La dama de compañía parte 2
Lady Sunen era una mujer cuya expresión de estoicismo resultaba intrigante. Desde el momento en que cruzó la puerta, encontró a la mujer rodeada de dos muchachas quienes le estaban tomando medidas para un nuevo vestido.
Luisa empujó a Iris frente a Lady Sunen como si se tratara de proteger de la mirada severa de la mujer que aparentaba juzgar a toda persona que se le pusiera enfrente.
—¡Una disculpa! Le traigo a la nueva candidata a ser la dama de compañía de la princesa.
—Eso ya lo sé, se me informó anoche de su llegada. Me temo que esta jovencita no dará el ancho, sin embargo, le resulta entretenido a su majestad dejarme el desafío de entrenarla. Puedes retirarte, Luisa.
La chica asintió nerviosa y salió como liebre asustada de la habitación, dejando a Iris a merced de la mirada juzgadora de la mujer. Con una seña las costureras dejaron de tomar medidas y retrocedieron dejando a Lady Sunen acercarse a Iris.
La chica se encontraba tensa, apretaba sus manos ocultando sus pulgares. La señora, aunque tenía un rostro serio y sereno, tenía una mirada penetrante que parecía escanear a la joven, haciendo que Iris sintiera incomodidad. Lo último que quería era ser evaluada.
—De modo que mi prima me ha asignado a una mujer cuyos sentidos no están completos. A ver... —la mujer se puso frente a Iris y señalando su boca comenzó a hablar —. ¿Puedes leer mis labios?
Iris asintió dudosa, pensando para sí misma que ella era la primera persona que hablaba con una velocidad normal, sin tener que alentar el tono o gesticular de forma exagerada. Eso solo podía significar dos cosas: que a la señora le importaba muy poco ser paciente con alguien con una discapacidad o que simplemente no la subestimaba.
La mujer bufó y asintió.
—Menos mal, si no pudieras ya estarías fuera de aquí. No pienso enseñarle nada a alguien que no puede entenderme y no voy a bajar los estándares solo para hacerte sentir cómoda. Si me entendiste todo lo que dije, perfecto, si no, no me importa.
La mujer salió de la habitación con un caminar firme y enérgico, se paró a medio pasillo y con una seña invitó a Iris a seguirla. Ambas recorrieron el pasillo hasta llegar a unas escaleras que bajaban hasta un recibidor que estaba decorado con finos pisos de mármol y alfombrado brocado con hilo de oro.
Para Iris no era una sorpresa ver tal opulencia, no obstante, resultaba irritante a sus ojos observar a dónde acababan los impuestos de los pueblos al borde del colapso que había visto en sus viajes.
—Bien, suponiendo que me entiendes. El día de hoy acompañaremos a la reina a su paseo matutino por los jardines, así que... —la mujer se puso detrás de Iris, dio un leve golpe con la mano en la zona lumbar de Iris corrigiendo su postura, luego regresó frente a ella y con una mano le alzó el rostro —Levanta la cara, niña, mirada al frente. Nunca bajes la mirada, serás una dama de compañía.
Iris asintió, le resultaba incómodo corregir esos hábitos, se sentía fuera de lugar, ya que desde niña siempre parecía retraerse y hacerse pequeñita cuando la situación la hacía sentir vulnerable.
—Vamos...
Lady Sunen subió por otra escalera, Iris le siguió a paso apresurado, encontrándose con otro pasillo largo con una opulenta decoración, sin embargo, la diferencia de esta ala del castillo era que estaba con guardias a lo largo del pasillo por lo que la joven intuyó que ese era el camino hacia los aposentos de la familia real.
Iris miró a su alrededor recorriendo el pasillo hasta llegar a una puerta diferente a las demás que se encontraban a lo largo del complejo, grande, de dos puertas con madera tallada en figuras, un fino trabajo de ebanistería. El olor del pasillo era amaderado debido a los materiales de las puertas y los muebles. Iris permaneció detrás de Lady Sunen observando todo en silencio.
Losguardias abrieron la puerta dejando pasar a Lady Sunen quien a su vez jaló dela mano a Iris. La mujer fue directa a la ventana para abrir las cortinas ydejar pasar la luz del día, luego avivó las llamas de una chimenea de mármoltallada con figuras decorativas en su estructura. Por el invierno el climadentro del complejo era casi insoportable si no se utilizaban estrategias paracombatir el frío
La reina parecía no encontrarse en la habitación, hasta que Lady Sunen le habló a un abultamiento debajo de las mantas hechas con finas telas de terciopelo.
—Su majestad, despierte —la mujer apoyaba su mano encima de los cobertores, el tono de voz era el más amable que Iris pudo haber escuchado.
La reina se despertó poco a poco teniendo el cabello bien cubierto por una funda de tela, portaba unas pijamas hechas con un material similar a la seda conformadas por un camisón y una pieza que cubría como un pantalón corto hasta la altura de la rodilla.
Lady Sunen, como si se tratara de acto más solemne, se dedicó con paciencia y de forma metódica a preparar la ropa que llevaría ese día. La reina en poco tiempo había quedado deslumbrante al utilizar un vestido color carmesí con bordados en hilo de oro y joyería hecha con lo más caro y fino del reino, utilizando gemas preciosas que brillaban cual fuego de diamantes en forma de collar y aretes. El cabello en este día fue peinado por Lady Sunen quien lo recogió fijándolo con un broche de perlas y finos adornos de oro.
Iris miraba expectante como la mujer trabajaba. Parecía moverse como si flotara por la habitación organizando todo con una delicadeza que solo había visto en las películas de princesas. Ni de broma podría conseguir ese estilo.
—Quiero que me dejes flojas las ataduras del corsé, Silvia —comentó la reina mientras se veía al espejo.
—¿Hoy es la noche con su majestad? —preguntó la mujer con un tono preocupado.
La reina suspiró, su rostro denotaba angustia y resignación.
—Sí, quiere otro heredero antes de que se me pase mi tiempo.
—¿Qué hay de la princesa? ¿Ella no es la heredera?
—Por supuesto, Silvia, pero sabes que Elisia tiende a enfermar cada año y no se recupera con facilidad. Este año ese... cabrón quiere meter otro pacto.
—¿No es suficiente con el pacto original?
—Claro, para nosotras es más que suficiente, pero ya lo está tomando personal. Mi hija podría morir y si lo hace y no tengo un niño, la próxima en pasar por el cadalso soy yo.
Iris trataba de mantener la calma y una expresión neutral, sin embargo, escuchar tales cosas la hacían sentir abrumada. Aún no conocía a su tío y ya lo estaba odiando.
—Dile a la nueva que me traiga el té como me gusta.
—Aún no le enseño a prepararlo, mi señora.
—No me importa, que lo haga, quiero ver de qué es capaz fuera de poner en ridículo a la guardia real.
Lady Sunen tragó saliva y luego se puso frente a Iris. Le tomó la mano y la llevó hacia una mesa ubicada en la esquina de la gran habitación, la cual tenía una máquina grande con un pequeño dragón en una jaula que se encendió en llamas en cuanto vio a las dos mujeres acercarse y hacer chillidos agresivos.
—Ay estos animalejos, le he dicho a su majestad que debería cambiarlos por una de las nuevas tecnologías que han desarrollado los inventores reales, pero no.
—Sabes bien que el té calentado con llamas comunes no sabe igual —respondió la reina observándose en el espejo.
Iris miraba con horror a la pobre criatura que se arrinconaba en la jaula. Lady Sunen señaló al animal y luego ordenó:
—Ponlo debajo del tanque y mantenlo a raya hasta que hierva esa agua. Luego colocas las yerbas en la rejilla y dejas que se infusione.
Iris la observaba dudosa, no lo creía correcto.
—¡Ahora! —afirmó la mujer golpeando el piso con el pie.
Iris asintió y luego se quedó observando a la criatura.
—¡Déjame salir! —decía la criatura.
Iris podía escuchar con claridad al dragón emitiendo chillidos desesperados y haciendo explotar en llamas su pequeño cuerpo, pero no podía hablarle o tendría que dar explicaciones y se arruinaría todo. Muy a su pesar, tuvo que imbuir sus manos en un brillo rojo y sumir a la criatura en un trance, la tomó con una mano y la colocó debajo del tanque. Las llamas calentaron el agua y en pocos minutos estaba en el punto perfecto. Iris tomó las yerbas y las puso en la canastilla.
Le parecía un proceso similar al de hacer café. Recordaba que en sus días de adolescencia temprana le preparaba café a su padre cada mañana. El hombre aparentaba estar bien adaptado a la vida en ese mundo que no era el suyo. Comenzó a preguntarse cómo fue que lo logró, puesto que todo en ese lugar era como si anduviera dos siglos por detrás y siempre se sorprendía por las cosas que había.
Abrió una llave y dejó pasar el agua soltando vapor tan caliente que la joven tuvo que retirar la mano; estaba tan absorta en sus pensamientos que no tuvo cuidado y se había provocado una quemadura leve.
La chica esperó a que el agua se infusionara aguantando el ardor de la herida, luego con las manos temblorosas llevó la taza con la bebida caliente sobre un pequeño plato hasta donde se encontraba la reina.
La mujer tomó la taza y se la llevó a los labios escupiendo el agua al poco rato.
—¡Pésimo! ¡Enséñale bien, Silvia, es el peor té que he probado! —la mujer se levantó de su asiento y luego salió de la habitación.
Silvia miró con desagrado a Iris y fue tras la reina. Tal expresión hizo que Iris se sintiera bastante ofendida.
«Primero haces que lo prepare sin instrucciones precisas ni experiencia y te indignas si no sale como esperabas, la gente rica es pretensiosa», rezongó para sus adentros llevándose el dedo a la boca para calmar el dolor de la quemadura.
De mala gana procedió a seguir a ambas mujeres mientras dejaba al dragón en trance en la jaula. Antes de salir miró a la criatura con pena e impotencia, no podía liberarlo, no aún.
Así Iris pasó dos semanas cometiendo error tras error. Tuvo que asistir a ceremonias y realizar protocolos todos los días. Las primeras veces se tropezaba, sus manos temblaban y se equivocaba con los pasos a seguir de cada actividad que tenía que hacer.
Alem le había puesto al tanto de algunas costumbres, pero no de todas. Por ejemplo, la hora de la cena implicaba el encendido de una vela que para los Damer era una forma de agradecimiento por los alimentos y el poder terminar un día más de vida. En el caso de la familia real, la vela no era sencilla, eran varias y debían estar en orden porque cada vela representaba a un miembro de la familia.
La primera vez que se le comisionó encenderlas, se equivocó de orden y movió por accidente el candelabro cambiando la posición debido a que tenía encima las miradas de las cortesanas quienes reían y cuchicheaban a sus espaldas. Iris se desconcentraba cada que sentía la presencia de alguien juzgándola.
Su torpeza y descuido molestó a la reina en sobremanera y aunque sabían que Iris «no podía escuchar», le daban gritos y la hacían a un lado. Esta situación llegó a irritar tanto a la joven, que por orgullo pasaba parte de sus noches repasando los movimientos y pasos que debía aprender para no cometer más errores. Lo había tomado como un reto.
Cada mañana era la primera en levantarse, abría las contraventanas del pasillo, llegaba corriendo a los aposentos de Silvia Sunen y antes de entrar, se acomodaba y verificaba que su uniforme estuviera bien arreglado.
Se volvió una rutina ser recibida por Lady Sunen con una expresión de severidad que, de a poco y con el pasar de los días, se fue suavizando. Iris aprendió el correcto uso de los cubiertos, el orden de encendido de las velas y el orden de vestimenta y arreglo de la reina. Llegó incluso escabullirse al estudio que había visto antes para leer los libros de cada librero y buscar información sobre los limitadores, el anma, e incluso la forma de preparar infusiones y otras cosas de utilidad para sus tareas. El estudio tenía de todo y no era muy concurrido por los vasallos ni la familia real.
Si debía ser dama de compañía, estaba determinada a ser la mejor, aunque las otras mujeres que estaban con la reina le miraran con desdén. El asunto ya era personal y debía hacerlo por la misión también. Iris era la clase de persona que, aunque por dentro se estuviera muriendo, sabía que tenía que moverse porque, de permitir que sus miedos le controlaran, ella misma se sumiría en un ciclo interminable de ataques de ansiedad, pensamientos intrusivos e incapacidad para hacer todo lo que debía hacer.
Cada vez que una voz interna le recriminaba por sus errores, ella misma recordaba aquello que podría hacer si no se reponía. Podía temer no dar el ancho, pero más temía creerlo de verdad y volver al punto donde casi cometía una estupidez. Ella no era así, no quería ser así jamás.
En tanto, Alem sintió que estaba pasando por las dos semanas más largas de su vida debido a su experiencia en las cocinas y haciendo tareas variadas. Pasó a ser apreciado en el lugar porque resolvía los problemas de la cocina con cierta facilidad. Si había un contratiempo con la preparación de algún alimento, Alem sustituía el ingrediente con uno similar o mucho mejor.
Aunque se había ganado el apoyo y aprecio de sus compañeros de trabajo, esto fue una desventaja, ya que se le asignaron cada vez más tareas sumado a que, todo ese tiempo, tuvo al pequeño Liam acompañándolo y aprendiendo las tareas; lo que le agregaba cierta responsabilidad sobre el chico.
El niño trataba a Alem como su hermano mayor y debido a que lo tenía pegado casi todo el tiempo, el trato para con él fue mejorando poco a poco. El pequeño adolescente entre juegos le mostró pasadizos y atajos a través de todo el castillo cuando tocaba llevar los alimentos a la familia fuera en el comedor o en sus aposentos. Esto representó gran ventaja, ya que podía husmear en secreto haciendo uso de su anma de ilusiones para pasar desapercibido en las áreas más limitadas del castillo.
Aún con todo eso, ni una sola vez de esos quince días pudo ver a Iris y a Viator, y eso le causaba mucho pendiente. Deseaba verlos, pero más a Iris.
Todas las noches se recostaba en la litera que se le asignó y escuchaba a los compañeros del dormitorio conviviendo antes de dormir. Compartían rumores y curiosidades de su día, compañía no le faltaba. Sin embargo, sentía cierta inquietud queriendo saber cómo le iba a su «esposa» debido a lo que escuchaba en las conversaciones.
Una noche de la primera semana estaba mirando al techo y un diálogo entre el cocinero y el caballerango le llamó la atención.
—¿Supiste lo que hizo la nueva dama de compañía de la reina?
—No, ¿qué sucedió?
—Toda la semana cometió terribles errores, es una sorda que no sabe nada de los protocolos.
—No tardan en botarla si es así. Su majestad es paciente a su manera, pero desde que nuestra princesa enfermó el año pasado, ha estado muy indispuesta.
—Deja eso. Ayer accidentalmente soltó al dragón mechero de la reina y se escapó, pero logró atraparlo con las manos desnudas cuando se acababa de encender.
—¡Uh! Eso debió doler.
—Así es, aún así no se inmutó. Esa chica tiene agallas, si no hubiera atrapado a esa cosa, seguro la hubieran obligado a bajar a calentar el té con los fogones de la cocina. La reina odia el té frío, en esta época habría sufrido demasiado para mantenerlo caliente.
—Veremos cómo le va mañana, los rumores han sido tantos que incluso hay gente que acude para verla cometer torpezas. Aun así no suele repetir sus errores, se les va a acabar el espectáculo.
—Quiero verla —se rio el hombre.
«Yo también», pensó el chico mientras permanecía en silencio preocupado porque Iris la estaba pasando mal.
Bueno, llegamos a la última publicación del 2022. Me ha dado gusto comenzar esta historia desde hace unos meses. ¿Qué creen que pasará? ¿Iris logrará el objetivo de ser la dama de la princesa?
¿Por fin Alem va a aceptar lo que Viator viene notando desde el principio?
¡Feliz año nuevo adelantado!
No olviden comentar y votar si les ha gustado, sus comentarios siempre me son útiles.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro