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C A P I T U L O 30.

Meses después.

No se volvió a hablar de Evanna en la reserva. Ninguno de los chicos tuvo el valor de preguntar que había sucedido con ella, asumo que Yusuf les comentó algo de lo que ocurrió, pero sé que él no había sido indiscreto, jamás hablaba de lo que no le correspondía.

Desde que volví de Londres solamente me dediqué a hacer mi trabajo, tal y como lo hacía desde que había llegado a este país. Desde antes de que Evanna llegara aquí.
No la odiaba, no podía hacerlo. Más sabía que entre los dos habían quedado cosas sin hablar, sin decir directamente, quedaron pensamientos y sentimientos incompletos e incómodos.

Llegaron dos chicos nuevos a la reserva. Para ayudar, esta vez habían sido enviados por el ministerio Rumano. Eran dos hermanos mellizos, Christine y Ryan. Estaban haciendo su práctica en Dragonología, venían de Beauxbatons y tenían aún problemas con el idioma. Por una parte me hacían tener la mente ocupada ya que debía de enseñarles todo lo que un día hice con Eva, por otro lado me hacían recordarla, ella tenía una manera muy particular de ser, de tratar a las criaturas, de cuidar este lugar, y eso la hacía única. Lastimosamente yo nunca había podido entender su sentir ni su pensar.

Y me arrepentía, me arrepentía por haberla dañado, por haber permitido que por mis actitudes ella se tornara tóxica contra sí misma. Me arrepentía de no haber intentado quererla de manera sincera, de haberla dejado ir de la nada y sin hacer nada tampoco por retenerla.

Evanna Steinner.

¿Qué sería de ella ahora? ¿Estaría en otro país? ¿Habrá conseguido hacerse cargo del campo de aves mágicas de Irlanda como tanto quería? ¿Qué sería de su madre? ¿Habrá perdonado lo que le hizo? ¿Pensaría en su padre?

Esas interrogantes paseaban por mi mente aunque sabía a la perfección que no tenían ningún sentido. No tenía como saber de ella, y la verdad es que tampoco sabía si quería saberlo.
Habían pasado semanas desde que la bomba que yo mismo había hecho estallar había acabado con todo, yo estaba callado y había vuelto a mi forma reservada, por no decir arisca.

— Charlie....

— ¿Mhmm? — respondí sin apartar los ojos de los huevos de dragón que estaban por romper.

— Tú madre está al teléfono otra vez. — me comentó Isaac — quiere hablar contigo.

— Estoy ocupado — dije con pesar.— Dile que la llamaré en cuanto pueda.

Mentiras, hace tiempo  que había estado evitandola.

— Charlie ¿Por qué no hablas con ella? Está preocupada por tí. Dijo que sí no le contestabas, mañana mismo tomaría un traslador desde el ministerio inglés. Ya te ha dado bastante tiempo ¿No crees?

Levanté la vista y lo medité, mamá era capaz de eso y mucho más cuando las cosas comenzaban a salirse de control.

Suspiré, ya que no tenía alternativa.

— Voy de inmediato. — terminé por decir.

Caminé lo más lento que pude hasta el teléfono que estaba en la residencial. Sabía lo que quería, sabía de qué hablaríamos, sabía que estaría enfadada, no peor aún, decepcionada. Ella no nos había criado para que hiciéramos lo que yo había hecho.

Sentí un nudo en la garganta y un peso en el pecho que no era fácil de hacer desaparecer. Me dí impulso para coger el auricular y darme valor para contestar.

— ¿? — dije con la voz cortada, entre mis titubeos. Así como cuando un niño hace una travesura y está a la espera de su castigo.

—¡Charles Weasley! ¿Por qué no habías contestado el teléfono? ¡Casi me matas de la preocupación! ¡Jamás llamaste! ¡Estuve a punto de ir hacia allá aunque no quisieras!

Esa era Molly. Nadie más que ella podría reclamarme antes por no contestar el teléfono, en vez de por la estupidez que había hecho.

Lo siento mamá. —fue la única frase que pude articular.

Hubo un silencio a lo largo de la línea, sabía que mamá no tenía idea de qué decir, o lo más probable no quisiera mandarme al demonio por teléfono.

Mi niño.. — respondió al cabo de esos segundos eternos. — ¿Cómo estás?

— Supongo que bien mamá, la verdad es que lo único que hago es trabajar, así me mantengo ocupado.

Hijo, yo..

— No tienes que decir nada mamá, sé que lo que hice rompió a la familia, lastimé a mi hermano y de paso a tí, jamás quise lastimarte.

Lo sé cariño, y también sé que jamás planteaste lo que pasó, no eres una mala persona, no eres un mal hombre.

— Pero soy un traidor.

— No digas eso, simplemente sentiste cosas que te jugaron una mala pasada.

Mi corazón rompió a llorar en ese momento y unas lágrimas silenciosas y traicioneras se escurrieron en mis mejillas. Me quedé callado mientras mi madre seguía aconsejandome e intentando hacer que yo no me sintiera mal, porque no quería que escuchara que estaba llorando.

— ¿Cuando me vendrás a visitar? — me preguntó de repente.

No lo sé mamá, eso no sería adecuado ahora.

— Tu padre te extraña y quiere saber cómo estás, está sumamente preocupado por tí y porque no contestabas el teléfono. Más quisimos darte tu espacio.

Siento estarlos hacíendo pasar por esto. — dije al fin — ¿Cómo está Fred?

Nuevamente hubo un silencio.

Aún está alterado, sabes como es tu hermano, pero sé que pronto querrá que todo esto se tranquilice.

Eso lo decía para que yo no me sintiera aún más culpable, yo conocía a Fred a la perfección y era rencoroso, orgulloso y jamás daba su brazo a torcer, por ende nunca más querría saber de mí o dirigirme la palabra.

Sabes que Fred me odia. No quiere saber de mí y lo entiendo.

Cariño mío, pronto el tiempo dejará que todo se calme, ustedes podrán conversar, hablar de los errores que cometieron, después de todo, ustedes son hermanos. No puedes estar peleados toda la vida ¿Cierto que no?

— No lo sé mamá, eso lo dirá el tiempo, tal como tú lo dices.

Pude ver el brillo de esperanza que tiene que haberse puesto en los ojos de mamá al oír eso. La conocía y sabía lo dolida que estaba por lo que yo hice, aunque no me lo enrostrara.

Bueno mamá, debo volver al trabajo.

Esta bien cariño, no vuelvas a desaparecer así.

— No lo haré, lo prometo.

— Adiós mi niño, te amo.

Gracias por todo mamá, yo también te amo. Adiós. — y colgué.

De cierta forma haber hablado con mi madre había tenido un efecto  tranquilizador, sabía que era la única que no me rechazaría a pesar de todo.
Me sentí un mal hijo, por hacerla pasar por este quiebre en su familia, ella la que prefirió perder las comodidades antes de tener que separarse de cualquiera de nosotros, me sentía desagradecido por eso.

Pasaron las horas y la jornada de trabajo terminó, yo me despedí de los chicos que irían a ver un juego de Quidditch, las Arpías de Holyhead estaban en la ciudad, Ginny entendería que no fuera, lo sé. Bill me había escrito, no tenía ganas de responder. Sólo quería estar tranquilo en la soledad de la Reserva.

Como siempre deseé, como siempre me gustó.

La chimenea que había en mi cabaña, hacía crepitar los maderos consumiendose lentamente, ahora me había acostumbrado a la yerba mate que Yusuf solía tomar todas las tardes. Decidí leer un libro que tenía pendiente ya hace tiempo, lo dejé a la mitad y nunca lo completé, era increíble el tiempo y los acontecimientos que habían pasado. Jamás lo hubiera imaginado.

Aparte de los libros sobre animales y criaturas fantásticas, me gustaban las novelas policiales, los libros muggles y los de astronomía. Este era uno de ellos. Todo lo que podían decir las estrellas y los astros. Todo lo que se podía descifrar a lo largo de ellos, todos los secretos que guardaban, los destinos y vidas posibles que podían crearse o modificarse a través de las constelaciones.

Me gustaba imaginar que podían cambiarse las decisiones de esa forma.

Una fotografía se asomó de una de la páginas.

Nina.

Se reía desde la fotografía en movimiento que yo le había hecho una vez en la madriguera y que claramente había guardado en secreto sin que nadie me viera.

La observé y sonreí. No podía negar que a pesar de todo lo que había sucedido ahora, ella había sido parte importante de mi vida, aunque ni siquiera ella lo supiera, aunque no hubiera hecho nada en particular, aunque ella ahora me odiara, lo más probable es que ni siquiera se imaginara lo importante que era para mí.

Apreté la foto con mis dedos y acaricié su mejilla con ellos por última vez, guardando todas las facciones en mi memoria, porque eso era lo que sería a partir de ahora.

Un recuerdo, algo que tendría que sobrevivir como una vivencia, pero no como mi presente, ni como un pasado tormentoso.

— Adiós — susurré, y eché la fotografía a las brazas, de esa forma intenté quemar el sentimiento que durante años me había abrasado a mí, que durante años me reprimió. A medida que el fuego consumía la foto, pensé en que no lo hacía con maldad, si no que en forma de liberación, de avance, de superación. La querría, siempre sería el amor desventurado de mi vida, pero nada más.

Hasta aquí quedaba ese capítulo.

Esa noche cuando me dormí, lo hice con tranquilidad después de semanas de insomnio y pesadillas. Soñé con Dora, no decía nada, sólo sonreía.

Sabía que eso significaría algo.

El fin de algo, o el inicio de otra cosa.

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