02 | Hombre de Valor
Cuando Cregan había sido llamado por su padre a orar al viejo árbol Arciano del Bosque de Dioses, ya sabía que era porque había algo que iba a suceder.
El chiquillo Stark no era tonto y había escuchado del príncipe que se había quedado sin un ojo en el sur, y por ende, también comprendió lo que eso significa en gente de sangre tan caliente como los Targaryen: guerra. Y sus suposiciones solo se confirmaron, cuando su querido padre le anuncia de la visita de la familia real a sus tierras, y Cregan no pudo evitar pensar en cómo esas bestias llevarían a la ruina a todo Poniente.
—La Mano del rey, ha organizado esta visita con la intención de unir al norte al resto de los reinos, pero tú y yo sabemos que sucede en realidad, hijo.— su padre había dicho con ojos cerrados, y aún hincado a los pies del árbol. El modesto viento peinaba su cabello y resoplaba la oscura barba. Continuó diciendo:
—Tu tio dice que puede significar una gran oportunidad para conseguir nuevos jurados para el muro, pero no me provoca las mejores de las expectativas.— dice su padre por fin abriendo sus ojos y volteando a verlo, casi tratando de transmitirle con su ceño a lo que se refería con esas palabras.
—El Norte no necesita del Sur. Hemos sido nosotros quienes hemos contenido a los del otro lado solos.— su voz es firme. Demasiado segura afirmando de temas que un joven de diez y dos años no debería decir a la ligera.
—Ahora podrás sentir que tienes todo en tu mano, pero el verano pasará y el invierno vendrá a devorarlo todo. No puedes vencer al hielo con acero. Necesitas fuego, llamas para liberar y dar descanso a los malos espíritus.— a Cregan no le agradaban las ideas de los dragones en el norte, pero entendió lo que su padre quería decir, y no le pudo desmotivar menos.
El joven Stark aún recuerda los cuentos de dragones que leyó de pequeño y el como estas bestias aladas habían doblegado a casi todos los reyes durante la conquista. Recuerda el relato de la reina Alyssane 'La Buena' Targaryen en su estadía en Invernalia. La estupefacción y asfixia de lo que la mujer podía hacer le generaba terror. Tal vez por eso quería a los Targaryen y a sus bestias lejos.
—Entonces, ¿cuando llegaran?— pregunta desganado y aceptando la situación.
—El último cuervo de la Mano me informo que llegarían hoy en la tarde, más tardar mañana en la mañana. Ante cualquier percance debemos de estar listos.— Rickon dice callado mientras se levanta. Había terminado su oración.
—¿Vendrán todos los Targaryen?— pregunta mientras él mismo se levanta y se coloca al lado de su padre para empezar a caminar de regreso.
—Solo su majestad con la compañía de la reina, los príncipes y la princesa.—menciona ligeramente mientras sus pisadas estrujan la gorda capa de nieve con sus botas negras.—Los hijos de su majestad tienen tu misma edad, creo que se pueden agradar entre ustedes.—"demasiado despreocupado" piensa Cregan de su padre.
—¿Y Sara?, ¿que pasara con ella?— pregunta inquieto.
—Lo que se tendrá que hacer hasta que el rey se vaya. Al final, puede ser un recordatorio desafortunado por lo último que les ha sucedido a ellos en su familia.— "bastardo" se imaginó al segundo hijo de la reina gritando a los hijos de su hermanastra. Tenía sentido lo que decía su padre.
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Esa misma tarde, como había previsto la carta, llegó la familia real a Invernalia. Cregan agradecía no tener que ver dragones volando por los cielos. Aunque la presencia de estos se sentía tan viva como nunca por los imponentes estandartes y el aspecto de sus jinetes.
Era su primera vez viendo a la familia real y mientras eran presentados por un vasallo, iba comentando en su cabeza sobre ellos, juzgando. Cregan había escuchado de la salud del rey, pero sin duda los rumores no se comparaban al verdadero aspecto del monarca. Era asqueroso. La reina era la única sin cabello platinado, y parecía siempre muy al pendiente del rey y su postura. Su vestido de verde profundo contrastaba con el negro de su marido. Curioso.
Los dos hijos se veían igual, claro, uno más grande que el otro. Aunque, no podía negar hallar cómica su vestimenta verde, parecen como si fueran peluches. Dos peluches, donde uno tenía un cabello mal arreglado y seco y otro con una aún fresca cicatriz con puntos apenas curados. Por otro lado, la princesa.. era pasable. Al lado de su moribundo padre esta lo ayudaba por el costado, su cabello suelto pero trenzado y su rostro pecoso demostraban aún su niñez, aunque estaba oculto en la figura del rey. Muy tímida, concluye.
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Durante el banquete de lo único que disfrutó fue la comida. Antes de iniciar la ceremonia de bienvenida se fue en busca de su hermanastra para asegurarse de que estuviera al tanto de la 'situación Targaryen'. Claro, a Sara no le gustó para nada y como aún siendo la chiquilla que era, se dio la vuelta mientras le reclamaba en voz alta lo sinvergüenza que era. Le gritó y lo llamó cobarde, pero lo dejó pasar, él sabía que no era cierto.
El salón estaba abarrotado y por lo tanto el ruido era insoportable. Estaba cansado de oír hablar a su tío sobre la Mano y una tal reunión con su padre, no entendía de qué hablaba. Se fijó en los invitados y un poco en sus relaciones; los príncipes se molestaban entre ellos, parando cuando la reina les dedicaba malas miradas al intentar dar de comer al rey. Desde su posición no llegaba a ver a la princesa.
Voltea a la multitud buscando a alguien. Sara estaba sentada al fondo del salón al lado de la puerta de los de servicio, "buen perfil bajo" no pudo evitar pensar. Pasaba tan desapercibida que parecía un sirviente más descansando.
Mas tarde esa misma noche, se fue cansado a su habitación. Se quito la pesada ropa y se puso un pantalón y camisa de lana lo suficientemente abrigada para no morir de frío. Se acostó en la cama bajo las pesadas pieles y se durmió con el pensamiento de cuánto tiempo duraría todo esto.
★彡
Los príncipes no eran tan malos con la espada como habría esperado. Aemond a pesar de ser más joven que él se notaba que se había puesto a trabajar en su punto ciego, optando por una estrategia más defensiva y de rápida reacción, a diferencia de su hermano, Aegon. Por que ciertamente, el príncipe mayor parecía un borracho con un don para la espada, pero pena que fuera un vago sumido en vino como para explotar ese potencial.
Llevaba algunos días entrenando con ellos en el patio de armas. Y aunque presentaran estilos de lucha distintos, no resultó ser tan molesto como pensó en un principio que sería. Además, no era difícil tratar con ellos cuando le seguía la corriente. Se la pasaban bien mientras los lords y los monarcas hablaban de política y el muro. Aunque, no podía evitar pensar que desde la presentación no había visto a la princesa y se ha dado cuenta de la repentina ausencia de Sara en la fortaleza, "¿será que..?" Deja la pregunta suspendida en su mente. Tendrá que echarle un ojo a Sara más de cerca.
Y es por eso que les propone a los príncipes si quieren ir a cazar al bosque con la excusa de buscar a algún venado. Los príncipes aceptan, mientras a hurtadillas van por flechas, arcos y por que no, unas espadas para cualquier caso. Cregan les insta a que se separen. Él iría por el árbol de Arciano para ver si ahí había algo, mientras ellos dos seguirían el camino ya marcado para que no se pierdan.
El bosque estaba neblinoso esa mañana. En la noche había hecho un poco más de frío de lo usual y eso significo una ancha capa de nieve inclusive entre los árboles. Estaba oscuro y pensaba que sería por el toldo de nieve que debía de estar sosteniendo las finas ramas de los delgados árboles.
Cuando llega al viejo Arciano, encuentra a sus pies una manta sellada con rocas sobre el húmedo pasto, "aquí no hay nieve" piensa mientras mira hacia arriba y distingue claramente el abrasador calor del sol. Se acerca a la manta y ve muñecas y hojas de distintos formas adornando el falso cabello.
Está tan embobado con las muñecas que no se da cuenta del movimiento detrás de él.
—¿Qué haces, Cregan?— se voltea rápido a encarar a su hermanastra. Sara lo estaba viendo sorprendida y divertida, "sin rencores" piensa Cregan al verla tan feliz.
—Cazando venados.— responde corto mientras camina hacia ella.—¿tú qué haces? No sabía que tenías muñecas.
—Toda joven tiene una muñeca, aunque algunas no son mías.— dice tranquila. Él no responde, así que ella continúa.— son de una amiga, es muy amable.
—¿Y dónde está tu amiga? Por qué nunca he escuchado que tengas amigas, ¿segura que no alucinas y le hablas a tus muñecas?— dice divertido, molestando a la otra.
—¡Cállate, Cregan! ¿Tú qué sabes?— dice molesta mientras le da empujones y él se ríe.— mi amiga y yo nos aburrimos de jugar a las muñecas así que decidimos jugar al caballero y el ladrón, pero no ha salido del bosque y me estoy preocupando.— el tono de su voz ha cambiado.
—¿Quieres ayuda buscándola?— ofrece sinceramente. La otra solo acepta.
Empezaron a caminar por el bosque. Sara gritaba un nombre raro que tal vez sería un apodo, porque no veía a nadie llamándose 'lagartija azul'. Hubo un momento durante su búsqueda donde se separaron y Cregan se percató de un detalle alarmante.
Pisadas de un oso lo suficientemente grande como para comerse a un ternero y de un niño o niña que había pasado corriendo recientemente, "¿cómo no se había dado cuenta de esto?" Se giró abruptamente para correr en búsqueda de Sara, le diría que siente mucha pena, pero que su amiga imaginaria tendría que esperar. Había un oso en el bosque.
Ve a lo lejos al viejo Arciano y oye los gritos de Sara y alguien más, mientras desde atrás ve al oso arrinconándolas en el árbol. Cregan se aterroriza al tener de frente el lomo del animal. Ve las flechas y las cicatrices de espadas y por un instante se congela.
Sacude su cabeza y alista su arco, tensa la cuerda y deja ir la flecha. El sonido resbaladizo del viento le silba en los oídos. Se prepara para lanzar otra más, mientras observa como la primera se clava en la nuca. El animal se detiene y ruge furioso. Se voltea y arremete en contra de Cregan, clavándose en el hombro la segunda flecha disparada por el chiquillo. El joven se devuelve por donde vino, adentrándose entre los árboles.
Con espada en mano saltaría de un árbol y se la clavaría antes de que el animal pudiera intentar algo. Escala rápidamente con la agilidad que solo un niño puede tener. La criatura lo espera abajo, mientras mira hacia arriba buscando en que árbol estaba, "es ciego de un ojo" anota en su cabeza. Prepara una flecha en su arco y apunta al otro ojo, quería dejarlo ciego. Suelta la cuerda pero falla, aunque le ha dado en el hocico.
Prepara otra flecha rápidamente y lo vuelve a intentar, aunque esta vez al cuello del animal. Ahora si acierta en su objetivo. El animal entra en un frenesí mientras se choca con los árboles de su alrededor, Cregan ve los destellos de luz tocar el suelo del bosque. Cúmulos de nieve caen con peso y se estampan contra el oso. Las ramas empiezan a ceder y de pronto una tormenta de nieve se deja caer sobre el animal. El joven Stark salta con la espada en ambas manos mientras la luz del sol lo abraza desde arriba.
El animal lo encara y es recibido por el frío acero de la hoja de la espada en la boca. El arma traspasa el cráneo del oso, quedándose incrustada sin ganas de querer salir. Cregan colgó por un momento en el aire para después ser estampado en contra de un árbol por uno de los brazos del animal.
Tose y gruñe al sentir sus huesos crujir y sus músculos contraerse ante el golpe. Levanta la vista y el animal está tanteando el terreno para acercarse a èl: sus brazos sacudiéndolos con la fuerza para desgarrarlo de por vida y no poder volver a recuperarse.
Trata de levantarse y coger su arco, pero sus extremidades están entumecidas, el frío le ha pasado factura. El animal está tan cerca que siente el aire moverse ante los gruñidos, pero detrás del oso ciego ve a Sara y la princesa con piedras en mano.
Las niñas disparan, pegándole la princesa a la pura cabeza de la bestia. Asimismo, la piedra de Sara le impacta en el hocico cuando este se da la vuelta. Ahora teniendo chorros de sangre brotando de su inundada nariz.
Cregan se levanta, mientras siente se vértebra crujir como madera vieja, y sujeta con fuerza su espada. Trepa una última vez ese mismo árbol, por que no cree sentirse capaz de hacerlo una tercera, y se deja caer sobre el animal. Esta vez atravesando el cuello del animal y cortándolo como mantequilla mientras le rebana la garganta. La bestia por fin cae con la mitad de su cuello cortado.
Cregan saca su espada y la limpia con un puño de nieve para quitarle el exceso de sangre. Se levanta lentamente al sentir sus ojos ver estrellas en pleno día, empieza a caminar hacia las dos niñas que lo veían entumecidas. Era consciente que su aspecto debía de ser desagradable, ahora mismo tendría que tener hecho el cabello igual que Aegon, pero no tenía cabeza ni fuerzas para hacerse ver presentable ante las señoritas.
Se detiene a un par de pasos de ellas y despega su vista del blanco suelo. Se fija en Sara y ve su asombro. Voltea hacia la derecha y ve a la princesa con la cara roja y sudorosa, solo puede pensar que debe de haber sido ella quien encontró al animal.
De pronto, sintió pánico por lo que hubiera pasado si la segunda hija del rey resultaba muerta en tierras norteñas por una bestia salvaje. Sintió un escalofrío por todo su cuerpo y su presión subiendo y bajando como si fueran escaleras.
—Lagartija azul.— es lo único que dice antes de cerrar los ojos, siendo el claro violeta lo último que vería antes de caer desmayado.
Vaya mañana.
★彡
✧•Chyck
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