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C A P I T U L O 20.

Cuando desperté me metí a la ducha de inmediato, había mucho que hacer el día de hoy, de cierta forma las vacaciones habían terminado y ya había que volver al trabajo.
Aunque estar trabajando aquí no era considerado trabajo para mí específicamente.

Decidí que le haría desayuno a Eva, después de lo vivido en Londres necesitaba tenerme cerca.

Y yo quería estar cerca de ella, darle apoyo y amor.

Sobre todo eso.

Amor.

Yo no era un experto en eso, pero quería intentarlo.

Fui a la residencial para buscar las cosas que yo no tenía en la cabaña, como pan fresco, queso y algunas hojas de parra que a ella le gustaban.
Yusuf estaba comiendo.

— ¡Han llegado! — se alegró. —¿Cuando llegaron? ¿Eva está arriba?
No la ví.

— Llegamos anoche Yusuf, muy tarde. No quisimos despertarlos. — reí.

—¿Cómo está Evanna?

— Muy cansada, vivió cosas fuertes. Halló a su madre.

—Oh ¿Cómo lo tomó?

— Está procesandolo, creo que se repondrá pronto. Ahora está dormida. Voy a llevarle de comer.

Con eso indiqué que ella estaba durmiendo conmigo. Yusuf sonrió con una risa paternal.

— Me alegra que se tengan el uno al otro. Tú la necesitas tanto como ella a tí.

— Sí, me hace bien.

— Y tú a ella, cuiden lo que tienen. Asumo que no será fácil.

Ese viejo si que veía por abajo del agua. Era un sabio.

— No, pero espero hacer lo mejor posible.
Dicho esto hice aparecer una canasta para poner dentro todo lo que necesitaba para el desayuno.
Salí con todo lo necesario y una vez de vuelta en la cabaña me puse a preparar todo en la pequeña mesa que tenía. Oí la ducha por lo que supe que ya se había despertado, la tetera ya estaba caliente así que serviría té cuando ella saliera del baño.

Dispuse todo y me serví una hoja de parra mientras la esperaba porque moría de hambre.
Salió con el pelo aún mojado y con una ropa diferente a la que ayer tenía.

— Buenos días, el desayuno está listo. — le saludé y la invité a sentarse conmigo.

— Buenos días ¿No crees que es tarde ya para desayunar? Hay que ir a ver a las criaturas.

— No iré sin desayunar. — comenté mientras servía té para ella y café para mí.
Algo había en su expresión y en su comportamiento que me hacía pensar que estaba un poco más distante ¿Se sentiría mal o avergonzada de lo que había sucedido entre nosotros anoche? ¿Se habría arrepentido?

Se sentó y me dió un fugaz beso en los labios, cosa que era realmente extraña, ella era sumamente cariñosa cuando estábamos solos.

—¿Cómo estás? — empecé a indagar.

— Bien, sólo que estoy algo cansada.

— No imagino el porqué — le molesté.

Ella se sonrojó un momento. Y comenzó a prepararse un pan con queso.

— Las hojas de parra están deliciosas — le indiqué, creí saber que era lo que estaba sucediendo, más no podía asegurarlo.

— Probaré en seguida. — dijo sin mirarme. Ella no quería generar tensión, ni polémica. Algo extraño en ella. — ¿Despertaste temprano? — me preguntó inquieta mientras jugaba con la cucharita.

— No, sólo me di una ducha y preparé el desayuno. Pensé que querrías dormir más.

— Ah.

—¿ Cuándo despertaste?

— Sentí el golpe de la puerta cuando saliste. — sus respuestas cortas y algo evasivas eran el resultado de sólo una cosa.

— Siento haberte despertado, estoy emocionado.

— No imagino el porqué — soltó con sarcasmo y ahí era el momento de abordar el tema.

— Eva...

No me contestó y fingió estar masticando.

— Eva..

—¿Mhm?.

—¿Por qué estás molesta? ¿Es porqué te desperté?

— No.

— ¿Osea asumes que estás molesta?

— No, no lo estoy.

—¿ Ronqué y no te dejé dormir?

— No Charlie.

— ¿No será que estuviste viendo cosas que no debías ver?

Me quedó mirando unos segundos pasmada. Pestañeó y desvió la mirada.
—¿Me acusas de algo?

— Yo no, pero tus celos sí.

—¿Por qué estaría celosa yo?

— No te hagas la ingenua conmigo Evanna — me puse serio. — Todo estaba bien y despertaste automáticamente extraña, sé que leíste la carta que dejé en mi escritorio y ahora estás pensando historias más ridículas que las predicciones de Treawloney. — le acusé y ella no pudo rebatir nada. Era como si su lengua hubiera sido secuestrada por los mortifagos.

— Yo..

—¿No te enseñaron que eso no se hace Eva?
Esas cosas me molestaban bastante, que pasaran a llevar mi privacidad, pero si quería que esto funcionara también yo debía ceder un poco. Más no se lo dejaría fácil. La molestaría por su indiscreción.

— Yo, lo siento. Pensé que era de tu madre y quería saber si había dicho algo de mí.

— No mientas Eva, eres pésima. La culpa que tienes pintada en el rostro te delata. — reí con fuerza, dándole un sorbo a mi café.

— Se había caído del escritorio. —  se excusó. — Lo lamento.

Reí.

La verdad es que no entendía sus celos. La carta no decía nada que pudiera malinterpretarse según mi opinión. Sólo que ella no sabía quién era la persona que me la envió.
Hice un repaso mental de lo que tenía escrito.

Charlie.

Lo siento, había estado afuera haciendo investigaciones. Supe que estuviste en Londres y que me habías buscado.
En base a la carta que me escribiste hace un tiempo, no la había respondido porque estaba esperando a tener información más concreta, la cual ya obtuve.
Me hubiera encantado verte, enserio. Así que creo que programaré un viaje lo antes posible para que nos veamos y así conversar de nuestros pendientes.

Te extraño chico come bebés Dragones.

Con cariño.

Nina.

— ¿Hay algo que te desagradara de esa carta? — le pregunté.

— No, es sólo que..

— Te creía una mujer segura Eva. — bromeé. — ¿Algo que quieras saber?

—¿ Quién es la chica con la que te escribes? No estoy celosa, sólo veo que se conocen bastante y que tienen temas pendientes — comentó intentando sonar desinteresada.

— Sí, lo que pasa Eva, es que Nina es mi cuñada. — enarqué una ceja. — Es la esposa de mi hermano Fred y ella estaba ayudandome a averiguar sobre las intenciones del ministro Rossi.

Su cara se hizo un poema, estaba avergonzada.

— ¿Fred y ella..? ¿Al final ella y Fred se casaron?

—¿ Por qué te extraña tanto? Mi hermano y ella fueron novios mucho tiempo.

— Sí, es sólo que..

Sabía a lo que se intentaba referir.

—¿Ella fue Mortifaga? — le cuestuoné.

— Es raro que tu hermano siga con ella, fue muy mediático que al ser hija de aurores ella se les uniera.

— No seas prejuiciosa Evanna, no conoces toda la historia al parecer.

— Pues iluminame. — me miró algo ofuscada — lo último que yo supe es que tu hermano había tenido un romance con Angelina Johnson.

— No menciones a esa chica, me da tortícolis de sólo oír su nombre. Bueno para hacer el tema breve. Los mortifagos buscaban a Fred por unos conocimientos sobre Runas, él jamás iba a ayudarlos por lo que terminarían matandolo. Nina se hizo Mortifaga en su lugar, pero nosotros no conocimos la historia hasta que un día Draco Malfoy se lo enrostró a Fred en una discusión. Mi hermano se había vuelto un idiota.

— ¿Eso es verdad?

— Si, lo es. Así que ex mortifaga o lo que sea, mi hermano estuvo siempre enamorado de ella. — suspiré — Ambos supieron perdonarse.

— No lo sabía, casi nunca hablas de Fred.

— Él se ha vuelto algo distante luego de su accidente y de lo que pasó con ella. Pero yo siempre fui cercano con Nina. Ella es muy agradable e inteligente.

— Igual es raro todo, tener relación tan directamente con el lado tenebroso y no lo sé, no sé si yo hubiera podido superar algo así. — de pronto estaba muy interesada en el tema —¿ Qué hace ella actualmente?

— Es jefa del departamento de aurores en Londres, no sé cómo no la conoces, trabajas en el ministerio.

— Lo que pasa es que casi siempre estaba en terreno. ¿Y qué más?

— Es maestra de artes oscuras en Durmstrang, con Fred tuvieron a su hija Cassiopea hace dos años aproximadamente. ¿Algo más que quieras averiguar sobre ella?

—¿Osea que es la dueña de estas tierras?

— Ella las cedió y se están haciendo los trámites, pero hasta que no se hayan terminado sí, ella es la dueña de esto.

Parpadeó bastante rápido.

—¿Por qué quieres saber tanto? ¿Acaso te gusta? No sabía que sentías atracción por las chicas. —le molesté.

— No— me dió un golpe en el hombro — Pues no lo sé, no puedo explicarlo, sentí celos cuando ví que te escribías con ella y que tenían tanta confianza.

— Pues no tienes que pensar en esas cosas, por algo estamos en esto. ¿No crees?

— Sí, tienes razón Charlie.

—¿Prometes que no volverás a hacer nada como eso? Sabes que no me agrada que quieran hurgar en mis cosas sin permiso Eva.

— Lo siento, eso no fue correcto, no se volverá a repetir.

La besé y acaricié su cara.
— No arruinemos las cosas ¿No crees que anoche todo estuvo muy bien entre nosotros?

Se volvió a sonrojar, ahora entendía por qué le incomodaba tanto la cercanía conmigo.
— Me gustó y me hiciste sentir muy bien Charlie.

— No te avergüences de nada, jamás te juzgaría o cuestionaría algo. Por eso quiero que respetemos nuestros espacios.

— Te quiero Charlie.

— Y yo a tí Eva.

Alguien tocó la puerta de manera inesperada y brusca.
—¡Ya tortolitos! Hasta que hora siguen jugando al dragón y la princesa, es hora de trabajar — se rió Isaac desde afuera.

— Te ayudaré a lavar — Eva se puso de pie de inmediato ante la aparición de Isaac.

— No, no, vé a trabajar. Ya descansaste demasiado, no te acostumbres.— le dí un suave beso antes de que saliera.

— No te quedes flojeando aquí. Ven pronto a trabajar.

¿Qué estaba haciendo Evanna Steinner conmigo?

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