C A P I T U L O 14.
Por fin hoy se terminaba esta tortura.
Por fin hoy se iba todo este circo de la reserva.
Por fin hoy volvería la calma.
Por fin hoy se iban todos los magos chillones que quieren fotos con las criaturas.
Por fin el ministro se llevaría todas sus porquerías.
Y por fin yo podría volver a respirar en paz y maldecir al ministro Rossi con toda libertad.
Estaba sumamente animado porque la dichosa actividad recreativa terminaría y las cosas volverían a estar en paz aquí en la Reserva. Me levanté animado para hacer mis labores, sin duda mi expresión estaba más luminosa y feliz.
Los trabajadores ya habían llegado, pero aún no se abrían las puertas para que el público asistente entrara. Por lo que desayunamos todos en el comedor de la residencial.
— Supongo que estás feliz porque hoy se termina este circo. — comentó Isaac.
— Tienes toda la razón, la mejor parte es cuando se van todos estos magos extraños. — respondí con una sonrisa radiante.
— Eres un amargado Charlie — me interrumpió Steven — ¿Cuándo habíamos visto tantas turistas hechiceras tan guapas?
— No tienes remedio, si quieres una chica pues consigue una novia— le molesté. Ya no decíamos tantas bromas subidas de tono, ya que Eva siempre estaba con nosotros y podría molestarle.
— Yo he conocido a muchos magos y brujas en los tours que he hecho por la Reserva. — habló Eva — Si hubieras abierto tu mente quizás lo hubieras disfrutado — me rebatió.
Le sonreí, desde hace tiempo que ya no sentía esas ganas de pelear con ella, ya que siempre tenía razón y yo quedaba como un estúpido.
— Puede que tengas razón, pero no pueden negar que la ocupación en la Reserva es algo planeado maquiavelicamente por Rossi — indiqué, a lo que todos estuvieron de acuerdo.
Una vez que todos terminamos de comer y limpiamos la cocina, nos fuimos a nuestras respectivas tareas. Yusuf y Eva a darles la bienvenida a los visitantes y los demás chicos a mostrarles las criaturas. Isaac y yo nos dedicamos a mantener el orden y la limpieza del lugar, que gracias a Merlín no había sufrido desperfectos hasta el momento.
— ¿Qué te traes con Eva? — me preguntó.
—¿A qué te refieres?
— Todas esas sonrisitas estúpidas que ahora se dedican, no creas que no me he dado cuenta.
— Pensé que ella era la entrometida en este lugar — reí.
— No me has contestado Weasley — dijo en tono molestoso — ¡Te gusta Steinner!
— ¿Qué? No sé porque te empeñas en molestarme con ella, deberías buscar una novia, igual que Steven. — contesté y salí del lugar prácticamente huyendo.
¿Por qué me ponía tan nervioso hablar al respecto del tema?
Se suponía que no me importaba ¿o en realidad si lo hacía?
Últimamente no me había liado con ninguna chica, y cuando lo había hecho la verdad es que no me había importado mucho, siempre me involucré con personas a las que no les interesaba el compromiso por la misma razón, yo no estaba buscándolo y sería injusto estar con alguien que si lo está buscando.
¿Entonces por qué me estaba involucrando tanto con Evanna?
No teníamos nada, se podía decir que estábamos teniendo una amistad, además yo estoy seguro de que ella no es el tipo de chica que se involucre con alguien así como así, su perfil e historia de vida no calzan con algo de ese estilo.
Pero últimamente no podía sacarla de mis pensamientos, primero fue ese casi beso que nos dimos en la cocina y después fue haberla olido en mi Amortentia. Mi Amortentia siempre había olido a Tonks y no percibirla me había descolocado totalmente.
Quizás Evanna me atraía, pero estaba cien por ciento seguro de que no estaba enamorado, porque yo no quería estarlo. Así que siempre termino por poner la barrera.
¿Por qué mierda no lo estoy haciendo?
¿Por qué no le estaba poniendo la barrera a Evanna?
Ni si quiera yo lo sabía.
Me dediqué durante la mañana a revisar a las criaturas, dejando fuera a los turistas deseosos de fotografías, eso se sentía bien, fastidiarlos y hacerlos enojar. Cuando entraba en algún espacio los hacía salir a todos y veía la frustración y molestia en sus caras.
¿Qué creen que debido a su presencia yo dejaría que atender a mis animales? Ni en sus sueños.
Hace poco habían nacido porlocks y yo estaba fascinado, eran sumamente tímidos por lo que había que empezar a acariciarlos hasta que llegarán a la fase de máxima confianza, que podía tardar hasta un mes.
El día pasó raudo, como había decidido ignorar a los visitantes y a su ruido exorbitante me había encerrado en mí mismo. Almorcé solo ya que al parecer todos querían aprovechar al máximo las novedades y el bullicio del último día y yo no se los impediría, me agradaba comer en soledad ya que así no tenía que cuidar mis modales ni nada.
Si, soy un ermitaño de tomo y lomo.
Hubiera tomado una siesta pero no podía ser tan perezoso, si no quería dedicarle tiempo al espectáculo tenía que trabajar en las cosas cotidianas del lugar.
Fue una tarde productiva, con la varita reparé algunos desperfectos que las Quimeras le habían provocado a su hábitat ya que eran demasiado inquietas. Los escarbatos habían robado un montón de galones de los turistas y los tenían escondidos en una pseudo madriguera que tenían bajo la paja, no lo devolvería obviamente, pero se iría al fondo común que teníamos para comprar cosas para la residencial.
También limpie los establos donde dormían los therstralls, era un establo gigante y había que reponer alimento y paja fresca, así que me quedaba una ardua tarea por delante, tenía que aprovechar que los habían llevado a campo abierto para la exhibición.
Con la varita empecé a limpiar los desechos mientras les dejaba agua fresca. Hasta que sentí que me llamaban.
—¡Charlie, Charlie!
Era la voz de Steven.
—¡Charlie! ¡Demonios dónde estás!
— Estoy aquí, Steven ¿Qué sucede?
Venía corriendo y agitado, cosa no muy usual en él, ya que no se daba prisa para hacer nada que no fuera comer.
—¡Charlie! ¡El colacuerno se ha descontrolado! ¡Empezó a lanzar fuego como loco! ¡Puede haber un accidente!
La adrenalina se me disparó a mil, eso era imposible, todos los Dragones estaban con un hechizo tranquilizador que impedía que lanzaran llamaradas, anoche con Evanna nos habíamos dedicado especialmente a eso y nos aseguramos de que los colacuernos estuvieran más que hechizados ya que eran los más peligrosos.
—¡Cómo sucedió eso Steven! — grité mientras empecé a correr sintiendo a mi compañero detrás de mí corriendo también.
—¡No lo sé! De repente empezó a chillar y quiso aletear.
Casi quise morirme cuando ví la escena que presencié, el colacuerno estaba furioso, lanzaba llamaradas, Yusuf había logrado conjurar una capa de agua que impedía que traspasara su hábitat. Pero no fue eso lo que me generó pánico. Evanna se había montado sobre él y estaba intentando calmarlo.
—¡Que nadie salga de la reserva! — le ordené a Steven— después de controlarlo habrá que borrarles la memoria a todos o habrá un escándalo de proporción.
El asintió.
— ¡Mierda Eva! ¡Por Merlín baja de ahí de inmediato!
—¡Tiene algo en su ala! — logré entenderle — Por eso está alterado.
— ¡Baja de allí de inmediato! Te puede calcinar.
— Estoy a punto de quitársela. — chilló.
No sé por qué las mujeres siempre hacían esas cosas, siempre salían con esas ocurrencias temerarias, bueno en específico, no sé por qué siempre las mujeres de Gryffindor hacían esas cosas, a veces la valentía estúpida que nos caracterizaba era ilógica. Subirte sobre un dragón furioso, por mucho que estuviera herido no era nada lógico ni sensato.
Yo estaba furioso en ese momento por no haber evitado que esa chica estúpidamente valiente estuviera sobre esa bestia.
— ¡Aresto Momentun! — le lancé el hechizo al Dragón y Yusuf corrió veloz a ayudar a Evanna, ví como quitaron una especie de cuchillo bajo su ala derecha, mientras yo mantenía el hechizo que tenía al dragón quieto.
— ¡Maldita sea ya salgan de ahí! — grité cuando hice aparecer un frasco con poción adormecedora y se la logré poner al colacuerno en los ojos.
Yusuf dejó escapar el aire que había estado conteniendo y me palmeó la espalda.
— No seas tan duro con ella— me susurró refiriéndose a Eva, ya que el me conocía y sabía a la perfección que yo estaba furioso.— Iré a encargarme de que un fénix les rocíe a todos poción para el olvido. — comentó antes de marcharse.
Evanna estaba bajándose del lomo del Dragón y yo caminé a paso firme para enfrentarla, no dejaría las cosas así nada más, le había prácticamente prohibido que se acercara a los Dragones sin mí o sin Isaac. Me miró asustada, ni siquiera cuando estaba sobre el dragón tenía esa expresión.
— ¡Qué parte de no te acerques sola no entendiste! — le grité. —¡Te podría haber matado! — le vociferé.
— Lo siento — susurró sin mirarme a la cara.
— ¡Mierda Evanna! ¡No puedes sólo decirme lo siento! Me asusté mucho.
Ella levantó la mirada y sus ojos estaban asustados.
— No vuelvas a hacer eso — le susurré cuando estuve frente a ella. Tomé ambos lados de su cara con mis manos y la besé.
No sé si fue producto de la adrenalina, la rabia o el temor de perderla, pero no pude contenerme. Ni yo me dí cuanta cuando empecé a sentir sus labios junto con los míos, me correspondió de inmediato, sus labios eran cálidos y suaves, y el miedo que sentí al verla en esa situación se disipó en ese beso.
Me separé de ella y la miré.
— Charlie.. — susurró, y entonces fue ella quien me volvió a besar, y tengo que admitirlo, ella era cálida, tenía la calidez que a mí me faltaba, que yo anhelaba y que me empeñaba en rechazar.
Nos quedamos abrazados por largos minutos en silencio, ninguno quiso arruinar el momento. Por que el momento había sido perfecto.
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