Capítulo 21. El llamado de dos caminos.
Las paredes de un blanco puro contrastaban con el caos que se desplegaba ante mis ojos. El cuerpo de Mason yacía inerte sobre el sofá, su piel pálida combinando con las manchas de sangre que se extendían por el tapizado blanco. Sus ojos estaban cerrados, como si aún estuviera soñando. Era irónico que yo pensara que se habían encargado de matar a alguien de manera tan inhumana en mi sala, cuando yo lo había hecho otras tantas veces con otras víctimas
Me moví con cuidado por la habitación para conseguir las cosas que necesitaba para limpiar tal desastre. Cada movimiento era calculado, cada respiración contenida, como si en cualquier momento pudiera ser descubierto. Pero lo que más me perturbaba no era el cadáver en sí, sino la nota que había encontrado tirada en el suelo junto a él.
La caligrafía era inconfundible, y el mensaje era lo suficientemente claro para entender que era una amenaza proveniente de alguien de mi pasado. Apreté los dientes, mi mente retrocediendo a un tiempo que había intentado olvidar, a las sombras de la mansión en la que me crié, y a los horrores que en ella se ocultaban. "Soñador"... era el apodo que mi cuidador me había dado entre muchos otros, de cuando era un niño. Solía decir que soñaba con un mundo sin injusticias, un sueño que se había distorsionado y corrompido con el tiempo por culpa de él.
Apreté la nota en mi puño, sintiendo cómo el papel se arrugaba bajo la presión de mis dedos y dejé que volviera a caer al suelo. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, un ritmo que parecía retumbar en la silenciosa sala. El sonido de la sangre goteando al suelo desde el sofá me sacó de mis pensamientos, llevándome de vuelta a la cruda realidad. Tenía que deshacerme del cuerpo, y rápido.
La sangre ya se había impregnado en el sofá, manchando el blanco inmaculado con su color carmesí. Intenté limpiar la tela del sofá que rodeaba a Mason, pero la tela parecía absorber el líquido con avidez, resistiéndose a dejar ir el último vestigio de vida que Mason había dejado atrás. Froté con más fuerza, sintiendo la textura áspera de la tela bajo mis dedos, pero no importaba cuánto lo intentara, la mancha persistía, como un recordatorio de lo que había hecho mi cuidador.
Finalmente, resignado, me aparté del sofá, observando la mancha que se negaba a desaparecer. Mis pensamientos volvían una y otra vez a la nota, y a lo que significaba. Si él había dejado esa nota, entonces sabía lo que había pasado aquí. Sabía lo que había hecho. Y eso solo podía significar una cosa: estaba vigilándome.
Tomé una respiración profunda, tratando de calmarme. Necesitaba deshacerme del cuerpo antes de que las cosas se complicaran aún más. Arrastré el cuerpo de Mason hasta otra parte de la sala para guardar su cadáver en bolsas negras y cerrarla con cinta americana, pero mi mente volvía una y otra vez a los fragmentos de recuerdos de mi infancia, a los momentos en los que mi cuidador me obligaba a hacer cosas que ningún niño debería hacer.
Recordé la primera vez que me obligó a matar y me toqué el labio superior. La pequeña cicatriz aún presente después de todos estos años era un recordatorio constante de mi fracaso. Había prometido nunca más fallarle, y desde entonces, había cumplido con cada orden que me daba, hasta que un día dejé de recibir órdenes misteriosamente.
Mientras cargaba el cuerpo de Mason envuelto en la bolsa por las escaleras del edificio, me preguntaba si realmente podía seguir haciéndolo. La nota era clara, y si no hacía lo que se me pedía, sabía que habría consecuencias. Pero esta vez, había algo más. Algo que el podría usar en mi contra. Ellie.
Ellie había despertado algo en mí, algo que había estado dormido durante mucho tiempo. Tal vez era amor, pero al menos sabía que era una obsesión que me consumía. La necesitaba, y haría cualquier cosa por mantenerla a salvo. Incluso si eso significaba enfrentar a mi pasado, porque conociéndolo, podría aumentar su nivel de amenaza y arriesgar a mi linda corderito.
Ya estaba cansado de bajar escaleras cuando llegué al piso donde estaba mi auto. «Para la próxima me pienso mejor bajar 21 pisos con un cadáver por las escaleras».
Ya tenía esa zona registrada, así que sabía que mi auto estaba en un punto ciego de las cámaras. Arrastré el cuerpo de Mason hacia el coche. Lo coloqué en el maletero con cuidado y cuando lo fui a cerrar, golpeé la cabeza del pobre muerto.
Conduje sin rumbo por un tiempo, buscando un lugar alejado donde pudiera dejar el cuerpo. Las calles estaban tranquilas a esa hora, tal y como pensaría que estarían las calles a las 5 de la mañana, pero, sentía una extraña sensación de seguridad mientras manejaba.
Finalmente, llegué a un lugar lo suficientemente aislado como para deshacerme del cuerpo sin que nadie me viera. Saqué a Mason del maletero y una pala que tenía guardada en la parte superior del maletero. Los llevé a un terreno abandonado, repleto de malezas y árboles antiguos. Dejé tirado el cuerpo a un lado del hoyo que empecé a cavar, la tierra estaba dura y seca, cavar se me estaba haciendo agotador. Cuando el hoyo era lo suficientemente profundo, me quedé unos segundos admirando la tumba improvisada que había hecho. Mis hombros y mi espalda ya me dolían de todo el esfuerzo que había hecho en tan poco tiempo. Empujé el cadáver al hoyo y lo dejé cubierto de tierra.
Subí a mi auto y no me di cuenta en que momento llegué a mi edificio. Estaba ensimismado entre mis recuerdos y mis nervios a flor de piel. Cuando finalmente llegué a mi hogar, noté que el piso brillaba, como si fuese nuevo. Mi sofá ya no tenía la gran mancha carmesí, y tampoco estaba el charco de sangre. Vi mi escritorio y una carta nueva estaba esperándome.
Me quedé paralizado por unos segundos frente a mi escritorio, después de mucho tiempo, estaba volviendo a sentir miedo. Para muchos yo era una amenaza, pero detrás de esa carta, había una amenaza aún mayor. Mientras la abría, reconocí la letra incluso antes de ver el contenido. Era una carta escrita por mi cuidador, que me encargaba una nueva víctima. Alguien que debía ser eliminado. Y la orden era clara: debía hacerlo yo mismo, en la mansión y, tenía 24 horas para hacerlo.
Mi corazón se hundió en mi pecho. La mansión... El lugar que había dejado atrás hacía tantos años, el lugar donde había aprendido todo lo que sabía y lo que era. El lugar donde había perdido mi inocencia. Y ahora, tenía que volver allí.
Me dejé caer en el sofá nuevamente blanco. Observé la carta una y otra vez, como si pudiera encontrar alguna forma de escapar de lo que se me pedía. Pero no había escapatoria. Si no lo hacía, él me encontraría. Yo sabía de lo que era capaz.
Cerré los ojos, tratando de calmarme. Debía pensar con claridad. Debía planear mi siguiente movimiento. Pero todo lo que podía hacer era recordar... recordar la última vez que estuve en esa mansión, y el miedo que sentí cuando me di cuenta de lo que realmente era.
El apodo de "Soñador" siempre fue una maldición. Salí a tomar un poco de aire en el balcón de mi cuarto, observé la ciudad que estaba iluminada por el brillante sol matutino, anunciando el inicio de otro nuevo día. Pero que no lograba iluminar el camino oscuro en el que estaba metido. Viajar a esa mansión solo me quebraría más la humanidad, si es que tenía alguna.
Ojalá estuvieras acá para hacerme olvidar todo esto, corderito...
El sonido de mi teléfono en la sala captó mi atención en segundos. Fui a buscarlo y en la pantalla solo vi un número desconocido. Con algo de confusión tomé el teléfono entre mis manos y acepté la llamada.
-¿Hola? -dije con una calma que no sentía.
-Buenos días, Señor Nightmare, Soy el oficial Bauer. Lamento molestarlo en este momento, pero necesitamos que venga a la comisaría para unas preguntas relacionadas con un caso en curso.
Escuche la voz seria del oficial Bauer. Por un segundo, mi mente se llenó de imágenes del cuerpo de Mason enterrado en la tumba que improvisé, las manchas de sangre. Tal vez habían descubierto algo, seguramente. André podría haber filtrado alguna información antes de su suspensión. Mierda.
Mi mente quedó en blanco. ¿Me habían seguido cuando enterré el cuerpo de Mason? ¿Era por el caso del Ex militar? O tal vez algún homicidio del que yo me había involucrado y no me acordaba...
-¿Se trata de alguna emergencia? -intenté sonar despreocupado, pero solo pensaba en cuál era el caso que me necesitaban para interrogarme.
Bauer dejó escapar un leve suspiro al otro lado.
-No exactamente, pero sería bueno que pudiera pasarse por la comisaría a lo largo del día. Además, quería informarle que el oficial André ha sido suspendido. No habrá más investigaciones por su parte, al menos por un mes.
-¿Suspendido? Vaya, no tenía ni idea -mentí, aunque el encuentro con André hace unos días me había dejado claro que su suspensión era inminente.
Bauer continuó, sin notar mi disimulo.
-Sí, parece que hubo algunas irregularidades en su comportamiento como me lo había enseñado. De todas formas, ya lo hablé con André. Le agradecemos su cooperación y le esperamos en la comisaría para aclarar algunos puntos. Es solo una formalidad, señor Nightmare. Nada de qué preocuparse.
Nada de qué preocuparse. Las palabras resonaron en mi cabeza, burlándose de mí. Mi mente trabajaba a toda velocidad.
-Por supuesto, oficial Bauer. Haré lo posible por estar allí, ¿le parece bien a las diez de la mañana? -respondí, manteniendo el tono cordial.
Bauer pareció satisfecho con la respuesta, despidiéndose rápidamente y colgando la llamada.
Me quedé mirando el teléfono durante unos segundos, procesando lo que acababa de ocurrir. La ansiedad que me embargaba por la convocatoria a la comisaría. Tenía 24 horas para llegar a la mansión, según las instrucciones de la carta del "Cuidador", pero ahora también debía enfrentarme a un interrogatorio que, si no manejaba correctamente, podría sellar mi destino.
Sentía cómo la presión se acumulaba en mi pecho. La habitación comenzó a cerrarse sobre mí, y me di cuenta de que estaba sudando, a pesar del frío constante del aire acondicionado. La mansión en el bosque me llamaba, un lugar de pesadillas y recuerdos oscuros, pero no podía ignorar el llamado de la comisaría.
Era un juego de equilibrio, y el margen de error era nulo.
Fui al baño y me lavé la cara, observando mi reflejo en el espejo. El corte en mi labio era apenas visible, una cicatriz antigua que me recordaba las lecciones aprendidas bajo el yugo del "cuidador".
Tomé una decisión rápida. Iría a la comisaría, respondería a sus preguntas con la misma calma y precisión que había empleado siempre y mi aparición allí no solo era una formalidad, sino una forma de mantener mi fachada, de seguir siendo el hombre intachable que todos pensaban que era. Después, haría lo que fuera necesario para llegar a la mansión, enfrentar al "cuidador", esa única persona a la que tanto temía, aquel que su paciencia terminaba cuando las cosas no sucedían en el tiempo que él quería. Me enseñó a ser metódico, a mantener calma bajo presión, pero últimamente no lograba nada de eso, porque en el fondo, el miedo estaba ahí, acechando como una bestia que se alimentaba de mis errores. Empecé a Temer cuando empecé a dejar cabos sueltos y ese policía André se aprovechó de ello.
El reloj marcaba las 9:30 a.m. cuando finalmente me dirigí hacia la puerta. No miré hacia atrás mientras salía, pero sentía el peso de la advertencia de las cartas y de lo que había sucedido en ese lugar tan solo unas horas atrás.
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