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Los colores de mi calendario


¿Alguna vez te has puesto a ver el cielo con detenimiento? Sé que es una pregunta un poco tonta, pues todos hemos elevado la cabeza al menos una vez y nos hemos detenido a contemplarlo. Ya sea para maldecir al sol que brilla demasiado fuerte, o porque se nos ha ocurrido hacerlo en ese momento.

Lo que quiero decir, es que si alguna vez te has detenido; realmente, a prestarle atención.

Creo que yo nunca lo había hecho, ni siquiera cuando era niño. No creas que es cosa rara, pues mi ciudad siempre fue muy poblada, llena de smog y luces en todo momento. Hacían que las mañanas tuvieran cielos normalmente grises y que en las noches no distinguieras entre el brillo de una estrella y el de una luz reflejada en alguna marquesina.

Aquí, en esta ciudad, es que apenas me he tomado el tiempo de detenerme, sentarme; y observar el cielo. Las estrellas brillan de manera preciosa, de esa manera que sólo te deja apreciar un cielo sin iluminación artificial.

Creí que viajar hasta una ciudad tan pequeña me deprimiría. Me recordaría demasiado a casa. Pero yo nunca tuve una casa en un lugar así, aunque mi mente quiera decirme que sí. Mis miedos terminaron siendo infundados, pues no me deprimí en lo absoluto.

Es más. Tengo el atrevimiento de decir que nada parecido a la tristeza cruzó por mi mente ni un solo momento... en la primera semana. No me malentiendas, por favor.

No es que me sintiera mal, o que hubiera sido miserable. Fue algo mucho más familiar, un viejo amigo que sería incapaz de olvidar, pues le conozco demasiado bien: la nostalgia.

Los lugares como estos siempre me la causan.

Ahora, las estrellas que brillan en cielos límpidos lo hacen también.

Me recuerdan tus ojos.

Brillo en un cielo completamente negro.

Cuando hubiera terminado de leer la última línea, Annya dobló la hoja con sumo cuidado. El papel, para ella, era muy delicado. Así que cuidaba de sólo doblarlo una vez y colocarlo en el sobre al que pertenecía con meticulosa precisión.

Se levantó de la cama, cuidando de no hacer ruido y se dirigió hasta su armario, donde ocultaba una vieja caja de zapatos. Quitó la tapa y dejó la carta en la parte superior de un montículo de sobres similares. A su lado, otro montón atado con una cinta blanca deslucida por el tiempo aguardaban para que continuara con su lectura.

Normalmente, Annya habría tomado tres para leer. Lo había estado haciendo cada fin de semana durante los últimos tres meses. Empero, en aquella ocasión, decidió que era mejor dejarlo por esa noche.

Sus ojos ardían un poco, y no quería terminar durmiéndose a mitad de la lectura. Отец Victor solía revisar su habitación temprano en la mañana, para despertarla y que compartieran un desayuno que no escatimaría en panqueques con toda clase de jarabes o mermelada y jugo fresco.

Отец Victor no sabía de sus lecturas nocturnas. Y Annya quería que siguiera siendo así.

El reloj en su mesa de noche marcaba cerca de las once de la noche, así que entendía por qué estaba así de cansada. Su oтец la había recogido de casa de papá un poco tarde, aunque se hubiera disculpado una y otra vez con ella de camino a su departamento. Annya le había dicho que estaba bien, que no había problema. No estaba mintiendo, para nada.

Papá Yuuri le había explicado muchísimas veces lo difícil que era el horario de su oтец, no le había explicado exactamente qué tanto, o en qué sentido lo decía, pero por la manera en la que se había presionado el puente de la nariz, Annya pudo inferir que era algo de adultos. Como cuando tío Phichit se quedaba a dormir en el departamento y Annya fingía que no escuchaba las voces de ambos levantarse en el pasillo, discutiendo por algo de la escuela.

Annya fingía que no escuchaba cuando se hablaba de temas de adultos, o cuando se hablaba de algo de la escuela.

Apagó la lámpara con motivos de conejos que su oтец le hubiera regalado la última navidad, y se arropó con las cobijas como hubiera estado cuando Victor le deseó buenas noches. El horario para dormir de Annya era, exactamente, a las ocho en punto. Cuando estaba en casa, papá Yuuri siempre se quedaba con ella hasta que se hubiera dormido. Annya sabía que era verdad, porque cuando había tenido una gran fiebre la noche previa a pascuas del año pasado, su papá le había prometido quedarse con ella hasta que se sintiera mejor. Annya había ido dormir hecha un mar de lágrimas, mitad por el inclemente ardor en su rostro y la falta de oxígeno en sus pulmones y mitad porque había estado esperando realmente recoger huevos coloreados la mañana siguiente.

Cuando pascua llegó Annya seguía enferma, pero su papá seguía a su lado. Aun cuando la cama de Annya era increíblemente estrecha e incómoda. Annya sabía que podía confiar en la palabra de su papá, tanto como sabía que su oтец nunca le diría que ellos rompían las reglas.

En casa de Victor, la cena se servía a cualquier hora. Annya prefería comerla entre las ocho y las nueve, pues normalmente pasaban películas divertidas en la televisión y oтец Victor dejaba que comieran en la sala mientras el ambiente era ahogado en risas y gritos de personajes animados. La ayudaría a bañarse después, usando shampoos que lograban que la tina se llenara de burbujas y más juguetes de hule de los que un niño pudiera contar. La hora de dormir venía después, Victor la arroparía y le daría un beso en la frente, ofreciéndole alguno de los cuentos infantiles que siempre parecían multiplicarse en su repisa. Annya no estaba segura de cuántos tenía ahora, y no se molestaba en contarlos, ya que siempre terminaba leyendo los mismos.

Отец Victor no le leía, pero siempre se quedaba un par de minutos en el dintel de la puerta de su habitación mientras la veía pasar las páginas y repetir las palabras con susurros. Aún no aprendía a leer en silencio, aunque estaba haciéndose mejor con el paso de los meses.

Отец Victor tampoco se aseguraba de ver que ella durmiera cuando cerrara su puerta, pero siempre la despertaba en las mañanas con un beso y un abrazo.

No era la misma rutina que papá Yuuri seguía casi religiosamente, pero a Annya no le molestaba.

Aunque había ocasiones en las cuales, después de cenar y antes de la hora del baño, tío Chris pasaría a hacer una visita.

Annya quería mucho a sus tíos. Tío Phichit era quien le había regalado su primer triciclo, y quien le había enseñado a andar en bicicleta. Tío Chris, por su parte, le había regalado uno de sus vestidos favoritos, y el cuento que más leía: El soldadito de plomo.

Cuando tío Phichit se quedaba en su departamento, normalmente era para hacer trabajos extra con su papá; y aunque a Annya realmente no le gustaba la expresión de cansancio que papá Yuuri tendría al día siguiente, el desayuno increíblemente variado que preparaba tío Phichit ayudaba un poco a pasar el mal trago.

En cambio, cuando tío Chris llegaba de visita, usualmente lo hacía trayendo algo sabroso para comer. Hacía dos semanas habían sido bombones suizos, y la semana pasada galletas de chocolate que Annya creía habían salido directo de un cuento de hadas. Tío Chris nunca pasaba mucho rato con ellos, aunque su oтец siempre insistía en acompañarlo hasta la calle cuando se tuviera que marchar.

Annya había preguntado una vez si podía acompañarlos ella también.

Su oтец y su tío la habían visto con algo que Annya no sabía exactamente nombrar, lo había visto también en el rostro de otros adultos, pero nunca había encontrado una palabra exacta para denominarlo.

Victor le había dicho que no. Annya no había vuelto a preguntar.

Oтец Victor no seguía las mismas reglas que papá Yuuri, y ciertamente nunca le había dicho de alguna propia a Annya. Victor no tenía reglas para Annya, pero Annya sí tenía reglas para Victor.

Se aplicaba para todo. Respuestas, situaciones y comportamientos.

Victor era un hombre complejo, en palabras de su tío Phichit.

Victor era un hombre complicado, en palabras de su papá Yuuri.

Victor era un hombre de muchísimos matices, en palabras de su tía Mari.

Victor era un hombre, en palabras de Annya.

Esa era la única manera en la que su cabeza podía intentar encerrar todo el gigantesco concepto que parecía ser Victor Nikiforov.

No tienes que entenderlo siempre, le había dicho su papá una de las tantas noches de escuela, mientras peinaba su cabello y hablaba como si no fuera la gran cosa. Pero lo era, Annya lo sabía. Podía ser que su sentido del olfato fuera bastante pobre, en comparación a la de algún adulto, pero Annya conocía perfectamente el olor de Yuuri, ya que diariamente buscaba su cuello para que le dejara empaparse de el.

Annya sabía cuándo era que su padre intentaba torcer un poco la verdad, como diría tío Phichit. Annya sabía que sólo lo hacía cuando algún tema lo hacía enojarse, estresarse, o entristecerse.

Annya no era muy buena separando esas tres emociones, pero sabía que no quería ver ninguna de ellas en el semblante de su papá.

Yuuri le había dicho que no debía preocuparse por entender siempre a Victor, y Annya se había encontrado que entonces era mejor no cuestionar mucho las cosas y simplemente sonreír. Cuando ella sonreía, su oтец le sonreía de vuelta y no hacía preguntas.

Un pequeño bostezo escapó de sus labios, y su mirada se tornó borrosa. El sueño era un enemigo fuerte, y Annya nunca había sido de dar mucha pelea.

Sus ojos comenzaron a cerrarse, dejando que la visión de su mesa de noche y los apenas reconocibles reloj, lámpara y calendario que solía siempre tener allí se fundieran con el resto de sombras del lugar. Las manecillas del reloj redondo, los motivos de conejos de la lámpara, y la mezcla de colores en el calendario.

Отец: Padre en ruso, si el internet no me falla.

Quería subir un poco más de este pequeño experimento. Siento que es como un tercer prólogo, porque la pequeña hija de Victor y Yuuri también tendrá un papel importante. En general, CS tanto como DIL son un intento de escribir algo que no está en mi zona de confort. Usualmente me iba por cosas cortas y sin mucho sentido, porque escribía para hacer reír a una amiga.

Ahora, pues, le intenté dar a mis trabajos para el fandom la misma esencia que intento darle a mis originales.

El borrador de los últimos dos capítulos de CS está casi listo, me gustaría decir que actualizaré la semana que viene, pero no estoy segura. Empiezan mis finales y, si ponen la suficiente atención, podrán oír mis gritos de pájaro ahogado en la distancia.

¡Muchas gracias por leer!, los adoro.

Nota: De paso Cough syrup estuvo en el puesto 722 ayer, qué lindo. ♥

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