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Capítulo 28. La habitación secreta.

Ellie

El día había transcurrido con una sensación de normalidad casi desconcertante. Todo lo que había ocurrido en las últimas semanas, las advertencias de André, los sentimientos confusos por Williem, parecían un mal sueño que se desvanecía a la luz del sol. Pero cuando el atardecer comenzó a teñir el cielo con sus tonos dorados y rojizos, supe que no podía seguir ignorando la inquietud que anidaba en el fondo de mi pecho.

Tomé una decisión. Seguiría el consejo de André, aunque hacerlo significara poner en riesgo la tenue relación que estaba desarrollando con Williem. No sabía qué esperar, pero necesitaba respuestas, necesitaba saber la verdad. Con el corazón acelerado, tomé el teléfono y marqué el número de Williem. La llamada sonó unas cuantas veces antes de que su voz profunda y seductora llenara el silencio de mi habitación.

-Hola, Ellie -saludó, su tono cargado de ese misterio que siempre me atraía.

-Hola, Williem -respondí, intentando mantener mi voz firme-. Estaba pensando... ¿por qué no me invitas a tu Penthouse esta noche? Me encantaría pasar más tiempo contigo en un ambiente más privado.

Hubo una breve pausa al otro lado de la línea, como si estuviera sopesando mi propuesta. Luego, respondió con un tono juguetón.

-Por supuesto. Me encantaría tenerte aquí. ¿Vienes ahora?

Sonreí, aunque mi corazón latía frenético.

-Sí, ahora mismo.

En pocos minutos, estaba en camino a la dirección que me había mandado. Cada kilómetro que recorría sentía que mis pensamientos se enredaban más. ¿Y si André estaba equivocado? ¿Y si todo esto no era más que un malentendido? Aun así, algo dentro de mí seguía empujándome a descubrir la verdad.

Al llegar, Williem me recibió en la puerta con una sonrisa que iluminó su rostro. Su mera presencia tenía un efecto tranquilizador sobre mí, disipando momentáneamente mis dudas. Me tomó de la mano y me guio hacia su elegante salón, donde una tenue luz iluminaba la decoración minimalista y sofisticada.

-Parece que estabas ansiosa por verme -comentó mientras me abrazaba desde atrás, sus labios rozando suavemente mi cuello.

Sentí un escalofrío recorrer mi columna, pero no era de miedo. A pesar de todo, su cercanía me afectaba profundamente. Me giré hacia él, enfrentándolo, y le sonreí mientras deslizaba mis manos por su pecho.

-Lo estaba -susurré, mirándolo a los ojos-. Quería estar contigo.

Williem no necesitó más. Sus labios encontraron los míos en un beso apasionado y urgente. Su lengua se entrelazó con la mía mientras sus manos recorrían mi espalda, atrayéndome más hacia él. Sentí el deseo brotar dentro de mí, un fuego que crecía con cada segundo que pasaba.

Sin decir una palabra, me levantó en brazos y me llevó hacia su habitación. Me dejó caer suavemente sobre la cama, sus ojos fijos en los míos con una intensidad que hacía que mi respiración se acelerara. Williem se inclinó sobre mí, sus labios descendiendo por mi cuello mientras sus manos desabotonaban mi blusa con destreza.

-Eres hermosa, Ellie -murmuró contra mi piel, haciendo que un suspiro escapara de mis labios.

Mis manos se movieron instintivamente, deslizándose bajo su camisa para sentir la calidez de su piel. Williem se deshizo rápidamente de su ropa, y pronto nuestras pieles se encontraron, el contacto desnudo enviando una oleada de deseo a través de mi cuerpo.

La intimidad de la noche era una danza de piel contra piel, susurros y gemidos llenando el aire. Williem era un amante apasionado, cada toque, cada beso cargado de deseo y devoción. Nuestros cuerpos se movían al unísono, sincronizados en una melodía de placer. Sentía cada músculo, cada movimiento, como si estuviéramos conectados a un nivel más profundo.

-Corderito... -jadeó mientras nuestras respiraciones se aceleraban, nuestros cuerpos moviéndose juntos en un frenesí de pasión.

Sus manos se deslizaron por mis caderas, sus dedos acariciando mi piel con una firmeza que me hacía desear más. Me entregué por completo al momento, a la sensación de su cuerpo contra el mío, al placer que fluía entre nosotros. Cada toque, cada beso, era una promesa silenciosa, una declaración de deseo que nos envolvía por completo.

El clímax llegó en una ola de sensaciones, nuestros cuerpos temblando en una unión perfecta. Sentí que flotaba, mi mente en blanco, solo consciente de Williem, de la forma en que me sostenía mientras nos deslizábamos en el éxtasis.

Nos quedamos tendidos en la cama, nuestras respiraciones entrelazadas mientras el sudor cubría nuestras pieles. Williem me abrazó, su rostro enterrado en mi cabello mientras recuperábamos el aliento. La cercanía de su cuerpo, la calidez de su abrazo, casi me hicieron olvidar por qué estaba allí. Pero la verdad latía en el fondo de mi mente, una oscura sombra que no podía ignorar.

Esperé hasta que Williem se quedó profundamente dormido, su respiración regular llenando la habitación. Deslizándome de la cama con cuidado de no despertarlo, me puse la camiseta de Williem y unos pantalones cortos antes de salir de la habitación. La casa estaba en silencio, la única luz provenía de la luna que se colaba por las ventanas.

Con el corazón latiendo con fuerza, me dirigí al estudio de Williem. Sabía que allí era donde debía comenzar mi búsqueda. Al encender una lámpara pequeña sobre el escritorio, busqué algo que estuviera fuera de lugar, hasta que encontré un botón bajo el escritorio. Mi mano se detuvo sobre él y temblaba mientras lo presionaba, y el sonido de un clic resonó en la habitación.

El escritorio se movió hacia un lado, revelando una puerta oculta. La abrí con cautela y me adentré en la habitación secreta. La oscuridad me envolvió por un momento hasta que encendí la luz de mi teléfono para iluminar el espacio. Lo que vi me dejó sin aliento.

Las paredes estaban cubiertas de fotos de mí, desde momentos cotidianos hasta situaciones más íntimas. Williem había estado vigilándome desde mucho antes de que empezáramos a salir. Había objetos personales míos, cosas que ni siquiera sabía que faltaban. Mis manos se dirigieron a mi boca para ahogar un grito. No podía creer lo que estaba viendo.

En una esquina de la habitación, había una vitrina llena de cuchillos y armas. Algunos de ellos estaban manchados. No solo con tener fotos mías, encontré imágenes de cuerpos, algunos rodeados de sangre, otros, con signos de envenenamiento.

Un momento.

¿Ese no es?... No, no puede ser.

Entre los mismos archivos, una de las imágenes cayó al suelo. Era de Mason. Mi Mason. Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras la realidad me golpeaba. Williem no solo era peligroso, era un monstruo.

El pánico se apoderó de mí, mi mente buscando desesperadamente una forma de escapar sin alertarlo. Apagué la luz del teléfono y salí de la habitación secreta, asegurándome de cerrar la puerta detrás de mí. Volví al dormitorio, mi corazón latiendo frenéticamente. Williem seguía dormido, ajeno a mi descubrimiento.

Mi mente estaba en un estado de caos mientras me apresuraba a salir del Penthouse, sin coche y sin una forma fácil de escapar rápidamente. Corrí por el pasillo para alcanzar a los ascensores, intentando mantener la calma a pesar de la creciente sensación de pánico.

Una vez en la calle, el aire frío de la madrugada me golpeó, y mi respiración era entrecortada mientras buscaba un taxi. La noche había sido una montaña rusa emocional, y la necesidad de compartir la verdad con André era más urgente que nunca. Finalmente, logré subir a un taxi y me dirigí a un lugar donde pudiera hacer una llamada con tranquilidad.

Cuando estuve a salvo en un rincón aislado, llamé a André con la voz temblando.

-André, encontré algo en la casa de Williem. Hay una habitación secreta con fotos mías y armas. Está loco, André. Tengo miedo.

La voz de André era calmada, pero podía sentir la urgencia en sus palabras.

-Tranquila, Ellie. Estás a salvo ahora. Voy a asegurarme de que esto termine. Necesito que vengas a mi oficina mañana y me cuentes todo con detalles. No te preocupes, encontraremos la forma de protegerte.

Colgué la llamada, mi cuerpo temblando. La imagen de la habitación secreta estaba grabada en mi mente, y la realidad de quién era Williem me invadió con una fuerza aplastante. Sabía que no había vuelta atrás. La persona de la que me estaba enamorando era un monstruo, y ahora no había nada que pudiera hacer para cambiarlo.

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