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Capítulo 25. La cita.


La fría brisa de la noche se arrastraba por la ciudad mientras mi auto avanzaba lentamente por las calles iluminadas. A través del cristal del coche, las luces de la ciudad parpadeaban, pero mi mente estaba en otro lugar, lejos del bullicio urbano. La imagen de la mansión, la violencia, y la fría frialdad de lo que había hecho ese día me perseguían, como una sombra persistente. El peso de lo que acabo de hacer debería aplastarme, pero no siento nada. Estoy vacío. O tal vez, lleno de una oscuridad tan densa que ni siquiera puedo reconocer mis propias emociones.

Finalmente llegué al Penthouse. El ascensor subió lentamente, los pisos pasando uno tras otro mientras mis pensamientos giraban en torno a lo que había hecho. La casa estaba en silencio, y el aire parecía más denso de lo habitual.

Entré en la cocina y observé el cuchillo que había usado para los crímenes entre mis manos, el mismo con el que había matado a mi cuidador y... a mi madre. Pertenecía en el compartimento de la colección de cuchillos, mezclado entre los demás utensilios. A pesar de que lo había limpiado a fondo, sentía que cada cuchillo me miraba con una fría acusación.

Me dirigí al espejo en el vestíbulo, observando mi reflejo. La apariencia tranquila y serena que me esforzaba por mostrar contrastaba con el tumulto interior. A pesar de las cicatrices internas, me vi a mí mismo con una sonrisa forzada, preparándome para la noche con Ellie.

Recorrí el vestíbulo y busqué mi teléfono móvil. Era el momento de intentar recuperar un atisbo de normalidad. Marcando el número de Ellie, la conversación fluyó con una naturalidad que me parecía extraña.

- Hola, Ellie, ¿cómo estás? - mi voz sonaba tan calmada como podía, intentando ignorar el temblor subyacente en mis palabras.

- Hola, Williem. Todo bien, ¿y tú? - Ellie respondió, la calidez en su voz contrastaba con el hielo que sentía en mi pecho.

- Bueno, ya sabes, estuve ocupado, pero ya estoy libre. ¿Todavía te parece bien si paso a buscarte para esa cena que te prometí? -pregunté, esforzándome por mantener un tono casual.

-¡Por supuesto! -respondió ella sin dudar. Podía imaginar su sonrisa al otro lado de la línea, esa misma sonrisa que encendía algo profundo dentro de mí-. Estaré lista en diez minutos.

Colgué el teléfono y respiré hondo. El plan estaba en marcha. Conduje hasta su casa, deteniéndome frente a la entrada. Apenas tuve que esperar un minuto antes de que Ellie saliera, luciendo un vestido sencillo pero elegante que le quedaba perfectamente. Su linda sonrisa se iluminaba como los últimos rayos del sol, y por un segundo me sentí atrapado por su imagen.

-Te ves hermosa -le dije, abriendo la puerta del coche para ella.

-Gracias -respondió, sonrojándose ligeramente-. Tú también luces bien.

Me reí, complacido. Aceleré el motor y nos dirigimos al restaurante italiano que había elegido. La cena fue perfecta: una mezcla de conversación ligera, risas, y por momentos, miradas silenciosas que decían más que mil palabras. Ella me contaba historias sobre su trabajo en la tienda de conveniencia, y yo respondía con anécdotas cuidadosamente seleccionadas para mantener el aura de misterio que había creado alrededor de mí. No quería que Ellie supiera más de lo necesario, al menos no todavía.

Cuando salimos del restaurante, la noche ya había caído por completo. Nos dirigíamos hacia mi coche cuando vi a una anciana y un niño en la esquina de la calle. Sus ojos se encontraron con los míos, y en ellos vi algo que reconocí al instante: miedo. El tipo de miedo que solo se siente cuando te das cuenta de que estás en presencia de un depredador.

Ellie, distraída, no se percató del encuentro.

-Dame un segundo, Ellie. Me pareció reconocer a alguien. Espérame aquí, ¿sí? -le dije con una sonrisa.

-Claro -respondió, apoyándose contra el coche, con una expresión curiosa.

Me acerqué a la anciana y al niño con pasos firmes pero no amenazantes. Mi voz, cuando hablé, era apenas un susurro.

-¿Recuerdan lo que les dije la última vez? -pregunté, inclinándome un poco hacia ellos.

La anciana sostuvo al niño más cerca de ella, como si quisiera protegerlo de mí.

-Sí... lo recordamos. Por favor, no...

-Silencio - interrumpí con tono cortante. Miré al niño directamente a los ojos-. Si dices una sola palabra, si hablas de mí, haré que ambos desaparezcan. ¿Entiendes?

El niño asintió rápidamente, con lágrimas en los ojos. Me enderecé y volví a sonreír, una sonrisa vacía y sin alma.

-Eso es todo lo que necesitaba escuchar. -Me giré y caminé de regreso a Ellie, cambiando mi expresión a una más amable.

-¿Quiénes eran? -preguntó Ellie cuando regresé a su lado.

-Solo unos conocidos de hace mucho tiempo. Nada importante. -Deslicé mi brazo por la cintura de Ellie, guiándola hacia la entrada del auto.

Después de la escena, conduje de regreso a casa de Ellie. La música en el coche era suave y melódica, marcando el ritmo de una noche que había comenzado a sentirse perfecta. El silencio entre nosotros estaba lleno de una comodidad que solo los momentos más auténticos pueden proporcionar.

Llegamos a su casa, y el ambiente estaba cargado de una tensión agradable. Salí del coche y caminé hasta su lado, abriéndole la puerta como si fuera lo más natural del mundo, y mientras ella salía, no pude evitar seguirla con la mirada. Nuestros cuerpos quedaron peligrosamente cerca cuando terminó de salir. Podía oler su perfume, un aroma dulce y embriagador que hacía que mi corazón latiera con fuerza. Ella se volvió hacia mí y nuestras miradas se encontraron, cargadas de una conexión que me parecía tan intensa como inalcanzable.

- Gracias por la noche, Williem - dijo, su voz, un susurro que parecía casi demasiado cerca de mi piel.

- No hay de qué - respondí, mi voz temblando ligeramente.

-Podemos vernos pronto, ¿verdad? - me preguntó mientras estaba parada frente a mi auto.

-Claro, me encantaría -respondí con una voz suave, mientras me acercaba a ella.

En ese instante, la distancia entre nosotros se redujo aún más y, casi sin darme cuenta, nuestras bocas se encontraron en un beso que comenzó suave, pero pronto se volvió más apasionado. Sentí una oleada de deseo y necesidad, como si la realidad se desvaneciera y solo existiéramos nosotros dos.

El beso fue un intercambio de emociones intensas, y mientras nos abrazábamos y nos besábamos, sentí que estaba siendo consumido por una necesidad desesperada de posesión. Cada toque, cada caricia, solo servía para aumentar mi obsesión por Ellie. A pesar de la frialdad y el vacío que sentía dentro, me aferraba a ella como un salvavidas.

-Williem, yo... -murmuró, pero sus palabras quedaron atrapadas en nuestro beso del que yo quería más.

La besé con un hambre que no sabía que tenía, mis manos recorriendo su cuerpo, memorizando cada curva, cada reacción. Ella jadeó suavemente contra mis labios, un sonido que envió una descarga eléctrica por mi espina dorsal. Todo mi ser se concentró en ese momento, en ella, en cómo se sentía tenerla tan cerca, tan mía.

Nos separamos finalmente, ambos respirando con dificultad y con una expresión de necesidad en los ojos. Ellie sonrió, y aunque no lo dijo, podía ver en su mirada una mezcla de sorpresa y deseo.

-Me encantaría invitarte a pasar, pero... -empezó, riendo suavemente-. Pero no quiero apresurar las cosas.

Sonreí, aún con una mano en su cintura.

-Lo entiendo. No hay prisa. -Aunque por dentro, una parte de mí quería ignorar todo y llevarla adentro, reclamarla en ese momento.

-Gracias por la noche, Williem. - Me dio un pequeño beso antes de abrir la puerta y entrar en su casa.

Yo me quedé allí, observándola hasta que la puerta se cerró detrás de ella. Me giré rumbo de regreso a mi auto, el corazón aún acelerado y la mente llena de la confusión de la noche.

El viaje de regreso a mi Penthouse fue un borrón de luces y sombras, mi mente aún atrapada en el calor de sus labios, en la suavidad de su piel.

Al llegar, la soledad del lugar me golpeó de nuevo. Pero ahora, había algo más. Algo que no podía ignorar. La necesidad de ver a Ellie, de sentirla, de poseerla en todos los sentidos posibles. Me dirigí a la habitación secreta, el santuario que había construido para mí mismo. En la pantalla del ordenador, las imágenes de Ellie aparecieron una tras otra. Fotos que había tomado sin que ella lo supiera, momentos robados que ahora eran solo míos.

Me senté frente a la pantalla, y mi mano se movió automáticamente por mi cuerpo, la respiración acelerada mientras las imágenes pasaban ante mis ojos. Cada una de ellas alimentaba el fuego dentro de mí, un fuego que solo ella podía apagar. No tardé en sucumbir a ese fuego, permitiendo que las imágenes de Ellie me llevaran al borde, dejándome perder en la fantasía de lo que podría ser, de lo que sería, si ella fuera completamente mía.

Justo en el clímax de mi deseo, el teléfono sonó. Me sobresalté, pero lo tomé de inmediato cuando vi que era Ellie.

-Hola -dije, mi voz aún un poco agitada y ronca.

-Hola, Williem. -Su voz era suave, cálida-. Solo quería decirte que la pasé muy bien esta noche. Y que estoy ansiosa por volver a verte.

-Yo también, Ellie. Yo también... Que descanses.

Colgué el teléfono y me quedé en silencio por un momento, permitiendo que sus palabras resonaran en mi mente. Luego, apagué la computadora y me levanté, dirigiéndome al baño para lavarme.

El agua golpeaba mi piel con fuerza, pero no había dolor. Solo una extraña sensación de vacío, de desconexión. Apoyé la frente contra los azulejos fríos, dejando que el agua se llevara las últimas trazas de la noche.

Pero mientras el agua corría, una sola palabra resonaba en mi mente, una y otra vez: Ellie.

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