R.R Family
Tivye entró al despacho, abriendo las puertas de par en par, usando demasiada fuerza en el acto. La seguía un grupo de hombres robustos, todos ellos con la mirada clavada en el suelo y una expresión de cachorritos regañados.
—¡Ryu Leprince!
El nombrado alzó la cabeza, topándose con un par furioso de ojos felinos. Tivye lo alcanzó, tomándolo por la corbata, apoyando un pie sobre el escritorio para tener mayor fuerza en su agarre.
—¡¿Qué mierda está pasando?! ¿Mandaste a estos idiotas a revisar mi hogar? ¿Me crees secuestradora? ¿Por qué tanto escándalo?
Ryu se liberó sin problema, intentando no aplicar demasiada fuerza para no llegar a lastimar a la chica.
—Daniel desapareció.
—¡¿Y crees que yo lo escondí?! ¿Y cómo que desapareció? Tienes tres segundos para hablar y decirme lo ocurrido, o de lo contrario, tu bella cara de Leprince va a terminar con tantos cráteres como la luna.
—No es su culpa. —Lia, sentada en una esquina de la habitación, habló en defensa de Ryu, salvándolo de la cuenta regresiva por parte de la más pequeña. —Mi madre dijo que iba a encargarse de Daniel, y yo... No pude evitarlo, lo siento mucho.
Tivye regresó su atención a su profesor, importándole muy poco sus modales delante de un heredero multimillonario.
—¡¿Y es todo lo que haces idiota?! ¡Daniel, Ryu! ¡Tú maldito demonio escurridizo está pedido! ¡¿Y lo único que se te ocurre es mandar guardaespaldas a revisar casas? —Tivye se cruzó de brazos, fulminando de lleno al joven sentado en un sillón negro. —Me decepcionas.
—¡¿Crees que es todo de mi parte?! —Ryu se levantó, golpeando con ambas palmas la superficie de madera. —¡¿Crees que no quiero hacer más?! ¡¿Crees que yo no estoy preocupado?!
—En realidad, pareces bastante tranquilo. —Puntualizó Tivye, decidiendo entre darle un puñetazo o una patada giratoria.
—Joven amo. —Los guardaespaldas se apartaron. —Ellas están aquí.
Ryu se alejó del escritorio, rodeándolo a paso rápido hasta llegar a las dos mujeres que entraron. Su abuela se detuvo en su expresión, su prima, en cambio, le lanzó de lleno un objeto cuadrado, que atrapó sin problemas en el aire.
Una pequeña caja cuadrada de color oscuro, atada con un moño rojo, se rio de él.
—¿Esto es...?
Serius chasqueó la lengua, limpiando sus manos con un pañuelo que iba a juego con la oscuridad de sus ojos y su ropa.
—Kill lo envía. Debe ser otro de sus juegos.
Sin perder tiempo, Ryu desató el moño elegante, destapó el recipiente y sus ojos se volvieron una puerta abierta al infierno.
—Abuela...
La mujer alzó la mano, callándolo al instante.
—Lo sé hijo, entiendo la complejidad de la situación. —miró de reojo a Lia. La joven se apretaba en su asiento, intentando desaparecer o pasar desapercibida, algo imposible bajo el ojo experto de la primera dama. —Lady Wang violó el primer acuerdo de la unión, tocó a un corazón de la alianza. Será juzgada bajo nuestras leyes, Kill desertó de la R.R Family, ¿acaso necesitas más motivos?
—Voy a necesitar a los Red River. —dijo Ryu con determinación en cada palabra.
La abuela sonrió de lado.
—¿No te deben un favor? Serius. —llamó, haciendo señas a su nieta para que se acercara.
—¿Sí? Abuela. —respondió Serius, hincándose ante su mayor, con la cabeza baja y la mano derecha en el pecho. Esperaba sus órdenes, esperaba su última palabra.
—Prepara la sala de rastreo para nuestro querido heredero, y encárgate de darle cualquier cosa que pida. —La mujer se acercó a su nieto. Ryu temblaba, debajo de su máscara fría se encontraba un niño al que la abuela muchas veces tuvo en sus brazos, consolándolo porque los golpes que le dieron en la escuela fueron muy duros, llorando porque su corazón dorado fue entregada a la persona que amaba, pero no por él. Roto por las palabras duras de su abuelo, herido con garras y látigos, con agujas y clavos.
Cerró los ojos.
No.
No permitiría que pasara de nuevo.
Ya habían sido tantas las veces que vio a su heredero sufrir, a su niño perder su dignidad, siendo rebajado a algo menos que un simple perro humano, desnudo, expuesto, siendo vendido a las familias, convirtiéndose en su burla, su entretenimiento. A su Ryu lo obligaron a dejar la inocencia que acompañaba a los niños, su marido le arrebató la pureza frágil de un capullo floreciente en el estanque de lotos; lo violaron de tantas maneras, lo destrozaron de tantas maneras, lo corrompieron, y...
Y aun así, su oscura flor brillaba como ninguna otra, sonreía como ninguna otra.
Después que le quitaron tanto, ella ya no podía ser capaz de permitir que le arrebataran algo más.
Un simple caramelo, un peluche, una casa, un auto, una vida... Si su Ryu lo pedía, entonces, ella iba a asegurarse de que fuera suyo.
Una vez lo vio arrodillado en el sótano, vistiendo un traje blanco, teñido de rojo carmín con el tiempo y la sangre; manos y pies rotos, llegando al punto de terminar inservibles. Lloró, lloró mucho ese día, y lloró más, porque, cuando corrió a soltarlo, su pequeño la miró con alegría y después de haber vivido tanto tiempo en la oscuridad, llorando y rogando, le sonrió.
La sonrisa más sincera, más brillante y más pura.
La sonrisa de un Leprince.
La sonrisa de Ryu.
La misma sonrisa que escapaba sin problema, con normalidad, cuando él estaba con Daniel. Una ligera curva cargada de esa inocencia perdida, llena de gozo, llena del presente que borraba el pasado, y también, ¿por qué no? Repleta de amor, y deseo, devoción y anhelo.
—Ryu. —La mujer acarició la mejilla izquierda de Ryu, y, sin retenerse por los límites estúpidos de comportamiento que a su esposo le enorgullecían tanto, lanzó al carajo la retención y lo abrazó.
Ryu aceptó la muestra de afecto de su abuela, dejándose llevar por el suave aroma a libros y vino.
—Haz lo que quieras hijo. —susurró su abuela, cerca de su oído, abarcando un perímetro en el que solo ellos escuchasen. —No temas, ya has tenido miedo suficiente tiempo en tu vida, si alguien habla, tu abuela dará la cara.
—Gracias. —Ryu se separó, dejando un beso suave en las mejillas de su abuela. —Voy a encontrarlo.
—Sé que lo harás. —Siendo testigo de esa determinación cerrada. ¿Cómo podría la abuela negarse a creerle a su nieto?
Ryu era un hombre de honor, un hombre de votos.
Sus padres y la abuela lo criaron bien; esta misma le sonrió orgullosa y lo dejó ir, sabiendo que, incluso si nadaba solo en el basto océano, siendo un pequeño pez en medio de muchos, no correría peligro, ni de las redes, ni de sus semejantes, al final, una pequeña criatura igual tenía sus propios trucos y colmillos.
—Serius. —dijo Ryu, sacando el contenido de la caja negra, tirándola enseguida a un contenedor de basura.
Serius se levantó.
—¿Primo?
—Activa el sistema R.X.
La expresión de Serius se trastornó, ensombreciéndose un poco.
—Fratello. ¿Sei sicuro? (Hermano. ¿Estás seguro?)— Ryu asintió, y la muchacha pasó a su abuela. —Sabes que es peligroso nonna (Abuela), el sistema localiza el lugar y a la persona por medio de su base de datos y ADN, pero la energía que consume...
—Serius. —interrumpió Ryu. —Stai parlando con me, non con nonna. (Estás hablando conmigo, no con abuela)
Serius ignoró por completo a su primo, esperando paciente la decisión de su mayor. La abuela de ambos suspiró profundo antes de mirar al frente.
Una dama. Pensó Lia.
Una reina. Pensó Tivye.
—Il potere ha bisogno di potere e Ryu ce l'ha ora. Se è una tua decisione, allora devi rispettarla. (El poder necesita poder, y Ryu lo tiene ahora. Si es su decisión, entonces debes apegarte a ella). —terminó la mujer, dándose la vuelta, y deteniendo su andar en el marco que le abría paso al pasillo recto, en dónde Hera la esperaba, echada plácidamente en un cojín de seda. —Ryu, ten cuidado, los sistemas de los Red River no se deben tomar como un juego, se racional, no pienses con la cabeza caliente.
—La tengo fría abuela. Descuida.
La primera dama asintió, retirándose entonces. Su tigre le siguió, ronroneando en busca de mimos.
—¿Qué tan importante es para ti cómo para arriesgarte a activar el sistema? —cuestionó Serius, incapaz de hallar cabida entre la aprobación de la abuela y la locura de su primo.
—è il mio cuore. (Es mi corazón)
Serius se quedó en silencio, meneó la cabeza en negación y después sonrió.
—Ya veo. Anche gli idioti si innamorano. ¿Ehi? (Hasta los idiotas se enamoran. ¿Eh?) —Serius frotó su cien, recogió los mechones cortos y rebeldes que bloqueaban su visión y suspiró. —Activaré el sistema, no tardará demasiado, podrás encontrarlo en menos de una hora.
—Grazie.
—No agradezcas aún, no cuando no puedo asegurar tu vida. —finalizó, siguiendo los mismos pasos que su abuela.
—Ryu. —Tivye se acercó al Leprince. —¿Qué es eso? —preguntó, señalando la caja con un dedo.
Ryu sacó con cuidado el contenido, Tivye contuvo un grito al reconocer el mechón de cabello lacio y el colgante dorado, el símbolo de amor de la alianza.
—Daniel...
—Vamos a encontrarlo. —Ryu apretó el corazón de oro en su palma. —Y si alguien le puso un dedo encima, va a pagar las consecuencias.
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