La sospecha
Tras varios días de recuperación, Iris se vio envuelta en situaciones variadas y distintas derivadas de aquel evento tan dramático que todo el personal presenció. Al incorporarse a sus actividades se encontró que los rumores a sus espaldas pasaron de ser burlas y críticas respecto a su comportamiento, a divertidas historias que no del todo reflejaban la verdad. La gente inventaba de su propia cosecha, por lo que le entretenía escuchar aquella novela que se esparció como pólvora. Aun así, ella deseaba que aquello no hubiera tenido que pasar, su sonrisa disimulada se borraba en cuanto llegaban a la parte del enfrentamiento entre el teniente Arden y Alem.
Iris no podía dejar de tener pensamientos de culpa por lo sucedido. Desde que despertó, su comportamiento con Alem se volvió distante, se sentía aliviada porque estaba vivo, pero estaba molesta consigo misma por haber provocado que casi le mataran por no tener la confianza para pedir ayuda.
La joven deseaba permanecer a lado de Alem, pero tenía la necesidad de estar a solas. Por desgracia, para su suerte, el rey supo que estaba casada con Alem por lo que autorizó que el joven se mudara a su habitación. Esto solo tensó las cosas entre los dos, también dio pie a que más chismes se formaran.
La chica no habló con él durante la primera noche que pasaron solos, puesto que no se sentía capaz de mirarle a los ojos. Su presencia no le generaba incomodidad, pero el duelo y el casi perderlo conflictuaban su corazón.
Varias preguntas bombardeaban su mente cada que lo veía: ¿Lo quería tanto como él la quería a ella? ¿Sentía lo mismo? ¿Merecía siquiera darse la oportunidad después de no haber confiado en él desde un inicio? No podía responder con seguridad ninguna de las preguntas, ni siquiera podía contestar las que Alem le hacía cuando la confrontaba al respecto, pero lo único que si sabía era que necesitaba tiempo y así se lo pidió.
Alem, pese a sentirse herido y confundido, comprendía sus circunstancias; había declarado su cariño hacia Iris en un mal momento, pero no se arrepentía. El único temor que él tenía era que se alejara y se perdiera ese lazo.
Cuando terminó el tiempo de descanso que se le concedió, Viator y Alem fueron recompensados con el título de caballeros, obteniendo autorización para asistir a las reuniones del rey.
Viator reconoció que el plan de Alem había funcionado, notaba que el chico había estudiado bien las técnicas de Antreas y estaba alcanzando un nivel sorprendente en el dominio del viento. El hecho de que lograra replicar de forma parcial la piedra traductora de Iris, lo hacía digno de elogios. Había logrado implantarla en Arden en su último ataque y, de esa forma, logró que el tipo hablara en drego y se «delatara» ante el rey.
Alem sabía que las condiciones en la piedra estaban incompletas, por lo que pudo evitar que Arden pudiera entender el damerio, o escribir y hablar otra lengua, aunque la intentara aprender. Razón por la cual, durante los interrogatorios, el teniente no se daba a entender.
Por protocolo, las autoridades llamaron a interrogar a la pareja. Los Damer utilizaban una piedra guarda-anma especializada en la detección de la verdad, no obstante, sus técnicas de interrogatorio eran burdas y poco objetivas, por lo que Iris pudo contar las cosas de forma fluida sin necesidad de responder preguntas de «sí» o «no».
«Al descubrir al señor Arden en un infortunado incidente, supe que él era un enemigo. Me amenazó y me propuso unirme a él para obtener protección», respondió de forma escrita sosteniendo una piedra en la mano, mientras que el investigador leía la declaración.
La piedra emitía un destello blanco cuando decías la verdad. Ella sabía que decía una verdad a medias, pero la piedra no podía distinguir esos detalles. Sabiendo esto, Alem hizo lo mismo en su declaración:
—El señor arden me dijo que deseaba tomar la mano de mi esposa en mi lugar, mi esposa me confesó que la estaba acosando, yo sospechaba que algo tramaba. Podía ser un enemigo, así que decidí ponerle una trampa retándolo a un duelo por honor. —La piedra confirmó su declaración.
Una vez que todo estuvo en orden y en calma, Iris aprovechó para contarle a Viator todo lo que había averiguado, por lo que éste le encargó sacarle información a la princesa. Ella aparentaba saber mucho más, pero no iba a ser sencillo para Iris el averiguarlo debido al impedimento del habla.
No obstante, conforme pasó el tiempo notó que la princesa por alguna razón le hablaba y le compartía algunos de sus conocimientos respecto al manejo del anma puro. ¿Significaría que ella la estaba tomando como una clase de aprendiz eventual? No sabía que pensar.
Aunque era una persona irritable como su madre, seria y algo parca debido a su cansancio, seguía estudiando y desarrollando nuevas formas de realizar objetos de mejor calidad usando la piedra guarda-anma. Sin embargo, lo que le llamaba la atención era que a veces le hablaba de una piedra especial pero peligrosa. Ella nunca la quiso llamar por su nombre, no obstante, Iris sospechaba que era la dranugestra.
Iris tenía un horario que cumplía a rajatabla con puntualidad, dos horas antes de que el sol se pusiera la liberaban para que se fuera a descansar, no obstante, conforme mermó la salud de Elisia, Iris tuvo más tareas que cumplir. Aun así, era anormal que se le llamara a deshoras, por lo que se extrañó cuando Elisia la mandó a traer una noche.
Al presentarse en los aposentos de la princesa, la encontró usando un bastón mirando el paisaje de su balcón. El invierno estaba pasando y aunque ya no había tanta nieve, el aire todavía seguía siendo muy frío.
Con cautela se acercó a su lado y por primera vez observó desde la altura las tierras de aquel reino al que había caído. Sus ojos observaron bastos bosques a lo lejos que se extendían por cerros y colinas, no obstante, por más que hubiera deseado contemplar solo el paisaje, unas luces que se movían silenciosas le llamaron la atención. Fuera de los límites de la ciudad había un campamento.
Irisno tuvo tiempo para reflexionar respecto a lo que estaba viendo, porque Elisiala llamó para que le siguiera. Los ruidos del bastón de la princesa hacían ecopor los silenciosos pasillos. Iris caminaba detrás de ella, alumbrando elcamino con una piedra, teniendo detrás dos guardias con los mismos implementosy la cesta con los menjunjes que utilizaba para subsanar sus malestares.
Salieron del castillo en medio de una gran oscuridad encontrando un carruaje jalado por dragones utilizados para transporte de la nobleza. Aquellas criaturas eran más fuertes que los caballos e igual de veloces, poseían cuatro poderosas extremidades y unas alas atrofiadas, vestigio de su adaptación en tierra. Eran fieros, pero bastante valorados y utilizados como si fueran las mascotas de vigilancia y seguridad.
El rey se jactaba de tener los mejores ejemplares y había escuchado que los utilizaba para intimidar a los esclavos y presumirlos en los banquetes. Iris bien podría confundirlos con panteras gigantes de no ser porque sus cabezas tenían la forma parecida al cráneo de un hipopótamo y sus colas finalizaban con una pluma iridiscente.
Ambas subieron al carruaje y se pusieron en camino a un lugar desconocido. Iris miraba con recelo el recorrido, puesto que estaban siendo escoltadas fuera de la ciudad hacia el este.
—Veas lo que veas permanece detrás de mí, Iris Zorex —dijo Elisia con un tono serio y sin mirarla. Este gesto extrañó a la joven, ¿acaso la princesa sospechaba de su mentira?
La chica permaneció disimulando su consternación intentando no establecer contacto visual. En su lugar prefirió hacerse la loca mirando por la ventanilla del carruaje que se movía a gran velocidad.
Los campos de cultivo eran bastos y extensos, por las noches no eran trabajados, pero se podía ver a personas usando luminarias para recorrer y vigilar que no hubiera intrusos. Cada tanto, se observaban campamentos reunidos alrededor de fogatas que resaltaban entre la oscuridad. Iris no podía creer que hubiera gente durmiendo a la intemperie, aunque era el final del invierno, aún había temperaturas extremas que solo podían combatirse con el uso de anma.
Lo siguiente que observó fue que a lo lejos se divisaba un palacio bastante ostentoso rodeado de muros que separaban físicamente los campos de los terrenos de esa gran edificación.
Tras varios minutos de silencio, el carruaje se detuvo. La princesa se comportaba muy misteriosa, al abrir la puerta del carruaje, descendió y continuó su caminata sin emitir orden alguna. Ahora se encontraban en los terrenos del palacio.
El edificio era mucho más pequeño que el castillo, pero se veía más cómodo. La joven se preguntaba cómo es que el rey prefería vivir en aquel lugar tan enorme y no residir en este lado, no obstante, la respuesta era obvia; la guerra.
No pasó mucho tiempo hasta que comenzó a observar filas de Vleyquanger maltrechos con las miradas bajas y con expresiones de derrota y rencor. Todos estaban encadenados y a su lado pasaban soldados que se encargaban de vigilar que todo estuviera en orden, amenazándolos con arrojarlos al acantilado si desobedecían.
Haciendo un saludo firme, los escoltas entregaron a la muchacha la cesta con los medicamentos, puesto que hasta ahí las acompañaban. Elisia atravesó la gran entrada del palacio e Iris le siguió. El recibidor estaba ricamente decorado con muebles de finas maderas cuyo olor invadía la estancia, pero su belleza se encontraba opacada por sábanas que lo cubrían todo. El palacio estaba sumido en la más completa oscuridad y en el absoluto abandono.
La princesa recorrió el recinto cruzando grandes salones y recorriendo pasillos largos repletos de retratos con algunos espacios con siluetas en el lugar donde debería de haber cuadros. Al llegar a un pasillo completamente vacío y oscuro, Elisia iluminó el camino usando nada más que sus manos imbuidas en anma.
Iris le trató de imitar con torpeza, puesto que aún no podía controlar con tanta maestría la nueva habilidad que había descubierto. Se aferró con fuerza a la canasta con los remedios, muchos de ellos mejorados por ella misma en sus intentos de aplicar los conocimientos leídos en el libro de su madre.
Elisia se movía hacia adelante sin dirigirle la mirada o una orden. Cuando llegó a una puerta al fondo del pasillo, la princesa se volteó y mirando a Iris a los ojos les dijo:
—Hasta aquí nuestros antepasados nos acompañan, después no encontrarás más que desesperanza, conocerás mi maldición por haber heredado la pureza.
Iris observó con horror a Elisia, no sabía de qué estaba hablando hasta que abrió aquella puerta y se encontró con el rey y toda la gente que conoció en las reuniones tácticas.
Por poco olvido publicar el capítulo de hoy. ¿Qué les ha parecido?
¿Creen que Elisia sabe que está fingiendo? Tengan un excelente fin de semana.
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