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C A P I T U L O 11.

— ¿Por qué estoy aquí? — me preguntó extrañada cuando se revolvió entre las mantas con las que la había cubierto. Se sobresaltó al percatarse que estaba en mi cuarto.

La observé y no pude evitar reírme, yo me había sentado en el piso a leer mientras despertaba y su voz chillona me tomó por sorpresa. Pensé en hacerle una broma de mal gusto, pero decidí que no era la ocasión.

— Me contaste lo que te dijo Kingsley y no te pusiste muy bien— terminé por decir.

Ví como se dió cuenta y recordó lo sucedido.
— Que vergüenza — dijo sentándose — no quise causarte problemas.

— ¿Vergüenza de qué? ¿Por roncar como Troll? Y lo de dar problemas llevas haciendolo desde que llegaste aquí así que creeme que ya me acostumbré.

Ella se sonrió porque ya había empezado a captar mis bromas y mi humor negro.
—¿Cómo te sientes? — le pregunté con real preocupación.

— Bien supongo, aunque estoy muy descansada, no podré dormir ahora que realmente ya es de noche.

— Deberías comer un poco, ten — dije alcanzandole y dándole un pan con queso — y te he traído este té con esa asquerosidad que te gusta.

Ella se sonrojó, no esperaba esos gestos de mi parte.

— ¿Lo preparaste tú? — preguntó incrédula, sabía que yo detestaba el olor a Canela.

— Sí, sabía que querrías tomar un té cuando despertaras, pero no te acostumbres, ahora la cabaña está apestando a tu amada Canela — bufé.

— Esto es extraño — comentó.

— ¿Qué cosa?

— Esta nueva faceta de Charlie Weasley, no conocía el amable, siempre vi al huraño. Pero me agrada.

— No te acostumbres, si me irritas me pondré en plan de arisco otra vez — le advertí bromeando.

Ví que estaba algo incómoda mientras la veía comer así que volví a a dirigir mi vista hacia el libro que tenía en las manos para dejarla comer tranquila.

— ¿Qué lees?

— Guía para cuidar Porlocks y la muerte de Evanna si no me deja leer — contesté sin inmutarme.

— Guau, eso también es nuevo.

Levanté la vista con cara de interrogante.

— Que me llames por mi nombre — dijo encogiendose de hombros.

Era verdad, y no supe que más decir así que simplemente puse los ojos en blanco.
— Te quejas de que te llamo Eva y cuando te digo por tu nombre también reclamas.

Ella se rió fuerte y no dijo nada más, ahora era ella quien me observaba fijamente. Eso no me gustaba porque comencé a sentir que me estaba colocando rojo, nunca me gustó que me observaran por lo mismo, aunque no me sintiera nervioso siempre me sonrojaba y era sumamente vergonzoso. Mientras masticaba el sandwich seguía mirándome y comenzó a soltar pequeñas risitas por lo bajo ¡Merlín realmente ella podía sacar de quicio a cualquier persona cuando se lo proponía!

— ¡Maldición Eva!¿Acaso no ves que estoy leyendo?

Mi enojo provocó que ella se riera sin control.
— ¡Demonios Charlie! Es que te ves muy divertido leyendo, arrugas el ceño como si fueras un anciano.

No podía rebatir eso, desde pequeño mis padres y mis hermanos me habían molestado con eso.
— ¿Y? — contesté malhumorado

— Es que no lo sé, no te enfades ¿si? Sólo era una broma.

Torcí el gesto ya que realmente no quería decirle nada antipático.

— ¿Qué harás ahora? — me interrogó.

Cerré el libro fastidiado, definitivamente no me dejaría concentrar.
— ¿Leer? ¿Acaso te es tan difícil dar cuenta?

— Ah..

Percibí decepción ¿Acaso quería que hiciéramos algo juntos? La verdad es que su presencia no me desagradaba ya, pero yo siempre estaba a la defensiva.

— ¿Tienes alguna idea mejor?

— Pues no lo sé, podríamos salir a caminar o hacer algo, quiero distraerme — dijo al fin.

Lo más probable es que quisiera divertirse y dejar de pensar en las noticias que Kingsley había traído para ella, y la entendía. Aparte yo hace tiempo que no salía y quizás podría ser una buena opción.

Me levanté del piso y dejé el libro.
— ¿Quieres salir conmigo Eva? Yo sé de un lugar que pueda gustarte.

— ¿Ah si? ¿Cuál?

— Un bar, parecido a las tres escobas. Está en la parte mágica, así que tendremos que aparecernos.

— Pues yo creo que sí —balbuceó — ¿Me estás invitando a salir? ¿Es enserio?

— Sí — reí — Creo que a ambos nos hace falta ¿Quieres ir? ¿O te quedarás bebiendo esa asquerosa cosa con canela?

— Bien, pero ¿Podrías esperarme? Quiero cambiarme y arreglarme un poco ¿Si?

— Está bien, pero no tardes demasiado, tu sueles verte bien siempre — a penas dije esa frase quise reprimirla, no quería que se malinterpretara — Te espero en quince minutos.

Me sonrió y salió de la cabaña dirigiéndose a la residencial, ya me había bañado así que me puse una chaqueta encima para evitar el frío. Salí para esperarla en la entrada, Yusuf y Isaac estaban tomando un té de hierbas, Evanna había conseguido hacer que a todos les gustaran las infusiones extrañas.

—¿Saldrás Charlie? ¿Y ese milagro? —preguntó Isaac en tono burlesco.

— Sí — respondí en un monosílabo.

— Vas a provocar lluvia, este si que es un acontecimiento, deberíamos tener una cámara Yusuf ¿No crees? Esto no sucede casi nunca.

— Detente Isaac — intervino Yusuf — Vas a hacer que se devuelva a la casa.

— Lo dices como si no saliera nunca — indiqué — que tu no te enteres no quiere decir que no lo haga.

Mi amigo me miró con cara de indiferencia, sabía que yo no solía salir mucho.
— Las salidas conmigo no cuentan Weasley, sé que sales con otras chicas pero veo que no te interesas demasiado ¿A donde vas?

—¿Cuándo te convertiste en mi madre Foster?

En ese momento Eva salió con unos pantalones ajustados y con un sweter escarlata que resaltaba su pálida piel y sus dorados cabellos que caían en ondas finas.
— Estoy lista — anunció sonriendome.

Yo también sonreí, pero no pude evitar sentir fastidio por el hecho de que Isaac estuviera ahí casi comiendonos por sus caras de preguntar.

— Nos vemos más tarde Yusuf — se despidió Eva.

— Pásenlo bien chicos, no dejes que este cascarrabias arruiné el salido Eva, tu lo golpeas.

Ella se rió y yo puse los ojos en blanco.
— Vámonos ya — suspiré — Dame la mano.

— ¿Para?

—¿Para desaparecer?

— Oh, cierto — se sonrió y la extendió. A diferencia de la mía, su mano era suave y estaba lisa, cuando sentí el contacto pude apreciar eso. La aparición siempre fue algo que me desagradó, pero tomar la mano de Evanna lo había hecho placentero y me concentré en su piel en vez de en el malestar, no pude evitar acariciar su mano con mis dedos, aunque mi tacto no sé si sería tan agradable como el de ella para conmigo.

Cuando llegamos nos soltamos de a poco y nos reímos, al parecer ninguno gozaba del vértigo de la aparición.
Al menos lo hicimos bien y llegamos al sitio exacto, cuando entramos una ola de calor me invadió, ya que había una salamandra enorme que echaba brazas y mantenía la temperatura elevada.

—¿Qué calor que hace no? — suspiró Eva al momento en que se sacaba la chaqueta, tenía que reconocer que se veía muy linda, por lo general siempre usaba ropa ancha y algo desgarbada en la Reserva, pero los vaqueros y el sweter le sentaban muy bien, se ajustaban a su cuerpo y resaltaban su figura.

— Sí — admití imitando el gesto — ¿Qué quieres pedir?

— ¿Hay cervezas de mantequilla?

— Pues claro — sonreí — Iré a pedirlas.
Me levanté y me dirigí a la barra, no esperaría que nos atendieran. Después de pedir me quedé en el mismo sitio hasta que me las entregaran. Miré desde allí a Eva y estaba observándolo todo.

—¿Qué tanto miras? — la interrumpí cuando puse los tarros con cerveza en la mesa.

— Habían unas chicas hablando de Escarbatos...

— ¿Ahora oyes conversaciones ajenas? — enarqué una ceja — Enserio superas los límites.

Ella se encogió de hombros
— No puedo tapar mis oídos, la información llegó hasta mí.

Negué con la cabeza, realmente era imposible.

— Ahora, hablaremos de lo importante — la observé mientras ella bebía un trago — Dime ¿No extrañas Londres?

— ¿Me echas de Rumania indirectamente Charlie?

— No — hice una mueca — sólo que por lo general a las personas les incomoda cambiarse de lugar así como tú lo hiciste.

— En Londres no hay personas tan importantes como para haber frenado este trabajo — contestó comiéndose una fritura de las que había pedido — Kingsley me lo ofreció y yo accedí.

— No pareces ese tipo de chica — confesé.

— ¿A qué te refieres?

—No lo sé, tan resolutiva. Las mujeres por lo general son más apegadas.

— Sí, pero te recuerdo que yo sólo tenía amigos allá Charlie.

Mierda

— Lo siento.

— No te disculpes, enserio — me respondió — ¿Estamos hablando para tener más confianza no?

¿Eso era realmente lo que hacíamos?

— Sí — admití después de darle una larga mirada — Por lo mismo pensé que tenías un novio o algo parecido.

— No — me miró sonrojadose un poco y comenzó a jugar con un anillo que tenía en la mano derecha, al parecer le ponía nerviosa el tema de los novios — yo no tenía ningún novio.

— No creo que jamás hayas tenido uno — dije en tono divertido.

— Claro que los he tenido, pero.. Nada en serio — dijo al fin.

— Define enserio.

— Nada de mayor compromiso — admitió desviándo la mirada a la cerveza.

— Hablas de ¿matrimonio?

— Exacto — titubeó — no tampoco tanto así, no he salido con nadie que me genere un apego tan grande, puedo vivir sin ellos — rió.

Me hacía mucha gracia que con la edad que tenía se sintiera tan expuesta al hablar de esto.
Estuvimos hablando sobre muchas cosas, me invadió de preguntas sobre mi familia, de mis hermanos, de lo que hice en mis años anteriores en la Reserva, me preguntó por mis comidas favoritas, hasta que volvimos al dichoso tema, no pensé que con ella, la entrometida insufrible me sentiría tan cómodo hablando.

Sin duda era extraño estar bebiendo con ella, yo jamás le contaba mis cosas a alguien, menos a una chica.
Pero Evanna tenía algo, algo diferente. Más no me interesaba saber que era, mejor así. Ella me lo agradecería al fin y al cabo.

Me observó atenta mientras le daba un trago a su cerveza de mantequilla.

— ¿Y? — preguntó

— ¿Y qué?

— ¿Por qué no tienes novia? ¿O acaso eres gay? — preguntó sin pudor, pata luego lamentarse temiendo haberla jodido, o haberme incomodado. Evanna era esa típica chica que no podía callarse nada, sólo lo soltaba.

— Prefiero a los dragones— admití.

— Te han roto el corazón.

— ¿Qué? No..

— No era una pregunta, lo estoy afirmando.

— ¿Ah sí?¿Quién según tú?

— Eso no lo sé, dímelo tú.

A mi cabeza vinieron dos chicas, completamente opuestas la una con la otra, pero a la vez muy parecidas.

La primera sin duda me lo había roto, no era ningún secreto y después las circunstancias la arrebataron de mi vida sin piedad alguna.

La segunda, no.

La segunda ni siquiera supo de mis sentimientos.

En esa oportunidad yo solo me lo había roto.

— La verdad es que no, no me interesa nadie de esa forma en este momento — terminé por decir.

Ella me miró con una especie de curiosidad, alivio y aprehensión, sin duda habíamos empezado a llevarnos mejor, pero me aterraba que sintiera cosas de más.
No sabía si me aterraba que las sintiera ella, o comenzar a sentirlas yo. Porque simplemente no quería abrirme con alguien para eso.

— Creo que sólo tienes que esperar, llegará alguien.

— No me interesa, estoy siendo honesto.

— Ay Charles, eres como un niño, sé que dices que no necesitas a nadie, pero en realidad quieres amor. Así como todos.

Reí, realmente ella era el tipo de chica que no tenía que estar cerca mío, pero por alguna razón había empezado a acercarse a mí y yo no estaba haciendo nada por frenarlo.

— Quizás — desvié la vista, no me gustaba sentirme expuesto.

Había comenzado a hacer frío Eva bostezó.

— Mira, eres como una niña, recién es medianoche y ya tienes sueño.

— Mi jefe es un tirano que me hace levantar a las seis de la mañana — se burló.

—¿Asumo que hablas de Shakeltbolt?

— No, de ti.

Nos reímos, me gustaba oír su risa, era un hecho.

— Vamos entonces, debes dormir. —puse los galeones sobre la mesa, ignorando su alegato feminista sobre pagar la cuenta en partes iguales.
Tomó el bote de frituras para irselas comiendo de camino a la reserva.

Cuando volvimos todo estaba oscuro, obviamente no había ningún trabajador y nosotros tratamos de pasar sin hacer mayor ruido. Fuimos a mi cabaña primero, le había ofrecido unos libros que quería comenzar a leer según ella inmediatamente.

—Pasa — le dije y me lancé a buscar los libros — Lumos — conjuré.

Ella se sentó y continuó comiendo del bote que tragimos del bar.
— Eres muy desordenado — comentó.

— ¿Quieres los libros? — pregunté en tono amenazante.

— Perdón, dragon furioso — bromeó.

Cuando iba con los libros sentí un chasquido en la cerradura de la cabaña. Nos miramos algo extrañados ¿Había alguien afuera? Era imposible que nos quisieran robar.

Fui a la perilla y no se podía abrir.
— Alohomora — recite apuntando con mi varita. No se abría.

Me asomé por la ventana y ví a Isaac corriendo hacia la residencia, cagandose de la risa.

Nos había encerrado el muy bestia.

Fui hacia las ventanas, y también estaban selladas.
¿Qué demonios pasaba con él?

— Eva, creo que tendrás que pasar aquí la noche.

Ella me miró algo extrañada.

—¿ Sucede algo? ¿Hay alguien fuera?

— Sí — contesté — al parecer es un gnomo que mañana recibirá una carta de amonestación.

— En todo caso, no me molesta, puedo dormir ahí — apuntó el sofá.

— No no, vete a mi cama, yo agrandare el sofá y dormiré en él.

Le concedí la habitación porque sé que iba a sentirse incomoda, me fui al baño para cambiarme y me acomodé en el sofá.

— Eva...

— ¿Mhnn?

— Buenas noches — me despedí mientras estaba fuera de la puerta del cuarto. Ella abrió de inmediato.

— Charlie — susurró — descansa ¿Seguro que no quieres tu cama?

Merlín, eso había sonado sexy.
Negué con la cabeza rápido.

— Descansa, enserio.

— Gracias —murmuró, y el susurro se quedó volando entre nosotros.

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