Capítulo 18. Intenciones Ocultas.
La tarde anterior había sido intensa, las fantasías que había tenido sobre ella me habían dejado con una sensación de insaciable anhelo. De nuevo me dejaba llevar por mis pensamientos. Pero hoy no era día para seguir fantaseando. Hoy tenía un propósito claro: Mason.
Mason, el exnovio de Ellie, «Mi corderito» , se había convertido en un obstáculo en mi camino. No solo había sido el causante de que Ellie dudara de sí misma, sino que ahora era un recordatorio constante de lo que ella había terminado.
Terminé de vestirme, optando por algo casual y discreto, pero lo suficientemente elegante para mantener la fachada. No era mi estilo destacar en público cuando tenía asuntos que atender, y hoy necesitaba cada ventaja posible.
Salí de mi apartamento con una calma calculada y me dirigí a las calles donde sabía que Mason solía frecuentar. Era sorprendente lo fácil que había sido seguir sus pasos; Mason no era alguien particularmente precavido. Lo había observado durante días, estudiando su rutina hasta conocerla casi tan bien como conocía la mía.
A medida que el día avanzaba, me aseguré de mantenerme a una distancia segura mientras lo seguía. Mason caminaba por las calles del centro, ajeno a mi presencia. Era obvio que no tenía idea de lo que estaba por venir. Esa ignorancia me daba una ventaja que planeaba explotar al máximo.
Lo observaba mientras caminaba por las calles que ya me conocía de memoria en su recorrido. La zona era un lugar modesto que contrastaba con lo que se pensaba de la ciudad. Lo seguí por algunas cuadras, asegurándome de que no llamara su atención. Seguí caminando por una calle para alcanzar un banco cercano a un pequeño parque donde Mason se había detenido, quien al parecer iba a tener otra sesión más. Mientras lo observaba a lo lejos parado mientras configuraba su cámara, mi mente repasaba mis planes, una y otra vez. Debía ser perfecto. Nada podía salir mal.
Sin embargo, mientras mis pensamientos fluían, algo perturbó mi concentración. Sentí una presencia, una sombra que se cernía frente a mí. Me frené en seco cuando vi cara a cara, al oficial André.
Su mirada era dura, con un brillo de determinación en sus ojos. Su presencia rompió mi plan como un cuchillo cortando una hoja de papel. Sabía que esto no era una coincidencia.
-Williem Nightmare. -dijo André, su voz algo tensa y controlada, pero con una amenaza latente-. ¿Te diviertes mucho jugando con la vida de las personas?
Mantuve mi expresión tranquila, aunque mi mente trabajaba rápidamente, evaluando la situación.
-Oficial André, qué sorpresa verte por aquí ¿No deberías estar, no sé, suspendido? -respondí, casi con tono sarcástico, mientras intentaba mantener la calma.
Él tomó la molestia de tomar asiento frente a mí en silencio por unos momentos, mirándome fijamente.
-No estoy aquí como oficial. Estoy aquí como alguien que sabe lo que estás haciendo y no voy a dejar que te salgas con la tuya.
Me encogí de hombros, fingiendo indiferencia.
- ¿Y qué se supone que estoy haciendo según tú? Solo estoy dando un paseo - respondí de manera cortante, miré sobre su hombro y Mason estaba sacando su teléfono.
Sus ojos se estrecharon, como si tratara de ordenar su pobre mente.
-Siguiendo a Mason, ¿verdad? No creo que estés simplemente dando un paseo, Williem. No después de todo lo que he visto.
Su tono era cortante, casi condescendiente, como si tuviera algo bajo la manga. Pero yo no era fácil de intimidar.
- ¿Y qué es lo que exactamente has visto, André?-dije, sin tratar ocultar mi molestia -. Porque hasta donde yo sé, solo tienes un montón de conjeturas y de teorías Nada más.
André se inclinó un poco hacia mí, su expresión era una mezcla de frustración y desafío.
-Tengo más que eso. Vi esos archivos sobre Ellie en tu departamento. Y la bolsa con ropa que encontré cerca de la escena de un homicidio, ¿qué me dices de eso?
Mantuve mi compostura, aunque por dentro mi mente corría, buscando la manera de salir de esta situación. ¿De qué bolsa me estaba hablando? ¿Era suficiente para hacerme caer? No... ¿Cómo podría olvidar la bolsa de ropa que dejé ese día en el hospital psiquiátrico...?
-Cosas privadas, André-le advertí con desaire, recuperando la compostura-. No es ilegal tener archivos de personas en mi propia casa ¿O que ahora te dedicas a invadir de la privacidad de las personas?
Él se irguió, evidentemente esperando una reacción diferente.
-Te daré un consejo, André. Es mejor que uses tu tiempo libre para relajarte. ¿Por qué no disfrutas de tu mes de suspensión? Tal vez te ayude a calmarte un poco. Ve a la playa, o tal vez, subir alguna montaña.
Declaré en tono sarcástico, pero no iba a dejar que solo porque me siguiera la pista me amenazara. He pasado por mucho como para caer por una persona tan insignificante como lo era André.
-No te voy a dejar en paz, Williem. Sé que hay algo más en ti, algo que no está bien. Y voy a encontrarlo, con o sin una placa.
-Buena suerte con eso, "oficial". Pero mientras tanto, yo seguiré viviendo mi vida, como lo he hecho siempre.
André apretó la mandíbula, su frustración era palpable. Él no estaba acostumbrado a que lo desafiaran de esa manera. Estaba claro que mi serenidad lo sacaba de quicio, y eso me daba un cierto placer.
Empecé a caminar y choqué su hombro como último gesto de despedida. Mi mente aun trabajando en lo que acababa de suceder. André estaba molesto, más de lo que había anticipado. Y aunque su amenaza parecía seria, no podía dejar que eso me distrajera.
Respiré hondo, tratando de calmar mi mente y volver a centrarme en Mason. Pero cuando lo busqué con la mirada en el pequeño parque me di cuenta de que él ya no estaba. Maldición.
Escaneé la calle en busca de Mason. No podía haber ido muy lejos, pero cada segundo perdido era una ventaja que no podía permitirme dar. La ciudad bullía con actividad, pero él se había esfumado entre la multitud.
Caminé rápidamente por la acera, mis ojos escudriñando cada rincón, cada sombra, buscando algún rastro de él. Pero el enfrentamiento con André me había hecho perderlo, y la frustración comenzó a filtrarse en mis pensamientos.
Era imperativo que lo encontrara. Mason no era solo un obstáculo; ahora era una pieza crucial en el juego que estaba jugando. No podía permitir que se deslizara entre mis dedos tan fácilmente.
Pero el tiempo pasaba, y la multitud lo había tragado por completo. Después de unos minutos de búsqueda infructuosa, tuve que admitir que lo había perdido por hoy.
Dejé escapar un suspiro de frustración y comencé a caminar de regreso a mi apartamento, tratando de calmar la furia que hervía dentro de mí. André había sido un problema inesperado, y la pérdida de Mason solo complicaba las cosas. Pero esto no había terminado, no aún.
De alguna manera, encontraría una forma de retomar el control. No permitiría que nadie, ni siquiera un oficial de policía, interfiriera en mis planes. Mason volvería a cruzarse en mi camino, y cuando lo hiciera, estaría listo para él.
Mientras me acercaba a mi edificio, sentí la calma regresar a mi mente. Había sido un día complicado, pero no era algo que no pudiera manejar. Subí a mi apartamento y me dirigí directamente al estudio.
Encendí la computadora y revisé mis notas sobre Mason, buscando cualquier detalle que pudiera haber pasado por alto. Había estudiado su rutina, conocía sus puntos débiles. Pero ahora sabía que necesitaba un nuevo enfoque.
Todavía seguía con un poco de frustración latente en mi pecho por haber perdido de vista a Mason esa mañana. Todo había salido mal; el encuentro con André había sido un contratiempo que no podía permitirme, y la desaparición de Mason entre la multitud me había dejado con una sensación de derrota que no soportaba.
Salí de mi departamento y caminé sin prisa, dejando que la fresca brisa nocturna despejara mi mente. Las calles estaban llenas de personas que buscaban refugio en bares y restaurantes, buscando olvidar sus problemas en una copa o en la compañía de otros.
Pasé frente a un bar algo ruidoso, con luces tenues que iluminaban la entrada. No tenía intención de entrar, pero algo me hizo detenerme. Una corazonada, tal vez. O quizás el destino finalmente me estaba mostrando una señal.
Me acerqué a la puerta y eché un vistazo rápido al interior. Fue entonces cuando lo vi. Mason, sentado en la barra, con una copa de algo fuerte en la mano y la mirada perdida en su bebida. En mi cara, no disimulé la alegría que me traía encontrarlo luego de un fracaso como el de la mañana. El destino, después de todo, me había dado otra oportunidad.
Entré al bar, cuidando que mis movimientos no llamaran la atención. Me acerqué a la barra y me senté a un par de asientos de distancia de él, observándolo con discreción. Mason estaba borracho, más de lo que hubiera esperado. Su postura era relajada, casi descuidada, y sus ojos se entrecerraban como si intentara mantener la realidad en foco.
Esperé pacientemente, fingiendo interés en el menú del bar, mientras veía cómo él seguía bebiendo. No tardó mucho en notar mi presencia. Sus ojos vagaron por la barra hasta que se posaron en mí. Hubo un destello de reconocimiento, pero era evidente que su mente estaba demasiado nublada para ubicarme.
-¿Disculpa, nos conocemos? -preguntó, su voz arrastrada por el alcohol.
Lo miré con una sonrisa amistosa, ocultando mi verdadera intención.
-Tal vez nos hayamos visto antes -respondí con calma-. Esta ciudad no es tan grande, después de todo.
Mason asintió lentamente, como si eso tuviera sentido para él en su estado actual. Aproveché su confusión para iniciar una conversación casual, hablando de trivialidades, de lo complicado que era tener un buen día últimamente, y de cómo las noches solitarias parecían durar eternamente. Mason se enganchó en la conversación sin sospechar nada, su mente demasiado embotada para cuestionar por qué un desconocido se interesaría en él.
A medida que hablábamos, él se volvió más relajado, más confiado. Incluso comenzó a sonreír, algo que no había visto en él durante los días que lo había estado siguiendo. Pero esa sonrisa era el producto de una falsa seguridad, de un engaño que me había dedicado a tejer pacientemente a su alrededor.
Después de un rato, cuando noté que sus palabras empezaban a deshacerse en murmullos incoherentes, supe que era el momento de actuar.
-No deberías seguir bebiendo así -le dije con un tono de preocupación genuina, que casi me hizo reír por dentro-. ¿Qué te parece si te llevo a a otro lugar? Estás demasiado borracho para irte solo.
Mason me miró, sus ojos vidriosos luchando por enfocarme. Asintió débilmente, como si la idea de que alguien lo cuidara fuera lo único que anhelaba en su estado.
-Sí... creo que sería lo mejor -murmuró, intentando levantarse de su asiento, aunque con poco éxito.
Lo ayudé a ponerse de pie, pasando un brazo sobre sus hombros para darle estabilidad. Podía sentir cómo se apoyaba pesadamente en mí, su cuerpo tambaleándose mientras lo guiaba hacia la salida. Mientras caminábamos por las calles ahora casi desiertas, mi mente trabajaba rápidamente, ajustando el plan.
No lo llevaría a su casa, por supuesto. Tenía un destino mucho más adecuado para él en mente.
-No te preocupes, Mason -le dije suavemente mientras caminábamos-. Estarás bien.
Él no respondió, su cabeza colgando mientras caminábamos, demasiado borracho para cuestionar mis palabras. Llegamos a mi edificio, y lo conduje a través del lobby con cuidado, evitando las miradas curiosas de los pocos residentes que quedaban despiertos. El ascensor subió lentamente hasta el piso 21, y cada segundo que pasaba, la tensión en mi pecho se transformaba en una calma calculada.
Cuando finalmente llegamos a mi piso, lo guie hasta mi apartamento, abriendo la puerta suavemente. Mason apenas podía mantenerse de pie cuando entramos, y supe que el momento de actuar estaba cerca.
-¿Esta es tu casa? -preguntó Mason, su voz apagada por la fatiga y el alcohol.
-Sí -respondí con una sonrisa que él no pudo ver-. Pero no te preocupes, estarás cómodo aquí.
Lo conduje al sofá blanco que estaba en el centro de mi sala, el lugar donde había pasado tantas noches solo, fantaseando con mi corderito o planeando cada detalle de mi vida. Mason se desplomó en el sofá, su cuerpo cayendo pesadamente sobre los cojines.
Él levantó la mirada hacia mí, su expresión confusa pero no alarmada. Creo que aún estaba bajo la impresión de que había algo más detrás de mi gesto de "amabilidad". Podía ver el malentendido en sus ojos, la idea de que este encuentro podría volverse algo más íntimo. Esa idea me hizo gracia para mis adentros, pero no por las razones que él imaginaba.
-Gracias... -murmuró, sus ojos comenzando a cerrarse-. Gracias por...
Sus palabras se cortaron cuando mi puño se conectó con su mandíbula. El golpe fue rápido, preciso. Mason ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar antes de que su cuerpo quedara inconsciente contra el sofá. Lo observé por un momento, asegurándome de que no se movería.
Un extraño sentimiento de satisfacción se apoderó de mí mientras lo miraba tirado allí, indefenso. Finalmente, todo estaba bajo control nuevamente. Todo estaba en equilibrio.
Me aseguré de que su respiración fuera estable, no quería que muriera, al menos no aún. Con cuidado, lo acomodé en el sofá, su cuerpo ahora inerte y sin resistencia. Me tomé un momento para asegurarme de que todo estaba en orden, de que nada había quedado fuera de lugar.
Después, me aparté y me dirigí a mi habitación, donde la oscuridad y el silencio me esperaban. Me desvestí lentamente, dejándome llevar por el cansancio que ahora comenzaba a asentarse en mi cuerpo. Sabía que el día siguiente traería nuevos desafíos, pero por ahora, todo estaba bajo control.
Me metí en la cama, dejando que el peso del día se deslizara de mis hombros. Cerré los ojos, permitiendo que el sueño me dominara. Sabía que cuando despertara, Mason aún estaría allí, esperando lo que fuera que tuviera planeado para él.
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