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Capítulo 17. En la salida de un bar.

André.

Conduje sin rumbo fijo por un tiempo, intentando despejar mi mente. Cada señal de tráfico, cada esquina, parecía llevarme de vuelta a la misma preocupación: Williem. Había algo oscuro en él, algo que se extendía más allá de lo que las reglas y los procedimientos podían capturar. Mi instinto me decía que no estaba equivocado al sospechar de él, pero no tenía el respaldo oficial para seguir adelante con mi investigación. Necesitaba una prueba irrefutable, algo que demostrara que mis sospechas no eran simples paranoias.

Finalmente, después de un rato, decidí detenerme para ordenar mis pensamientos. Al estacionar, noté un bar al otro lado de la calle. Era uno de esos lugares donde la música era tan fuerte que podías sentir el bajo retumbar en el pecho desde afuera. Lo que me llamó la atención no fue el lugar en sí, sino las figuras que salían por la puerta principal.

A través del parabrisas de mi auto, vi a Williem salir del bar, su porte elegante destacaba incluso en medio de la multitud. No estaba solo. Salió de un bar junto a alguien que, al principio, no reconocí. Pero cuando el otro hombre se tambaleó ligeramente al caminar, la luz de una farola cercana iluminó su rostro, y lo reconocí de inmediato: Mason, claramente afectado por el alcohol. Los dos hablaban y reían, pero algo en la escena me inquietó. No era solo que Mason estuviera completamente ebrio, sino la familiaridad con la que interactuaban. A primera vista, parecía que eran amigos, o al menos conocidos cercanos, pero yo sabía que había algo más.

El corazón me latió con fuerza mientras observaba la escena. ¿Qué demonios hacía Mason con él? Por su actitud, parecía que no tenía idea de lo peligroso que era Williem, o tal vez estaba tan ebrio que no le importaba. La situación olía a problema, y no podía quedarme ahí sin hacer nada.

Mi primer impulso fue salir del coche, acercarme a ellos y sacar a Mason de esa situación antes de que algo peor sucediera. Pero justo cuando mi mano tocó la puerta para abrirla, mi teléfono vibró de nuevo en mi bolsillo. Con un presentimiento desagradable, lo saqué y vi otro mensaje de texto del número desconocido.

"Estás jugando con fuego, André. Si sigues así, te vas a quemar."

El mismo número desconocido. La misma amenaza velada. Las palabras en la pantalla me golpearon como un balde de agua fría. Miré a mi alrededor, pero no vi a nadie que pudiera estar vigilándome. La calle estaba tranquila, el bullicio se concentraba más cerca del bar. ¿Quién diablos era este tipo? ¿Cómo sabía exactamente lo que estaba haciendo y cuándo hacerlo?

Sentí un nudo en el estómago, la mezcla de miedo y frustración creciendo dentro de mí. Williem estaba tramando algo, y parecía que no estaba solo. Tenía un cómplice, alguien que lo mantenía informado, alguien que sabía demasiado. Pero, ¿quién? Y lo más importante, ¿por qué?

Levanté la vista hacia donde había visto a Williem y Mason, decidido a no dejarme intimidar, pero para mi sorpresa, ya no estaban.

El lugar donde habían estado parados apenas unos segundos antes estaba ahora vacío. Salí de mi auto y miré a ambos lados de la calle, buscando algún rastro, pero no había señales de ellos. Maldije en voz baja, pateando una piedra en el suelo con frustración. En el tiempo que había tardado en leer el mensaje, Williem había logrado desaparecer con Mason.

Mi corazón comenzó a latir con fuerza mientras me daba cuenta de la gravedad de la situación. Mason estaba en peligro, eso era más que evidente, y Williem había logrado llevarse a su víctima justo frente a mis ojos. Volví a leer el mensaje, apretando el teléfono en mi mano hasta que mis dedos se me pusieron blancos.

Era una advertencia, pero también una declaración de poder. Alguien, probablemente Williem o uno de sus cómplices, estaba siguiendo cada uno de mis movimientos, asegurándose de que no interfiriera en lo que estaba planeando. Sentí un escalofrío recorrer mi columna al pensar en las implicaciones de todo esto.

No podía quedarme quieto, no después de haber visto lo que había visto. Pero también sabía que cualquier acción precipitada podría ponerme en una posición aún más vulnerable. Mi suspensión me dejaba con las manos atadas en términos oficiales, pero no podía simplemente alejarme y fingir que nada estaba sucediendo.

Guardé el teléfono en el bolsillo, mi mente trabajando rápidamente en busca de una solución. Si Williem estaba jugando conmigo, no podía dejar que ganara. Sabía que tendría que ser más astuto, más cuidadoso, y encontrar la forma de seguirlo sin que él se diera cuenta. Mason no podía quedar a merced de alguien como él, y estaba dispuesto a arriesgarlo todo para detenerlo.

Conducir por las calles vacías solo amplificó mi frustración. Sabía que el tiempo estaba en mi contra. Mason estaba en peligro, y Williem, con su sonrisa tranquilizadora y su comportamiento sereno, era una amenaza mucho mayor de lo que cualquiera se atrevía a admitir.

Pero no podía rendirme. No ahora. No cuando alguien como Williem estaba libre, operando en las sombras. Había un juego en marcha, y yo estaba decidido a encontrar la forma de ganar. Aunque la niebla del peligro rodeara cada paso, no dejaría que se saliera con la suya. Y no importaba cuántas advertencias o amenazas recibiera, seguiría adelante.

Respiré hondo y me obligué a pensar con claridad. Si los había perdido ahora, eso no significaba que estuvieran fuera de mi alcance. Con la suspensión en curso, tendría que encontrar formas no convencionales de mantenerme al tanto de los movimientos de Williem.

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