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Negociación

Iris estuvo caminando sola por el bosque durante semanas. Sus viajes con Viator le habían enseñado a sobrevivir, a hacer medicina con las plantas y obtener alimentos con la caza y la recolección de frutos y hongos silvestres.

Viator le había dicho que no mirara atrás, pero desobedeció. La chica desconocía su destino, pero esperaba que en el siguiente pueblo que viera lo encontraría, debía tener fe.

Una de las primeras dificultades que enfrentó, fue el no saber montar a caballo. El animal respondía a silbidos y era dócil, pero al no tener silla de montar, no tenía punto de apoyo, por lo que mantener el control era más difícil y ella se negaba a usar sus poderes de Damer. La joven sentía frustración pues para ella aquellas habilidades no tomaban en cuenta la dignidad de quién comandaban y eso le causaba temor.

Otro de los retos que tuvo que manejar, fue el aprender a usar las nuevas habilidades que descubrió en el escape. Mientras seguía dentro del bosque, en ocasiones se retiraba el collar para practicar, pues desconocía sus alcances.

A veces podía petrificar troncos caídos, ocasionar que las formaciones de roca se volvieran más delicadas que montículos de arena y, también, era capaz de levantar el suelo y hacer diferentes figuras, sin embargo, por más que lo intentó, jamás pudo replicar el poder que había hecho que se impulsara hacia arriba en el túnel. Había sido diferente, como una explosión de poder puro cuya naturaleza no comprendía.

Con el paso de los días, experimentó con sus habilidades sin el colgante, no obstante, si quería adaptarse, debía entrenar con la piedra puesta. Al principio fue cansado y doloroso; utilizó objetos pequeños y luego fue aumentando la dificultad hasta que pudo usar sus poderes sin interferencia de la roca.

Tras acostumbrarse a montar a pelo y conseguir soportar la piedra drenadora, Iris salió del bosque y divisó un pueblo parecido a Dresve, donde había conocido a Alem.

En cuanto llegó, se percató de la presencia de militares en las calles que cada tanto inspeccionaban los cargamentos de los Vleyquanger, pero estaba tan cansada, que trató de ignorarlo y se dirigió a un hostal para poder reposar. Llevaba plantas medicinales, pieles y plumas de las presas que cazaba para ofrecerlas como pago por una noche, no obstante, el que atendió en el recibidor del hostal aceptó el intercambio por hospedaje y comida de tres días.

La joven estaba tan emocionada, que cerró el trato con un apretón de manos, olvidando algo importante:

—¡Ah, Cassatore! —exclamó complacido—. Extraño que una representante de una casa tan noble venga a hospedarse a tan humilde negocio.

—Eh... Sí —Iris lo veía dudosa—. ¿Cómo lo supo?

—El escudo en el anillo la delata. Si no quiere llamar la atención, será mejor que lo oculte.

Iris retrajo su mano intentando no aparentar preocupación. Quizá no había sido buena idea traerlo puesto.

—Ah, por supuesto, qué distraída soy. ¿Podría solicitar discreción? Estoy aquí por negocios —respondió tratando de sonar lo más tranquila y convincente posible.

—Oh, no se preocupe, aquí reina la discreción —replicó el hombre con un tono de voz condescendiente.

Iris comenzaba a pensar que quedarse era mala idea, pero dado que el trato ya estaba cerrado, sería más sospechoso si se echaba atrás. Procedió a voltear el anillo para que el grabado quedara por debajo y solo se viera como una argolla sencilla en el dedo, y continuó su conversación. Tenía mucho que averiguar sobre el paradero de su padre y la situación de las calles.

—Los soldados andan haciendo bien su trabajo, ¿no cree? —comentó recargada en el mostrador.

—Oh sí, menos mal. Los Vleyquanger han estado atacando los almacenes del ejército. Se rumora que están preparando una revuelta, más vale prevenirse. Me alegro de que el rey prepare un nuevo censo, así nos mantendremos seguros y controlarán mejor a esos «curte-pieles» —expresó con condescendencia.

La joven se aclaró la garganta, la situación era delicada, pero debía apegarse a su papel.

—¿Usted ha visto o sabe quién es el líder de esos locos, que se ha atrevido a desafiar el antiguo pacto? No puedo creer que no sean fieles a su juramento —dijo fingiendo indignación.

—Nadie lo sabe, pero la gente dice cosas... —el hombre miró a su alrededor y se acercó para susurrarle a Iris—. Dicen que los dragones están reduciendo sus números porque han intervenido sus hogares y ha habido casos de muertes entre los Vleyquanger por los limitadores.

—El antiguo pacto ya está roto si es así —respondió con preocupación.

—Eso es lo de menos, yo que usted me alejaría de los Vleyquanger, cualquier relación con ellos representa la ruina.

Tras escuchar eso, Iris comenzó a observar a su alrededor, notando que en el recinto solo había Damer. Le quedaba claro que pasar desapercibida como una Damer era un acierto, ya que no tenía limitador.

El hombre regresó a sus labores y la chica salió del hostal para observar más de cerca a los soldados Damer. No quería llamar la atención, sin embargo, necesitaba averiguar más cosas.

No pasó mucho tiempo hasta que se encontró con soldados montados en enormes dragones bípedos con dos alas anatómicamente similares a las de los avestruces. Se notaba que no eran voladores, sino corredores. Las manos de los hombres emitían un brillo rojo al tomar las riendas de dichos animales, que, sin lugar a duda era el poder de su clan.

A todos los Vleyquanger que veían no solo se les revisaba lo que llevaban, se le daba un vistazo al limitador.

La joven se acercó a un hombre que estaba de pie en una esquina para ver si podía sacarle la información que necesitaba.

—Disculpe, si no es indiscreción, ¿hay alguna razón por la que están deteniendo a los Vleyquanger?

A pesar de que el señor le barrió con la mirada, la chica aparentó no inmutarse.

—Buenas tardes, señorita. Hay un Vleyquanger sin limitador por el reino, sólo vigilan el uso del brazalete para mantener a raya a esos tiznados.

Iris se extrañó con tal declaración. El hecho de que un Vleyquanger estuviera deambulando con libertad significaba que sus controles estaban fallando, pero no tenía sentido; si se retirara el artefacto de su portador, este podría morir. La joven no preguntó más, agradeció por la información y siguió su caminata. Una gran pregunta se apoderó de su mente en esos instantes:

Su padre tenía grandes habilidades que el limitador no le habría permitido utilizar y su madre era una Damer de una familia noble. ¿Habría una posibilidad de que su madre le haya retirado el limitador? No paraba de pensar que quien estaba detrás de las revueltas por el reino no era nadie más que Antreas. Pero... ¿Cómo iba a poder confirmar sus sospechas? Podría estar en cualquier parte.

Sus pensamientos le llevaron a perder la noción del tiempo y cuando regresó al hostal por la tarde, se le esperaba con la cena acordada. La joven tenía desconfianza respecto a su situación, pero todo aparentaba estar tranquilo; el salón estaba repleto de comensales conversando, la música se escuchaba alegre mientras los meseros repartían bebida y comida para todos los presentes. La mayoría eran soldados en su turno de descanso pasando el rato y chismeando sobre temas variados.

Iris comenzó a comer mientras escuchaba en silencio lo que hablaban aquellos hombres cuyo estado etílico empezaba a incomodar a los otros invitados.

—Ese criado sin dueño... explotó una fábrica entera de guarda-anma, no tenía... ¡hic!, ni seis meses de estar funcionando.

—Se dice que invoca criaturas sacadas de tus propias pesadillas si lo enfrentas —comentó uno.

—Eso es clásico de un anma tipo viento, crea ilusiones —explicó otro.

Iris continuó escuchando mientras tomaba con calma cada bocado y cada trago de su cena. En una hora había escuchado cosas tan interesantes, que había olvidado que estaba en riesgo, pero no tardó en recordarlo cuando una cuadrilla de soldados entró anunciando una nueva inspección.

—¡Atención! Por órdenes de su majestad se inspeccionará a los viajeros en los locales de alojamiento para descartar la presencia de algún rebelde que no cumpla con los estatutos.

Iris miró con recelo como solicitaban papeles a todos los presentes. Lentamente se levantó y retrocedió para mezclarse con el resto. No podía salir corriendo, por más que su cuerpo lo pidiera. Contó hasta veinte en su mente, y controló su respiración para calmar su ansiedad.

Con dudas respecto a lo que debía hacer, tomó una botella y se la rompió disimuladamente a un hombre borracho que estaba sentado junto a otro. Ambos no tardaron en iniciar una pelea que escaló a trifulca cuando estos comenzaron a llevarse entre sus golpes al resto de los asistentes.

Iris esquivaba botellas voladoras, sillas, vasos, borrachos y soldados, y se lanzó debajo de la barra para cubrirse y esperar una oportunidad para escapar.

Estaba a punto de correr a la salida, cuando, frente a ella, aterrizó de espalda uno de los soldados; de apariencia joven y rostro familiar. Iris se quedó mirando al tipo que tenía los ojos cerrados por el dolor.

Cuando el muchacho abrió los ojos y miró a Iris, de igual forma quedó tan sorprendido que cuando estaba a punto de exclamar, la chica lo arrastró debajo de la barra y le tapó la boca de inmediato.

—No digas nada —suplicó a Alem.

Alem luchó por retirarle la mano de su boca, reclamándole en cuanto lo logró.

—¡Mater! ¡No me vuelvas a hacer eso! ¿¡Qué haces aquí?!

—Lo mismo te pregunto —respondió altanera mientras miraba de reojo esperando que no llegara volando otro elemento de la «honorable» banda de guardianes del orden.

—Estoy trabajando. ¿No se suponía eras una Vleyquanger? No deberías estar aquí.

—¡Esto es el colmo! ¿Desde cuándo estás en el ejército? —expresó con frustración. De entre todas las personas que se podría encontrar, tenía que ser Alem.

—Siempre acabo en el piso cuando estás presente, debería yo hacerte las preguntas —respondió con molestia.

Iris observó fuera de la barra la entrada del hostal. Al verlo despejado, la chica tomó la mano de Alem apoyada en el suelo. Las miradas de los jóvenes coincidieron quedando fijas el uno en el otro. Para Alem el momento fue algo prolongado y el corazón le dio un vuelco cuando la joven pretendió acercarse un poco a su rostro.

—¡Adiós! —exclamó la joven, dejando confundido al muchacho, quien no supo cómo reaccionar cuando la chica salió gateando para huir de la escena.

Al tratar de seguirla, se dio cuenta que su mano estaba atascada en el suelo gracias a su manejo de anma.

—¡Regresa! ¡Libera mi mano! —le gritó, pero la joven ya se había ido del lugar—. ¡Carajo!

El chico continuó forcejeando hasta que sus compañeros le encontraron y se mofaron de él antes de liberarlo.

La joven salió del pueblo a todo galope rumbo al bosque, donde los soldados Damer pocas veces entraban, salvo para ir a los pueblos del bosque. Se había quedado sin lo que intercambió por el cuarto, pero por lo menos no tendría que darle cuentas a nadie.

Momentos después Alem salió a buscarla, pero se había esfumado. Miró con confusión la mano que le había atrapado en el suelo y muchas preguntas comenzaron a asaltarlo.

Tanto los Vleyquanger como los Damer despiertan el manejo del anma hasta cumplidos los dieciocho. Alem era el tipo de persona que podía adivinar qué habías hecho en el día con base en lo que observara en tu persona.

Cuando conoció a Iris, sabía que la piedra le daba síntomas similares al uso de un limitador, pero él pensó que aún era menor de edad. Comenzaba a sospechar; Iris ya tenía anma tipo tierra, lo que indicaba que ya estaba en la edad, y viéndola bien, no traía ningún brazalete visible. De ser así, ¿Podría estar relacionada con el Vleyquanger que estaban buscando?

Debía averiguarlo.

¡Saludos! Espero les haya gustado este capítulo. No olviden comentar y votar si les gustó, me ayudaría bastante.

¿Qué creen que suceda con Iris ahora que está sola?

Pasen una linda semana.

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