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Capítulo 14. Denuncia.

Los rayos del sol iluminaban la elegante decoración minimalista qye rodeaba mi departamento. Me encontraba sentado en mi sofá blanco, con una taza de café humeante entre las manos, aunque el sabor ya no importaba, en mi mente solo organizaba mis movimientos para atacar a mi nuevo objetivo.

André. El oficial que había irrumpido en mi casa, que se atrevió a invadir mi preciado santuario. Lo había visto esa misma mañana, hablando con Ellie. Parecía estar a punto de decirle algo, pero mi presencia lo interrumpió. ¿Qué era lo que intentaba advertirle? ¿Qué había descubierto? No podía permitirme más errores; la situación me exigía medidas inmediatas y calculadas.

Me levanté del sofá y me dirigí a la habitación oculta. Entré y me aseguré de que todo estuviera en su lugar. Las cámaras de seguridad, dispuestas de manera estratégica, me permitían observar cada rincón de mi apartamento desde aquí. Había revisado las grabaciones la noche anterior.

El oficial André, moviéndose por mi sala de estar, seguro de lo que estaba buscando. No había encontrado nada sustancial, pero eso no era lo importante. Lo que importaba era que había invadido mi territorio. Y ahora, tenía la prueba de aquello.

Me aseguré de transferir los videos a una memoria USB, cuidando de seleccionar los ángulos más comprometedores.«Esto es casi que un déjà vu». Quería que esto fuera perfecto, que no quedara ninguna duda sobre la infracción de ese desgraciado. En cuestión de minutos, todo estaba listo. Cerré la habitación con la misma precisión con la que la había abierto, y me preparé para el siguiente paso. Hoy, iba a la comisaría, y me iba a encargar de ir a la que trabajaba ese oficial.

Me vestí con cuidado, eligiendo un traje oscuro que proyectara la imagen de un ciudadano respetable. Sabía que la apariencia lo era todo en estos casos; un hombre como yo, no sería tomado a la ligera vistiendo de esa manera. Con la USB en mi bolsillo, salí de mi departamento, cerrando la puerta con un pequeño clic que resonó en el silencio del pasillo.

El camino a la comisaría fue rápido, pero mi mente estaba en otra parte. Calculando, previendo cada movimiento que iba a hacer. El departamento de policía estaba ajetreado, como siempre, una colmena de actividad que, sin embargo, me resultaba irritante ver a esas personas caminando de un lado a otro en busca de pistas. Me acerqué al mostrador de recepción, donde una joven oficial estaba ocupada con algunos papeles.

-Buenos días -dije con una voz calma y controlada-. Me gustaría presentar una denuncia.

La oficial levantó la vista, visiblemente sorprendida por mi tono cortés. Se apresuró a dejar sus papeles a un lado.

-Por supuesto, señor. ¿De qué se trata?

-Es un asunto serio -continué-. Alguien irrumpió en mi hogar sin mi autorización. Un oficial de esta comisaría, para ser más exactos.

La sorpresa en su rostro fue palpable. Era obvio por su expresión, no era lo que esperaba escuchar.

-Entiendo... Déjeme informarle a mi superior, de por mientras le solicito que llene esta ficha. -dijo, levantándose rápidamente de su asiento y entregándome una hoja con muchos espacios para rellenar.

La vi desaparecer en una puerta cercana, y un par de minutos después, regresó acompañada por un hombre robusto, de expresión dura. En su uniforme destacaba su nombre, aunque no era no muy memorable.

-Señor ¿Nightmare?- Dijo mi apellido con duda luego de ver la hoja que solo había rellenado con mi nombre -. Soy el capitán Bauer. Entiendo que tiene una denuncia que hacer y es un tema algo delicado. Por favor, acompáñeme a mi oficina para que podamos hablar en privado.

Asentí y lo seguí a través de la comisaría. La oficina del capitán estaba en el fondo del pasillo, un espacio pequeño, pero ordenado, con una ventana que daba a la calle principal. Me ofreció un asiento, que acepté, mientras él se acomodaba detrás de su escritorio.

-Ahora, cuénteme exactamente lo que sucedió -dijo el capitán, con su tono de voz grave.

-Ayer, mientras revisaba las grabaciones de seguridad de mi hogar, descubrí que un oficial de su departamento había irrumpido en mi casa. No tengo idea de cuáles eran sus intenciones, pero lo que sí sé es que no tenía autorización para entrar. Esto es algo que no puedo dejar pasar.

-¿Tiene pruebas de lo que dice? -preguntó, aunque ya sabía la respuesta.

-Por supuesto -respondí, sacando la USB de mi bolsillo y entregándosela-. Aquí están las grabaciones de seguridad. Estoy seguro de que encontrará todo lo que necesita.

Bauer tomó la USB y la insertó en su computadora, observando la pantalla con atención. Me crucé de brazos, esperando pacientemente mientras veía el video. Podía notar cómo sus cejas se fruncían a medida que las imágenes avanzaban.

-Este oficial... es Schwarz, ¿verdad? -preguntó, finalmente, su tono bajo y controlado.

-Entiendo que es él. -Respondí-. No estoy seguro de por qué lo hizo, pero eso no cambia el hecho de que violó mi privacidad.

Bauer se quedó en silencio por un momento, claramente procesando la situación. Luego, se volvió hacia mí, con una expresión calculadora.

-Esto es un asunto muy serio, señor Nightmare. Tendremos que investigar a fondo, pero puedo asegurarle que tomaremos medidas al respecto.

-Eso es todo lo que pido, señor.-dije con calma, sabiendo que ya había ganado esta pequeña batalla.

El capitán Bauer se levantó y extendió su mano.

-Le agradezco que haya traído esto a nuestra atención. Mantendremos el contacto mientras avanzamos con la investigación.

Le estreché la mano, notando cómo su agarre era firme, pero un poco más frío de lo que esperaba.

-Espero que este asunto se resuelva pronto y que el oficial Schwarz sea debidamente sancionado.

Me despedí y salí de la comisaría, sintiendo una ligera satisfacción al saber que había sembrado las semillas de la discordia dentro del trabajo de ese oficial André. Había demostrado ser como una basurilla en el ojo, pero pronto aprendería que meterse en mis asuntos tenía un precio.

El camino de vuelta a casa fue menos tenso. Aún había un pequeño nudo en mi estómago, por lo que André podría haber descubierto, pero confiaba en que la policía ahora estaría más preocupada por defender su reputación que por investigar mis secretos. Mi departamento me recibió con el mismo silencio de siempre, pero esta vez, sentí una extraña calma al cerrar la puerta detrás de mí.

Me serví una copa de vino tinto y me dejé caer en el sofá, pensando en los eventos recientes. Ellie... todo esto, de alguna manera, giraba en torno a ella. André había estado a punto de decirle algo importante antes de que llegara, pero ¿qué era? ¿Qué sabía él que yo no?

Mi mente vagó hacia Ellie, su rostro, sus ojos llenos de una mezcla de confusión y dolor cada vez que hablaba de Mason. Me encontraba atraído hacia ella de una manera que no podía explicar, una obsesión que se enredaba con mi necesidad de control. Ella era diferente, alguien que despertaba en mí un deseo de posesión que no había sentido antes.

Lentamente, las piezas empezaban a encajar. André estaba tratando de advertirla, de protegerla, de algo que él creía que yo representaba. Pero ella no podía saber. No aún. No hasta que yo lo decidiera.

Mientras tomaba un sorbo de vino, sentí el calor brotando en mi pecho, una mezcla de placer y deseo. Sabía que Ellie estaba sola en su casa, probablemente preguntándose qué estaba ocurriendo a su alrededor. Ella no sospechaba nada... todavía. Eso me provocó aún más.

Después de un par de copas, la tensión que llevaba acumulada en los hombros empezó a desvanecerse, dando paso a pensamientos más relajados, casi indulgentes. Cerré los ojos, permitiendo que mi mente se sumergiera en las imágenes que ya no podía contener. A mi corderito...

Mi mente comenzó a dibujarla frente a mí, con una nitidez que casi podía sentirla. En mi fantasía, ella estaba aquí, en mi departamento, con esa sonrisa que siempre me hacía sentir que todo en el mundo estaba bien. Pero que me hubiese encantado tenerla aquí para borrársela y que en su cara solo quedara una expresión de placer, de que rogara por más. Su voz resonaba en mi cabeza, los quejidos, susurros, gemidos... Mierda corderito... Con solo imaginarte ya me había puesto el cuerpo caliente y mi miembro rígido...

Imaginé sus dedos rozando mi piel, su toque suave pero electrizante. La forma en que sus labios se moverían contra los míos, primero con timidez, luego con creciente confianza.

La realidad empezó a desvanecerse, y me permití hundirme más en mis fantasías. En mi mente, Ellie se acercaba, con un vestido blanco y corto, que se ajustaba a sus caderas y a sus pechos. Sus labios estaban a pocos centímetros de los míos, susurrando algo que no lograba entender, pero que lograba excitarme.

Era una sensación embriagadora, una mezcla de lujuria y posesión que no quería soltar. Las imágenes se volvieron más intensas, más personales. Mi corderito, sobre mí, moviéndose de un lado a otro con sus caderas de manera inexperta, inocente, pero, susurrándome cosas que solo yo debía oír. Cosas que la hacían mía. En mi mente, ella se entregaba a mí completamente, sin reservas, sin miedos. Su cuerpo se apretaba contra el mío, y el calor de su cercanía me envolvía, como si pusiera mis manos al fuego abrasador.

No tenía remordimientos en mis pensamientos, ni una pizca de culpa. ¿Por qué debería haberlos? Ellie era mía, o al menos lo sería pronto.

Nuestros cuerpos se volvían uno en ese sofá en donde ahora solo me encontraba desahogando mi excitación. Ojalá fuese ella quien me la quitara. Con sus manos delicadas, acariciando mi miembro, o su boca, usando su lengua, paseando por la punta, o... Su cuerpo... Ah, mi corderito~... solo mía...

Abrí los ojos luego de un rato y terminé el vino. La realidad se sentía un poco más fría, un poco más distante, pero la certeza de mis deseos seguía allí, firme e inquebrantable. Mi corderito me pertenecía. Y no había nada, ni nadie, que pudiera cambiar eso.

Con esa última copa, dejé la botella a un lado y me dirigí al, tenía que ducharme luego de los estragos que hizo mi pequeña fantasía. Mi mente volvió a ella, a esa imagen de perfección que había construido. Y mientras me perdía en esos pensamientos en la ducha, una sonrisa lenta se dibujó en mi rostro.

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