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Capítulo 30. El fatal almuerzo.

Ellie.

La campanilla de la tienda de conveniencia sonó a las 1:00 P.M. Me giré hacia la puerta, esperando ver a algún cliente habitual, pero en lugar de eso, allí estaba Williem. La sorpresa fue mayúscula, y el corazón se me aceleró al instante.

-¡Hola, Ellie! -dijo con una sonrisa encantadora mientras entraba. Su presencia llenaba el espacio con una mezcla de confianza y sofisticación que siempre me desconcertaba.

-Hola, Williem. -Forcé una sonrisa mientras me acercaba al mostrador-. ¿Qué te trae por aquí?

-Pensé en invitarte a almorzar. -dijo, su tono era ligero y casual-. Sabía que era tu hora de descanso y me sorprendió ver que en la mañana te fuiste sin avisarme.

Un escalofrío recorrió mi espalda. ¿Cómo sabía que estaba en mi tiempo libre? La coincidencia parecía sospechosa, pero traté de no dejar que mi paranoia se reflejara en mi rostro.

-Claro, suena bien. -dije, tratando de mantener la calma-. Solo dame un momento para cerrar aquí y lo siento por irme, el turno de trabajo es desde muy temprano.

A medida que me preparaba para salir, mi mente no dejaba de recordar la conversación con André. La idea de envenenar a Williem era aterradora y el sobre con el veneno en mi bolso parecía más pesado que nunca.

Subimos juntos al coche de Williem. La conversación durante el trayecto fue ligera y casual, aunque mi mente estaba en otro lugar. Cada palabra de Williem me sonaba a una farsa, como si estuviera interpretando un papel para mí que no podía quitarse.

Al llegar al Penthouse, Williem me recibió con su habitual elegancia. La vista desde su apartamento era mucho mejor de día, pero no tenía tiempo para disfrutarla. Mi mente estaba centrada en la misión que debía cumplir.

-Siéntate, Ellie. -dijo mientras me guiaba hacia el comedor-. Voy a preparar algo para nosotros. ¿Te gustaría algo en particular?

-No, cualquier cosa está bien. -respondí mientras me sentaba y observaba cómo se movía por la cocina.

- ¿Y quieres algo para beber?

- Solo quiero algún jugo natural, no puedo beber otra cosa porque tengo que seguir trabajando- respondí con una sonrisa nerviosa en la cara, notando que Williem estaba bebiendo un vino.

Mientras él estaba ocupado en la cocina, decidí que era el momento de actuar. Saqué el sobre del veneno de mi bolso, mi mano temblaba mientras lo abría. La sustancia en su interior parecía inofensiva, pero sabía que su efecto sería devastador.

Me levanté discretamente y me dirigí hacia la cocina a hacerle compañía. Él estaba buscando algo en uno de los armarios, dándome la oportunidad perfecta. Vertí el veneno en su copa de vino con una precisión nerviosa y luego volví rápidamente a mi asiento.

Cuando Williem regresó con las bebidas, en una mano llevaba una copa y en la otra un vaso de jugo. Parecía despreocupado y sonriente, como si nada pudiera perturbar su perfecta tarde. Me ofreció el jugo de mango con una cortesía que me hizo sentir aún más culpable.

-Aquí tienes, bonita. -dijo, entregándome la bebida mientras se sentaba frente a mí.

Tomé un sorbo, tratando de ocultar mi ansiedad. Williem hizo lo mismo, bebiendo de su copa sin sospechar nada.

-Así que, Ellie... -dijo, inclinándose hacia adelante-. ¿Disfrutaste de nuestra... velada?

Me sonrojé un poco y sentí un ligero ardor en el pecho. Sí, lo había disfrutado mucho, hasta que vi todas las cosas en esa habitación secreta. La conversación continuó con un tono ligero y personal. Hablamos sobre nuestras vidas, nuestras esperanzas y sueños. Aunque estaba esforzándome por mantener una conversación normal, la preocupación por lo que acababa de hacer me estaba consumiendo.

A medida que la conversación avanzaba, empecé a notar pequeños signos de incomodidad en Williem. Sus movimientos se volvían más torpes y su expresión, un poco más tensa. Tragué con dificultad, sintiendo un nudo en el estómago mientras observaba su deterioro.

De repente, Williem se levantó, aparentemente intentando buscar algo más en la cocina. Su cuerpo parecía estar reaccionando a algo, y pude ver que estaba comenzando a sentir los efectos del veneno.

-Will... ¿Te sientes bien? -pregunté, intentando sonar preocupada.

-Sí, solo... -Williem comenzó a decir, pero su voz se cortó de repente. Miró su bebida con una expresión de confusión y luego se giró hacia mí con los ojos más abiertos.

De repente, Williem parecía estar en un estado de pánico. Se tambaleó un poco y comenzó a buscar algo en los cajones de la cocina, su rostro con una mueca de dolor y furia.

-¡¿Qué me hiciste?! -gritó, su voz llena de desesperación y enojo. Agarró un cuchillo del cajón y avanzó hacia mí con una expresión de furia. Sus ojos pasaron de ser un azul cielo a uno gris, opaco.

Mi corazón se aceleró mientras intentaba mantener la calma. Me levanté lentamente, tratando de evitar cualquier movimiento que pudiera provocar una reacción violenta de su parte.

-¡No lo hagas, Williem! -exclamé, levantando las manos en un gesto de rendición.

Williem no parecía escuchar. Su cuerpo estaba temblando y sus músculos se estaban paralizando. De repente, se desplomó en el suelo, ahogando un grito de dolor. El cuchillo había caído cerca de él y empezó a hiperventilar. La escena frente a mí era caótica y aterradora.

-Will... -dije, acercándome con cautela, tomando su cara entre mis manos. Su cuerpo estaba tirado en el suelo, mostrando claros signos de envenenamiento. Su piel estaba pálida y comenzaba a mostrar manchas de sangre en la boca. La realidad de lo que había hecho me golpeó con una fuerza devastadora.

Mientras Williem yacía en el suelo, me senté en una silla cercana, tratando de contener el temblor en mis manos. El veneno había hecho su trabajo, y el hecho de que Williem estuviera tan vulnerable me hizo sentir una mezcla de culpa y alivio.

El tiempo parecía pasar lentamente mientras observaba a Williem en su estado crítico. La habitación estaba llena de un silencio tenso, interrumpido solo por los sonidos de su respiración dificultosa y su tos con sangre. El miedo y la culpa se entrelazaban en mi mente mientras contemplaba las consecuencias de mis acciones.

Unos minutos después, el cuerpo de Williem finalmente se dejó de mover. La realidad de la situación comenzó a asimilarse por completo. Sabía que debía actuar rápidamente para limpiar cualquier rastro de lo que había hecho. Me dirigí hacia el teléfono, llamando a André para informarle que el plan se había ejecutado.

-André, lo hice -dije, mi voz temblando-. Está envenenado. ¿Qué hago ahora?

-Perfecto -respondió André, su tono impersonal-. Asegúrate de eliminar el vaso donde hayas vertido el veneno y el sobre en un lugar lejano. Luego, limpia con cloro si hay alguna mancha de sangre o algo y deja el cadáver como está. En unos minutos más, vas a tener que llamar a la policía.

Colgué el teléfono y con unos guantes que conseguí, guarde el cuchillo que estaba tirado a su lado y comencé a limpiar con desesperación. Mis manos se movían con rapidez para eliminar cualquier señal de lo que había ocurrido. La escena que había presenciado era perturbadora, y la culpa que sentía me abrumaba mientras trabajaba para borrar todo rastro de mi acción.

En medio del caos, mi mente estaba llena de dudas y temores sobre lo que me esperaba. La decisión que había tomado había cambiado mi vida para siempre, y el futuro era incierto. El veneno había hecho su trabajo, y Williem estaba en el suelo, mostrando los efectos de mi elección desesperada.

Las luces del apartamento se apagaron mientras limpiaba, y mi mente estaba en un estado de bloqueo, enfrentando el peso de lo que había hecho mientras trataba de asegurarme de que todo quedara en silencio.

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