
Shiro. Parte 2
Los ojos oscuros comienzan a abrirse poco a poco. Su vista es borrosa, lo único que ve es blanco, gira su mirada a la izquierda pero solo ve blanco, gira su mirada a la derecha pero solo ve blanco; todo es blanco.
El sonido incesante de un monitor y las voces resonantes penetran en su cabeza fuertemente.
Conforme su conciencia se va aclarando, hace un descubierto que lo llena de ansiedad; su hermano no está junto a él.
Su mirada aún es borrosa pero no logra ver el pequeño bulto azulado frente suyo, así como tampoco puede sentir su peso sobre su pecho.
Intenta levantarse, pero es detenido por extrañas siluetas, además de un gran mareo que le impide llegar lejos. Su mirada se aclara cada vez más, pero todo a su alrededor sigue siendo solo blanco.
Es aquí cuando un punzante dolor en su pecho lo consume, es tan intenso que se paraliza por completo.
Inmediatamente todas las figuras difuminadas comienza a moverse a su alrededor, como pequeñas hormigas corriendo a su hogar después de ser espantadas.
El dolor no lo deja ni un segundo, pero lo único que domina su mente es su hermano. ¿Dónde estará? ¿Qué ocurrió? ¿Seguirá con vida?
Todas sus dudas comienzan a disiparse por una gran manta de color negro que lo deja inconsciente.
~~~
S E I
Un año ha pasado desde que me separaron de Aoba, un año desde que él no está conmigo como solíamos estar.
Puedo verlo por la ventana, tan feliz, tan sonriente, jugando con un par de niños con cabello blanco que son idénticos entre sí. Papá se une a ellos y los tres ríen, ríen llenos de alegría.
Me alegra tanto por Aoba, él merece ser feliz, vivir la vida como siempre deseó, pero no puedo evitar sentirme mal por mí.
Desde aquella operación mi corazón quedó muy débil, estoy imposibilitado a poder salir de mi habitación, o de al menos levantarme de mi cama. La única manera de salvarme sería con un trasplante, pero no creo tener el tiempo para que eso ocurra. Pasará mucho antes de que sea encontrado un corazón que no sea rechazado por mi débil cuerpo.
Aoba viene a visitarme y me cuenta sus aventuras en el exterior. Me cuenta que ha comenzado a ir al colegio, donde hay muchos niños de su edad con los que se lleva muy bien.
Un niño que siempre lleva kimono con un pájaro en su hombro. Otro que es de Alemania y tiene un pequeño cubo con voz aguda. Otro es muy callado, pues viene de una pequeña aldea a las orillas de Japón, pero en el fondo es muy dulce, según él. Otro al que le apasiona el dibujo, incluso le ha hecho dibujos a mi hermano que él me muestra, son tan hermosos.
Además, va al mismo colegio que los gemelos peliblancos, que, al parecer, son nuestros hermanos. Ellos le quieren y él los quiere. Me encantaría poder conocerlos.
En cambio yo, permanezco postrado en esta cama sin nada más que hacer que ver a la ventana. Rodeado de juguetes con los que ni siquiera puedo jugar, rodeado de felicidad que soy incapaz de alcanzar.
Papá nunca viene aquí, y le tiene prohibido a Aoba venir a verme, o comentar que tiene otro hermano que no sean los gemelos. ¿La razón? Un día escuché a los doctores fuera de la puerta mencionando:
«El señor Naine no quiere tener nada que ver con este niño, afirma que morirá pronto, por lo que lo más conveniente es dejarlo morir y fingir que nunca existió»
Me duele saber que mi papá piensa que soy una pérdida de tiempo, pero no puedo hacer nada.
Un día, cuando recién me habían separado de Aoba, llegó a mi habitación una mujer con gran cabello rosa, no vi su rostro ya que estaba demasiado débil como para ver con claridad, pero acarició mi rostro y después simplemente se fue.
Dice Aoba que nuestra mamá era una mujer de cabello rosa, pero murió tiempo después de que nacieran los gemelos peliblancos. No sé si sea la mujer que vino esa noche, pero nunca la he vuelto a ver de nuevo.
Estoy condenado a morir solo en esta habitación, viendo lentamente los días pasar sin posibilidad de poder hacer nada.
Mi única compañía es Aoba (cuando se escapa para poder verme en secreto) quien solo viene a restregarme su inmensa alegría.
Hoy es la fiesta de cumpleaños de Aoba (y mío pero a nadie le interesa eso) por lo que una gran fiesta se hará afuera. Puedo escuchar la risa de los niños y la diversión que deben tener, desde mi oscuridad.
Hago un esfuerzo sobrehumano y me levanto de mi cama. Camino hasta la ventana y puedo verlo, Aoba feliz con sus amigos, el chico de kimono, el extranjero, el nativo, incliso hay alguien que supongo es el dibujante, un chico pelirrojo vestido de cuero, se ve tan agradable.
Justo cuando estoy decidido a volver a la cama, veo a papá llegando con una gran caja en las manos; es un regalo.
La sorpresa en la cara de Aoba no se hace esperar y todos le animan para que abra el regalo. Lo abre, revelando un hermoso perro de color azul oscuro. Todos se alegran y aplauden, todos menos yo.
¡Estoy cansado! Cansado de ver la felicidad y no poder ser parte de ella, cansado de tener que estar postrado en una cama esperando mi muerte; es demasiado.
Si yo no tengo la felicidad, nadie más la tendrá.
Espero hasta la noche y la fiesta termina. Las risas son reemplazadas por el tétrico silencio.
Sé que Aoba vendrá a verme, no se perdería la oportunidad de restregarme su gran alegría de hoy por nada del mundo.
Yo me estoy preparando, busco entre las cosas que los doctores dejan en mi habitación y encuentro justo lo que necesito; un bisturí.
Espero ansioso, de pie en la ventana, viendo a la luna, estático.
Finalmente escucho los pasos aproximarse a mi habitación y mi corazón, mi patético y cansado corazón, comienza a latir con fuerza.
La puerta se abre tímidamente y entra Aoba, procurando no ser visto por papá. Lleva en sus manos una gran caja que deposita en el suelo para poder cerrar la puerta.
Apuesto a que dentro está aquel estupido perro que hoy le han regalado.
—Sei, yo ...
—Antes de que digas algo, quisiera recibir mi abrazo de cumpleaños. Tú ya has recibido muchas felicitaciones por ello, pero, también es mi cumpleaños y lo único que quiero es que al menos una persona me felicite.
Él lo medita por unos momentos y finalmente extiende sus brazos con una sonrisa.
Yo sonrío y le abrazo, lágrimas caen sobre mis mejillas; me siento tan triste, pero ya no hay vuelta atrás.
Mis manos se comienzan a humedecer y Aoba se desploma en el suelo; le he apuñalado con un bisturí. Estando en el suelo, y obteniendo un poco de fuerza momentánea, le apuñalo, viendo como la vida se escapa de los ojos de mi amado hermano.
Los segundos pasan y Aoba se va por completo.
Me quedo solo, solo con el silencio; se acabó. Si yo no soy feliz él tampoco lo será.
Mi mente es un completo caos, intento aclararlo, cuando puedo ver que de la caja en el suelo que Aoba había traído sale una sustancia rojiza.
Con pocas fuerzas, me arrastro hacia ella. El contenido que sale del interior es tan carmesí.
Abro la caja, encontrandome con el horror.
En el interior hay cuatro bultos rojos con pequeños papeles en la parte frontal, cada uno con un nombre: “Koujaku” “Noiz” “Mink” “Mizuki”. Viendo bien la forma de dichos bultos caigo en cuenta de algo impactante; son corazones, corazones humanos.
Mis ojos están inundados en lágrimas. Me encuentro en el suelo y comienzo a retroceder, arrepintiéndome hasta lo más profundo de mi ser por lo que acabo de hacer.
Mi hermano ...quería salvarme.
Continúo retrocediendo, con el alma echa pedazos, hasta que algo detrás mío impide mi paso. Doy la vuelta y lo que mis ojos llenos de lágrimas ven, hace que mi corazón se detenga, acabando con mi vida.
Aoba.
“Aunque acabes conmigo, nunca podrás ser como yo”
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¡Hola! ❤️ Espero que le haya gustado esta pequeña historia, inspirada en una canción que amo de vocaloid. ❤️
Esperen pronto la siguiente mini historia, los hamo(? 😘
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