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C A P I T U L O 26.

Hoy había sido el juicio del ministro y no había vivido nada más satisfactorio en años. Ver su cara perfida dándose cuenta de que estaba perdido fue lo mejor que había visto en mucho tiempo.

El tribunal draconiano de Rumania lo había juzgado por cargos de abuso de poder, sedición y traición a la magia. Por lo que estaría un buen tiempo en prisión, el mundo mágico quedaría a cargo del ministro de seguridad mágica mientras se encontrara a alguien más para el cargo.

Los aurores ingleses habían vuelto a su nación y toda la reserva no podía estar más agradecida. Incluso habíamos hecho una fiesta para celebrar que al fin podríamos descansar tranquilos de ese sin vergüenza.
Y más aún porque las tierras que eran de la familia Illich al fin habían sido traspasadas en el mismo juicio a la reserva a nombre de la familia Scamander, y con eso yo tendría la tranquilidad de que nadie intentaría nada contra las criaturas mágicas.

Todos habíamos ido al juicio, y al volver en la fiesta fue increíble no relatar las anécdotas que eran totalmente memorables.

— Fue increíble cuando tu cuñada le dijo a Rossi que no importaba que no fuera de Rumania — rió Yusuf — “soy francesa que es mucho peor” — bromeó Yusuf imitandola. Y todos nos reímos en conjunto.

Tenía que admitir que el tiempo en que los aurores habían estado en la reserva había sido agotador, investigaciones, inspección de los animales y todo lo demás. Al menos creo que Evanna había vuelto a estar tranquila, lo que había sucedido y la presencia de todos ellos la tenían nerviosa y bastante histérica y todos lo habían notado.

— ¿Evanna tú estás bien? — le preguntó Steven — Me dí cuenta que la presencia de la cuñada de Charlie te tenía bastante inquieta — le molestó.

Ella lo observó con el ceño fruncido y una mueca no muy divertida.
— No es eso, sólo teníamos maneras diferentes de pensar. — contestó intentando zanjar el tema.

— Yo creo que estabas celosa de que el dragoncito fuera su amigo — siguió Marcus.

Si bien ese era mi pensamiento original, la defendería porque o si no se cabrearía conmigo.
— Es imposible que estuviera celosa, con Nina sólo somos amigos. Es la esposa de mi hermano o lo olvidan. — dije para tratar de terminar el tema.

— Hablando de eso — dijo Isaac —¿Tienes un problema con tu hermano? ¿O él tiene un problema?

— ¿A qué te refieres? — cuestioné.

— Tiene una actitud un tanto arisca, según me contaste el era muy bromista y la verdad, me dí cuenta de que es bastante sobreprotector con ella.

— Querías que te presentara a su esposa ¿Querías que fuera amigable contigo Isaac? — le tiré con sarcasmo.

— Contigo tampoco tiene una relación muy hermanable — soltó Eva de repente. — Como si le hubieras hecho algo y aún estuviera resentido por eso.

— Fred es un tanto infantil y terco. Cuando una idea se mete en su cabeza no hay quien lo saque de ahí. — contesté sin darle importancia.

Estuvimos otro rato y luego de una hora más decidimos que era hora de ir a descansar. Todos habíamos tenido  un día intenso, y sin mencionar que mañana vendrían los del ministerio a supervisar el lugar a y a dejar todo en orden lo de los nuevos terrenos.

—¿Quieres que duerma contigo? — me propuso Eva en forma tierna.

— Mi cabaña es un desastre, pero si quieres duermo contigo en tu habitación en la residencial. — respondí con una sonrisa.

Rápidamente nos pusimos de pie y me tomó de la mano. No sabía si me agradaba o me pasaba otra cosa con que su actitud hubiera vuelto a ser la misma, pero creo que lo dejaría pasar.

Me gustaba Eva, me sentía bien con ella, me gustaba como me besaba y también sus caricias. Me gustaba la forma en que ella decía que se sentía cuando estábamos juntos, no me refería de manera sexual, si no de esta con ella en todo sentido. Eva se había convertido en un escape de todo los fantasmas del pasado y eso me sentaba bien.

Cuando entramos en su habitación no pude evitar lanzar un comentario con sarcasmo.
— Tu habitación no está muy diferente a lo que era mi cabaña rubia.

Ella sonrojó ya que toda su ropa interior estaba revuelta entre la cama. Y muchas cosas estaban esparcidas por el piso.
Antes de que pudiera contestarme me besó con pasión, como si todo este tiempo se hubiera estado refrenando, me acarició la espalda y comenzó a desabotonarme la camisa. Como dije antes no es que ella no me gustara y que no la deseara, pero esa actitud en ella no era propia, me hizo sentir como si quisiera imitar a alguien más y eso no me hizo sentir tan a gusto.

Sujeté sus manos y la observé.
—¿Crees que sólo vine a tu habitación para que tuviéramos sexo? Yo sólo quería dormir contigo — dije — pero así son todas las mujeres, nos usan para ser sus juguetes sexuales.

Pasó de la vergüenza a la risa.
— Yo pensé..

— Que mal sigues pensando de mí — bromeé — ven aquí — la llamé recostandome en su cama y dejando que me abrazara, rodeandome con sus brazos fuertemente.

— Te quiero Charlie.

— Yo también.

— Jamás lo dices.

— Sabes que no soy muy expresivo, pero que no lo  diga no quiere decir que no lo sienta — la besé, de manera lenta, rozando con delicadeza sus labios, su lengua y la calidez que emanaba ella en general.

— A veces me gustaría escucharlo.

— Lo importante es que lo sientas — rebatí, no iba a dejarla ganar. — ¿Sientes que te quiero?

— Sí.. — dijo después de un rato. — lo siento.

—¿Cuando?

— Cuando has estado conmigo en todas las acontecidas cosas de mi vida. Osea desde que nos conocemos.

— Te quiero Eva, no dudes eso. Solamente creo que nos falta conocernos más — suspiré — Ir avanzando como pareja y dejar de lado las discusiones inútiles que no nos llevan a ninguna parte ¿No crees?

— Eres un terco Gryffindor. Eso es lo que pasa.

—¡Hey tu también lo eres! Y más que yo — reí.

— Creo que es mejor que durmamos. — dijo dándose por vencída.

— Eso lo dices porque te conviene rubia.

—¿De cuando me dices así?

— Desde ahora, te molestaba Eva, ahora te digo rubia.

— Tampoco me gusta.

— Pues no me importa, rubia.

— Eres tan irritante Weasley.

— Dime algo que no sepa porfavor.

— No quiero que desaparezcas de mi vida, ni tu, ni tu irritante presencia.

No supe que decir en ese momento. Yo no era amigo de ese tipo de declaraciones tan intensas. Me las había prohibido.

—¿Qué pasa si un día no estoy? Puedo amanecer muerto mañana.

— No lo sé, sólo no quiero que suceda.

La abracé fuerte, lo único que atiné a hacer, tenía que evitar su mirada a como de lugar.

— Duerme bien rubia.

— Descansa, irritante.

Sonreí, pero ya me había quedado la intriga. Ella estaba enamorada de mí, no tenía que decirlo para yo darme cuenta y yo no sabía que hacer al respecto.

Al parecer la vida se encarga de cambiar los papeles en algunas ocasiones. Esta era una.

Poco a poco me fui durmiendo, recuerdo que dije una frase sin sentido, más no recuerdo cual. Sentí a Eva revolverse en la cama y mirarme antes de quedarme profundamente dormido.

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