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La reina

Tras las negociaciones de los términos y condiciones establecidos para ser contratados. Se les asignaron dormitorios; Alem obtuvo una habitación compartida con el personal masculino de la cocina y Viator obtuvo un dormitorio en el cuartel donde descansaban los guardias reales. En cuanto a Iris, primero debía tener una audiencia con la reina, la cual los había citado en cuanto se desocupare.

Alem fue dejado en las cocinas a cargo de un robusto hombre mal encarado. Este de inmediato le entregó un trapeador y un balde para comenzar a fregar los pisos que estaban embarrados de aceite y restos de líquidos derramados desde hacía dos días.

El joven, resignado, consideró hacerse pasar por soldado una vez más, sin embargo, ese era un trabajo con el que estaba familiarizado también así que comenzó a trabajar.

El jefe llevó a Viator y a Iris con los guardias reales que en ese momento se encontraban en medio de una práctica.

El patio donde se encontraban estaba ubicado detrás del castillo, poseía mucho espacio con planchas de piedra y pasto que por el invierno estaba cubierto por la nieve. Era el lugar de entrenamiento perfecto.

—¡Firmes! —gritó el comandante.

Todos se pusieron en fila observando al hombre que hacía el recorrido inspeccionando uniformes, postura y armas de cada uno. Los soldados miraban hacia adelante sin hacer contacto visual con su superior. Al terminar la inspección el jefe de siervos se acercó al hombre y le habló al oído.

El comandante portaba un uniforme de color carmesí y elementos de metal dorados, se volteó barriendo con la mirada a Viator y a Iris.

—Me resulta curiosa la apariencia de nuestro nuevo instructor, señor Rubial, se solicitó expresamente que fuera un miembro de nuestra honorable fuerza militar —respondió con dureza.

—Comandante Sotom, con el debido respeto, yo solo obedezco órdenes de nuestro altísimo monarca.

—He de probar las habilidades de este hombre que dice tener las credenciales para entrenar a mis muchachos. Teniendo una prótesis de madera, dudo de sus capacidades físicas —respondió con suficiencia.

Iris miraba al comandante, luego a Viator quien permanecía con una expresión neutral.

La joven estaba nerviosa, pese a tener oculto el limitador, sus efectos prevalecían. Viator era un hombre con soltura para derribar a una persona sin problemas, pero si se trataba de usar anma, estarían en problemas.

—Comandante Sotom —dijo Viator—. Puedo derribar a todos y a cada uno de sus hombres sin usar ni un destello de anma. Probarme si le es menester.

La mirada de Viator no reflejaba un atisbo de duda o miedo. Le resultaba a Iris algo intrigante, no obstante, también consideraba que estaba fanfarroneando de más ya que no solía hacer ese tipo de comentarios respecto a sus capacidades.

El comandante con expresión seria hizo pasar al frente a uno de sus soldados. Viator se retiró el sombrero y se lo entregó a Iris. Dio un paso al frente haciendo una reverencia y se puso en guardia colocando un pie hacia atrás, una mano detrás de la espalda y la otra al frente.

El guardia mantuvo la espada envainada, en su lugar hizo el primer movimiento ofensivo intentando dar un puñetazo directo al rostro de Viator, no obstante, el hombre lo esquivó fácil haciendo un juego de pies. Colocó de inmediato un pie detrás del soldado y de forma sorpresiva y rápida lo derribó usando el peso y la energía de aquel tipo en su contra.

El joven estaba sorprendido mirando al cielo. Viator lo ayudó a incorporarse para después comentar:

—El próximo puede usar sus armas.

El comandante, ocultando su sorpresa, hizo una seña a otro soldado para que pasara al frente.

El joven en cuestión tenía una expresión de autosuficiencia en la cara. Se movía con cierto orgullo y confianza.

El Viejo se volvió a poner en guardia. El soldado se lanzó al ataque siendo esquivado en todas y cada una de sus estocadas e intentos por golpearlo, luego en un movimiento rápido, Viator interpuso su brazo frenando la hoja de la espada.

Por la expresión de todos, se esperaba que el hombre gritara de dolor, más todo lo contrario, permanecía con una expresión neutral. Tenía la mirada fija en los ojos del joven que sonrió al golpearlo. Sus respiraciones eran notorias debido a las bajas temperaturas del invierno, por momentos se pensó que todo había terminado, cuando el hombre reveló un protector de piel de dragón en el dorso del brazo que ocultaba con las mangas de su camisa.

—Regla número uno: nunca salgas sin un protector de dragón de Riese —El hombre le arrebató la espada al guardia al alejar el brazo con fuerza hacia un lado y hacia atrás—. Y número dos, el exceso de confianza te puede quitar la vida.

El hombre se quitó la pata de palo, acto seguido, golpeó al guardia en el pecho sacándole el aire, y luego amagó con golpearlo en la nuca, pero frenó el golpe. El joven miró de reojo a Viator con miedo y expectación, cayó de rodillas y comenzó a vomitar. El enfrentamiento había terminado.

El comandante miró con desagrado los resultados, por lo que frenó a los guardias cuando, con enojo, iban a dar un paso al frente para ser los próximos.

—Fue suficiente. Tiene unos movimientos interesantes, señor... ¿Cuál es su nombre? —preguntó enmarcando la mirada.

—Víctor Zorex, señor —respondió ajustándose la prótesis.

—Es muy raro ver a miembros de nuestro clan con un estilo de defensa tan similar al de los Vleyquanger del bosque norte.

Iris levantó una ceja intrigada. Tenía tantas preguntas al respecto ya que Viator nunca le mencionó dónde había aprendido a pelear.

—Así es, comandante, ser un cazador de recompensas permite adquirir conocimientos de todos lados, incluso si te enfrentas a los Vleyquanger del norte, los más difíciles de doblegar.

El comandante se llevó una mano a la barbilla y a regañadientes respondió:

—Bienvenido a la guardia del rey.

Viator se quedó con el comandante Sotom para conocer a los guardias a su cargo. Por su parte, Iris tuvo que seguir al señor Rubial quien, con una expresión de satisfacción, se dirigió al castillo entrando por el área de los establos.

Cruzaron por el área de descanso de varios animales tales como vacas, caballos y algunos dragones.

Una puerta de color verde, debido a la humedad del ambiente, se encontraba al fondo del terreno. Era una entrada pequeña por la que entraba y salía el personal con las manos ocupadas llevando diversos objetos. Era la entrada de la lavandería del castillo la cual tenía un ambiente neblinoso debido a los vapores que emanaban de grandes ollas.

Algunas mujeres removían la ropa con un palo mientras que otras estaban reunidas en grandes tinas tallando la ropa a mano.

Iris se tapó la nariz con un pañuelo observando con desagrado y curiosidad lo que había al fuego. El aroma a amoniaco era penetrante puesto que utilizaban orina para blanquear las prendas, justo como había visto en un documental en un fin de semana. Parecían tan lejanos esos días.

—Por aquí —dijo el hombre abriendo una puerta hasta el fondo del pasillo mientras que movía un brazo de forma enérgica intentando llamar la atención de la joven. Recordaba que ella tenía un problema auditivo por lo que le lanzó una tela de un montón de ropa sucia que había cerca.

La chica estaba distraída mirándolo todo cuando el trapo le cayó en la cabeza. Volteó a ver al hombre con una expresión de confusión para después alcanzarlo. Al traspasar la puerta, se encontraron con un largo pasillo oscuro iluminado por antorchas. Había un guardia estacionado a lado y después el pasillo continuaba de largo, solitario lúgubre.

—Sígueme —comentó el señor Rubial apoyándose en el hombro de la joven y señalando el pasillo.

Iris se sentía presionada, puesto que era complejo hacerse pasar por una sorda que no habla. No le agradaba la idea, fue repentina. Esperaba poder dejar de hacerse pasar por muda o tímida ya que ahora podía entender y hablar con cierto grado de fluidez. A lo mucho se pensaría que era una chica de campo con poco léxico como suele suceder cuando hay analfabetismo, sin embargo, debía tener muchísimo cuidado ya que solía ser despistada y cualquier gesto podría delatar su farsa.

La joven caminó detrás del hombre a lo largo del pasillo hasta llegar a la salida del túnel que daba hacia un jardín central. El jefe dio la vuelta y entró por una puerta hacia otro pasillo oscuro; a la derecha había una escalera y a la izquierda continuaba de largo. Fueron por la izquierda.

Iluminado por antorchas, el pasillo tenía armaduras exhibidas y había varias puertas custodiadas por un guardia. Tras un largo recorrido, el hombre pidió a un guardia se le dejara acceder a una sala.

Iris quedó cegada por la cantidad de luz que entraba por grandes ventanales a esa habitación. No era la sala del trono, no obstante, se notaba que era usada para eventos sociales ya que el piso de piedra estaba adornado con lajas pequeñas formando figuras como un mosaico y había una gran mesa con sillas al frente donde podrían haber celebrado comidas sencillas en grupos reducidos.

El hombre se recargó en una columna sacando una pipa y acomodando lo que parecía ser tabaco. Con un chasquido de sus dedos encendió una llama pequeña color carmesí para poder fumar.

Iris se recargó en otra columna mirando a todos lados. Observó que el techo no era una bóveda hecha de piedra, sino que era el piso de madera de la planta de arriba. Podía escuchar los leves pasos de la servidumbre que pasaba de vez en cuando por aquella desconocida habitación.

La joven trataba de no hacer ruidos con manos o pies, puesto que cuando estaba aburrida hacía sonidos rítmicos sobre las superficies donde los apoyara, eso podría delatarla; por tanto, la espera se le hizo eterna.

Tras una hora o dos de larga espera, un estruendo sobresaltó al jefe. La joven estaba tensa, se hizo muy consciente de lo dependiente que era de los sonidos; si pensaba en dormir, no podría frente a ese hombre ya que, si se despertaba sobresaltada por un ruido, evidenciaría su capacidad auditiva, incluso si hacía sonidos rítmicos y no rítmicos. Si algo le llamaba la atención tenía que hacer como si nada hubiera pasado.

La reina entró detrás de sus escoltas. Ella tenía una expresión de seriedad y sufrimiento, como si estuviera triste y enojada. Detrás de ella estaba la princesa quien tenía la mirada baja y una expresión de aburrimiento bastante notoria.

Ambas se sentaron en las sillas que fueron acomodadas por sus guardias.

—Bien, señor Rubial, se me informó que tiene una candidata para ser dama de compañía de mi hija. Solicito su presencia ahora ya que no tengo todo el día. El rey tiene una reunión importante esta noche.

El señor Rubial hizo una reverencia.

—Su majestad, me es grato contar con el honor de su presencia. Así es, traigo a esta muchacha —respondió con un tono suave y algo nervioso.

El hombre, haciendo por segunda vez una reverencia y girando el torso para caminar hacia atrás, señaló a Iris, quien miraba al señor Rubial con algo de nerviosismo.

La chica dio un paso al frente e hizo una reverencia algo torpe cruzando un pie hacia atrás.

—Tu nombre, mujer —ordenó la reina.

Iris sudaba frío, sus manos temblaban y su corazón estaba acelerado. Quería contestar, pero no podía hacerlo por el papel que Viator le impuso. Sentía unas náuseas inusuales en ese momento, pero tragó y se quedó quieta.

—Lo siento, su majestad. La chica tiene sordera. —interrumpió el hombre.

—¿Cómo espera usted que ella desempeñe su papel si no escucha? —preguntó la reina con molestia.

—Esa es una ventaja su majestad. Sabemos que los chismes que rondan el castillo son porque la servidumbre escucha las conversaciones ajenas durante la jornada. Es un aspecto de seguridad que no pude dejar pasar.

Iris, para sus adentros, deseaba reírse de aquel discurso que le vendió Viator como una ventaja, sin embargo, la situación la tenía mucho más preocupada por su integridad si el plan fallaba.

—¿Qué novedad me ofrece esta muchacha? ¿Viene de una buena familia? No lo creo, su apariencia es más similar a los Damer de los pueblos cercanos al bosque —dijo con desdén.

—Ella es la hija de un notable cazarrecompensas, mi señora, se me ha asegurado que tiene habilidades que pueden ser de utilidad para la protección y resguardo de la princesa Elisia, su majestad. Puede ponerla a prueba si así lo desea.

Iris ocultaba sus pulgares en sus manos y se mantenía firme y con la cabeza baja. Odiaba tanto estar sola en ese lugar.

La reina se llevó una mano a la barbilla dejando ver un anillo muy parecido al que Iris poseía. Entonces la joven abrió los ojos de par en par recordando que no se lo había retirado.

¿Qué pasará con Iris? ¿Creen que fue buena idea que Viator le haya vendido a todos la idea de que Iris es sorda?

Pasen una linda semana. No olviden comentar y votar si es que fue de su agrado.

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