Ellie.

El vapor de la ducha se arremolinaba en el aire, creando una atmósfera opaca y cálida que me envolvía mientras intentaba relajarme. Cada gota de agua que caía sobre mi piel era como un pequeño alivio después de un día particularmente difícil. La terapia postraumática había sido un desafío constante, pero los avances que había logrado me daban una ligera sensación de esperanza. Por primera vez en mucho tiempo, sentía que estaba empezando a dejar atrás la pesadilla que había definido mi vida durante meses.

Con cada sesión, los recuerdos de Williem, la habitación oculta, y las imágenes perturbadoras se volvían más difusos. Había aprendido a enfrentar mis miedos y a reconciliarme con lo que había pasado, sintiendo una mezcla de alivio y gratitud por los pequeños logros. Pensé que, finalmente, todo estaba llegando a su fin. La vida, aunque no completamente normal, parecía estar en camino hacia la normalidad que tanto anhelaba.

Me enjaboné lentamente, permitiendo que el calor del agua me relajara. Los días eran más manejables, y la constante angustia que solía sentir se había aliviado significativamente. Las noches de insomnio y los sobresaltos se habían vuelto menos frecuentes, y mi vida comenzaba a recuperar un ritmo más manejable. A pesar de todo, la sensación de que había logrado superar la tormenta me daba una falsa seguridad de que el pasado estaba, en realidad, en el pasado.

Terminé mi ducha, sintiéndome un poco más ligera, y me incliné para cerrar el grifo. El vapor seguía envolviendo la habitación, y me envolví en una toalla, disfrutando del calor que me proporcionaba. Mi mente estaba en un estado de calma, enfocada en el momento presente, cuando un escalofrío inesperado recorrió mi espalda. Algo no estaba bien. Un sentimiento de inquietud, tan familiar y aterrador, me envolvió de repente.

Me giré para salir de la ducha y, a través de la bruma del vapor, vi una silueta en la puerta del baño. Mi corazón se detuvo instantáneamente. La figura era masculina, y aunque la visión estaba borrosa por el vapor, no podía ignorar la sensación de reconocimiento. Tenía el cabello negro, con cicatrices visibles en los hombros y el labio. Sus ojos, aunque apagados, eran inconfundiblemente azules.

No podía ser real. Era imposible. Me restregué los ojos, tratando de despejar la visión que se me presentaba. Pero la figura permanecía allí, firme y desafiante, con una presencia que hacía que cada fibra de mi ser se tensara en alarma. Estaba usando una camisa sin mangas negra ajustada que resaltaba sus cicatrices, un contraste perturbador con la imagen de Williem que había dejado atrás en mi mente.

Mi mente estaba en un torbellino. Mi respiración se volvió entrecortada mientras trataba de procesar la escena frente a mí. Miré hacia abajo, y el vapor me hizo ver todo de manera distorsionada. Me dio la impresión de que estaba en una especie de pesadilla, una donde las reglas de la realidad se rompían por completo.

—Viktor... —mi voz salió en un susurro tembloroso. No estaba segura de por qué usé ese nombre que me había dicho André, una parte de mí aún no podía aceptar la realidad que tenía frente a mí.

Pero en el instante siguiente, esa duda se disipó y me vi obligada a enfrentar la verdad.

—Williem... —mi voz se quebró, el nombre salió de mis labios con un tartamudeo desesperado.

La figura en la puerta de la ducha se movió ligeramente, y una sonrisa perturbadora se dibujó en sus labios. Era una sonrisa que había conocido demasiado bien, una que me había dejado con una marca imborrable en la memoria. El cambio en su expresión, su actitud cínica y segura, me hizo temblar.

—He vuelto por ti, Corderito~