Negociación parte 3
Iris no escuchaba a Alem, estaba teniendo un ataque de ansiedad en ese instante en que gritó que le debía la vida. Para la joven la sola idea de ser atrapada sin siquiera haber encontrado a su padre le era aterrador; era su único motivo por el cual continuaba estando en ese mundo que no era el suyo y que tanto le pregonaban que era su lugar de origen.
La chica estaba comenzando a respirar de forma agitada y las manos le temblaban tanto que parecía que iba a tirar el arma en cualquier instante. La cabeza le daba vueltas, pensamientos catastróficos le invadían y sentimientos de culpa e inutilidad le estaban taladrando la mente una y otra vez, de tal forma que, aunque veía a Alem decirle cosas, no tenía comprensión de sus palabras.
—Escúchame —pidió el chico con tono suplicante—. Sé que tienes miedo, pero por favor confía.
—Eres un Damer, un soldado, no puedo creerte —dijo con voz entrecortada, pues estaba al borde de las lágrimas.
—Lo entiendo, pero te repito, yo te debo la vida. —El joven se acercaba de forma cautelosa, había dicho esas palabras con la mayor calma posible viendo el estado de Iris.
—Eres un ladrón, no me trago ese sentido ético que estás intentando adoptar.
Alem se quedó mirándola con decepción. Sus palabras lo habían herido de tal forma, que ya no tuvo deseos de razonar con ella. Se sentía molesto porque sus intentos no estaban rindiendo frutos y seguía obteniendo nada más que el rechazo y estaba cansado de que se le juzgara todo el tiempo.
—¡Bien! Entiendo... Gracias por salvarme, pero ese dragón que tienes ahí es mío, así que agradecería que me lo devolvieras, debo ir a mi cuartel y reportar que sigo vivo.
La chica se sorprendió por la reacción de Alem, ya que, en vez de seguir la persecución, se estaba retirando. Con dudas le entregó la rienda, a lo que él la agarró de mala gana y se fue alejando de ella. Iris quedó quieta en el mismo sitio analizando lo que acababa de pasar. Si bien era cierto que la había descubierto, aparentaba ser sincero con sus intenciones.
—Alem, espera —pidió la chica de forma tan espontánea que hasta ella se sorprendió—. No puedo creer lo que voy a decir... —inhaló profundo llevándose la mano al pecho para calmarse—. Te escucho...
Alem observó con detenimiento a Iris por unos instantes. La joven había guardado la espada y continuaba haciendo una especie de técnica de respiración mientras esperaba su respuesta.
—Gracias a Viator yo soy libre, eres su protegida. Ese hombre tuvo que darme una paliza para reordenar mis ideas. Ser ladrón no fue mi elección, estaba tan desesperado por salir de ese lugar... Y tú me salvaste hace un momento. No podría entregarte.
Alem hablaba tan calmadamente, pero con un tono de tristeza en su voz, que Iris comenzaba a sentir pena y vergüenza por lo que le había dicho.
—Bien, te daré el beneficio de la duda, pero la confianza total se gana...
Alem enarcó una ceja y se señaló a sí mismo con incredulidad.
—¿No es suficiente con decir que no te voy a reportar o arrestar?
—Estoy hablando con el hombre que entró a mí habitación de noche e intentó robarme dos veces —replicó.
—¡Vamos, mujer! Pudiendo haberme atacado o gritar, hiciste un movimiento temerario que una persona con desconfianza genuina no hubiera intentado con un ladrón.
—Tenía la intuición de que no querías hacerme daño. Lo vi en tus ojos.
—Entonces mírame y dime si soy digno de tu confianza.
Iris suspiró y mirándolo a los ojos le extendió la mano.
—Te creo.
Alem tomó su mano con una sonrisa que reflejaba alivio y complicidad, sin embargo el chico tan pronto se percató de que se perdió varios segundos en los ojos oscuros de Iris, continuó la conversación.
—Dime tu nombre completo —añadió Alem a la vez que envolvía la unión de ambas manos con su mano no dominante.
—Eh... Iris Drego...
—Drego... ¿Qué? —cuestionó con premura y curiosidad, mientras que la joven se sentía rara por el interés por sus apellidos.
—Drego... Cassatore —respondió con duda y temor.
Alem abrió los ojos de par en par tras escuchar el segundo apellido, pero aguantando la intriga tomó aire y cerró sus ojos.
—Yo Alem Zorex, juro ante Iris Drego Cassatore que el silencio me envolverá si dijera su verdad.
Iris miró confundida a Alem, pero al presenciar el mismo fenómeno que cuando hizo los juramentos en Draconia, comprendió que él había hecho un pacto de silencio como garantía.
—¿Estás seguro de lo que has hecho?
—Más que nunca.
La chica asintió en señal de aprobación.
Más tarde y de vuelta al lugar donde había dejado al caballo de Viator, Iris descansaba mirando la piedra drenadora. El listón de cuero que tenía para colgarla al cuello ya estaba roto, por lo que la envolvió con un pañuelo y se la guardó.
Alem por su parte seguía monologando, hablando de las preguntas que quería hacerle a Iris, no obstante, ella no le ponía mucha atención, pues estaba inmersa en sus pensamientos.
—¡Hey! Escucha —llamó su atención—. No sé qué estés pensando, pero quiero confirmar mis sospechas. ¿Eres mestiza?
—Si lo dices por las marcas que cubren mi cuerpo cuando uso anma, quizá.
—Nunca había visto a alguien cubrirse así, pero no es por eso por lo que lo deduje.
—Claro, nunca lo has visto porque tu gente no deja a los Vleyquanger usar su anma con libertad... Espera, ¿No lo dedujiste así? —respondió mirándolo con extrañeza.
—¿Cómo es que tu existencia permaneció en secreto tanto tiempo? No naciste en cuna Damer y cada niño que nace entre los Vleyquanger es registrado.
—Esa es la cuestión, Alem. Yo no fui registrada jamás porque no vivía aquí.
—Dime la verdad, es imposible salir o entrar del reino —reclamó.
—Lo que dije es cierto —respondió sacando el viejo llavero que usó para convencer a Viator y le dirigió la luz a los ojos.
—¿Qué es esa cosa? —preguntó tratando de bloquear la luz con la mano.
—Algo que hay en dónde crecí —respondió—. ¿Alguna vez oíste hablar... del Guardián de los portales?
Alem se le quedó mirando con incredulidad por un momento y luego respondió con cierto tono de sarcasmo:
—Ajá... Claro, ¿y de qué privilegios gozas para cruzar lo que nadie ha cruzado?
—Su hija —dijo despreocupada sentándose en la base del árbol.
Alem estaba callado y con la boca desencajada, en tanto que la joven se encogía de hombros sin decirle una sola palabra reafirmando lo que acababa de decir.
—¿Me tomas el pelo?
—Digo la verdad, ya no tiene caso hacerme la loca después del infortunado momento con el dragón.
—Bien, pensándolo bien, llevas el apellido más antiguo de la nobleza Damer en tu nombre; es factible que se hayan cruzado con el influyente Guardián de los portales.
Alem se quedó en silencio como si meditara las palabras que acababa de decir y luego añadió:
—El rey podría querer tu cabeza si se entera.
—Que novedad, después de ver lo que le está haciendo a los Vleyquanger, no me sorprendería.
—¿Qué haces en el bosque? ¿Y Viator?
Iris se quedó callada, mirando a la nada. Por instantes el recuerdo del sonido del agua le hizo cerrar los puños como cuando trataba de aferrarse al tragaluz.
—No sé dónde está Viator... sé que sigue vivo —respondió—. Pero estoy buscando a mí padre, tengo asuntos pendientes que tratar con él. Viator prometió buscarme, así que aquí estamos.
La joven se incorporó para caminar alrededor de los árboles del lugar. Las palabras que acababa de decir, en realidad, se las repetía en su mente para tratar de convencerse, mientras Alem le seguía de cerca, observando con curiosidad su proceder.
—Veo que le diste una nueva dirección a tu vida en estos meses —comentó la joven rompiendo una vez más el silencio que los seguía.
—Si —respondió con una media sonrisa—. Muy en contra de lo que me decía mi padre: «vas a morir por nada», «eres un bueno para nada», entre otras cosas que hablaba ese viejo con abstinencia.
—No lo conozco, pero oí que era un vicioso, de alguna manera te comprendo. El mío no es alcohólico, pero sí un mentiroso profesional.
—¿Has sido obligada a hacer algo en contra de tu voluntad para sobrevivir? —cuestionó el joven.
Iris enarcó una ceja e hizo una seña con ambas manos extendidas hacia abajo.
—Estoy aquí, a eso me obligó aquel viejo. Yo vivía ignorando la existencia del reino y esta ridícula dinámica de clanes en la que están sumidos —suspiró—. En fin... agradecería mucho que no digas nada.
—Decirlo sería romper el pacto. ¿A dónde irás? —preguntó el joven.
—No lo sé, a donde sea que esté mi padre, debo encontrarlo. —La chica llegó donde tenía al caballo y tomó la rienda para seguir su camino.
—Iré contigo —respondió Alem.
—¡¿Qué?! No, ni se te ocurra. Regresa al ejército o a donde sea, menos seguirme.
—Iris, acabo de hacer un pacto de silencio y además estos días me he dado cuenta de que el ejército no es lo mío. Yo ya cumplí lo que quería hacer: irme lejos de Dresve y de mi padre. El alistarme solo fue el medio.
—Eres un Damer. Una guerra entre los Vleyquanger y ustedes está en puerta, creo que no me conviene tenerte cerca.
—Todo lo contrario, mi estimada, no tienes papeles y yo sí —respondió con suficiencia—. Piénsalo: yo soy la respuesta a tus problemas. Sin usar tu anma has pasado desapercibida como Damer, eso no lo discutiré, pero cuando te piden papeles empiezas con problemas.
—Un detalle, Alem, al no regresar a tu unidad podrían tomarte como desertor.
—O darme por muerto. No difunden las identidades de los que caen en batalla. El uso de mis propios papeles solo se ve comprometido si hay por casualidad alguien que me conozca. Además, ¿me crees tan idiota como para dar mis propios datos al ejército?
—¡¿Falsificaste tus papeles para entrar?! —cuestionó sorprendida.
—Iris, soy bien conocido en Dresve. Me han encerrado tantas veces por robo que difícilmente me iban a dejar unirme.
—¿Cómo lograste falsificar los sellos?
—Nada que un buen pago no pueda arreglar. Tengo mis contactos —respondió orgulloso.
—¿Hay que ir a Dresve entonces?
—¡Claro que no! A ese lugar no me voy a acercar, pero conozco otra alternativa. ¿Aceptas?
Iris se quedó en silencio por unos segundos pensando en la propuesta y luego respondió:
—Ya qué, no tengo opciones. Con tal de poder moverme por el reino sin miedo, aceptaré tu propuesta. Solo una cosa más quiero preguntar: ¿Por qué te interesa tanto ayudarme? No me creo eso del joven sin nada que hacer. Se supone que el ejército entrena a sus elementos con un sentido del deber y nacionalismo muy fuertes.
—En parte eso es verdad, pero... también es cierto que tengo una deuda contigo que saldar... No tenías por qué intervenir con los fantasmas de las rocas. Yo me debo a quien valora esta existencia miserable. Esta jodida nación se basa en la subsistencia del poder por encima de otros, sean de su misma clase privilegiada o no —sonrió Alem.
—Interesante... —Iris comenzó a jugar con la piedra drenadora en sus manos, mirando de reojo a Alem, para ver su reacción.
El joven observaba los juegos de la chica, le resultaba intrigante el uso que podía darle a un objeto tan peculiar.
—Esa piedra es ilegal y muy valiosa. ¿Para qué te la dio Viator cuando te conocí?
—Para molestar... No, la realidad es que me quería sacar de la sala de reuniones ese día y de paso quería que me acostumbrara a ella. Me ha servido para ocultar las marcas cuando uso anma.
—¿Puedo...? —preguntó extendiendo la mano de forma despreocupada.
Iris lo miró a él y luego a la piedra que continuaba siendo girada entre sus dedos.
—Vamos, ya no la necesito, además esa cosa da unas náuseas terribles, solo quiero observarla.
—Dijiste ese día que era la solución a tus problemas —respondió mientras cerraba el puño.
—Lo dije porque la quería para conseguir dinero más rápido y mandar al diablo a mi padre, pero solo lo usaba de excusa. Viator me recordó las cosas de las que soy capaz, así que dejé de darle mi sueldo a mi padre y henos aquí.
—Enfrentarlo no debió ser fácil —comentó dándole la piedra en la mano.
—No lo fue —dijo mientras se aguantaba las arcadas y el dolor articular—. ¡Su mater! No entiendo cómo valúan estas cosas, son sacadas del mismísimo infierno.
Iris soltó una risa tan fuerte, que una lágrima se le salió por el rabillo del ojo. Alem lo tomó como algo positivo, puesto que apenas se estaban conociendo. Ambos continuaron caminando por el bosque por varias horas hasta que cayó la noche. El siguiente pueblo estaba a dos días de viaje, por lo que se detuvieron para descansar.
Montaron una fogata utilizando una piedra especial que adquiere las propiedades del anma que se le imbuye; una herramienta que Iris comenzó a utilizar en ausencia de Viator y por indicación de éste. Las piedras eran pequeñas, podían ser utilizadas a manera de joyería y tenían entre cinco a diez usos cada una. Su potencia dependía del tamaño.
Las piedras de Iris emitían el poder del fuego equivalente a una llama de un fósforo. La forma de usarla era simple, solo debía tomarla y dar un par de golpes con ella. Si tenía anma de fuego esta comenzaba a calentarse y a ponerse al rojo vivo hasta que surgía una pequeña flama. Eran artículos algo costosos pero útiles.
Ninguno de los dos tenía herramientas ni provisiones. Alem se preguntó durante toda la caminata cómo fue posible que Iris hubiera sobrevivido sin herramientas ni equipaje, pero pronto sus dudas fueron respondidas.
Después de encender la fogata, la joven comenzó a observar los árboles a su alrededor como si estuviera en búsqueda de algo que Alem no podía ver. Iris tomó la daga que se le había regalado y comenzó a descortezar un árbol cercano.
—¿Qué haces? —preguntó Alem intrigado.
—Sacando corteza para comer, mañana buscaremos un río para pescar y seguiremos su cauce para encontrar un pueblo donde abastecernos.
—Eso... ¿se come? —El joven miraba escéptico la corteza recién cortada que tenía Iris en las manos.
La chica se encogió de hombros y se la llevó a la boca.
—No es el mejor sabor del mundo, pero por lo menos te quita el hambre. Viator me dijo que no retiraras mucho del árbol o lo matarás —dijo después de tragar el bocado y ofrecerle un trozo al dudoso muchacho.
Alem se la llevó a la boca percibiendo un sabor entre amargo y dulce. Aquello tenía una textura esponjosa y algo fibrosa.
—Pasable —comentó después de tragar.
Espero les haya gustado el capítulo.
No olviden comentar y votar si les gustó.
Tengan un excelente día.
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