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Las estrellas

Era el atardecer del segundo día previo al día de la renovación del pacto. Viator estaba llegando a la ciudad la cual ya se encontraba con movimiento en las murallas exteriores e interiores. Muchos estaban dispuestos en las almenas con artefactos sacados de lo que quedó de las bodegas de las armerías reales tras la toma del sitio. El hombre utilizó un espejo para dirigir la luz del atardecer y hacer señales para que no se le confundiera con un guardia montado.

Al aterrizar fue recibido por varias personas entre las que se encontraba Birger el cual le informó de los pormenores de la situación.

—Los túneles están siendo custodiados por varios voluntarios, algunas entradas están derrumbadas, pero lo que llama la atención es la vasta red que existe, están por todo el reino.

—Lo sé, hermano —respondió Viator—. Datan de la guerra, no hay más explicación. ¿Cómo se encuentra Antreas?

Birger bajó la mirada.

—No muy bien, decayó hace dos días. Dormía tan poco que pensé que entraría en delirio.

—Ese viejo tonto... —Viator se llevó las manos al entrecejo—. ¿Qué hay del movimiento de las tropas de Lessian?

—Tienen un campamento a un par de kilómetros, han traído esas dichosas máquinas del infierno. Nos preparamos extendiendo las instrucciones para el desarmado entre aquellos que coordinarán el ataque furtivo mientras la batalla se da. No tardarán mucho, ya que hubo bastante movimiento en la mañana. Si tu protegida no nos hubiera liberado, estaríamos en desventaja.

—Aún lo estamos, a pocos se les pudo quitar el limitador y muchos tienen poca experiencia en el manejo del anma a gran escala.

—Nos limitaron, pero pagarán caro por sus acciones, no voy a dejar de pelear.

—No pensé encontrarte aquí, debiste serles un dolor de huevos.

—Como nunca —sonrió con orgullo.

Viator jaló a Arden de sus ataduras y caminaron por el castillo el cual estaba siendo restaurado para prepararse para la defensa. Los muebles del recinto fueron afilados a navaja para hacer de ellos estacas y lanzas. Las armas que quedaban en las bodegas que no estallaron, se repartieron entre las personas siendo modificadas apresuradamente con el polvo resultante de las instrucciones de Domenech. Era una suerte que los herreros de la ciudad tenían la pericia necesaria para interpretar el proceso de transformación en polvo de la dranugestra, de la cual también había reservas dentro del castillo.

Damer y Vleyquanger trabajaban como iguales y muchos se divertían en grupos a la espera de órdenes. Arden veía con escepticismo todo a su alrededor, escuchaba cada conversación y observaba expectante las acciones de Viator. Todo lo que una vez fue su vida se había derrumbado, pero irónicamente, por sus circunstancias, le era conveniente que la victoria estuviera del lado de Iris. El haberla observado por semanas le hacía concluir que la chica poseía algo que el actual rey no tenía, y eso era el poder de la persuasión.

Viator llevó a Arden hasta un ala cercana a lo que fue la torre del homenaje. Se sorprendió al encontrar ancianos, mujeres y niños trabajando para juntar provisiones en previsión de un sitio que podía durar varios días. El viejo empujó al exteniente para meterlo en un cuarto donde se encontraba Liam y Roger atendiendo a un hombre con mal semblante.

—¿Para qué traes a este al castillo, viejo? —cuestionó Liam con dureza, miraba al tipo con desdén recordando el lamentable espectáculo que presenció con Alem.

El chico durante los días de preparación había dejado atrás la inocencia que lo caracterizaba tras ver la crudeza de las acciones de la monarquía. Adoptó una actitud más seria y mucho más precavida en su actuar.

—Mira, tú, te dejo solo dos días y ya te tomas esas libertades. Alem es una mala influencia para ti, niño —rio Viator—. No niego que comprendo tu sentir... pero queramos o no, se ha convertido en un colaborador.

Roger le propinó un zape al chico mientras este continuaba sus labores, disculpándose por su impertinencia.

—Pues no se nota, viejo, sigo atado como cerdo y me llevas como tu costal de mercancías —reclamó Arden.

—Colaborador o no, no confío en ti...

—¿Entonces para qué me traen aquí? No esperarán que me ponga a cuidar enfermos.

—Silencio... —interrumpió Antreas con la voz cansada—. No dejan reposar. Es seguro que esta noche van a atacarnos ¿Trajiste las piedras?

Viator le entregó una bolsa con piedras guarda-anma del doble del tamaño de una piedra convencional. Antreas sonrió con satisfacción.

—Dame dos horas, repartirán esto por los túneles...

Mientras tanto dentro de la red, Iris y compañía descansaban en un cruce de caminos, pues estaban agotados después de haber caminado por horas y comenzaban a fallar en repeler el agua que ya les llegaba a la cintura. Todos tiritaban de frío teniendo ya los dedos rígidos por la helada temperatura.

—¿Todos bien? —preguntó Alem observando a la unidad. Los Vleyquanger asintieron.

—El tramo próximo tendremos que sumergirnos, no sé si Skala va a poder con esto... —respondió iris con angustia acariciando a la cría—. No debí traerlo, pero no se separa de mí. Ni siquiera yo sé si podremos con esto...

—Eres todo lo que tiene, no te lamentes. Skala sabrá qué hacer.

—¿Nadaremos? —preguntó el dragón observando el agua con detenimiento.

—Nadaremos —suspiró Iris—. ¡Todos en formación!

El escuadrón se colocó en fila amarrándose de la cinturilla al compañero de adelante con una cuerda. En tanto activaban sus piedras guarda-anma para iluminar el camino, los de los flancos avanzaban levantando dos muros de agua mientras más subía el nivel. Así se mantuvieron hasta llegar a la mitad del tramo donde ya no podían elevar más las columnas.

Al ver la situación, Alem juntó sus manos imbuidas en anma azul para hacer un movimiento divergente con palmas extendidas.

—Voy a darles aire, tomen en cuenta que hay un límite con el anma, por eso adminístrenlo con sabiduría —dijo mientras veía el fondo oscuro del túnel. El joven se quedó en silencio unos pocos segundos hasta que emitió la orden—. ¡Ahora!

Los Vleyquanger desplomaron los muros de agua sobre sus cabezas. El frío del líquido recorría cada parte de sus cuerpos, sintiendo el cosquilleo de la turbulencia sobre su rostro. Iris abrió los ojos encontrando que sus manos estaban envueltas en una burbuja de aire. Alem señalaba las burbujas, llevándoselas al rostro para indicar que, si necesitaba respirar, hiciera lo mismo. Buscó con el tacto a Skala, pero este apareció nadando frente a ella con una burbuja de aire en su nariz, sus escamas brillaban azules y se movía con soltura.

La luz de los brazaletes iluminaba el entorno verde debido a las partículas de alga, todos nadaban a buen ritmo sintiendo la presión de los pulmones y la creciente desesperación por tomar aire segundo a segundo, viéndose obligados a respirar de la burbuja reduciéndola cada vez con el paso de los minutos. Alem hacía señas cada tanto para continuar por lo largo guiando a la hilera afianzada por la cuerda.

Cada cierta distancia había tragaluces pequeños que daban paso a un rayo de luz que alumbraba el camino haciendo ver al túnel largo y sin signos de terminar.

Iris se sentía ansiosa, llegó un momento donde notó que la burbuja se había terminado, preocupándose pues el túnel parecía no tener fin. El pecho comenzaba a dolerle, por lo que buscó a Alem con la mirada, notando que éste se movía errático, ya que el mantener el aire en sus pulmones no le permitía concentrarse para resolver el problema y toda la compañía estaba en la misma situación.

Sabían que era peligroso intentar esto, pero debido a la premura del tiempo y las posibles consecuencias, habían asumido el riesgo. La cría de dragón que nadaba a lado de la mestiza, notó la situación pues no se separaba de su lado tirando de ella para avanzar mientras le hablaba a Iris a través de su mente, tal y como Deyna había hecho en sueños.

«Saca las garras», dijo el dragón iluminando su cuerpo mientras más esfuerzo ponía por jalar a la chica. En ese instante, Iris sintió una corriente de poder que desconocía, pues aquella sensación le hacía sentirse más fuerte y más ligera a pesar de que se estaba ahogando. Ante la necesidad de jalar aire, la joven alcanzó la mano de Alem, pues también estaba perdiendo la batalla para canalizar su poder por la falta de oxígeno.

Pese a la visión borrosa, Alem pudo observar un par de ojos amarillos y una mano que tiraba de él, a la vez que sentía cómo alguien se le aferraba a la cintura. Iris llevaba a cuestas a todos sus compañeros.

La chica, pensando únicamente en salir, percibió cómo la energía se concentraba en sus piernas y con lo último que le quedaba empezó a nadar más rápido. Cada brazada sumada a la ansiedad por la falta de oxígeno le hicieron moverse con frenesí hasta divisar por fin cómo el nivel de agua era más bajo, lo que permitió dar una desesperada bocanada de aire al mismo tiempo que toda la formación, llenando sus pulmones y aliviando su agonía.

Siguieron avanzando hasta que el nivel del agua bajó, ingresando por túneles más secos pues el terreno se elevaba cada vez. De esta manera pudieron parar un rato para reponerse y continuar por un par de horas más hasta llegar a la zona de la que les había hablado Elías, confirmando el bloqueo por una compuerta gruesa hecha de piedra con el escudo labrado de los Cassatore.

El portón en cuestión tenía dos soportes para antorchas dispuestos a los lados, pero estos estaban ya apagados, llenos de telarañas y polvo. Alem, aún tembloroso, se acercó tanteando la roca, dando un golpe en el centro de la puerta. Esta se defendió haciendo que su pared se calentara y le hiciera retroceder.

—Esto ya lo he visto antes —dijo la joven al recordar la habitación donde la atrapó Lessian.

—Es la defensa... de las puertas de las construcciones de los Cassatore, se puede activar o desactivar por medio de un miembro de la familia o un representante impuesto a través de sus condiciones, es difícil de desactivar. —dijo Alem levantándose con una mueca de dolor.

—¿Cómo sabes eso? —preguntó la chica.

—Así me atraparon, los guardias son unos bocones —rio.

Iris hizo una negativa mientras se acercaba. Examinó la puerta hasta que encontró debajo de una de las antorchas una placa escrita en damerio antiguo:

«Esta puerta se abrirá ante el heredero del pacto, quien la fuerce recibirá reflejada la fuerza que imprime».

Iris se acercó a la pared, tocó el centro y cerró sus ojos emitiendo su anma a través de ella. Los mecanismos internos de la puerta comenzaron a moverse y el portón a iluminarse en blanco. Las antorchas se encendieron y el muro retrocedió corriéndose a un lado.

La tropa miró a Iris impresionada, el simple hecho de haber abierto la puerta significaba que se le reconocía como una de los herederos. El pasillo estaba sumido en la oscuridad, pero se escuchaba a lo lejos el eco de aves inquietas, indicando que habían caminado todo el día hasta el atardecer.

Lessian en ese tiempo se encontraba muy cerca también. Tenía una comitiva escoltándolos para subir la montaña, pues encontraron los túneles de acceso a la mina inundados por el cauce de un río y estos tenían la profundidad suficiente para no poder llevar a Elisia a cuestas. La necesitaba viva y su estado de salud estaba decayendo a tal grado que no lo iba a poder soportar.

Llevaban días caminando, por lo que al anochecer acamparon para descansar y prepararse para el pacto al amanecer. La gente de Iris no lo sabía, pero estaban acercándose a Lessian conforme avanzaban.

Al salir del túnel ya estaba oscuro por lo que montaron un campamento para dormir un poco, no obstante Iris tenía insomnio, pues pensaba que quizá, si anulaba el pacto, no enfermaría como su madre, pero le asustaba el hecho de que la constante exposición a la dranugestra le acortaría su esperanza de vida.

—¿Por qué no duermes? —preguntó Alem quien permanecía despierto también.

—Falta un día para el aniversario del pacto según nuestros cálculos...—respondió la mestiza con un tono carente de expresión, mirando la daga de su madre como si la estuviera analizando.

El joven, al ver a Iris con la mirada fija en la peligrosa arma, supo que quizá exponerse a ella la dañaría. El joven se levantó serio, pues, aunque no quería pensarlo, exponerse a la piedra del pacto era peligroso, sumado a que no sabían si Lessian estaba cerca.

—¿Dónde vas? —preguntó la chica incorporándose para seguir al joven que comenzó a escalar uno de los árboles de tronco grueso.

—Voy a ver por encima de estos árboles... quiero ver el cielo —dijo con un tono melancólico. El joven sabía que esta vez podría ser la última vez que lo vea, ya que los bosques de Drechen no permitían las vistas amplias del cielo.

Ambos escalaron hasta la copa más alta a pesar de que se sentían agotados y con las extremidades adoloridas. La joven sentía su musculatura tensa y ardiendo al aproximarse a la cima, olvidándose de todo cuando al sacudirse se presentó ante ella la vista más hermosa que había presenciado en su vida.

El cielo se cubría de estrellas como si fuera un manto de diamantes, donde los astros parecían acumularse en una nube brillante e inmensa. Por debajo las montañas y el basto bosque enmarcaban un espejo que reflejaba la inmensidad del espacio; era el Lago de los dragones.

—¿Qué piensas hacer cuando esto termine? —preguntó el chico con la vista fija en las estrellas. El viento movía sus cabellos sintiéndose como una suave y fría caricia.

Iris se quedó observando el paisaje que le hacía sentir pequeña e insignificante, pensando, pues no sabía si iba a poder cumplir, pero conocía el deseo de su corazón.

—Vivir —respondió la chica fijando su mirada en Alem tomando su mano con firmeza. Este le devolvió la sonrisa más amable y tranquila que ella había visto. Deseaba disfrutar cada segundo que la vida le otorgara.

—Es un gran deseo... —respondió a la chica que se había ganado su corazón. Aquella asustada joven que había logrado engañarle, Iris quien demostraba ser una con su entorno e iba a tomar el destino en sus manos.

Las miradas de los dos estaban fijas el uno en el otro como si hubieran entrado en un trance, se acercaban en un agridulce momento sintiendo el calor de sus labios y sus respiraciones entrecortadas. La chica por un momento había dudado en seguir con esta locura, pero sucumbió ante los sentimientos que estuvo reprimiendo tomando de la mejilla al Damer correspondiendo el beso.

Las inquietudes de Iris se habían disipado con el tiempo, deseando darle una respuesta a Alem respecto a lo que sentía, pero las palabras no hicieron falta. Tras un largo momento, la necesidad de respirar les hizo separarse, pero eso no evitó que siguieran abrazados mirando el firmamento.

—Creo que lo tengo todo —respondió Alem complacido.

—Aún no, tú y yo tenemos cuentas que cobrar —dijo la chica.

—Después de esto, quiero que viajemos tú y yo, quiero conocer todo lo que este reino tiene por ofrecer ahora que Lessian no esté —comentó Alem. Desconocía lo que le deparaba el futuro, pero eso no le impedía ser honesto con sus deseos.

Ambos chicos se quedaron arriba contemplando el paisaje hasta que el agotamiento los venció quedando unidos en un abrazo.

Por la madrugada, aún en la oscuridad de la noche, Iris se levantó exaltada debido a una pesadilla, sobresaltando a Alem, preocupándolo por su respiración irregular y expresión de angustia.

—¿¡Qué sucede!? —cuestionó llevándose las manos al pecho. La joven hizo una negativa con la cabeza y se llevó las manos a la frente.

—Soñé que una dranugestra me tragaba...

Ambos se quedaron en silencio. La chica intentaba calmarse observando el paisaje, no obstante, esto hizo que su preocupación se acrecentara, pues notó algo entre la espesura de los árboles que se iluminaba indicando la presencia de una fogata.

Los jóvenes se miraron con desconcierto. Descendieron para despertar a la tropa, dando la orden de avanzar y esconderse mientras que ellos investigaban a quién pertenecía el fuego.

Alem e Iris se ocultaron en la oscuridad detrás de los árboles, descubriendo la presencia de las tropas de Lessian. Toda la compañía dormía salvo algunos elementos que montaban guardia.

Iris sentía que el corazón se le iba a salir del pecho, pues no esperaba encontrarse con el monarca tan pronto. Necesitaba acercarse más.

—¿Qué haces? —cuestionó Alem tomándola del brazo.

—Estamos cerca de la mina, pero no sabemos dónde... —susurró.

—Nos van a descubrir. —Le advirtió—. Lessian tiene anma de tipo viento, no seas imprudente y sigamos avanzando.

La chica estaba dispuesta a discutirle, no obstante, en ese instante Lessian salió de su tienda despertando a uno de los guardias con un golpe en la cabeza, haciendo que los jóvenes se ocultaran para escucharle.

—Ahórrate el saludo. —Le dijo al guardia que pretendía ponerse firme—. Despierten a todos, faltan unas horas para la ceremonia. Hay que avanzar.

Al escuchar a Lessian, Iris sintió que el piso se le movía, dejándose caer de espaldas al árbol, pues descubrió que se había equivocado.

—No puede ser, es hoy... ¡Alem, es hoy! —dijo con una voz casi ahogada. Sus cálculos estaban mal, sintió como el estómago se le caía. Estaba a punto de entrar en pánico, cuando Alem posó sus manos en los hombros comunicándole un poco de tranquilidad. La chica comenzó a controlar su respiración para calmarse, mientras seguía con la mirada las acciones de Lessian.

EL rey sacó a Elisia de la tienda y la colocó en uno de sus dragones. Su estado de salud estaba empeorando, cosa que hizo que Iris sintiera un gran peso en el pecho, pues la princesa respiraba de forma errática y clamaba por su madre entre sueños.

Cuando la compañía estuvo lista, avanzaron con antorchas, luminarias y piedras guarda-anma en mano para alumbrar el trayecto.

Iris pensaba que debía hacer algo, pero no podía simplemente presentarse ante Lessian, puesto que se le advirtió que el rey era más hábil de lo que esperaban y debían encontrar la mina. Para esto la joven despertó a Skala que dormía dentro de su ropa para enviarle un mensaje a su gente en las cercanías. Debían avanzar con Lessian a una distancia prudente.

Mientras tanto el monarca avanzó con Elisia montada en la misma silla. Su hija le causaba desagrado, cargarla era demasiado fácil, pero tocarla le significaba un malestar tan fuerte que incluso el solo mirarla le daba náuseas. Debía hacer el pacto antes de la salida del sol, pues su final se acercaba.

Ella desconocía el destino de su madre, pensaba que le salvaría de este modo, pero también había sembrado la posibilidad de que no tuviera que hacerlo si Iris encontraba la forma de anular las condiciones, frenar su maldición y dejar de sentir dolor.

La compañía siguió avanzando por el camino hasta toparse con unas estatuas de dragones llenos de musgos, indicando que estaban entrando a territorio sagrado. Cerca de ahí les esperaba un Damer con expresión seria, ataviado con un abrigo de piel.

—Señor —dijo haciendo una reverencia dejando caer a los lados sus lacios y largos cabellos oscuros.

—Tu trabajo como guardián del pacto y de la mina terminó —comentó el rey—. No entiendo como sigues usando esas ropas —dijo con desdén mientras lo barría con la mirada.

—El pacto será renovado, las cargas de dranugestra fueron entregadas todos estos años por mi familia a usted para el mantenimiento de la paz. Portar la ropa de los sometidos es nuestra forma de honrar su sacrificio —dijo sin inmutarse, parecía no importarle el trato de Lessian.

—Sí, sí, lo que sea, guíame a la entrada, no he estado ahí desde que mi hermana hizo la renovación tras su despertar. ¿Tienes sucesor?

—No, señor, soy el último que queda.

El bosque disminuía su espesura en este punto,habían llegado a una meseta en la cual los árboles más altos tenían un follajemenos denso y se podía ver la pendiente por donde habían subido. Cuando Lessianiba a bajar del dragón, algo alertó su agudizado oído.

¿Qué tal? Espero les haya gustado este capítulo. No olviden comentar y votar si les gustó.
Les invito a pasar por mis redes, en ellas subo materiales de diferente índole como memes y arte hechos por mí, mucho no tiene que ver con Draconia Iris, pero por si quieren ver algo diferente. ¡Saluditos!

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