Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 22: La lista; bahía Sagami.

No es que esa noche hubiera dormido demasiado aunque tampoco podía decir que no había dormido nada. El tiempo se mantuvo estable, no hizo frío y tras haber practicado unas cuantas canciones, al final, Shoto fue el primero en quedarse completamente dormido por el agotamiento.

Bakugo se negó a despertarle, más que nada, porque parecía no estar durmiendo demasiado y si lo hacía, no dormía bien o lo suficiente como para sentirse descansado. Por eso mismo, cuando lo vio caer rendido, lo dejó dormir sin decir nada. Se acostó a su lado y le observó durante unos minutos hasta que él también cerró los ojos. Estaba cansado.

Para cuando abrió los ojos, amanecía. Shoto seguía dormido a su lado, tapado con una pequeña manta hasta la mitad de su cintura. Bakugo sonrió al verle dormir tan plácidamente pero parecía tener algo de frío. Las mañanas en la ciudad siempre eran un poco frías, así que Bakugo agarró el límite de la manta y tiró de ella hacia arriba para abrigarle mejor.

Apenas había tardado en despertarse e incluso recogieron todo juntos y fueron a desayunar, pero ahora que se habían vuelto a encerrar cada uno en su cuarto, Bakugo se preguntaba demasiadas cosas. Ese chico realmente era diferente a los que había conocido hasta ahora y, en parte, sentía que cuánto más tiempo pasaba a su lado, más le gustaba. Quizá se estaba enamorando casi sin darse cuenta.

El ruido de los nudillos al golpear su puerta le hizo incorporarse en la cama. La voz pidiendo el paso era sin duda alguna la de su mejor amigo: Kirishima. Seguramente, les habría visto o se habría enterado de esa noche que habían dormido en el patio trasero de la casa y quería informarse o simplemente cotillear.

Cuando le dio acceso, Kirishima entró con rapidez cerrando la puerta tras él. Prácticamente echó a correr desde la puerta hasta el colchón y se lanzó sobre él de rodillas exigiendo un "cuenta", como si realmente, sólo quisiera el cotilleo.

— No sé de qué hablas – se hizo el desinteresado Bakugo, dejándose caer de nuevo en el colchón para dormir otro rato. Estaba cansado.

— No te hagas el indiferente conmigo, sé que Shoto y tú habéis dormido en el patio de atrás.

— Habíamos ido a practicar unas canciones que quiere que me aprenda para el concierto, nada más.

— Ya... y para eso montaste toda esa tienda improvisada.

El sonrojo de Bakugo fue intenso, casi tanto como la sonrisa que tenía su amigo cuando preguntaba acerca de Shoto.

— Ni idea de a qué te refieres. Lo monté por mí, odio la luz cuando se trata de dormir.

— Ya... claro – dijo Kirishima – así que aceptas que ibas a dormir fuera.

¡Pillado! Así se sintió Bakugo con sus propias palabras. Le había dicho que iban solo a ensayar, pero con eso último, prácticamente le había dejado claro que la idea principal era dormir.

— ¡Oh... cállate! – se quejó Bakugo.

— Vamos, cuéntame algo. ¿Te gusta ese chico?

— No voy a contarte esas cosas privadas.

— Pero soy tu mejor amigo. ¿A quién se lo contarías sino?

— Ey... Kirishima, ¿aún tienes las tablas de surf? – preguntó Bakugo cayendo en algo.

— Sí, claro. Aunque ya apenas las utilizo. Creo que la última vez que fui lo hice contigo, en el primer año de conservatorio cuando estudiábamos. El resto de chicos no sabían surfear, así que cuanto tú te fuiste... dejé de ir.

— ¿Podrías dejármelas? – preguntó Bakugo.

— ¿Vas a ir con Shoto? – sonrió Kirishima con un toque de niño travieso.

— Puede...

— Shoto no sabe surfear, ya te he dicho que en el conservatorio no encontré a nadie que supiera y viniera a acompañarme.

— Quería enseñarle – dijo Bakugo.

— De verdad te gusta, ¿eh? – susurró Kirishima obligando así a Bakugo a girarse pese a su sonrojo – bueno... te las traeré para mañana. Tengo que ir a buscarlas a casa.

— Gracias.

***

Eran las cinco de la madrugada, pero él ya llevaba un rato despierto preparando las cosas. Subió del parking hacia los dormitorios y se quedó tras la puerta de Shoto. Esa misma noche le había escuchado toser bastante, hubo momentos donde hasta quiso entrar para comprobar que estaba bien al parecer que se ahogaba, sin embargo, al escucharle cesar, volvió a su dormitorio. Ahora llevaba al menos varias horas donde no le había escuchado.

Abrió la puerta con mucho cuidado. La habitación se iluminó ligeramente debido a la luz del pasillo, sin embargo, en el interior, todo estaba a oscuras. Shoto dormía, dando la espalda al pasillo.

Bakugo caminó muy despacio hacia la cama y la rodeó para poder ponerse en un lado donde Shoto le viera al abrir los ojos y entonces, se agachó frente a él para poder despertarle. Sabía de sobra que era pronto pero... para cumplir aquel deseo de su lista, tenían que salir ya.

— Ey... dormilón – susurró Bakugo a su lado, acariciando con suavidad su cabeza para que éste abriera los ojos. Lo hizo con mucha pereza. Parecía estar muy cansado.

— ¿Bakugo?

Shoto buscó con la mirada el despertador de la mesilla para comprobar la hora. Por un momento, pensó que quizá se había quedado dormido, que la alarma no sonó. Con la mala noche que había tenido por la tos, era lo más plausible, pero al ver que aún eran las cinco de la madrugada, dudó.

— Nos vamos. Vístete – sonrió Bakugo.

— ¿Irnos? ¿A dónde? Son las cinco de la madrugada.

— Hay una hora hasta la bahía Sagami en Kamakura. Aquí está en tu lista – enseñó Bakugo la lista –. Hacer surf. Vamos, te enseñaré. Las mejores olas aparecerán en breve y a estas horas apenas hay gente, es cuando mejor se surfea.

— ¿También sabes hacer surf?

— Sí. Antes iba bastante.

— ¿Hay algo que no sepas hacer?

— No lo sé... te lo diré a medida que vaya haciendo tu lista realidad – sonrió Bakugo – ahora vístete. Ponte bañador.

Shoto, que se había incorporado ligeramente, dejó caer de nuevo la cabeza sobre la almohada. La realidad era que pocas veces podía dormir bien. Si no eran las pesadillas del día del incendio, era el cáncer y sus síntomas los que le impedían conciliar el sueño. Hoy había tardado mucho en dormirse por culpa de la tos y se sentía realmente cansado, sin embargo... se levantó de la cama para acompañar a Bakugo. No podía dejarlo así ahora que él se había tomado la molestia de hacer todo aquello por él.

Al llegar al parking, Shoto observó las tablas de surf colocadas en la vaca del coche. Se sorprendió.

— No sabía que tenías coche – susurró Shoto.

— No lo tengo. Es el viejo coche de Kirishima, se lo dieron sus padres cuando se sacó el carnet.

— Oh... eso explica muchas cosas. Supongo que él te ha ayudado a subir las tablas.

— Se las he pedido a él, sí. Venga, vamos. Sube al coche, yo conduzco.

— ¿También tienes el carnet?

— Claro que lo tengo. ¿Es que tú no?

— Sí, me lo saqué hace tiempo pero... la verdad es que no he vuelto a conducir desde que lo saqué.

— Sube de una vez – se quejó Bakugo como si tuviera prisa, así que Shoto obedeció enseguida. No le gustaba cabrear a ese chico.

***

Pese a que la bahía estaba a tan solo una hora de Tokio y era una gran zona turística, Shoto jamás había ido a esa playa. Sabía que era una de las que más gustaba a los surfistas, pero él no sabía surfear así que no era un lugar que captase demasiado su atención.

Cuando bajó del coche y cerró la puerta tras él, miró desde el parking la gran bahía Sagami. Era un lugar precioso ahora que apenas había gente. Algunos surfistas estaban en el agua esperando las olas.

— Ayúdame con las tablas – pidió Bakugo al ver que Shoto se había quedado estático mirando la bahía. Shoto se giró entonces hacia el coche para ayudarle.

— Creí que habría más gente.

— Luego se abarrota – dijo Bakugo – sobre todo cuando empiezan a venir los turistas o la gente que tiene vacaciones. En verano es casi imposible venir, pero ahora de madrugada, prácticamente sólo hay surfistas – sonrió Bakugo – se está bien antes de que empiece a llenarse.

Entre ambos bajaron las tablas de la vaca del coche y, agarrando una cada uno, caminaron hacia la playa. Justo en el límite antes de acceder a la arena y pese a que Bakugo ya se había descalzado con rapidez y caminaba delante, Shoto se detuvo. Él apenas iba a la playa en su juventud y ahora que realmente podría hacerlo, al sentir la brisa fría en su piel, le tensó.

Con su cáncer, ponerse malo a estas alturas cuando ya estaba prevista la operación era malo, realmente malo. Sus defensas prácticamente eran inexistentes y había tenido mucho cuidado durante toda la quimioterapia que recibió para no ponerse enfermo, quedándose lo más recluido posible y hoy... estaba allí, rompiendo todas las normas que sus médicos le habían dado.

Por una parte, pensaba que si le quedaba poco tiempo de vida, prefería divertirse pero estaba el caso contrario... ¿y si la operación salía bien y eliminaban el cáncer? ¿Y si podía vivir? Era cierto que ya no volvería a la banda, no sin sus cuerdas vocales, no podría volver a cantar junto a ellos y sus sueños se derrumbarían, pero estaría vivo y podría hacer todas esas cosas... se sentía en un gran dilema.

— ¿Qué haces ahí parado? Venga, descálzate y entra.

Con la tabla de surf bien agarrada, Shoto intentó sonreírle a Bakugo en un intento por ocultar sus dudas y preocupaciones. No quería que el ambiente de la banda cambiase y aunque prefería no tener que ocultar su enfermedad, se veía en la obligación de hacerlo al menos hasta su último concierto. Después de él... contaría la verdad a todos sus compañeros.

Shoto se descalzó y tomando sus zapatillas en la mano libre, caminó tras Bakugo. La arena estaba fría por la humedad y la brisa fresca que corría, tanto que sintió un ligero escalofrío al pisarla. Intentaba no pensar demasiado, sólo caminar tras Bakugo pero... el miedo a resfriarse en esos momentos antes de la operación y que no pudieran intervenirle, eran demasiado fuertes como para simplemente olvidarlos.

Veía las olas, a los surfistas en el agua y entonces, a mitad del camino, Shoto se detuvo de nuevo ante el temblor de su cuerpo. Bakugo ya casi había llegado cerca de la orilla y cuando se giró, vio a Shoto demasiado lejos, todavía a medio camino, lo cual le sorprendió. Era casi como si tuviera miedo a acercarse al agua. Bakugo volvió sobre sus pasos hasta poder acercarse un poco a su compañero, pero la imagen que vio... le congeló: lloraba. Las lágrimas resbalaban silenciosamente por sus mejillas y sus ojos estaban fijos en el oleaje. No parecía ser consciente ni de que él estaba tan cerca. Todo su cuerpo temblaba como si tuviera frío... o quizá miedo, Bakugo no estaba seguro.

— ¿Shoto? – preguntó Bakugo para sacarle de ese trance en el que se había quedado.

— Yo... lo siento, no... no puedo hacerlo – dijo Shoto sin más – sé que te habrá costado mucho planear esto pero... no puedo.

— Shoto... sólo es surf, como mucho te caerás algunas veces en el agua, bastantes diría yo – sonrió Bakugo en un intento por calmarle – pero no vamos a alejarnos de la orilla, así que no tienes por qué tener miedo ni nada así.

— No tengo miedo al surf – dijo Shoto muy convencido de ello – tengo miedo a ponerme malo. Si ahora me resfrío... – susurró sin querer contar lo de su operación – no habrá concierto, no puedo hacer esto ahora mismo. Tengo frío – se quejó.

— Vale, así que es por el concierto. No pasa nada. ¿Quieres que hagamos surf cuando acabe el concierto? – preguntó Bakugo para calmarle. Shoto, en ese instante, se tranquilizó mientras asentía con la cabeza.

Posiblemente no hubiera un "después del concierto", era lo que Shoto pensaba, quizá jamás volvería a esa bahía con Bakugo, quizá él no sobreviviera a la intervención pero... no podía arriesgarse en este momento.

— Vale, cambio de planes entonces. Volvamos al coche. ¿Qué es lo siguiente en tu lista? –. Echó un vistazo rápido Bakugo a la imagen de su teléfono para ver la lista –. Ohhh, esta podemos hacerla: tener una mascota. Vayamos a una protectora – sonrió con las llaves del coche en la mano.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro