Trágame tierra
Daniel
Estoy completamente en blanco, lo único que sé es que acabamos de dejar atrás el aula de Mateo, en donde él aún parece anonado por lo que acaba de ver en la libreta que Ryu lleva consigo.
¡Santos demonios impuros!
Mi cerebro y todo mi cuerpo presenta fallas, no puedo pensar con claridad, no puedo respirar bien, mis pasos son torpes, y de haber caminado solo, hace varios metros que seguro hubiese tropezado, más una mano se aferra a mi muñeca, guiándome a través del campus universitario hasta otro edificio que es ajeno a mi conocimiento.
Las manos de Ryu son amables, su agarre es firme y severo, pero no llega a lastimarme, esos dedos que tan mal me traen por fin han tomado una parte de mi piel; el tacto me enloquece, pero tengo tanto que procesar que apenas y puedo agobiarme porque él me esté sosteniendo.
Hay tanto de lo que quiero hablar pero a la vez lo único que deseo es que la tierra se abra, justo como en el mito de Perséfone y Hades, y que me trague para siempre.
Creo que una condena en el infierno es mucho más aceptable que soportar quedarme sin dignidad y orgullo.
Sigo digiriendo lo que acaba de ocurrir cuando los pasos de Ryu se detienen, de manera repentina choco contra su espalda y de inmediato me separo, su agarre por fin cede y mi mano vuelve a ser solo mía, sin esos dedos que la envuelvan, aprisionándola de manera algo posesiva.
Lucifer... Sé que pido mucho pero... ¿Podrías de favorcito hacer que mágicamente un meteorito se estrelle contra la tierra en este preciso momento? ¿O qué al menos un dinosaurio salga de la nada y me coma? Y si no... ¿Qué te parece que venga un platillo volador y me rapte?
En estos momentos la poca cara que tengo no me sirve para enfrentar al tremendo dios romano, griego, persa, que tengo enfrente.
Pero parece que Ryu piensa lo contrario, se gira, y cuando esos ojos profundos y solitarios me miran, sé que ya perdí y por mucho que siga rogando, no voy a dejar de mirarlo, no quiero dejar de mirarlo.
Es que... ¡Wow! De cerca es más bello todavía.
Si salgo vivo de esto y recupero la libreta que ahora se encuentra en su posesión, juro que llegaré a corregir todos los bocetos que hice de él antes. Ahora, con el acercamiento, puedo notar que su piel es un poco menos pálida, hay un lunar debajo de su mentón, las pestañas se abren en un abanico largo, y esos labios que tanto muero por besar son más rosados.
¿Usará bálsamo acaso? ¿O es que su novia le besuqueó tanto que dejó su piel irritada?
¡Stop, stop!
¿Tiene novia?
Buen punto Daniel, anótalo, debes investigarlo más tarde.
No dejo de mirarlo y él tampoco, es tan profundo que mis mejillas se llenan de colorete natural rojo. ¡Ay Lucifer! ¡He de lucir como un estudiante enamorado! Otra razón más para desaparecer.
Antes, cuando las personas como el profesor Mateo, o ese modelo de la mañana, me miraron, sentí incomodidad, pero ahora... ¡Ahora deseo que nunca más aparte la mirada de mí! ¡Quiero que jamás deje de mirarme!
—Daniel...
Si soy, si soy...
Aguarda... ¡¿Qué?!
Tartamudeo un poco antes de poder decir una sola palabra de manera decente.
—¿Debo responder presente acaso?
La línea recta que trazan sus labios se curvea un poco.
¡Yay! ¡Puntito para mí!
¡Hey novia de este hombre, cuídalo porque ya me lo estoy conquistando, y tú y yo amigos no somos!
—No, si fueras alumno mío quizá, pero como no es el caso no es necesario en absoluto. —Su tono es delicado, elegante, como una melodía bien entonada que, aunque en un ritmo lento, se disfruta como si fuera a la velocidad de la luz.
Asiento repetidas veces con la cabeza, luego caigo en cuenta de lo que acaba de decir y vuelvo a mirarlo con asombro.
—¿Alumno tuyo? ¡Eres...! ¡¿Eres un profesor?!
Él me mira divertido, luego retrocede unos cuentos pasos y extiende las manos, como si me diera la bienvenida a su hogar. Solo entonces me percato que el lugar en el que nos encontramos es un amplio estudio de música, hay instrumentos aquí y allá, partituras pegadas en las paredes, bocinas en cada esquina y pentagramas trazados en todos los pizarrones.
—Música. —digo luego de un largo silencio en el que no hago nada más que admirar todo mi entorno. —¿Enseñas música?
—Lo hago, aunque mis intenciones al venir aquí no son solo enseñar a tocar instrumentos.
De manera personal, me considero alguien muy curioso, siempre que tengo dudas pregunto, siempre que quiero saber algo lo investigo, ahora que esa semilla ha vuelto a ser plantada dentro de mi ser, interrogo con el afán de descubrir más acerca del joven príncipe.
—¿A qué viniste entonces?
—Eres un Jelavick de nacimiento. —Ese comienzo no me agrada en nada pero sigo escuchando, no sin antes hacer una ligera mueca. —Te criaste en la alta sociedad, me imagino que sabes acerca de la alianza D'Angello Leprince. Mi familia no solo ocupa y maneja puestos importantes en el gobierno, también tenemos organizaciones de investigación privada; a inicios de ciclo nos llegó un trabajo, en el se solicitaba un juicio para el profesor Mateo por los cargos de abuso sexual a menores, acoso sexual, físico y mental, además de pedofilia y venta de pornografía infantil.
Cada palabra que dice me hace agrandar más y más la mueca, su tono ha dejado de ser tranquilo, ahora distingo un sutil tono de ira y enojo bien reprimidos, incluso algo de irritación, combinado con asco.
Lo comprendo, yo igual me siento asqueado.
—Los cargos tenían bases sólidas, y nosotros no dudamos en creer en la persona que puso la demanda, sin embargo, a la hora de llevar el caso a juicio se pidieron pruebas contundentes, no teníamos nada más allá que el testimonio de la persona; para nosotros bastaba, para el juez no. —Ryu se pasa una mano por el cabello sin llegar a despeinarlo, luce tan imperfecto así, con distintas emociones en su rostro y ese semblante oscuro... Ah, cuanto me encanta.
¡Daniel!
¡Concentración!
—¿Entonces? —Insisto luego de ver que su pausa se prolonga demasiado, temo que no siga pero luego de regalarme otra fugaz sonrisa continúa sin prisa.
—Entonces mi abuela decidió encontrar las pruebas que se requerían, pero para ello deberíamos primero estar cerca de él. Yo me ofrecí voluntario, y como sabes, la música es base en la alta sociedad; toco varios instrumentos de forma decente y eso me ayudó a conseguir el puesto, desde entonces trabajo aquí. Aunque hasta ahora Mateo ha mantenido un perfil bajo y no he conseguido mucho, pero los tipos como él no pueden estar quietos mucho tiempo, dentro de poco irá a prisión.
Le aplaudo.
No puedo evitar hacerlo mientras sonrío feliz, como un bobo enamorado al cual le acaban de pedir matrimonio.
Si este chico parado frente a mí no es un héroe, entonces yo dejo de apellidarme Jelavick.
—¿De verdad irá a prisión?
La expresión de Ryu se muestra falsamente dolida.
—¿Dudas de mí Daniel?
—Pues te acabo de conocer, así que...
Entonces recuerdo los eventos pasados y el rojo regresa a mí rostro. Inconscientemente miro en dirección a la libreta que aún sostiene, él sigue mis ojos y luego chasquea la lengua.
Cuando me tiende aquel cuaderno lleno de mí, siento que voy a morirme, primero gritaré de emoción por volver a tenerlo en mis manos y ya luego podré morir en paz.
Le arrebato la libreta casi con impaciencia, la beso con cariño y amor, es mi pequeña bebé, mi lindura preciosa... ¡Joder! ¡Tengo público!
—Yo... Este... —vacilo de nuevo. ¿Cómo rayos se supone que le debo de pedir perdón por dibujarlo de manera obscena? —¡De verdad siento mucho haberte usado como modelo sin tu consentimiento! ¡Aceptaré cualquier castigo que estés dispuesto a imponerme por haber violado de una forma tan vulgar tu cuerpo de dios tallado por los ángeles!
¡Excelente Daniel, mejor disculpa no se te pudo haber ocurrido!
Ah, cuanto orgullo siento de mí mismo.
Me inclinó en una pomposa reverencia, pero me levanto de inmediato al escucharle reír con ganas.
¡Lucifer, oh Lucifer! ¡Que hermoso pecado el que me has permitido escuchar, tan melodiosa la voz de este demonio con cuerpo celestial! ¡Tan divina entonación plagada de armoniosa diversión!
—No esta mal.
—¿Eh?
—Tus dibujos. —Me dice una vez que recupera la compostura. —Tienes talento, el cuadro que me mostró la profesora Rosse es igual de bello.
Ay Dios...
¡Vio el cuadro! ¡33-12! ¡Tenemos un 33-12!
Vergüenza, pánico, ganas de matarme... ¿Hay algo que no esté sintiendo en estos momentos?
¡Ryu! ¡Un heredero D'Angello Leprince! ¡Un profesor! ¡VIO MIS DIBUJOS! ¡VIO MI CUADRO!
Trágame tierra.
Me cubro la cara con las manos sin llegar a soltar aquel cuaderno tan mío, tan vergonzoso. Esa tonada melódica de su risa suena de nuevo y un suspiro involuntario escapa de mis labios. Sus manos envuelven mis muñecas, y antes de que pueda aferrarlas a mi rostro, ya las ha alejado, esos ojos vuelven a verme, esa mirada penetrante recae sobre mí.
No está molesto, más bien parece curioso y divertido hasta cierto punto, eso logra relajarme aunque sea un 0.0000001%.
—Aunque hay fallas en la anatomía, por ejemplo... Mis brazos son menos musculosos de lo que aparece ahí, los pectorales, estoy bastante seguro de que resaltan un poco más, y si hablamos de tamaños...
Al ver por donde va la conversación me apresuro a cubrirle la boca con las manos.
Estoy hiperventilando, me cuesta respirar más que cuando salimos del aula de Mateo, siento mi cara arder, parece que la piel se está cosiendo al rojo vivo, de hecho me sorprende que no se haya hecho chicharrón.
—¿Avergonzado Jelavick?
Lo fulmino y él retrocede con las manos sobre la cabeza, como una señal de rendición.
¿Recuerdan lo de príncipe azul? Bah, es un demonio azul más bien.
Bien decía la señora Amalia, por más tranquilo que se vea el santo por fuera, jamás hay que creer, pues no has visto lo que lleva dentro.
—No, solo es... Alergia.
—¿A las correcciones de anatomía?
—¡A ti! —exclamo mientras vuelvo a cubrir mi rostro, si mañana no agarro una fiebre por tantas emociones juntas, me vuelvo creyente por una hora.
—Pues tendrás que acostumbrarte, después de todo, si voy a ser tu modelo vas a verme muy a a menudo. Mateo irá a prisión, pero mientras no consiga evidencia en su contra no podremos proseguir con su juicio, y sigue siendo tu maestro, dudo que quieras arruinar ese perfecto expediente que llevas.
Le lanzo una mirada a través de las ranuras de mis dedos y niego apresuradamente con la cabeza.
¡Ya me había olvidado lo del modelo!
Como se nota que los astros me aman, no solo tengo que buscar una forma de aprobar, sino que ahora debo de bocetar a un completo desconocido sexy que me revuelve el estómago y hace que quiera besarlo cada que aparece frente de mí.
—¿Tengo derecho a negarme?
—Lo tienes, pero entonces volverás a estar entre la espada y la pared.
—¿Porqué haces esto? ¿Porqué ayudas a un completo desconocido que además te dibuja en poses obscenas?
Ryu suspira, no sé si porque no tolera mi idiotez o porque está conteniéndose para no darme un buen golpe en la cabeza, haciéndome reaccionar de una buena vez, pensándolo bien... Quizá sea por ambas cosas.
—Primero... —Alza un dedo y mi mente divaga, obligándome a prestar atención me centro en el chico. —No eres un completo desconocido, que no me recuerdes es otra cosa. Segundo... —Otro dedo sigue al primero y yo trago saliva. —Estoy muy seguro que, aunque tus dibujos son algo subidos de tono eres una buena persona, no creo que tu ética profesional esté por los suelos, como para abusar de un ayudante. ¿O sí?
Listo, yo acabo de perder los estribos.
Primero... Este chico no me conoce y parece tan confiado que hasta yo me creo que en realidad sí.
Segundo... Obviamente tengo ética profesional pero no es mi culpa que esté tan sexy, (se nota que sus padres lo hicieron con mucho amor, bendita sea la cama que lo vio engendrarse), ahora... Que no le haga nada no significa que no piense en nada, y eso, para mí, si que no será bonito.
—¿Has visto la película del Titanic? —pregunto.
—Lo he hecho, es una de las películas favoritas de mi abuela. Es común verla durante su cumpleaños.
—Pues genial, será más fácil entendernos... ¿Recuerdas la escena donde Jack dibuja a la chica rica desnuda? —No espero que me responda así que continúo. —Eso es exactamente lo que yo voy a tener que hacer, tu cuerpo sobre el papel, sin ninguna prenda.
Alza una ceja y luego me revuelve el cabello, ante tal acción me siento como un niño pequeño aunque ambos tengamos la misma edad.
—¿Acaso no ya me has imaginado y dibujado de esa forma? Tranquilo Daniel, no soy un niño inocente que sea desconocedor de lo que implica el dibujo al desnudo, además puedes dibujar como te plazca, el erotismo es arte también, sí es lo que te gusta y en lo que más destacas, entonces solo aprovéchalo.
¿Este tipo es tonto acaso? ¿O le gusta pavonearse por todos lados acerca de su buen físico?
—¿A cuántas personas le has permitido verte desnudo? —la pregunta hace bilis en mi interior, me obligo a hacerla aunque en el fondo no creo estar muy seguro de querer saber la respuesta.
Ryu me atrae, antes solo de manera física, ahora siento algo de curiosidad por saber que más esconde detrás de esa falsa apariencia perfecta.
La pregunta le toma desprevenido, más no tarda en recomponerse y responder con tranquilidad.
—Si no contamos a mis padres, quiénes me vestían de bebé... Entonces serías solo tú. No pienses mal de mi Daniel, no soy Mateo.
—No, tú eres Ryu. —murmuro con seguridad, y eso es todo, no hay más que agregar, he tomado mi decisión.
Posiblemente me condene pero... ¿Qué sería de la vida sin algo de malas elecciones de vez en cuando?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro