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Un almuerzo de cuatro


Daniel


Transcurrió una semana más luego de que el gran Daniel Jelavick comenzar a dibujar al poderosísimo Ryu Leprince, heredero de Zeus, rey de reyes, dios de dioses, la cereza más roja y jugosa del pastel, la belladona que embriaga el vino dulce, el mejor párrafo de un capítulo, la...

—Se te está cayendo la boca de tanto que babeas Daniel. 

Mis pensamientos frenaron de golpe cuando una servilleta de tela blanca aterrizó sobre mi cabeza, bloqueando mi visión, y por lo tanto mi oportunidad de ver si aquel chico que me traía tan mal por fin había ingresado a la cafetería escolar.

—Vamos, límpiate. Se nota a kilómetros que te gusta. —Tivye dejó de mirar la pantalla de su celular para sonreírme de manera socarrona.

—¡Eso es mentira! —exclamo sintiendo como mis mejillas se cubren de rojo con más rapidez que la que tengo yo cuando voy tarde a algún trabajo. —No me gusta. 

—¿Quién no te gusta? —pregunta Kian entrando por fin a la escena. Lleva cargando dos charolas con comida, ambas para él. Tivye da un rápido vistazo a lo que se ha servido, pero luego de ver que solo son platos saludables hace una mueca de desagrado y se concentra solo en su propia bandeja de comida chatarra.

—Nadie, no hablamos de nadie. —le digo arrebatándole una manzana roja. 

—Kian... ¿Quién le gusta a Daniel según tú? —Tivye juega con una papa de forma perezosa mientras habla, a veces me aterra su tranquilidad anormal que presenta en ocasiones tan comunes.

—Eso es fácil... Le gusta Ryu. ¿O no?

¡Ah! ¡Hasta Kian se dio cuenta! ¡Esto no es bueno, nada, nada bueno!

—Hola chicos. 

¡Y esto cada vez se pone peor!

 —¡Ryu! —Kian no pregunta antes de indicarle el asiento a mi lado, desde luego que no iba a arrimarse para que el príncipe esté a su lado... ¡No! Que sufra Daniel Jelavick y su estúpido corazón.

Entierro mi cabeza en mis brazos, sobre la mesa. Tengo unos gratificantes momentos de silencio antes de que Kian los destruya con sus preguntas y su falso tono de inocencia. 

A veces comienzo a sospechar que, debajo de esa carita amable y tan convincente que se carga, hay un peligroso demonio que sabe lo que hace. Luego recuerdo que es Kian de quien hablo y se me pasa.

Ryu comienza a charlar con ánimos, sin darse cuenta del terrible tormento en el que estoy metido. 

¡Daniel Jelavick no se enamora!

Eso es lo que venía profetizando desde hace años. El amor es una mierda, cuando tenía edad de ser un retoño mimado lo aprendí de la peor manera, me partieron mi pequeño corazón y desde entonces no he creído en los cuentos de romance con brillos y finales felices o trágicos. ¡No!

Podré ser pervertido, mal pensar medio mundo y querer liarme igual con la otra mitad, pero en mi vida había vuelto a sentir algo como náuseas y ganas de vomitar, como consecuencia del revuelco de mi estómago por la maldita culpa de alguien.

¡El amor es un sentimiento horrible!

¡Y lo pero no es eso, lo peor es que yo estoy comenzando a experimentarlo!

¡Oh, los dioses me odian!

Una patada por debajo de la mesa me hace levantar la cabeza y salir de mi burbuja cargada de sufrimiento. Livye me mira con unos ojos de "idiota" y yo creo que la he regado, no sé como o porqué pero con esa forma de mirarme es lo que ella me da a entender.

¡Shit!

¡¿Y ahora qué se supone que he hecho?!

—Daniel...

Pego un disimulado brinco en mi lugar. Oh, no tú... No de nuevo. Dame algo de cara... ¿Si?

¿Recuerdan al modelo sexy guapo papucho hijo de Miguel Ángel de la otra vez? Bien, pues no es el tarado que creí que era y no es el tipo que se rinde tan fácil como creí que sería. 

¡Se ha pasado días coqueteando conmigo! 

Eso se volvió incómodo, pero ahora es algo como:

"Hola bebé" De su parte.

"Hola idiota" De la mía.

Podría considerarse como una extraña amistad que se basa en halagos, coqueteos e insultos... ¡Hasta ya me acostumbré!

¡Sin embargo en un momento como este lo último que necesito es que venga con sus comentarios de doble sentido y me haga quedar mal enfrente de Ryu!  ¡No solo porque sea un Leprince, sino porque en esta universidad y en este momento sigue siendo un profesor!

 —Zaegan. —digo mirándolo con cara de "¿qué rayos se te ofrece?".

Su sonrisa ladina y socarrona me descoloca. Planea algo, o vaya que lo hace. ¿Cuántas veces no me ha mirado de esta manera para luego proceder con algún plan absurdo o morboso?

¡Aahh! ¡Tengo miedo!

—Daniel, sabes que soy un novio celoso... ¿Qué haces desayunando con tanta gente apuesta en lugar de estar conmigo?

Agarro la manzana hurtada a Kian y se la alanzo a la cabeza. No me lo nieguen, eso se lo ha ganado, lo tiene bien merecido por bocón y lengua larga.

Zaegan se frota la cabeza con pesar, la manzana no iba disparada con mucha fuerza, pero por la cercanía ha dado en el blanco como si fuera un proyectil de roca.  

Ja, no me arrepiento de nada. 

Si le queda un chichón, con gusto lo dibujaré más tarde en los bocetos de clase. 

 —¿Novio? —Ryu gira  hacía mí, su expresión es indescifrable, en sus preciosos orbes color de mi alma, se ha instalado una sombra gruesa que extingue el brillo. 

Trago saliva. ¿Acaso este hombre está molesto?

Bueno, considerando su estilo de crianza es normal que se sienta agraviado luego de presenciar tremenda escena muy poco escolar de nuestra parte.

—Está jugando.  —agrego con un ademán para restar importancia al asunto. —Zaegan está más solo que el desierto del Sahara.

El modelo hace una mueca dolida en extremo al escuchar mis palabras, me preparo para que se disponga a armar todo un show de melodrama, pero solo empuja a Kian haciéndose espacio en la mesa, aunque sus intenciones no son quedarse y comer. 

Tivye gruñe al sentir que su espacio se reduce, tiene la fuerza necesaria para empujar a los dos hombres a una distancia prudente y es lo que hace, más Zaegan queda fuera del asiento y cae al suelo. Me muerdo el labio para no reír pero me es imposible.

¡Castigo divino amigo!

¡Daniel Jelavick podrá no tener la mejor suerte del mundo pero su karma es incomparable! 

¡In your face bitch!

—Para ser una dama pareces más bien un Hulk. —Se queja Zaegan levantándose al ver que no hay ningún voluntario que se haya apresurado a socorrerlo para evitar o auxiliar en su caída.

—Para ser un Hulk eres demasiado llorón. —Se defiende Tivye volviendo su concentración a aquellas papas con aderezos.

—¡Ustedes...!  —Zaegan señala a Kian. —¡Tú pareces un angelito pero eres un bastardo indiferente! ¡Tú eres una loli adorable pero en realidad tu espíritu es de luchador!

Tivye lo fulmina con la mirada. Si Zaegan valora su vida debería de callarse de un buena vez. 

—¡Tú... !  —Duda un poco con Ryu pero al final lo escupe todo. Indignado porque su caída le ha dado en el ego. —¡Tú pareces alguien de bien pero presiento que eres medio sádico! ¡Y Daniel... Bueno este es idiota por fuera y por dentro!

—¡Hey! 

—Lo siento bebé pero es la verdad.

—Ryu, lamento la molestia pero... ¿Me das permiso? Debo pasar, hay un asuntito que arreglar.

Ryu se aparta con cuidado y se hace de la vista gorda cuando Zaegan grita por piedad a la par que es arrastrado por "el idiota de Daniel Jelavick" hasta una sala de detención.


Daniel


—¡Será una cita doble!

Me atraganto con el jugo y casi llego a escupirlo. El sabor a manzana sube por mi garganta, cuando logro tragarlo de nuevo un ardor gaseoso queda impregnado en toda mi boca.

Las palmaditas amables de Ryu sobre mi espalda ayudan a estabilizar más rápido mi respiración.

¡Oh Lucifer, casi muero!

Y el culpable se ve muy feliz y animado. 

Kian continúa comiendo su ensalada como si todo estuviera en orden. Bueno, para él lo está. Tivye y este idiota con nombre y apellido ya son pareja, las citas, salidas de paseo y tomadas de mano, son muy comunes para ellos. ¡Pero no involucren a dos solteros, uno con sentimientos de dudosa índole hacía el otro!

¡Es cruel que hagan esto!

¡Que me hagan esto!

—Una cita no, una salida de A-Mi-GOS. —Puntualizo con la esperanza de que por una vez se atrevan a darme la razón y el apoyo.

Tivye alza una ceja y se encoge de hombros.

—Cita doble es cita doble. Además... ¿Qué pierdes con intentar Daniel? 

Los ojos de Kian se iluminan de golpe, me señala yéndose casi casi por encima de la mesa. 

—¡No me digas que aún lo esperas a él! ¡Jajajaja! ¿Sigues enamorado de tu novio de la infancia? Daniel, me has dicho que llevas años sin saber nada de ese niño, seguro él ya te olvidó, te superó y te mandó por un vil tubo por haberlo dejado sin decirle absolutamente nada. ¡Supéralo hermano! ¡Hay que explorar nuevos horizontes!

Mi rostro explota en una nube de rojo intenso. ¡Kian, vaya que eres inoportuno!

No es por eso que no quiero ir a una cita doble, no... ¡Ya sé que un amor de la infancia no es algo a lo que aferrarse, al problema aquí viene siendo que mi "cita" sería con Ryu! ¡Y sabes bien que Ryu hace que tenga ganas, hasta de vivir!

Ese hombre es peligroso. No se lo recomiendo a nadie, yo tomaré el riesgo por todos y todas. 

¡Me ofrezco como tributo! ¡Pero no de esta manera!

—Bien.  —agrego rendido. —Hagan lo que quieran. 

—Entonces...  —Ryu me sonríe y yo siento que voy a sufrir un paro. —¿A las seis les parece bien?


Daniel


¡Es oficial! ¡Daniel Jelavick va a terminar despedido de todos sus trabajos de la tarde si sigue dependiendo de un papucho millonario para que le ayude solo con el fin de salir a un cita no planeada!

No sé cuando comenzó mi manía de golpear mi cabeza contra algún objeto cada que estoy frustrado o estresado conmigo mismo, pero ahora no me sorprende llevar media hora dándome golpecitos contra el ropero tamaño Narnia y más vacío que mi conocimiento sobre matemáticas.

¡Nunca he tenido una cita!

¿Qué se supone que usa la gente en las citas?

Incluso, por culpa de mi falta de conocimiento estoy tentado a buscar la respuesta en Google, ahí puedes descubrir cosas que jamás creerías posibles.

¿Debo usar un traje? Nah, esas cosas me aprietan mucho en el pecho.

El disfraz de dinosaurio... ¡Nop! ¡Hasta yo sentiría pena!

¿O debo usar la pijama de gatitos y manchas de pintura?

¡Ah! ¡Entro en crisis!

Calma Daniel, calma, todo esta bien... Aún tienes tiempo, aún tienes tiempo. Inhala, exhala...

¡Ah! ¡No se puede así!

Cierro mis ojos con fuerza, la mejor opción para calmarme a mí mismo, es pintando. Observo el reloj y al ver que tengo tiempo de sobra suspiro, regreso a la pared opuesta, justo esa que no he terminado de rellenar, aparto con cuidado algunas cosas que puedan mancharse y comienzo a mezclar colores.

El mundo y los problemas se desvanecen, solo quedo yo y un pincel.

Los trazos coloridos contornean las figuras del paisaje de fantasía entre mezclado, hay ahí un poco de mí, un poco bastante. 

Daniel Jelavick es más que solo un joven pervertido, es más que alguien a quien deseas darle de golpes a veces. 

El sonido de un timbre me arranca de mi mundo lleno de concentración, pero los nervios y las ansias han logrado quedar aplacadas. Me siento bien, me siento ligero, me siento seguro de mí mismo.

Recojo el pequeño teatro que he armado, enjuago mis manos y me aseguro de esconder bien la cadena de un dije con forma de corazón humano en el interior de mis ropas. Han pasado años pero sigo siendo reacio a mostrarlo a alguien más. 

Abro la puerta de la entrada y lo primero que escucho son gritos, después veo a Ryu, parado con cara de asustado delante de mí.

—Ryu...

—¡Daniel! ¡Ven! ¡Apresúrate! ¡Que Tivye se va a terminar los bocadillos! —El grito de Kian desde la ventanilla de la limosina me corta las palabras. 

Desplazo mi mirada del chico a Ryu. 

—¡¿Una limosina?! ¡Sé que tienes dinero pero...!

Sus ojos se vuelven como los de un cachorrito que acaba de ser reprendido por cometer una gran travesura.

—¿No te gusta? Si quieres puedo pedir otro auto o...

—¡No, no, no! Déjalo así. Está bien, es solo que... Hace tiempo que no subía a una, y siento que es algo exagerado para una cita.

—Si es para Daniel no hay algo que sea muy exagerado, ahora vamos, aún falta ver a donde quieren ir.

Esas palabras me han dejado tan anonado que no siento nada más hasta que me encuentro sentado en aquel lujoso auto, en medio de un mar de comida y luces de colores. 

¡Por los demonios con este hombre!  

No quiero quejarme por su forma de despilfarrar dinero a la primera ocasión pero debo...

Ryu mete un chocolate en mi boca y... ¿Saben qué? Que gaste su dinero como quiera, en especial si es con dulces tan exquisitos como estos.

—¿Te gusta?

Asiento sin pensar y lo miro.

—¿Tienes más?

Me sonríe y jala una caja pequeña solo para mí. 

¡Viva el desperdicio de dinero!

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