Capítulo 20: La lista; aprender a cocinar.
El billar al final no había estado nada mal aunque también pensó que Bakugo querría pasar por el karaoke. Simplemente... se quedaron sin tiempo para hacer todo esa noche, aun así, había sido una de las mejores de su vida. Así lo sentía Shoto. Cuando sus compañeros del conservatorio se iban a disfrutar, él se quedaba ensayando, nunca tuvo amigos con los que disfrutar o irse por ahí, sólo a Izuku y pocas veces quedaban para divertirse debido a sus propios compromisos y las exigencias de su padre. Shoto siempre estuvo demasiado preocupado por el futuro y la banda como para perder su tiempo en divertirse y ahora... con Bakugo, empezaba a disfrutar un poco de lo que era la vida. Quizá era el mejor momento, porque el tiempo se le acababa.
Dejándose caer sobre el colchón de su cama, Shoto pensó en ello. ¡Futuro! Él ya no tenía un futuro al que ir. Quizá la operación si saliera bien, quizá ese cáncer no lo matase, pero ahora mismo, él no estaba demasiado positivo frente a la situación. En estos momentos... sólo pensaba en cómo estaba perdiendo su voz, en el cansancio extremo que tenía y en su falta de apetito. La medicación que le dieron no estaba funcionando y eso no era bueno. ¿Cómo no ponerse en lo peor cuando te sentías cada vez más débil?
Agarró el teléfono que había dejado encima de su mesilla de noche y se dispuso a escuchar algo de música antes de dormir como solía hacer cuando no leía. Se colocó los auriculares en los oídos y pulsó el botón de play escuchando entonces algo que no era música precisamente. Él siempre dejaba la radio en el mismo canal, le gustaba escuchar la variedad musical que ponían pero... hoy había un idioma que no entendía y que pronto identificó. Sonrió; era francés.
Miró su teléfono para darse cuenta de que, efectivamente, era la radio, pero transmitían algo en francés. ¿Cómo narices Bakugo había encontrado aquello? Él no lo sabía, ni siquiera sabía cuándo lo había estado buscando, posiblemente mientras era su turno en la mesa de billar.
Con esa sonrisa de tonto en su rostro, terminó por recostarse en la cama y seguir escuchando. No sólo era un curso de francés, era cierto que parecían estar enseñando palabras o frases que luego repetían en japonés para que él las entendiera, sino que, a veces, ponían canciones en ese idioma. Era raro y original a la vez. Se quedó allí escuchando un buen rato hasta que sus ojos se cerraron.
***
Sentado sobre la silla de la cocina, Bakugo amasaba la harina en el bol para darle consistencia. Cuando Shoto entró por la cocina y le vio, no pudo evitar mirar dentro del bol cómo los elementos se mezclaban creando esa masa entre blanquecina y algo amarillenta mucho más compacta. Él era horrible cocinando, nunca se le dio bien y hasta pensaba que quizá había llegado a hacer platos tan sumamente malos en la convivencia que ahora nadie le permitía cocinar. Todos le cambiaban el turno y le daban a él otras faenas como lavar los platos.
— "Bonjour" – escuchó Shoto aquella palabra salir de los labios de Bakugo mientras éste sonreía con cierta arrogancia por haberse salido con la suya.
— Bonjour, que faites-vous? – preguntó Shoto en un francés que, desde luego, Bakugo no terminó de entender. Su rostro de dudas hizo sonreír a Shoto.
— ¿Vas en serio? No he aprendido tanto – se quejó Bakugo.
— Tampoco yo, es lo único que sé decir – sonrió calmando entonces a Bakugo que ya se veía incapaz de seguirle una conversación en francés.
— Se te dan bien los idiomas.
— Algo, supongo, pero no he aprendido todavía demasiado, sólo estuve escuchando algunas cosas. ¿Qué estás haciendo?
— Cocinar. Hoy me tocaba a mí.
— Pues te has levantado temprano. Aún duermen todos. Es de los pocos días libres que tenemos. No se levantarán hasta tarde – susurró Shoto.
— Y tú, en cambio, has madrugado para lo tarde que regresamos anoche.
— Últimamente no duermo demasiado bien – susurró Shoto – aunque me siento bastante cansado – tomó asiento en una de las sillas al lado de Bakugo con un vaso de zumo entre sus dedos, apoyado en la encimera donde Bakugo seguía amasando.
— ¿Y sólo vas a desayunar eso? – preguntó Bakugo extrañado.
— Sí. No tengo demasiada hambre.
— Ni hablar, anoche tampoco cenaste demasiado. Te prepararé algo.
— No hace falta, en serio.
— Ya me he puesto a cocinar. Me da igual hacer alguna cosa más.
— ¿Puedo ayudarte? – preguntó.
— ¡Claro que vas a ayudarme! De hecho, está aquí en tu lista... aprender a cocinar, así que pilla uno de esos delantales porque tú y yo vamos a cocinar hoy.
Shoto observó la pantalla del teléfono de su compañero. El desgraciado había sacado una foto de su lista y eso le provocó cierto sonrojo en las mejillas. Podía ver claramente todos los puntos sin tachar de la lista.
No quiso discutir y, en parte, tampoco es que hoy tuviera nada mejor que hacer, así que Shoto caminó hacia uno de los delantales y se lo puso.
— ¿Qué cocinabas?
— Dangos – sonrió Bakugo –. Imagino que los habrás comido alguna vez.
— La verdad es que no – dijo sin más Shoto, lo cual sorprendió a Bakugo.
Todos los niños que él conocía los habían comido. Los padres solían comprarlos en cualquier puesto ambulante y era un dulce típico. Sabía por Kirishima y por Izuku que ese chico no había tenido una infancia fácil ni como los demás, pero... no probar los dangos, eso era como no haber tenido infancia. Él recordaba con suma alegría las veces que comía dangos.
— Tu familia no tiene corazón – sentenció Bakugo al darse cuenta – mira que no darte a probar ni un mísero dango...
Shoto sonrió algo melancólico. ¡No eran una familia normal! Apenas recordaba haber hecho cosas con sus hermanos, ni siquiera jugar. Touya era la excepción porque sacaba tiempo para acompañarle a la escuela, porque se quedaba en casa a cuidar de sus hermanos y esas cosas, pero la realidad era que él solía estar demasiado ocupado ensayando o estudiando. Su padre así lo quiso siempre. Los fines de semana, su madre se llevaba a todos al parque o a algún otro lugar fuera de la casa, pero él se quedaba en la ventana observando su marcha y luego, debía regresar a sus clases junto a su padre. No recordaba ni un día que no fuera igual para él.
— ¿Qué hacías los fines de semana? – preguntó Bakugo por curiosidad.
— Ensayaba y terminaba deberes de la escuela.
— ¿Ya está?
— Sí. Cuando tenía un rato libre, a veces componía porque en casa no había nadie, excepto mi padre. Mi madre solía llevarse a mis hermanos a tomar algo. Los fines de semana pintaban muy bien – sonrió Shoto – al menos ellos volvían con una sonrisa en sus rostros.
Por un instante, Bakugo dudó. Toda la familia se iba por ahí y él se quedaba en casa con su padre a estudiar y ensayar. Eso era realmente macabro.
— ¿Nunca te has divertido? – preguntó Bakugo porque realmente, eso no lo leyó en la gran lista que Shoto tenía de cosas por hacer y que él se había dispuesto a cumplir entera para hacerle feliz.
— Me divierte la música – dijo Shoto sin más de una forma inocente casi como si intentase convencer a Bakugo de que quedarse los fines de semana encerrado componiendo fuera una diversión aterradora.
— Eso no es divertirte – dijo Bakugo muy seguro de sus palabras – yo te enseñaré a divertirte.
— ¿En serio? ¿Y cómo piensas conseguir eso?
Bakugo agarró un trozo de la masa que estaba haciendo y la lanzó con rapidez hacia el delantal de Shoto. Éste sintió el golpe y aunque no le hizo daño, se quedó paralizado unos segundos sin saber qué ocurría. Sus padres siempre le insistían en que no jugase con la comida y ahora...
— ¿En serio? ¿Vas a quedarte ahí sin defenderte? Entonces me lo vas a poner muy fácil – dijo Bakugo al ver que Shoto dudaba sobre qué hacer mientras él agarraba otro trozo de masa del cuenco.
Aquellas palabras parecieron hacer reaccionar a Shoto, quien al ver a Bakugo tomar uno de los bols en sus manos, agarró el más cercano a él con rapidez y se cubrió tras los armarios bajos de la cocina del ataque inminente de su compañero.
Al segundo siguiente, la mano derecha de Shoto se hundió en la masa tomando un trozo para lanzarlo también hacia Bakugo que se había resguardado al otro lado de la isla de la cocina donde ambos habían decidido crear su propio campo de batalla. La primera bola falló, sin embargo, la segunda dio de lleno en una de las mejillas de Bakugo poniéndole un color blanquecino por la harina.
— Con que esas tenemos, ¿eh? – sonrió Bakugo iniciando la carrera para dar la vuelta a la isla y poder pillar a ese chico desprevenido, aunque Shoto, al verlo, trató de cubrirse girando en sentido contrario de donde venía Bakugo para ponerse a cubierto.
Las risas llenaron por primera vez en mucho tiempo aquella silenciosa cocina. Izuku, escondido tras una de las esquinas, no quiso entrar en la cocina. Una lágrima resbaló por su mejilla y no era una de tristeza, sino todo lo contrario. Sonrió, porque era la primera vez que escuchaba la risa de Shoto Todoroki. No era una sonrisa, no... era risa, se divertía. Por primera vez en su vida, ese chico se lo pasaba bien.
Cuando vio a Kirishima ir tan directo hacia la cocina justo al mismo tiempo en que le sonreía a él y abría la boca para decirle algo, Izuku se lanzó sobre él para poner sus manos en su boca y cubrirla. No quería que hablase, no quería que nadie molestase en ese momento.
— Shhhh – susurró Izuku arrastrando a Kirishima hacia la otra esquina para que no pudiera entrar en la cocina.
— ¿Qué ocurre? – susurró entonces Kirishima al ver tan desesperado a su compañero.
— Escucha eso – sonrió Izuku tomando asiento en el suelo con la espalda apoyada contra la pared de la cocina. Kirishima le imitó y escuchó la risa de dos personas.
— ¿Es Shoto? – preguntó Kirishima frente a las dudas. Nunca antes había escuchado a ese chico reír, así que le causó cierto impacto. Izuku afirmó con la cabeza antes de mirar por la esquina y ver a Bakugo tirando del pie de Shoto para que no pudiera escapar, con la bola de masa de harina en su mano.
Aquellos dos se divertían aunque la cocina estaba quedando hecho un auténtico desastre. No dijo nada. Volvió a su lugar a esconderse y entonces, sonrió.
— Creo que deberíamos irnos. Ya desayunaremos más tarde – propuso Kirishima al final.
— ¿Y si nos vamos a desayunar fuera? La cafetería de abajo tiene buena pinta.
— Sí, vámonos.
***
Tumbado boca arriba, con su espalda contra el suelo y con la masa que tenía entre sus dedos pese a la situación tan mala que tenía para poder atacar a Bakugo, Shoto seguía riendo. Sabía que Bakugo, quien ahora se había puesto sobre él acabaría embadurnándole toda la cara con la harina que llevaba en su mano y, por un instante, le dio igual haber perdido aquella batalla.
Sintió la mano de Bakugo en su rostro y la masa pegarse a su frente y parte de su mejilla aunque, aun así, había tenido cuidado de no darle en los ojos.
— Eres el peor profesor de cocina que he tenido jamás.
— ¿En serio? ¿Has tenido alguno? – preguntó Bakugo con cierta arrogancia en su sonrisa.
— Supongo que no, pero desde luego... eres el peor de todos. Así no aprenderé a cocinar.
— Claro que aprenderás. A esto lo llamo yo... hacer un rollito de primavera – bromeó Bakugo al ver el rostro de Shoto lleno de harina y tirado en el suelo como estaba –. Y te estás divirtiendo – dijo finalmente Bakugo al ver la risa de ese chico. Era preciosa y le alegraba haberla podido ver por fin.
— Sí, supongo que sí. Ha sido... muy divertido.
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