Me desperté con un dolor de cabeza fuerte, como si alguien estuviera golpeando mi cráneo con un martillo, al parecer las bebidas de un bar me hacían más efecto que un vino. La habitación estaba a oscuras, me costó orientarme. Recordé que Mason había pasado la noche en mi sofá, borracho e inconsciente.

Salí de la habitación con cuidado de no hacer ruido y el silencio en la sala me hizo sentir una inquietud creciente. Al acercarme al sofá, me detuve en seco al ver a Mason con un cuchillo de mi cocina enterrado a la altura de su corazón, rodeado de su propia sangre que manchaba el blanco de mi sofá. Su brazo caía al borde de este, destacando los hilos de sangre que bajaban hasta sus dedos, las gotas frescas goteaban en el pequeño charco formado en el suelo.

A mi lado, tirado en el suelo, había una nota arrugada, manchada de sangre. La recogí con manos temblorosas. El mensaje era breve y claro:

Qué bonita chica le quitaste a este pobre sujeto, él ya no será un problema para ti, pero recuerda a quién obedeces, pequeño soñador.

Me sentí helado.

"Él" me había dado una advertencia.

Tenía que mantener la calma, controlarme.

No tenía planeado que Mason muriera tan rápido...

La oscuridad que controló parte de mi vida me había dejado un desastroso e impulsivo regalo, arruinando mi meticuloso plan.