5. Trofeos de cristal
Mael y Alejandro fueron amigos desde muy pequeños. Desde la primaria eran muy unidos pero después Mael tuvo que mudarse de casa muy lejos y nunca volvió a saber más de su amigo. Pasaron 5 años, y tiempo después, Mael pasó por su antiguo barrio para ver si podía encontrar a Alejandro. Cuál fue su sorpresa al encontrarselo distinto, un tanto frío y cambiado.
El pensó, "bueno ya no somos niños" y todos cambiamos, así que ignoró esa nueva faceta de la personalidad de Alejandro y se pusieron a conversar de todo el tiempo perdido. Hablando de todo un poco, salio el tema del amor.
Mael un poco triste y distante, le contó a su amigo como se había enamorado de la chica ala que siempre quiso desde pequeño, pero que ella no sentía lo mismo por el y eso lo devastaba por dentro, como un agujero negro de tristeza y dolor que devoraba la más mínima luz de alegría.
Lo que más tarde ocurrió hizo enojar profundamente a Mael y poner en tela de juicio su amistad con Alejandro. Después de contarles su sufrimiento y pena, Alejandro empezó a reír a carcajadas como si hubiera algo gracioso en sus palabras. Mientras todavía se reía le dijo:
-Acaso eres bobo. Mijo, tu no entiendes nada del amor. ¿Para que encapricharse con una sola persona? Mira te muestro.
Y sacando su móvil, le enseño entre sus chats de Wattssap, miles de pequeños corazones atrapados por sus garras. Cada uno de ellos era una chica ilusionada y enamorada de una persona que simplemente les escribía por el simple deporte de aumentar sus puntos de autoestima.
Como trofeos de cristal en una estantería, el los presumía con orgullo como un cazador glorioso por haber capturado a una gran presa. Mirando que ya no le quedaban espacios en su vitrina, miró a uno de sus premios más viejos, una chica que le había escrito hacia tiempo y le escribía pero el no le daba ninguna respuesta. Y tomando su corazón de cristal dijo con desprecio:
-Necesito espacio, así que ya no me sirves.
Y lo rompió en mil pedazos sin ninguna muestra de remordimiento o culpa alguna. Mael se quedó atónito ante tal falta de humanidad y su rostro cambió. Sin importar quienes fueran ellas nadie tenía el derecho de jugar a ser Dios con los sentimientos de nadie. Su ira era como un volcán.
Un volcán se sabe cuando va a explotar cuando empieza a echar humo y dentro de el su enojo estaba a punto de arremeter toda su indignación contra aquel que en un tiempo fue la figura a la que más admiraba y a la que deseaba seguir. Pero lo que más lo molesto fue las siguientes palabras de Alejandro:
-Viste, esos es un verdadero hombre porque el .....
Aquello fue la gota que colmó el vaso. No lo dejó ni terminar la frase y como un rayo incrustó su puño contra la puerta en un estruendo que asusto a todo el barrió.
-¡¡ESTE GOLPE SE LO DOY A LA PUERTA PARA NO DARTELO A TI!! Eres un cobarde que no conoce ni el amor ni la hombría. No quiero ser más tu amigo ni verte. Prefiero que me hieran el corazón mil veces a convertirme en lo que sea que eres ahora.
Y salió sin decirle ni una sola palabra y para no verlo más. Con la rabia de ver a aquel cazador de corazones que no tenía aprecio por los sentimientos ajenos. Tal persona no debía llamarse amigo debería sentir su propia medicina pensó, pero en esta vida lamentablemente no siempre las personas horribles obtienen lo que merecen.
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