Preparación
Semanas pasaron tras los acontecimientos suscitados en la ciudad. Viator e Iris viajaron hasta el bosque y más allá recorriendo sus caminos sinuosos.
Iris todos los días hacía nuevos descubrimientos de ese mundo, sobre todo lo que implicaba flora y fauna del lugar; Viator le encomendaba algunas tareas sencillas para introducirla al conocimiento básico de la botánica y supervivencia en el bosque, mostrándole plantas medicinales, plantas comestibles, plantas venenosas y plantas con propiedades únicas y valiosas que podrían significar una recompensa más para sus bolsillos.
Todo este tiempo Iris llevó encima la piedra pese a sus efectos. Aunque con el pasar de los días dejó de afectar tanto su salud, no se encontraba con la suficiente resistencia como para que Viator cumpliera su cometido de enseñarle a defenderse.
La primera semana, Iris tuvo dificultades para seguirle el paso en una caminata regular, por lo que constantemente Viator tenía que ponerla en el lomo del caballo para que pudiera dormir, aunque sea un poco.
Las náuseas dejaron de ser recurrentes al quinto día, y al séptimo la sensación de mareo desapareció. Para la segunda semana, Iris dejó de tener fiebres nocturnas y podía aguantar más tiempo las caminatas; al sexto día de la segunda semana, Viator observó que la muchacha ya podía hacer sus actividades normales sin cansarse tan rápido. Fue entonces el momento que estaba esperando para subir un escaño el nivel de dificultad.
A la mañana del séptimo día de la segunda semana, Viator despertó a Iris en cuanto escuchó el primer canto de un dragón arbóreo.
—Niña, es hora, despierta —dijo mientras movía el hombro de la chica.
—Cinco minutos más... —respondió con tono adormilado.
—Cinco minutos... serás tiznada. ¡Es hora! ¡Arriba! —exclamó molesto—. El bosque no espera a nadie.
Iris de un sobresalto se incorporó mirando con confusión a su alrededor, mientras se cubría los hombros con la manta y se tallaba los ojos.
—Que moditos... —comentó con molestia.
—¿Te lo parece? He sido muy paciente contigo por tu condición. Dame la piedra —ordenó Viator mientras buscaba algo entre los costales que siempre llevaban.
Iris se retiró el colgante que llevó por todos esos días, y lo puso en la mano del hombre quien tenía la mirada clavada en el interior de uno de los costales.
La muchacha se percató que no había diferencia entre tenerla puesta o no, concluyendo que eso significaba que se había acostumbrado a la piedra.
Viator guardó la roca y continuó con la búsqueda, en tanto Iris se sentaba a lado de la fogata para calentar sus manos y poner un pocillo con agua.
Cuando Viator dejó los costales a un lado, le entregó a Iris la pechera que había comprado en la ciudad y un palo largo y rígido bien lijado, mientras que el hombre le mostraba tener uno similar.
—Vamos a probar qué tan buena eres defendiendo con la espada y con base en ello definiré cuánto tiempo vas a necesitar con cada ejercicio, niña.
—No tengo idea... pero si es como las luchas con cartulinas de la escuela, entonces tengo algo —respondió de forma irónica.
Viator le lanzó una mirada confundida, no sabía de qué hablaba, pero no se molestó en preguntar; ya conocía los comentarios extraños de su protegida, dado que llevaban más de dos semanas de convivir.
Sin perder más tiempo, el hombre movió el palo hacia el frente, e Iris logró bloquear su trayectoria, luego intentó darle una estocada por debajo, obteniendo la misma reacción.
—Bien, sabes bloquear. ¿Qué pasa si hago esto? —cuestionó mientras aumentaba la velocidad de sus movimientos.
Iris apenas podía bloquear sus estocadas y esquivarlas. En cierto momento, la chica comenzó a eludir al hombre sin intentar defenderse.
—¿¡Qué esperas?! ¡Ataca! —ordenó Viator, quien comenzaba a incrementar la velocidad aún más.
Iris le dirigió una mirada de preocupación. Empezaron a trasladarse por todo el terreno mientras ella buscaba el momento para intentar un movimiento ofensivo. Luego de varios angustiantes segundos, Viator tocó su cuello con el lateral de la espada improvisada.
—Muerta —agregó el hombre haciendo una negativa con la cabeza—. Por lo menos tienes chances de sobrevivir si estás en defensiva, pero en cuanto a ofensiva, definitivamente hay que enseñarte lo básico.
La joven se dejó caer sentada mientras recuperaba el aliento. Su corazón latía desbocado y las manos le temblaban.
—¡Atrápala, niña! —exclamó Viator lanzando la piedra hacia la chica.
La muchacha no supo cómo logró atraparla en el aire, pero en el momento que la tocó, volvió a sentir un poco de náuseas.
—¡Esa cosa sigue dando problemas! —respondió con frustración mientras intentaba aguantar las ganas de volver el estómago.
—No, es que te has agotado físicamente. A la piedra no le importa si estás en buenas o malas condiciones, te absorbe la energía.
—Oh, así es como funciona, ¿entonces lo de acostumbrarse es más bien que te adaptas fortaleciéndote?
—Tu anma es mayor y se recupera mejor al adaptarse a la piedra, pero requiere mucho tiempo y si te excedes puede ser peligroso.
—Ya voy comprendiendo. —Iris se levantó sonriendo mientras sostenía firme su arma.
Viator entonces le indicó con una mano que la bajara y dio una negativa.
—Primero lo primero. Si no dominas tu propio cuerpo, habrá problemas para dominar lo que utilices como extensión. Ya vi qué tenemos que trabajar. Deja ese palo a un lado y párate frente a este árbol.
—Esta va a ser una larga mañana —se dijo a sí misma al colgarse la piedra.
Así fue como la siguiente semana Iris aprendió a defenderse y sobre todo a atacar a lo que le supusiera una amenaza. Viator no le tenía piedad al momento de entrenar; para el final del día siempre terminaba con un dolor insoportable en el cuerpo y vomitando, por lo que Iris para adaptarse a ello optaba por no cenar y dormir temprano en cuanto el sol se ocultara.
Siempre se sorprendía cada mañana. Aunque la noche anterior tuviera heridas que sangraban, al otro día estaban curadas, no obstante, un leve dolor de cuerpo permanecía y por la noche se tornaba intolerable.
Al cumplir el mes de su llegada, y tras haber recorrido el bosque y llegado al lado sur de la frontera, la chica había obtenido progresos importantes tanto en conocimiento como en práctica. Una noche mientras Iris se hacía las curaciones pertinentes de las heridas del día, Viator le puso enfrente la espada con empuñadura de dragón.
—Mañana tenemos una encomienda que hacer, estás lista. —dijo mientras la miraba a los ojos.
—¿De verdad? —Iris miraba con extrañeza el gesto. Durante el tiempo que duró el entrenamiento, no había recibido más que regaños y correcciones, sin embargo, tomó la espada y la desenvainó.
Aquella arma era sencilla, pero de un metal brillante, la empuñadura tenía la forma de dragón con una pequeña incrustación en el ojo de color verde.
—Ese Alem tenía buen ojo —comentó la chica mientras contemplaba su reflejo en la hoja a la luz de la fogata.
—Alem... Tenía tiempo que no escuchaba de él, ese tiznado me da pena —respondió Viator—. Me sorprendió que él haya sido el ladrón.
—¿No se dedica a robar? —cuestionó la joven. Le parecía extraño el comentario, supo por rumores en el camino de regreso al bosque, que Alem era un hábil carterista.
—Es un profesional, pero me impresionó que tú lo hayas podido descubrir y engañar en el primer intento. Trabaja en la taberna, pero los vicios de su padre siempre lo orillaron a tener que buscar algo... extra.
—Debe tener una vida difícil.
—Muy difícil, de hecho, me sorprende que siga en ese pueblo; sus habilidades son muy buenas. Podría dedicarse a otra cosa, dejar a ese cabrón que tiene por padre, pero supongo que a su edad todavía no saben que pueden hacer de su vida.
—Creo que sí —respondió Iris mientras se recordaba a sí misma hace unas semanas; iba a presentar un examen para una universidad, pero solo lo hacía porque sí, no sabía si la carrera que iba a escoger era la indicada. Pero eso ya no importaba, la carrera al parecer la había escogido a ella y no en el mundo que esperaba.
—¿Y tú? ¿Esperabas algo diferente de la vida? —preguntó el hombre interrumpiendo los pensamientos de la chica.
La joven dejando a un lado la espada y observando las brasas suspiró.
—Estoy tan perdida como lo está ese tipo. De no ser por el guardián de los portales, quizá ahora estaría enfrascada en una rutina sin objetivo claro o que, si soy sincera, desconozco si me hubiera agradado.
—¿Si tuvieras la oportunidad, regresarías?
Iris entonces cambió su semblante, su mirada se perdió en el cielo estrellado y en la luna. Ella ya no tenía la respuesta, hacía semanas se había enterado de que era una Vleyquanger sin saber el motivo o la manera. Primero tenía que averiguar sobre el guardián de los portales, encontrarlo y obtener respuestas. Desconocía si su padre siquiera se había enterado de su ausencia.
Tras un largo silencio, le respondió al cazarrecompensas:
—Quizá si encuentro al guardián de los portales, lo sabré.
A la mañana siguiente partieron rumbo a un pueblo dentro del bosque. Esta sería la primera vez que Iris conocería a un pueblo de Vleyquanger. En todo este tiempo solo había podido conocerlos a través de breves instantes mirándolos en los caminos haciendo su día a día, pero ellos casi no mostraban sus habilidades.
En cambio, los Damer paseaban con libertad sobre dragones del tamaño de un caballo o usando máquinas que se mueven con anma. Pensaría que la vida los Damer era mucho más fácil y lujosa de no ser porque conoció a Alem, quien vivía a veces tan o más miserable que cualquier Vleyquanger sin poder adquisitivo.
Cuando estuvieron cerca del lugar, Iris notó que los árboles eran mucho más altos, mucho más anchos y las raíces eran tan grandes que el camino se empinaba dificultando el paso. En cierto punto de la ruta, Viator paró y comenzó a tantear el tronco de uno de los árboles.
Iris miraba expectante lo que hacía el hombre hasta que de pronto una pequeña esfera de luz surgió del mismo y se escuchó una joven voz femenina que provenía de ella.
—Quat pet passerd est? —dijo la voz a través de la esfera.
—Ye Damer bratnos daffendere —respondió Viator.
La esfera de luz cambio de color de un amarillo claro a un azul y comenzó a levitar entre los árboles revoloteando. Viator le hizo una seña a Iris para que la siguieran.
—¿Qué lengua estaba utilizando? —preguntó intrigada, puesto que jamás había escuchado algo parecido.
—La antigua lengua del clan perdido —respondió el hombre—. Es tan antigua como el bosque y la hemos recuperado con esfuerzo y años de investigaciones. Cuando los clanes se separaron; nuestra lengua fue cambiando gracias a que nos impusieron un dialecto utilizado por los pueblos en contacto con la frontera sureste hace muchos años.
«¿Nuestra lengua? ¿A qué se referirá? Yo hablo español», pensó Iris mientras repasaba las palabras que había escuchado.
—Si te interesa lo suficiente, podrás aprenderla. Hemos llegado, bienvenida al pueblo escondido del bosque —interrumpió Viator.
La esfera de luz se había detenido en un punto que parecía inaccesible por la cantidad de raíces que formaban algo similar a un muro. Había dejado de parpadear y se había introducido en uno de los troncos. De un momento a otro las raíces comenzaron a moverse formando un arco por el cual se podía pasar fácilmente.
—Wilcoben ut est —dijo la misma voz femenina de la esfera que había desaparecido.
¿Cómo será ese lugar escondido y misterioso? Espero haya sido de su agrado.
No olviden comentar, se aprecia mucho.
¡Saluditos!
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