XVII
[...]
—¡corre!— gritó mientras se dirigía a paso apresurado al juego.
Suspiré con pesadez y corrí tras ella logrando alcanzarlo. Una sonrisa infantil se esbozó en su rostro, haciendome sonreirle de vuelta.
No pude evitar reir al ver en la situación en la que me encontraba. Estaba perdidamente enamorado de _____ hasta tal punto de aceptar venir con ella al parque de diversiones.
Ella estaba feliz conmigo, ¿qué más puedo pedirle?
—Yuri, es nuestro turno— me sacó de mis pensamientos.
Entrelazó nuestros dedos y comenzó a caminar llevándome con ella.
[...]
Estaba bailando frente a mi mientras yo me reprimía a correr y poner una mano en cima de ella. Cada gesto que ella hacía en el escenario era seductor.
Odiaba este sentimiento, somos solo dos mocosos de 16 años. No quiero tener que mandar todo al carajo de nuevo con alguno de mis impulsos.
Tomé una bocanada de aire y con velocidad grité: —¡podría ver esto todo el día!— a lo que ella me miró y sonrió cómplice.
No perdería una apuesta de mi chica tan fácilmente, ¿o si?
[...]
Las luces brillantes de la ciudad se reflejaban en sus ojos, su mirada concentrada en su libreta y cada movimiento que realizaba con sus manos hacia de ella un paisaje digno de admirar ante mis ojos.
En mi vida me habría imaginado querer a una persona tanto como quiero a esta chica, que tan solo con dedicarme una sonrisa me tiene a sus pies.
—Yuri— me llamó entre risas.
—Lo siento— reí avergonzado. Varios recuerdos volvieron a mi cabeza en el momento que observé su rostro, durante mi cambio de expresión, pude ver como ella se confundía.
Sonreí con tristeza y negué con la cabeza.
—Quiero pedirte disculpas como es adecuado— tomé su mentón. Ella asintió haciendome saber que me escuchaba —Lamento haberte dejado cuando estabamos a punto de ser algo, por haberte pedido que cortaramos el contacto que teníamos, sé que soy un imbécil y que sufriste por mi culpa, bebé— continué.
Sus mejillas se tornaron rojas, y una sonrisa timida se formó en sus labios.
—La verdad es que, yo te amo, _____, de una forma que no puedo explicarte como quisiera. Lamento see tan idiota como para no poder enfrentarme a mis errores como debía, y por hacerte pensar que no me importabas, cuando me moría por saber de ti. Porque soy una persona llena de imperfecciones y no soy capas de complacerte. Tú... puedes.. ¿perdonarme por eso?— desvié la mirada avergonzado.
Sus manos hicieron tacto con mis mejillas, obligándome a mirar su rostro que yacía mojado por lagrimas.
Me mosotró una vez más su sonrisa antes de comenzar a hablar, tomó la libreta de nuevo entre sus manos y comenzó a trazar en ella —Plasmaré cada una de tus imperfecciones en este papel, te demostraré que cada una de ellas es lo que te hace especial, Yuri— me miró con seguridad, sin borrar su sonrisa que tanto me encantaba admirar.
Fueron cuestión de segundos para que me encontrara llorando en sus brazos.
La felicidad es algo indefinido hasta que nosotros nombramos a algo lo que nos hace sentir felices.
Yo, tengo a mí felicidad en frente, y pienso dejarla escapar de nuevo.
(...)
La semana había transcurrido más rápido de lo que habíamos planeado. Las cosas habían mejorado demasiado para ambos, pero este día era el menos esperado.
La despedida.
Me resigné, sonreí con melancolía y comencé a caminar a paso lento hacia su dirección.
Ella estaba observandome.
Sus ojos de suplica eran mi tortura y su sonrisa mi recompensa. Odiaba a Viktor por obligarme a hacer este tipo de cosas a mi, todo era por _______.
Pero esto no era lo mío.
Tomé sus manos y uní nuestras frentes mientras la observaba directamente a los ojos.
En un movimiento rápido, ella estaba aferrada a mi ropa, ella... estaba aferrada a mi. Acaricié sus cabellos sin soltarla.
Mi corazón latía al mil por hora. Estaba triste por ella, a la vez que me sentía emocionado, feliz, lleno de energía.
Lo que voy a decir es absurdo, pero se lo debo al calvo homosexual. Por esto.
—Te tengo una sorpresa— sonreí. Ella abrió sus ojos y parpadeó repetidas veces. Nunca la había visto con un rostro tan inocente y timido, era inevitable verla y no querer llenarla de amor.
Para su sorpresa, Viktor apareció junto a Yuuri con unas maletas extra en sus manos.
Sí, mis maletas.
—¿Tú?...— su mirada se dirigió hacia mi y sus ojos brillaron. Me limité a responder y uní nuestros labios en un beso, al que ella correspondió de inmediato.
Pude sentir como sonreía ampliamente sobre mis labios.
Terminé el beso uniendo nuestras narices y miradas una vez más, su respiración cortada hacia contacto con la mía. Su expresión de incredulidad permanecía en su rostro, mientras que yo seguía sonriendole y acariciaba sus mejillas rosadas.
—Gracias, Yuri— sollozó y volvió a besarme. No pude evitar ser yo quien sonriera ahora.
La tomé entre mis brazos sin separarme y la apegué a mi sin importarme quien pudiera estarnos observando en estos momentos.
Lentamente me separé de ella y entrelacé nuestras manos. Yuuri y Viktor comenzaron a caminar hacia el avión que esperaba para despegar, la miré una vez más y los seguimos.
(...)
Siete años después.
P.O.V. ______
—Yuri, deja de mirarme así, ¿por qué lo haces?— musité. Una sonrisa dominante se esbozó en sus labios como respuesta.
Carraspeó antes de hablar —Por que me gusta, ¿no es obvio?— mi cuerpo se tensó al escuchar la forma seductora en la que había hablado.
Habíamos llegado al cine hace tan solo una hora, la película estaba en curso, casi en su final. Nuestras manos estaban entrelazadas desde ese entonces y su mirada estaba en fija en mi también, él en serio estaba tratando de volverme loca.
Suspiré —Estás mal si crees que voy a ceder— levanté una ceja y el negó con la cabeza.
—Vamos, solo quiero que intentes patinar conmigo— hizo un puchero a medida que se acercaba a mi rostro. Sonreí con ternura, pero inmediatamente volví a negar. No haría tal cosa sabiendo en el ridículo que podría quedar.
No frente a el.
Nuestros labios rozaron y un chasquido de enojo se escuchó detrás de nosotros. Mi chico se alejó de mi y dirigió la mirada al dueño de aquel ruido anterior, un notable enojo se hizo presente en el.
Presioné su mano con cuidado y obtuve su atención segundos después.
Mi mano se posó en su mejilla. Comencé a acariciarla ignorando cualquier otra cosa que estuviera a nuestro al rededor.
Sus brillantes ojos verdes se fijaron en los míos, me acerqué a el y deposité un beso en sus labios.
—Vamonos— rogó sin separarse del todo. Una pequeña sonrisa se formó en mis labios inconscientemente al ver la belleza infinita de la persona que tenía frente a mi.
Dudé unos segundos para luego asentir.
Tiró de mi brazo y me llevó fuera del cine sin soltarme en ningún momento. Se detuvo al observar una tienda de ropa, lo miré suplicante, pero mis intentos por detenerlo, fueron inútiles.
Unió su frente con la mía —volveré en seguida, ¿si?— besó mis labios y comenzó a caminar, soltando mi mano con suavidad a medida que lograba avanzar.
Me senté en una de las bancas libres en la acera. Observando como miraba encantado cada una de las prendas, inesperadamente me miró y lanzó un beso con sus manos.
Mis mejillas comenzaron a arder con vergüenza. Los gestos y acciones de Yuri hacia a mi cada vez eran más dulces, su actitud era diferente, el, me demostraba su amor de distintas formas.
Hacer una vida junto a el había sido una de las mejores decisiones que había tomado en su compañía. La aprobación de mi madre y la de Yakov había sido inesperada para mi.
Dejó de serlo en el momento en el que me di la oportunidad de hablar con el.
"Yuri no cecesita de una chica como tú, ______, el te necesita a ti"
Sus palabras habían sido las correctas, habían funcionado para mi, porque yo tampoco necesito a un chico como él, lo necesito a él.
Siempre lo necesité.
Torpemente, estamos juntos de nuevo, y esta vez perdurará.
El me dió su palabra, yo le dí la mía.
Por que las personas no se olvidan de la noche a la mañana, yo, te prometo recordarte una vida, Yuri Plisetsky.
Fin
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