Capítulo 1
Los primeros momentos de tensión en una cacería son aquellos cuando la presa aparece ante tu vista. La ves en silencio, inamovible, mientras ella se pasea descuidadamente. Sus grandes ojos ajenos a tu presencia a la par que sus otros sentidos intentan ubicar torpemente alguna amenaza. Tensas el arco lentamente, la sensación de la cuerda rozando tus dedos, como si en vez de una herramienta se tratase de alguna extensión propia de tu cuerpo y sostienes la respiración sin apartar la mirada.
Nunca apartas la mirada...
Ni siquiera cuando ves en sus ojos el tenue reflejo de tu propia silueta. Ni aun cuando la flecha se clava en su pecho y el pánico estalla en su rostro dándose cuenta de que era demasiado tarde.
- ¡Eso es! - prácticamente grita una voz a mi lado- Te has vuelto muy buena en esto, pequeña.
-¿Pequeña? -enarco una ceja hacia él.
Con prisa salta de los arbustos, su enorme figura corriendo hacia el ciervo agonizante haciendo señas para que me una a él.
- De acuerdo, ahora esto es lo importante.
Con su mano derecha sujeta el trozo de madera que sobre sale del pecho del animal a la par que lleva la izquierda a una pequeña navaja que ocultaba en su muslo. Lo veo inclinarse sobre el ciervo que aún se retuerce buscando una liberación que no tendría jamás.
- Observa sus ojos- me ordena Jason- ¿Ves las manchas azules que empiezan a formarse?
- Es la corrupción.
- Exacto. Se esparce rápido, así que tienes que cortar el flujo de sangre antes de que se contamine.
Sostiene con fuerza la cabeza del animal, la cual se va llenando lentamente de enormes manchas negras que comienzan tiñendo el pelaje alrededor de los ojos para esparcirse lentamente sobre su rostro y el cuello. Como carboncillo dibujando patrones aleatorios mientras la piel se mueve de formas que no debería, palpitando como bulbos a punto de reventar.
- Aquí, en la parte baja del cuello, se encuentra la vena principal. Debes asegurarte de cortarla antes de hacer cualquier otra cosa. A menos que la infección empiece en otra parte-Se apresuró a añadir. -pero siempre corta el flujo de sangre.
Mientras detallaba su explicación la criatura empezaba a retorcerse vigorosamente. Su lengua colgando negra fuera de la boca llenando de una extraña saliva azul el suelo bajo su cuerpo. Sus dientes curvándose en peligrosos filos mientras sus astas crecían hacia adelante con una rapidez abrumadora. El ciervo no estaba muriendo, no moriría tan fácil. Se transformaba amorfamente en una bestia llena de ira bajo el agarre de mi hermano. Parecía a punto de levantarse, más en un instante la navaja bailó en los dedos de Jason y cortó de un solo movimiento el cuello del animal, cercenando parte de su tráquea con una fuerza aterradora.
La sangré brotó, una mezcla de azul y rojo bañaron las hojas mientras la cabeza monstruosa bramaba por última vez y caía inerte sobre las hojarascas secas.
-Se ha dañado un poco- comentó mi hermano levantándose- pero creo que has entendido la explicación.
-Podías haberlo matado antes de ponerte a explicarme.
No servía de nada regañarle mil veces, ya que en todas y cada una de ellas él haría lo mismo. Sonreiría ampliamente mientras se encogía de hombros de una forma casi inocente.
-¿Y privarte del riesgo de muerte? No sería capaz.
Lo amaba con todas mis fuerzas, pero Jason podía ser en ocasiones (y más que ocasiones) un real dolor de trasero. Ser el mayor de los dos le sentaba fatal, mi madre debió tenernos en otro orden si quería que el serio de los dos guiase al otro.
-Venga, quita esa cara-negó- hay que llevarlo al campamento antes del atardecer. ¿Necesitas una mano para terminar y subirlo al transportín?
-Creo que aun domino como utilizar un cuchillo- le respondí sarcástica y el solo sonrió antes de alejarse. - Idiota- murmuré agachándome para cercenar el cuello del animal.
-Cuidado con la parte negra-me advirtió.
No es que fuese a tocarla de todas formas, no era estúpida. Las quimeras eran tóxicas para los humanos. Un solo contacto con la corrupción nos garantizaba un pasaje directo al reino de los cielos y no iba a permitir que mi causa de muerte fuese algo tan banal como aquello.
Imitando los movimientos de mi hermano, coloqué una mano en su torso junto a la flecha y en la otra empuñé uno de los cuchillos que retiré de la funda en mi pierna. Tomé unos segundos para observar el corte. El hueso podía admirarse limpiamente, las vértebras cercenadas con una precisión aterradora y si mirabas lo suficiente podías observar la corrupción dentro del hueso y bajo los músculos expuestos de la piel del cuello. Zonas completamente negras como el carbón que contaminaban la carne. Del otro lado del corte, el torso la carne permanecía intacta, aún caliente y palpitante bajo el tacto de mi mano sobre el pelaje. Calculé a vista el ángulo de la incisión dispuesta a intentar cercenar el resto de la cabeza de un solo golpe igual que Jason había hecho, más justo en ese momento la criatura rugió, sus fauces se abrieron con fuerza y girándose hacia mi tiró una feroz mordida que me hizo saltar.
-Hijo de...
Apenas si podía escuchar a la criatura rugir ante la sonora risa de mi hermano. El muy gilipollas se recostaba a la sombra de un árbol cercano aguantándose a sí mismo mientras reía descontroladamente de una manera que hacía parecer que su pequeña hermana no había estado cerca de pasar al más allá.
- La cabeza no va a morirse- comentó al fin- La corrupción alcanzó el cerebro, así que simplemente va a quedarse así.
Volvió a reírse, probablemente observando mis enormes ganas de asesinarle a él en vez del ciervo. Denle un premio al mejor hermano del Campamento Este.
- Idiota-le espeté esta vez esperando que me oyese.
Las quimeras eran inmortales una vez que el cerebro era alcanzado. Podrías herirlas, retenerlas en algunos casos, pero nada podría destruirlas. Lo sabía, todos en el Clan lo sabían. No existía persona en el mundo que no hubiese lidiado con esas abominaciones. Fuentes de magia corrupta que se dedicaban a cazarnos y no había arma en el mundo capaz de detenerlas. Al menos, no armas normales.
Levanté mi mano derecha hacia la criatura que se retorcía asquerosamente en mi dirección, su forma de ciervo cambiando entre retortijones, mutando en algo amorfo como si cientos de gusanos se moviesen bajo su piel. La grotesca visión apenas causándome asco mientras la palabra surgía de mis labios.
- Ignis.
-No eres nada divertida-se quejó Jason acercando el transportín de madera.
-Y tú eres un cretino hilarante.
-Es uno de mis encantos.
Subió a la criatura a la mochila y la ató antes de cargarla en su espalda apenas sin esfuerzo. El cuerpo aun sangrante manchando el suelo del bosque.
Le observé ceñuda mientras guardaba mi hoja aun intacta de vuelta en su funda. Su gesto infantil adornado por su enorme melena negra, casi expertamente recogida en una trenza que caía hasta el nacimiento de su cuello. Solía escuchar a menudo lo atractivo que era mi hermano. Mas de una chica en el clan se rendía ante su cristalina mirada como si de un hechizo de atracción se tratase y de cierta forma podía entenderlo. Su piel aceitunada, su fornida constitución marcada por los años de entrenamiento incansable, aquellos hoyuelos tontos que se formaban en sus mejillas cada vez que sonreía. Tenía un efecto encantador para aquellos que no conocían su insoportable sentido del humor.
Por desgracia yo me contaba dentro de la pequeña minoría que sí le conocía.
El viaje de regreso se hizo corto. No nos encontrábamos lejos de la puerta sur, apenas un par de metros bosque adentro cerca de la arboleda carmesí. Ni siquiera el despreocupado de mi hermano me habría permitido alejarme tanto del campamento con la situación crítica fuera de los muros. Siempre habíamos estado a un vistazo de mirilla del vigilante de la torre y cumpliendo exclusivamente con una caza reglamentaria en los terrenos escogidos por los recolectores.
Buscar alimento era algo complicado. No existían muchos lugares donde las quimeras no rondasen y no muchos conocían como eliminar a un animal sin crear a una quimera en el momento. Ese era uno de los motivos por los cuales no se permitía tenerlos cerca de nuestras fronteras. Obviando su encantadora habilidad de convertirse en bestias descontroladas sedientas de humanos una vez que eran heridas de muerte; el principal peligro era que los atraerían a ellos. Las quimeras ni se acercaban al verdadero peligro al que los humanos teníamos que enfrentarnos día a día.
-No fue tan difícil, ¿No?
-No está dentro de mis prioridades convertirme en recolectora.
-Eres buena cazando. -respondió encogiéndose de hombros
-Planeo serlo.
La mirada en sus ojos me hizo sonreír ampliamente y probablemente estaba planeando otro de sus oportunos chistes pero los enormes muros de clan fueron visibles para nosotros mas allá de la planicie donde nos encontrábamos.
Al filo del bosque se encontraba la frontera de nuestro territorio, una enorme planicie que rodeaba el enclave escogido para el Clan hace seis meses. Ante nosotros la visión de las enormes empalizadas de madera y piedra que constituían los muros se alzaron. Con mas de 4 metros de altura los enormes troncos entallados burdamente protegían a los miles de aldeanos que se resguardaban en el interior. Sobre ellos el adarve sostenía a los guardias que se asomaban de tanto en tanto entre las almenas de madera para comprobar que no hubiese peligro cercano. Frente a nosotros las torres de guardia se alzaban, una a cada lado del enorme portón de madera el cual permanecía protegido por guardias las 24 horas del día. Los mismos se esforzaban por mantenerse atentos ante cualquier situación, aunque desde que las protecciones habían sido instaladas su trabajo consistía meramente en controlar la entrada y salida de los aldeanos.
-Registro de propiedad.
-Es carne para el campamento-informó mi hermano mientras dejaba que el guardia le diese un vistazo al transportín.
-Solo sigo las normas, Capitán- se disculpó torpemente a lo cual Jason solo sonrió
-Me molestaría si no lo hiciese, soldado.
La charla banal llevada a su máxima expresión mientras los dos hombres compartían aquella interacción ignorando por completo mi presencia. A duras penas el segundo guardia me dedicó una mirada mientras mostraba una falta de interés tan grande o peor que la mía. Suspiré distrayendo mis pensamientos mientras observaba los enormes muros. Era casi irónico estarlos viendo desde afuera cuando mayormente estaba obligada a permanecer en el interior.
-Todo en orden.
Con un leve pero firme asentimiento retrocedió antes de voltearse hacia el portón y dar dos sonoros golpes en la cubierta. Alguien al otro lado recibiría la señal para segundos después escucharse el crujir de la madera al ceder ante el movimiento abriéndonos el paso.
-¿Hay novedades? - preguntó mi hermano antes de entrar.
El guardia inclinó levemente la cabeza hacia la izquierda, por sus ojos cruzando un destello platinado indicando que algo sucedía y de lo cual nosotros éramos ajenos. La red de la milicia se comunicaba de formas extrañas, traspasándose la información de manera casi imperceptible para aquellos que no prestasen la suficiente atención. Siempre me había parecido fascinante esa extraña habilidad que los hacía permanecer conectados entre si.
-El Escuadrón 22 ha partido hace unas horas acompañado por encantadores para el punto de control noreste.
-Revisión rutinaria, supongo.
-Si, capitán-afirmó el guardia con un asentimiento. -Según los guardias del portón este tienen revisiones en las protecciones para retraer y cambiar los cristales.
Mi hermano asintió con solemnidad. Le observé en silencio, aun asombraba lo distinto que podía llegar a ser con otras personas cuando su rango se interponía. El respeto con el que los guardias le observaban al verle pasar. Pues Jason no solo era un soldado del Clan del Este o capitán de renombre dentro de nuestro refugio. El pertenecía a ese pequeño por ciento de la humanidad que había logrado lo imposible. Aquellos que se convertían en nuestras armas para defendernos contra la mayor amenaza que los seres humanos hubiésemos enfrentado alguna vez. Por su sangre, por nuestra sangre, corría el poder de nuestros ancestros y solo unos pocos podían llegar a convertirse en lo que él era.
Un cazador de dragones.
Su lugar se encontraba en el frente, allá donde durante años los humanos habían estado luchando incansablemente contra los monstruos que amenazaban con destruirnos y apenas había regresado hacía unos meses de la nada. Aunque no era del todo una sorpresa, puesto que este año yo cumpliría mi mayoría de edad y podría oficialmente enlistarme.
-No podía perderme esto por nada del mundo.
-Hurra-respondí con fingido desanimo.
Cuando la realidad era que había amado tenerlo de vuelta. Aunque me quejase no había nada como volver a abrazarle luego de tanto tiempo. Escucharle exagerar como los voraces casi acaban con ellos en una guardia o como las cavernas de adamantia eran tan grandes y relucientes que podían observarse desde el puesto de control de la frontera. Lo amaba con todo mi ser.
-¿Estás segura de que quieres hacerlo? No te iría mal como recolectora, en serio.
Mi mirada mordaz debió ser suficiente pues se atragantó con su propia risa.
-No tengo intención de haber llegado tan lejos para quedarme solo en recolectora.
-Padre definitivamente ama tu entusiasmo
-Y vaya si lo hace-respondí arrugando mi rostro.
Padre había intentado detenerme durante años, interviniendo por mi para mantenerme en labores del clan lejos de cualquier contacto con el exterior. Inútil tarea cuando tus aptitudes elementales son demasiado útiles en el campo de batalla. Un usuario de fuego es demasiado difícil de ignorar o mantener escondido de la guerra por mucho tiempo. Punto de victoria para mi, aunque la tensión familiar podía cortarse con un puñal.
-Solo queremos protegerte.
-Tu al menos me apoyas. -suspiré- El me envió a la plantación de mantos por 3 meses. Me estuvieron oliendo las manos tan mal durante semanas. Si hubiese podido quemármelas lo habría hecho.
-Exagerada-negó arrugando el entrecejo pues el también sabía lo mal que olían esas dernas.
-Exagerado él. Es malditamente insistente.
-¡Oh! no sabes cuanto- se burló- ¿De quién crees que heredaste ese horrible temperamento que tienes?
-Muchas gracias- le respondí dándole una mirada mordaz por su comentario- pero no puede detenerme.
Su mirada pareció sostenerme con ese tipo de calidez que solía recordarme que éramos hermanos y supe que, si de él dependiese, también me detendría. Esos ojos habían visto lo que había más allá de los muros, habían observado la devastación y la muerte más cerca de lo que muchos siquiera pensarían. Él sabía el camino que estaba eligiendo, no le gustaba, pero entendía y eso era más que suficiente.
-¿Tienes en mente alguna facción?
-¿Tu qué crees?
Su suspiro fue sonoro mientras una de sus manos se tendía para reposar sobre mis hombros. El cansancio reflejándose en el como si se rindiese a la idea de que no todo podía estar bajo su control.
-Va a ser terrorífico contener su ira después del examen.
-¿Das por sentado que voy a aprobar? - Esta vez fui yo quien sonrió.
-¿Aprobar? - con una mano revolvió mi rojiza cabellera al igual que cuando éramos niños- Voy a tener suerte si no tengo que arrastrar tu trasero a la Primera Frontera en un par de meses.
Tenía fe en mí. Podría tener el resto del mundo en contra, pero en este momento no necesitaba nada más que eso.
- Tendrías suerte de tener mi trasero cubriéndote en el campo de batalla, idiota.
Así sería, ambos lo sabíamos.
Nos separamos al llegar al segundo anillo. Con un gesto despreocupado me dijo que se desharía del ciervo en el sector comercial. Le vi sonreír mientras se alejaba y dejé mi mente vagar ante la idea de esta perfecta paz que ahora mismo sentía. Observé mi pequeño mundo. Las ruinas de piedra que habían sido hace unos meses y ahora se amontonaban entre cientos de miles de tiendas y cabañas de madera. Los techos de lonas cubriendo las imperfecciones para protegerlos de las inclemencias. Los pequeños caminos hechos por nuestros pasos que dividían los tres anillos del clan y los sectores donde toda la vida y el movimiento se llevase a cabo. Tardamos seis meses en convertir esta pradera en un enclave habitable, en que todos nos acotejásemos una vez más dentro de otros muros que nos mantendrían a salvo, con suerte el tiempo suficiente. Otra localización para un nuevo grupo que quizás sobreviviría más de lo esperado. Estábamos bien, pero la pregunta era ¿Cuánto duraría? Nunca lo hacía. Perdí la cuenta de cuantas bajas habíamos tenido en las últimas semanas. 30, ¿50 quizás? Miré a mi alrededor a las personas moviéndose de un lado hacia el otro, caminando en una estoica tranquilidad mientras se olvidaban de la realidad del mundo. Algunos de ellos serían las siguientes caras junto a la hoguera en los próximos meses, tal vez todos; los próximos ekos que adornarían los cuerpos de sus seres queridos.
-¿En qué se supone que piensas tan fuertemente?
La voz de mi mejor amiga me tomó por sorpresa sacándome de mi ensoñación mientras observaba la plaza donde la enorme hoguera reposaba apagada. Su vestimenta color crema algo mugrienta por su día de prácticas remangada torpemente en su cinturón, probablemente para que no le entorpeciese el andar. Aquella maravillosa sonrisa en su rostro, adornada por los mechones color miel que rebeldemente se soltaban de su cabello trenzado.
- No me digas- se adelantó a mis palabras- has perdido al fin la cabeza y te has decidido a prendernos fuego a todos mientras haces alguna de las extrañas danzas de Merrick como sacrificio a los cielos.
Ni siquiera yo podría haber inventado algo tan ridículo como eso, pero bueno, esa no era mi especialidad, era la de Gema. Ser increíblemente creativa con ideas absurdas.
- En serio debes dejar de ir a las horas de lectura con Merrick, te están afectando la cabeza.
- Merrick es un encanto- respondió vagamente- y mi cabeza está perfectamente bien.
- Eres una McLaren- afirmé- no hay nadie en tu familia que tenga la cabeza bien.
Eso me ganó un pequeño empujón por su parte, pero nunca dejó de reírse. Otro pequeño destello de felicidad dentro de la amarga realidad que nos rodeaba. Negué para ella mientras sonreía, observando vagamente como cientos de aldeanos se amontonaban en la plaza junto a nosotras. El sol poniéndose en el horizonte, tiñendo de carmesí las nubes a su paso, anunciando que el día llegaba a su fin y como cada anochecer el clan se conglomeraría junto a la hoguera. Los encantadores aparecerían con la antorcha rodeados de murmullos expectantes que los acompañarían en cada paso hasta que las llamas tocasen la madera y la enorme pira se encendiese. La noche quedaría iluminada ante los coros victoriosos de aquellos que otorgaban un pequeño agradecimiento a los cielos por haber sobrevivido otro dia mas.
- En serio, ¿En qué pensabas, Ally?
Guardé silencio nuevamente, observé a la gente, mi gente y luego al enorme cielo sobre nuestras cabezas donde pequeñas estrellas empezaban a brillar lentamente.
- Supongo que simplemente estaba eligiendo la forma de mi muerte- respondí y en el fondo, muy en el fondo, ambas sabíamos que era verdad.
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