01 | Verano Tardio
Es el 121 d.C.
Tras haber transcurrido un año de la noticia de las muertes de la mano del rey, Lord Lyonel Strong, junto a su hijo mayor, Harwin Strong, en el incendio de Harrenhall, una terrible conmoción sacudió a la corte del rey Viserys I Targaryen en Desembarco del Rey.
En consecuencia a este suceso, Otto Hightower, que había sido removido de su puesto de mano del rey en el año 109 d.C. al cuestionar la herencia de la princesa heredera Rhaenyra Targaryen, vuelve a la capital en el año 120 d.C. para retomar su cargo e iniciar sus planes para coronar a su nieto, Aegon Targaryen, como heredero al Trono de Hierro.
Por ende, consciente de la tensa situación política que se vivía en la capital por los recientes eventos en Marcaderiva y el casamiento de la princesa Rhaenyra Targaryen con su tío, Daemon Targaryen, este decide actuar en expectativa de una posible guerra de sucesión ante la separación informal de la familia real.
Pensando en buscar y formar alianzas con distintas casas de Westeros, este decide organizar una visita real al Norte, en Invernalia, para formar un primer contacto con la casa Stark. Con el objetivo de escuchar las demandas de los norteños e iniciar las negociaciones por los votos de estos.
Inclusive con la cada vez más delicada salud del rey, el viaje se concreta y para el primer día de la temporada de ese mismo año, la familia real emprende su viaje a las tierras norteñas. Durante el viaje, la familia real viajó en dos carruajes; donde en el primero, los monarcas con empatía miraban cada uno por sus ventanas y comentaban de vez en cuando los alrededores de los paisajes. Consecuentemente y siguiéndole de cerca, el segundo carruaje donde estaban los príncipes, estos se peleaban entre ellos con manotazos y ligeras quejas, mientras la princesa, pegada a la ventana, se perdía en los bosques, reflejo de su mirada.
Al momento de llegar al norte, son recibidos por el vigente Señor de Invernalia, Lord Rickon Stark, junto a su hijo Cregan Stark y la Corte Norteña. Lord Stark, apenas termina la presentación de los miembros de la realeza por parte de un vasallo, inclina la cabeza mientras le imita su hijo, claro acto de sumisión ante la autoridad presente. Donde después de una seca presentación de él y su hijo, les invita al castillo para el banquete de bienvenida, mientras los vasallos subían las pertenencias de sus majestades a sus respectivas alcobas.
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Durante el banquete, el Rey Targaryen y el Lord Stark hablaron poco. Más que todo por la preocupante tembladera de la mano del monarca, que obligaba a la reina a darle de comer. Mientras que por otro lado, los frecuentes comentarios del hermano de Rickon, Bennard, trataban de sugerirle al mayor para que organizara una reunión con la mano del rey para hablar del rol del Norte en el futuro de los seis reinos.
Mientras todo esto pasaba, el hijo mayor del rey, que estaba al lado de su madre, no paraba de pellizcar el costado de su hermano por debajo de la mesa, haciendo que este se sacudiera y no pudiera comer en paz. El príncipe Aemond se llevó algunas miradas de su madre por el espectáculo ridículo que estaba montando al frente de los Lords norteños. El príncipe se iría a dormir temprano esa noche.
Por otro lado, la princesa olvidada al final de la mesa principal, se había aburrido de revolver la sopa y machacar las verduras. No tenía hambre, y pensó en despedirse de la mesa e irse con su hermano a sus aposentos de invitados, hasta que vio a otra niña sentada en el fondo del salón.
La chica de cabello oscuro también parece verla, aunque aparta brutamente la vista para esconderse en la multitud y nunca más verla por el resto de la noche. Helaena sintió pena, pero se resigna para voltear su atención a lo que sea que su madre le estuviera diciendo a su hermano mayor, aún pensando en el lindo cabello oscuro de la niña. Tiempo después la princesa se despediría del salón y subiría a su alcoba. Después de todo había sido un día largo, pesado y frío.
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A la mañana siguiente, Helaena se encontraba en el bosque. Se había escabullido del castillo y conseguido rehuir de su pobre dama de compañía a los delgados pero espesos árboles de la fortaleza. La nieve le cubría hasta sus arropados tobillos, mientras la princesa jadeaba con sus mejillas rosas por el frío del lugar.
Llevaba un tiempo persiguiendo una libélula, hasta que de un momento para otro la había perdido de vista. Ahora, solo estaba merodeando entre los árboles con la esperanza de hallar un sendero, hasta que a lo lejos escucha el grito de alguien llamándola.
Se voltea con temor de que sea su dama de compañía, o peor aún, su madre, pero solo ve a una diminuta figura en la lejanía que parece estar igual de sobrepasada por el frío que ella. La chiquilla ahora está a solo unos pasos de ella, y Helaena reconoce a la chica de anoche, ahora si pudiéndola ver mejor; es pálida y al igual que ella jadea, se sonroja por el frío.
—Princesa.— la joven repite su llamado.
—¿Quién eres? Te vi anoche, pero huiste.— Helaena le dijo bajito, pero sin reproche en su voz. Los ojos de la desconocida se vuelven al suelo y Helaena piensa que eran unos bonitos ojos.
—Soy Sara Snow, y por esa misma razón estoy aquí. Para disculparme.— la niña, Sara, vuelve a mirarle y Helaena no sabe que esperar. La niña continúa.—Perdón por haber ignorado a su majestad de aquella manera, pero supongo que me asuste de ser vista.
—Snow, ¿es por tu apellido bastardo?— la niña solo asiente.—No te disculpes, pero dime, ¿desde cuando me estás siguiendo?
—Desde que salió del castillo, le quería hablar pero se metió en el bosque.—dice suave.—Además, usted no conoce estos árboles, y se podría perder.
—Entonces, muéstrame tú el bosque, y así no me perderé nunca.—dice paciente y expectante de respuesta.
—Puedo hacerlo, pero tomará tiempo, el bosque es grande y peligroso para desafortunados.— dice Sara con una humorística voz siniestra. Helaena se ríe y la niña también.
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Sara era agradable a pesar de su condición de bastardía. Era altiva y valiente, pero sin perder su gracia femenina. Helaena descubrió, mientras le hacía una trenza en un árbol llamado 'Arciano', que su cabello era grueso y terco para peinar, pero que con paciencia y cariño era tan manso como un cachorro.
Estuvieron jugando por el bosque a ser doncellas y princesas de reinos imaginarios, que al llegar la hora gritaban y reían por la llegada de su príncipe valeroso, que las salvaría de monstruos y bestias atemorizantes.
Todo esto bajo la sombra del viejo Arciano, que con sus hojas rojas bañaban el suelo y el pelo de ambas niñas. Helaena sentía que nada podía pasar nada que le arruinara este sentimiento de felicidad, y se mantuvo así inclusive cuando se fue a dormir esa noche.
Las dos chicas estuvieron viéndose de esa manera por varios días. En ese tiempo, ambas, habían conocido tantas cosas sobre la otra; Sara le habló de su vida como bastarda, mientras que Helaena le hablaba de sus hermanos y madre. Ambas sentían un cariño que se transformaba en una bella amistad inocente y ajena al mundo a su alrededor.
Pasaban los días jugando y corriendo por el bosque, siempre cerca del Arciano que se había vuelto el punto de encuentro y cámara de todos los secretos de sus jóvenes vidas. Pero un día, mientras jugaban, se dieron cuenta de lo diferente que se veía el bosque. Los árboles eran más frondosos y espesos, y la luz del sol con costo traspasaba las frondosas capas de hojas. Se habían adentrado bastante.
Helaena, trato de llamar a Sara, para que saliera del escondite y le mostrara el camino de regreso. Estaban jugando al ladrón y el caballero, donde Helaena tendría que atrapar a Sara, y llevarla de vuelta al viejo Arciano. Pero parece que se había adentrado mucho en el bosque. Hace frío.
El ambiente era penumbroso y la princesa se empezaba a asustar mas por cualquier ruido que escuchara o movimiento que percibiera. Cada vez más ansiosa, y por primera vez consciente de los posibles peligros de un bosque aún desconocido para ella.
Helaena ya no estaba jugando y empezó a gritar buscando la figura de Sara entre los arboles. Y cuando deslumbra a una figura a lo lejos agachada, siente un comfort de haber encontrado a su amiga, motivándole a correr más rápido y empezar a gritar su nombre.
La figura se voltea. No es Sara. Los ojos rojos de un gigantesco oso de pelaje negro se enfocan en la princesa. El lomo del animal con flechas rotas incrustadas como picos. El oso se empieza a levantar y la princesa se da la vuelta para empezar a correr.
La joven no voltea. No tiene la necesidad de verificar si el animal la sigue, después de todo, puede casi sentir el pesado aliento de la bestia respirándole en la nuca. Trata de hallar la luz o algún signo que le indique que ya ha estado en esta parte del bosque, pero es voltear a todas direcciones y no ver nada.
La princesa aprieta el paso y por fin se topa con Sara. Ella se ve preocupada y parece que le iba a anunciar algo o reclamarle donde había estado, pero se calla con los gritos de la princesa y el oso que le seguía de cerca, empezando ella a correr también en dirección al Arciano. Helaena solo la sigue, temerosa y con el corazón palpitando a mil.
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✧•Chyck
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