C A P I T U L O 1.
Sin duda alguna el bola de fuego chino es mi dragón favorito, su piel es pálida y con sutiles toques perlados, tiene los ojos negros y cuando empieza a enfurecer puedes darte cuenta porque se le tornan de tono rojizo, posee unos cuernos a lo largo de su espalda que lo hacen ver sumamente imponente. Pero los Dragones son las criaturas más maravillosas y extrañas del mundo, en innumerables ocasiones mamá me regañó por haberme venido a trabajar aquí, según ella entre "mutantes carbonizadores de personas" puede que tuviera razón, los Dragones no son para nada amables, tiernos y menos pasan por el concepto de aceptables, pero yo necesitaba salir de Londres a como de lugar, necesitaba cambiar de aire, necesitaba sentirme libre, necesitaba olvidar y Rumania me ofreció todo aquello.
Tengo que admitir que sí, me ha hecho falta mi madre y sobretodo mi hermano Bill pero siempre me consideré un chico solitario, no me gusta destacar como a mi hermano Percy, no me gusta meterme en enredos como a mis hermanos gemelos Fred y George y sobre todo no me las ando dando de héroe como Ronald. A los 18 años me vine aquí y me prometí que nunca iba a dejar que una persona me hiciera dependiente de ella, la verdad de las cosas no he cumplido esa promesa del todo, pero lo he intentado.
Cuando te permites una vida libre de ataduras tienes dos opciones, controlar tu existencia o que esta te pase por encima. Yo he estado en ambos lados, durante años la controlé a la perfección y durante otros años dejé que la vida hiciera y deshiciera conmigo y la verdad en ese entonces poco me importaba.
Fue muy extraño comenzar de cero aquí, porque en efecto yo me propuse empezar de nuevo, los recuerdos en Londres no eran los mejores, las personas que deje eran importantes, pero no lo suficiente para atarme, así que desde que salí de allí sólo quería permitirme ser un dragón más, un arisco, malhumorado, y fuerte dragón. Pero como la vida se encarga de hacértelo difícil no me dejó en paz y de todas formas me ha desordenado todo en varias ocasiones. Sé que me estoy quejando demasiado, estoy donde quiero, como quiero y porque quiero, pero los seres humanos somos cambiantes y un día queremos negro y al otro blanco y yo no soy la excepción.
Honestamente no puedo ser desagradecido, tengo el trabajo que siempre quise y no cambiaría la vida que elegí por nada, aunque también tengo que confesar que con el tiempo me he ido volviendo más ermitaño y desagradable, tampoco tengo interés en cambiar, me considero una buena persona, un buen mago, pero he sentido, pensado y actuado de una forma que no debería en algunas ocasiones y de cierta forma tampoco me arrepiento.
La libertad también se paga y tienes que sacrificar diferentes cosas, yo sé lo que significa, pero a esas cosas no le temo, le temo a lo que provocan las personas, como pueden hacerte cambiar, para bien o para mal, le temo a lo que las personas sacrifican por otras, le tengo miedo a lo que te pueden hacer sentir sin hacerse responsables o sin siquiera enterarse que te hicieron sentir de esa manera.
Por eso prefiero a los Dragones, esas criaturas jamás me fallarian, y jamás me harían sentir incómodo, yo soy uno más de ellos en este lugar y eso era lo que siempre quise.
— ¡Charlie! ¿Qué haces ahí ? ¡ Vamos! El almuerzo terminó — Isaac me sacó de esa regresión mental que hise observando al bola de fuego chino bebé que llegó ayer.
— Iré a las pesebreras a limpiar los pajares — anuncié y me encaminé pisando el césped. La reserva natural de criaturas mágicas de Rumania era un lugar gigantesco, maravilloso y natural. Hace muy poco nos habíamos ampliado debido a una tierras que gentilmente nos donaron.
La familia Scamander era una de las benefactoras del lugar y técnicamente los nietos de Newt eran mis jefes, hace poco había muerto Wolfric, quien dirigía la reserva y me había entrenado desde el día en que llegué aquí, sin que yo supiera nada me nombró su sucesor, quizás yo era más jóven que muchos de los magos que aquí trabajaban que eran nueve sin contarme a mí, pero desde que yo llegué fui el más dedicado y no me importaba tener que quemarme o lastimarme por cuidar a los seres que cuidabamos, sin importar eso la decisión de Wolfric molestó a muchos de mis compañeros, pero no me sentía superior a ellos, solamente tenía a mi cargo más responsabilidades.
— No sabía que te demoraras tanto en limpiar los pesebres — me molestó Isaac entrando y lanzandome algo de paja fresca.
— Es sólo que aquí estaba hecho un desastre.
— Ya eres el jefe y te pusiste a holgazanear — rió Isaac.
— No seas idiota — reí — no digas eso pueden escuchar los demás y van a empezar rumores y volverán a decir que prácticamente le hice un Imperio a Wolfric para que me dejara a cargo.
Isaac se carcajeo fuerte, nos hicimos amigos cuando llegó aquí hace tres años aproximadamente, vino desde América luego de trabajar en el ministerio norteamericano, pero ese trabajo no le llenó y vino aquí en cuanto pudo. Su familia es muggle y se parece mucho a su madre según las fotos que me ha mostrado, es rubio y tiene los ojos claros, tiene un sentido del humor muy particular, me hace recordar a George y Fred.
— Iré por agua — comentó y salió antes de que yo pudiera decir algo, una de las cosas que me gusta de él es que jamás se queda quieto y es sumamente trabajador, cada vez llega con una ocurrencia diferente para hacer en la Reserva.
Tomé la pala y el rastrillo que estaba usando para limpiar y salí, el sol estaba pegando fuerte, ví que Isaac venía en mi dirección.
— Charlie, hay una chica que pregunta por ti — enarcó una ceja y pude ver un aire de picardía en su cara — No me dijiste que estabas saliendo con alguien campeón — palmeó mi espalda con una sonrisa en la cara.
No sé por qué me dijo eso, yo no le contaba cosas personales, solíamos hablar de nuestras familias, además el sabía que salir con chicas no estaba en mis planes regularmente.
— ¿Qué? ¿Quién es? — pregunté extrañado.
— No tengo idea, dijo que quería hablar con la persona que estaba a cargo — dijo encogiendose de hombros — Anda, la verdad es muy guapa.
Hice una mueca de fastidio, no me gustaban para nada las visitas improvisadas y generalmente los magos que venían de otros países creían que era llegar aquí, sacarse fotos con las criaturas e irse, como si se tratara de un circo. Me enjuagué las manos y me lavé un poco la cara, me dirigí hacia la entrada y divisé a la chica.
Era una muchacha que no medía más de 1. 60, estaba de espalda y tenía una cabellera rubia hasta la cintura. Fue imposible no darle una mirada sujerente,a veces las costumbres masculinas eran más fuertes.
— Dígame que necesita — hablé para que ella se volteara y poder saber de una vez que quería, si necesitaba un tour por el lugar mandaría sin lugar a dudas a Thomas o a Steven que siempre se las daban de carismáticos.
La joven se volvió sujetando su sombrero negro que amenazaba con escaparse con el viento y colocándose mejor el bolso de cuero café que llevaba en el hombro.
— ¿Charlie? — preguntó la rubia con asombro.
— ¿Evanna? — repetí en el mismo tono.
Evanna Steinner había sido mi compañera de Hogwarts, íbamos en la misma casa, ella era agradable y muy aplicada en herbolaria y cuidado de criaturas mágicas, teníamos los mismos intereses en lo que a intereses mágicos respectaba. El único problema era que Evanna era una insufrible curiosa y quería saber todo, pero absolutamente todo lo que sucedía, siempre era tan correcta y cuando veía algo que no le parecía lo decía aunque pecara de entrometida, nosotros nos llevábamos bien, hago énfasis en el tiempo pasado, nos alejamos cuando yo vine aquí a Rumania, además de que nos peleamos debido a su misma manera insoportable.
— ¿Tú que haces aquí? — me preguntó en un tono muy desagradable.
— Vaya, te recuerdo que trabajo aquí hace años ¿Qué haces tú aquí?
Se acercó a mí y sacó una credencial de su cartera para entregarmela.
— Evanna Steinner, zoología mágica, departamento de regulación de criaturas mágicas.
Ministerio de magia — leí.
— Sí — afirmó orgullosa — trabajo allí desde hace un tiempo, ellos piensan que este lugar necesita regulación y cuidados por parte del ministerio inglés ya que muchos magos de Inglaterra están aquí.
— ¿Y? — pregunté aún sin entender.
— Me enviaron a trabajar aquí, como tu ayudante.
— ¿Qué? Yo no necesito ninguna ayudante — me exasperé ¿Qué significaba todo esto?
— Lo que escuchas — respondió con altanería — Vine aquí porque el ministerio me ha enviado ¿Donde me instalo?
—¿Instalarte? — abrí los ojos de una manera tal que quizás podrían haberse salido — De eso ni hablar ¿Yo no quiero a nadie aquí?
Me miró con indignación ante mi negativa, estaba empezando a ofuscarse.
— Charlie — dijo intentando juntar toda la paciencia de su interior — Tengo todas mis cosas aquí — apuntó sus maletas, que de hecho eran bastantes — no me moveré a ningún sitio.
— Primero, si quieres trabajar aquí, traes la autorización del ministerio...
— Aquí la tengo obviamente — me anunció con ironía y sacó una carpeta femenina del bolso que tenía colgado.
Se la arrebate de las manos con tedio, mamá lo más probable diría que estaba siendo grosero pero esto era algo que no esperaba y yo odiaba las sorpresas. Leí y desgraciadamente todo concordaba, si bien yo estaba a cargo ahí, no podía negarme si el ministerio enviaba a alguien a trabajar aquí.
— Bueno, pero aquí no te quedarás — descarté de plano.
— ¿Por qué no? Sé que aquí mismo hay una residencia ¿No hay lugar para mí? Según tengo entendido sólo tú y otro trabajador viven aquí.
El viejo Yusuf Michigan vivía aquí junto a mí, pero era casi tan huraño como un gato callejero, así que yo estaba más que agradado con su compañía, él no me molestaba y era agradable conversar con éla veces.
¿Cómo demonios estaba enterada de todo?
— Mira, lo entrometida no se te ha quitado— dije lo más agrio que pude.
Ella me ignoró con profesionalismo y me miró fijamente intentando no matarme mientras me taladraba con la mirada.
— Charlie Weasley te diré dos cosas, te has vuelto sumamente desagradable, la otra es que no me moveré de aquí, aunque tu intentes mandarme maldiciones imperdonables.
Bufé, la verdad es que no tenía opción. Eran las siete de la tarde y ya comenzaban a irse todos los hombres a sus casas.
— Mira Eva...
— Me llamo Evanna.
— Eva — volví a pronunciar el diminutivo.
— ¡Me llamo Evanna! — se exasperó
— Aquí serás Eva, nadie tiene un nombre de más de dos sílabas aquí y tú no serás la excepción — dije con rabia y con toda la intención de hacerla enojar — tuviste suerte, hay una habitación en la parte alta de la residencial, deberás limpiarla e instalarte.
Suspiró y pude ver sus facciones tensas de la molestia.
— ¿Y qué más?
— ¿Qué más de qué? Nada más ¿Quieres que te ayude a limpiar? Si quieres trabajar aquí te debes acostumbrar a olvidarte de la vida de princesa.
— No soy una princesa...
— Eso lo veremos — dije y caminé a paso rápido, pero me siguió.
— Hey, tienes que explicarme el funcionamiento, qué haré aquí, los animales, cómo viven — dijo y fue tan rápido que me mareó con sus palabras arrebatadas.
— ¡Eva! Por Merlín — grité — llevas menos de media hora aquí y ya me estás fastidiando.
— ¿Fastidiando? ¡Qué! Vine a trabajar.
—¡Pues aquí el que manda soy yo! Y digo que es todo por hoy, mañana te explicaré todo, ya me irritaste mucho por hoy. Así que vete acostumbrando, que vengas del ministerio y tengas el apoyo de Kingley no significa nada, estamos en Rumania y aquí todo es distinto — le hablé con tono autoritario.
Ella me observó pasmada.
— Buenas noches Eva, que descanses. Aprovecha de dormir, lo necesitarás — me despedí con el mayor sarcasmo posible.
— ¡Antipático! — me gritó cuando iba camino a mi cabaña.
— ¡Entrometida! — rebatí, nadie llegaba a mi lugar de ensueño a sacarme de quicio para no recibir guerra.
Esto se pondría interesante, mis hermanos me habían dado mucho material de bromas y fastidio que a partir de hoy sería divertido usar.
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