sonreír. Estaba tan cansado que sería imposible despertarle para hacerle llegar a su cuarto. Viendo el panorama, decidió que era mejor taparle allí mismo.
Agarró una de las mantas de uno de los armarios y se la pasó por encima. Tras eso, se sentó en el sillón donde reposaba la cabeza del chico y pese a la mala posición, cubriendo sus piernas con otra manta fina, decidió relajarse unos instantes. Sin darse cuenta, Bakugo acabó durmiéndose también en el sillón.
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