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La treta

Alem sintió como si un balde de agua helada le cayera encima. No entendía la situación, pero no se pudo quedar a mirar, bajó rápidamente las escaleras desapareciendo de la escena. En su cabeza tenía las palabras de Arden que le había dicho en las escaleras.

Mientras tanto Iris tenía la mano interpuesta entre sus labios y los labios de Arden. El hombre se alejó sonriendo.

—Quiero la anulación de ese matrimonio. Tú no eres una mujer ordinaria, si trabajamos juntos nos beneficiaríamos mutuamente.

—¿¡Qué?! Primero muerta, Arden.

—Ah, escucharte decir mi nombre siempre es un placer, ¿sabes?

La joven amagó con golpearlo, pero se detuvo a centímetros. La cara de satisfacción del hombre le irritaba, sabía que no podía agredirlo, ponía en riesgo la misión.

—¡Si tuviera en mis manos, aunque sea a ese dragón mechero, te lo aventaría a la cara!

—Pero no puedes. No te conviene, no le he dicho a la reina que los has estado engañando a todos y has escuchado todas y cada una de sus conversaciones. Todos estos días he dejado que tengas toda esa información para hacerte vulnerable.

—¿Con eso esperas que caiga buscando tu protección?

La joven miró a Arden con odio. Todas sus palabras estaban poniendo a prueba su capacidad de mantener la calma.

—Claro, eres una cazarrecompensas muy habilidosa, sería un desperdicio si el rey manda a silenciarte. Piénsalo, sólo me tienes a mí, de lo contrario tu familia sufrirá el mismo destino debido a tu descuido.

La joven con cada palabra que oía de él la sentía como martillazos en su cabeza. Quería llorar, pero no podía mostrarse débil ante él.

—Supongo lo entiendes. Te veré mañana —replicó alejándose con una sonrisa.

—Quisieras...

Iris continuó su caminata tomándose la cabeza con una mano y acercándose a las escaleras. Miraba su mano temblorosa con impotencia. Lo deseaba, pero no podía golpear los muros en ese estado o los haría polvo.

Mientras tanto, Alem se alejaba de las cocinas en un estado bastante afectado.

Liam le intentaba seguir para hacerle conversación sin siquiera notar el estado emocional del joven.

—¡Pero debes ver esto! —gritaba Liam mientras intentaba seguir a Alem quien parecía caminar como muerto en vida sin contestar.

—¡Hey! Liam, déjalo, está en uno de esos días... —interrumpió un hombre tomando del hombro al niño y apartándolo del joven.

Alem salió corriendo de inmediato y se dirigió al campo de entrenamiento. Debía informar a Viator.

Iris bajó hasta las cocinas con las manos temblorosas y los ojos vidriosos. Los cocineros detuvieron sus labores mirando con extrañeza a la inesperada visita quien vestía lo bastante elegante como para saber que no era parte del personal regular.

La chica buscó con la mirada a Alem, pero no se encontraba ahí. Aunque quisiera, no podía hablar por causa del dolor de cabeza y pecho, comenzaba a sentir que todo a su alrededor daba vueltas haciendo que buscara apoyo en los muebles y los muros.

Al notar el estado de la joven, el personal corrió a ayudarla dándole una silla. Iris estaba teniendo un ataque de ansiedad como nunca había experimentado antes. Todo lo que se había tragado en el mes le estaba pasando factura y no sabía cómo pararlo. Lloraba a mares agarrándose la cabeza y agachándose para subsanar el dolor de pecho, el cual se sentía como si tuviera un yunque encima.

—¡Llamen a Lady Sunen! —ordenó una de las cocineras—. Es Iris Zorex, la dama de la princesa.

Todos se movilizaron de inmediato. Iris comenzó a ver borroso hasta que todo se volvió negro perdiendo así el sentido, sentada en la silla.

Mientras tanto, Viator se encontraba recorriendo el campo de entrenamiento observando a los guardias hacer los ejercicios que les había encomendado, cuando una roca cayó cerca de su prótesis llamando su atención. Miró en la dirección en la que venía y observó a Alem detrás de un carro que transportaba equipo.

—¿Qué sucede, muchacho? —cuestionó acercándose con cautela.

—Tu protegida... nos debe explicaciones —comentó serio.

—¿A qué te refieres? —el hombre miraba extrañado a Alem—. Ese tono me está preocupando.

—Es Iris, la vi... con... con un guardia... —Alem se encontraba agitado por correr en el aire helado, su aliento se notaba con cada exhalación.

—Debes haberte confundido. ¿Acompañada de un guardia?

—¡Si! ¡Está con un guardia! Se estaban... —el joven se llevó los dedos al entrecejo dejando notar su malestar.

—¿Haciendo qué? ¡Habla claro, niño!

—¡Se estaban besando, Viator! —respondió exasperado.

—Baja la voz, recuerda la misión —respondió Viator tapando la boca del muchacho.

Alem aventó la mano del hombre y luego respondió.

—Pone en riesgo la misión. ¿No me escuchaste, viejo?

—Te escuché perfectamente. No saltes a conclusiones apresuradas. Estoy encabronado, pero no puedo hacer nada al respecto si no hablo con esa niña. Y tú aclara tu mente, muchacho, noto tu corazón roto a kilómetros.

—¡Yo no...! —respiró profundamente aplicando la técnica de respiración de Iris para luego continuar con un tono más suave y bajo—. No tengo el corazón roto.

—¡Señor Víctor! —interrumpió una voz a medio ahogar.

Ambos voltearon a ver qué sucedía. Una mujer se acercaba corriendo. Alem se ocultó detrás del carro mientras Viator se acercó apresurado a la sirvienta quien estaba sin aliento.

—¿Que necesita?

—¡Es su hija, se desmayó en las cocinas!

Viator se apresuró a acompañar a la mujer sin cuestionamientos, siendo escoltado a la habitación de la joven. Al cruzar por la puerta había un grupo de personas entre las que se encontraba el señor Rubial, Lady Sunen y dos de las damas de la corte de la reina.

—¿¡Que ha sucedido?! —preguntó abriéndose paso para ver a Iris quien ya estaba despierta, pero con lágrimas corriendo por su rostro y una cara de derrota que nunca le había visto ni cuando la encontró moribunda en el bosque.

—Estaba en las cocinas, ignoro el por qué, pero llegó muy afectada —respondió el señor Rubial.

—Todo está estable. Solo fue un momento de estrés —comentó una cortesana—. Deberá descansar.

Iris permanecía en silencio mirando al techo.

—Les agradezco. Quisiera un momento a solas con mi hija...

El hombre estaba por revisar a Iris, cuando se escuchó un grito detrás de la gente que interrumpió a Viator.

—¡Demando verla! —Alem se encontraba siendo detenido por los guardias. El joven estaba muy alterado y los guardias apenas podían retenerlo.

—¡Déjenlo pasar, es su esposo, maldita sea! —ordenó Viator. Todos guardaron silencio.

—Necesito hablar con ella a solas... Solicito que se retiren... ¡Y tú! —señaló con el dedo a Alem quien retiraba con ira sus brazos del agarre de los guardias—. Tú te quedas, tengo que hablar contigo también.

Las personas fueron saliendo una a una hasta quedar a solas.

—¡Pon un escudo de silencio, idiota! ¡Les gusta ponerme los pelos de punta, par de estúpidos! —gritó Viator al ver a Alem mirando a Iris en silencio y con una expresión de preocupación y decepción.

Alem sacudió la cabeza, imbuyó rápidamente en luz sus manos y extendió el escudo.

—¡¿Están completamente locos!? Acaban de comprometer su imagen ante cortesanos. ¿Qué explicación le debo al señor Rubial?

—¡Que te lo explique Iris!

—Guarda silencio, tú... Idiota... —respondió la muchacha de forma débil—. Me retumba la cabeza.

—¿Cómo me dijiste? —Jamás le había dicho de esa forma, ni cuando se conocieron y le robó—. Ahora si no te reconozco. ¿Quién eres? —respondió Alem, se sentía herido y ya no pensaba en ocultarlo.

—Soy Iris y siento que mi cabeza va a estallar. Cuando te necesité no te encontré —reclamó.

—Ah, ahora la que reclama eres tú... Yo debería reclamar. ¿Qué hacía ese guardia besándote? ¿Tienes un trato con él? Al menos dime para qué bando estás jugando—recriminó con indignación, ya no le importaba si tenía o no el derecho.

—¿¡Qué?! —Iris se incorporó en la cama—. ¿¡Cómo...?!

—No puede ser, es cierto... —Alem miraba decepcionado a Iris—. ¿Qué te está pasando? ¿Qué pasa con tu padre? ¿Qué pasa conmigo? ¿No confías en mí?

—Me deben una explicación. Iris, si te enamoraste de un guardia real, estarías faltándole a tu padre.

Todas las preguntas, los dos hablando casi al mismo tiempo abrumaban a Iris, no supo que hacer más que interrumpirlos alzando la voz.

—Los dos, ¡silencio!

Ambos callaron y dirigieron miradas de duda. Iris observó a Alem, sus palabras le estaban lastimando, todo era un malentendido, pero sobre todo le dolió saber que lo presenció.

—¿Estabas ahí? Tú... Tenía miedo... —el tono de voz de la chica comenzaba a quebrarse de nuevo.

—¿De qué estás hablando? —preguntó confundido el joven mientras se acercaba a Iris.

—Ese hijo de perra me ha estado siguiendo, sabe muchas cosas que no debería saber. Tenía que averiguar qué tanto sabía y cometí la estupidez de dejarlo acercarse demasiado para quitarle las sospechas ... Hoy intentó besarme, no lo dejé... ¡Juro que no le he roto la cabeza en un muro debido a la misión! —respondió llevando su mano a su frente mientras miraba la otra mano temblorosa intentando regular su respiración.

—¿Que tanto sabe? —preguntó Viator tomando a la joven de los hombros.

—Lo suficiente como para ponerme en un aprieto con la reina —respondió.

—¿Sabe quién eres? —preguntó Alem.

El joven pasó de sentirse herido a la indignación absoluta, apretaba los puños, sentía náuseas y ardor en la boca del estómago.

—Si así fuera, hace semanas no tendría una cabeza que, por cierto, ahorita me está matando. ¡Dios, aquí no hay ni un jodido Paracetamol! —replicó mientras hacía presión en su cabeza con ambas manos.

—Parece que solo sabe cosas superficiales.

—Sabe que miento con la sordera, Viator, eso puede dar pie a otros cuestionamientos. He escuchado tantas cosas turbias y no se las he dicho a ustedes porque está ahí siempre, no podía permitir que se les acercara, ¡pero ya no puedo con esto, no lo soporto! El tipo pasó de investigarme a tratar de convencerme de quedarme con él a cambio de protección.

Alem se quedó en silencio pensativo con la mano en la barbilla y la mirada perdida, tras unos segundos de reflexión se dirigió a Iris:

—No eres la única que ha estado husmeando en las bibliotecas del castillo. ¿Cuál es el nombre del guardia?

—Arden... —respondió.

El joven se giró y caminó a la puerta, rompió el escudo de silencio de tal forma que los muros de energía parecían resquebrajarse como vidrios estrellados y salió decidido a terminar con aquello.

—¿!A dónde vas?! —gritó Iris.

—¡A cumplir mi juramento!

Alem durante los tiempos donde Iris no se presentaba se dedicó a husmear en los estudios y bibliotecas, poniéndose a leer para intentar olvidar sus inquietudes. Esa información que obtuvo la iba a poner en práctica en ese momento así la vida se le fuera en ello.

El chico salió del castillo y comenzó a amplificar su voz.

—¡Teniente Arden!

Las personas que se encontraban en los jardines comenzaron a arremolinarse alrededor de Alem. Viator siguió al joven.

—¿¡Que estás haciendo, muchacho?! —preguntó Viator.

—¡Preséntate, cobarde! —exclamó Alem mientras ignoraba al viejo.

Las tropas comenzaron a reunirse en el lugar. Personas se asomaban por algunas ventanas y en algunas aspilleras se notaba que tenían curiosos mirones. Iris con dificultad salió al patio, aunque veía que el piso se le movía, continuó apoyándose en las paredes encontrando a Viator quien miraba con incredulidad la escena.

—¿Quién solicita mi presencia? —respondió Arden abriéndose paso entre la multitud.

—¿¡Qué está pasando?! —cuestionó el rey desde su balcón.

Alem hizo una reverencia a regañadientes para cumplir con el protocolo y luego respondió:

—¡Este guardia ha mancillado el honor de mi esposa! Demando un duelo por honor.

—¿¡Qué?! —exclamó divertido el rey—. Hace cincuenta años no ha habido uno.

El duelo por honor era un reto que se hacían entre dos personas en conflicto para obtener del otro el cumplimiento de sus demandas por más ridículas o mortales que estas fueran. Era una ley vieja y olvidada, pero seguía vigente desde que la guerra acabó, así era como se resolvían los conflictos desde entonces hasta que cayó en desuso. Alem lo sabía bien ya que también estuvo haciendo sus investigaciones por su cuenta.

—¡Sigue vigente! ¡No encuentro otra forma de resolver este problema! —respondió con la voz amplificada.

—Eres un pobre lavaplatos, ¿Alguien como tú retando a un guardia real? —cuestionó Arden en tono burlesco.

—Mi esposa te pateó el trasero justamente. Puedo hacerlo yo también, se te olvida que soy un cazarrecompensas —respondió Alem.

Arden miró a su alrededor y se acercó a Alem.

—No quieras hacerte el valiente, podría revelar que tu preciada chica ha estado coqueteando conmigo y no es sorda.

—Quisieras, no te ha roto el cráneo porque es una persona demasiado cautelosa y desconfiada.

—Si sigues con esto, te vas a arrepentir.

Iris miraba con sumo nerviosismo lo que estaba sucediendo. Pensaba que había enloquecido.

—¡Alem! ¡No cometas una locura! —gritó Viator.

El rey extrañado por la escena ordenó traer el libro de leyes. En cuanto estuvo abajo comenzó a deliberar con sus consejeros y a revisar el libro con los generales. Después de unos minutos el monarca se volteó y observó al par de hombres que no dejaban de dirigirse miradas de odio.

—Es verdad —proclamó—. ¿Cuáles son sus demandas?

—La ley indica que la petición del ganador será escuchada al final para hacer de esto algo imparcial —dijo Alem.

El rey enarcó una ceja y miró a uno de los consejeros quien asintió confirmando el hecho.

—Muy bien, esto se torna interesante —respondió el rey rizando su barba—. Bien, procedan, pero tengo una condición: háganlo entretenido, será el último duelo por honor. La ley es demasiado vieja como para estarle cumpliendo deseos a todos en estos tiempos. 

—No podría ser de otro modo, su majestad, el ganador es el último que quede en pie, sea porque muere el contrincante o porque no puede seguir peleando —afirmó el joven mirando a Arden con rencor.

—Por mí, esto sería a muerte, dijo Arden.

—Inténtalo, «teniente» —respondió haciendo énfasis en lo último para provocarlo.

Al oír aquello Iris trató de gritar, pero Viator que se había percatado de las intenciones de la chica, la silenció con una mano dejando nada más que la amargura de la frustración.

—Si hablas ahora y te ven, todo lo que has trabajado y lo que Alem está haciendo se irá al carajo —advirtió Viator.

La joven se sentía morir de nuevo, pero el solo pensar que Alem se estaba jugando el pellejo frente a las únicas personas que podrían matarla a ella le hacía no dejar de mirar al núcleo de la escena y tratar de avanzar para poder alcanzarlo.

Viator la estaba abrazando para evitar que se le ocurriera poner un pie en el centro de aquel enfrentamiento. El hombre se sentía inútil en ese momento, deseaba intervenir también, pero él por sobre todos los demás, sabía y entendía el sentir del muchacho.

—Alem acaba de tomar una decisión apresurada. Quiero creer que tiene un plan, Iris, no vayas allá, no todavía.

Después de decir esas palabras pensó que quizá se arrepentiría, pero los dados ya habían sido lanzados, no había vuelta atrás.

«Si Alem pierde yo...». La joven se detuvo en seco por lo que acababa de pensar y no terminó porque se arrepintió de sus palabras.

—Mira bien, niña. Ese chico me está demostrando de lo que es capaz.

Iris observó con incredulidad a Viator. Todos sus malestares pasaron a segundo plano y no podía zafarse de su agarre por la debilidad que estaba sintiendo. Portaba la Dranugestra y debido a su previo ataque de ansiedad había perdido mucha energía como para soportarla.


¿Qué pasará?
¿Creen que el plan de Alem funcionará?
Espero les haya gustado. Este es uno de los capítulos más dramáticos que he escrito.
No olviden comentar y votar en caso de que les haya gustado, todo es útil y lo aprecio muchísimo. ¡Bonito domingo!

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