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La amenaza

Gotas de agua cayendo una a una dejando un eco, el frío, la oscuridad que envuelve el entorno, el vacío... Iris se encontraba recorriendo ese sitio como si estuviera buscando algo o a alguien, la angustia se apoderaba de ella segundo a segundo pues no le veía fin, sentía que iba a enloquecer cuando en esa inquietante atmósfera una voz le llamó:

«Iris, debes sacar las garras que los cuentos y las leyendas trastocadas ocultaron», dijo la voz.

—¿Qué garras? —preguntó la chica, retrocediendo y mirando a su alrededor buscando el origen de la voz sin éxito. Al parpadear se percató de que su entorno se aclaró y que ella era como un ente incorpóreo que sólo podía presenciar ciertos acontecimientos. El sueño le estaba presentando varias escenas que pudo reconocer como los cuentos que leyó de los libros de Elisia.

La bruja de los tres caminos, el último cuento, se transformó en una mujer hermosa con la vestimenta del clan Vleyquanger. Esta mujer no podía verla y ella no podía tocarla, por lo que no comprendió el propósito del sueño hasta que la voz comenzó a explicarle.

«Los Vleyquanger no quisieron olvidar del todo sus raíces pese que a los obligaron...», dijo la voz. La mujer hermosa extendió unas marcas similares a las de Iris estando a lado de un dragón.

Para Iris le era complicado entender lo que quería decir, sin embargo, no pudo cuestionar a quien sea que le estuviera hablando pues todo se volvió borroso. Al abrir los ojos se encontraba montando al dragón celeste rumbo a Draconia junto con Alem.

La chica se encontró apoyada de espaldas al pecho del muchacho. Se había quedado profundamente dormida, por lo que la somnolencia posterior a su despertar le había hecho reaccionar de forma tardía al notar su posición.

—¿¡Cuando me dormí?! —preguntó sobresaltada enderezándose cual soldadito, firme, mirando de un lado a otro.

Alem comenzó a reírse y a hacer una negativa con la cabeza.

—Se te está haciendo costumbre quedarte dormida. No te desperté porque sé que manejar tu poder es agotador, y no hemos descansado muy bien desde la toma de la capital. ¿Cómo te sientes? Estuviste dos días abriendo los limitadores de varios esclavos.

—Bien, aunque tuve que hacerme una sangría, eran demasiados; Me duelen los dedos y la garganta... Lástima que no me alcanza la vida para liberarlos uno por uno, así no tendría que buscar esa maldita cosa —dijo con seriedad.

—No te sobreesfuerces, te harás daño.

—Eso no importa, lo sé, pero necesitamos todas las manos libres que podamos, se avecina un nuevo golpe. Si encontramos la mina, entonces todos serán libres...

—Todo saldrá bien —aseguró el joven tomando las manos de Iris y colocándolas sobre los cuernos para que se sostuviera—. Toma el mando, es increíble manejarla, pero aseguro que está más cómoda en tus manos.

Iris se tensó un poco al sentir las manos del joven envolviendo las suyas, cayendo en cuenta que estaba demasiado cerca del muchacho, no obstante, comenzaba a sentirse más cómoda. Recordando lo que acababa de soñar, sostuvo al animal para volver a sentir la conexión como la primera vez.

—Creo que esta criatura me habla en mis sueños...

—¿Qué te dice? —preguntó intrigado.

—Que «saque las garras».

Alem se quedó callado un momento y luego comenzó a reír.

—Qué forma más rara de decir que saques tus poderes.

Deyna dirigió una mirada discreta a sus jinetes, ella le había pertenecido a Lisanna y conocía la historia detrás de su deceso. Comunicarse con Iris había sido una experiencia enriquecedora puesto que era la única que parecía comprenderla, y la mejor forma de contarle la verdadera historia del clan perdido había sido a través de su propia mente. Ella había vivido más tiempo que cualquier otro dragón y estaba por llegar al límite que la vida le impuso.

Para ella su misión era velar por el legado de Lisanna, aquella princesa que la vio como una amiga y con la que recorrió Drechen a lado de su pareja por meses. Después de su muerte, deambuló buscando lo que la princesa quiso proteger, hasta que se le presentó una noche. Era Iris.

La dragona miraba a la joven como la viva imagen y digna heredera de la Princesa Dragón, pues esta logró entenderla y conocerle durante los días que le visitó. Deyna estaba sumida en sus pensamientos, cuando Iris la dirigió para volar bajo al divisar a lo lejos el Lago de los Dragones.

—¿Por qué volamos bajo? —preguntó Alem.

—Llegaremos pronto a Draconia, me preocupa que nos detecten — respondió Iris.

—Imagina que eres invisible —sugirió el chico acercándose al oído de la joven.

Ésta se volvió para verlo, pero al hacerlo se encontró con el rostro de Alem demasiado cerca. Sintió un leve cosquilleo y un aumento de temperatura en sus mejillas que intentó ocultar viendo hacia el frente de forma apresurada, tratando de concentrarse en la sugerencia. La piel de Deyna no tardó en presentar el efecto que había visto en los fantasmas de las rocas tornándose transparente.

—Los dragones celestes son difíciles de localizar en el aire —dijo Alem con mucho entusiasmo. Ambos coincidían en que la raza de Deyna era un enigma, pues era sorprendente lo que ella podía hacer.

—Todavía nos vemos —dijo Iris percatándose de que su cuerpo no estaba envuelto en la energía del viento como solía pasar con Alem.

—De eso me encargaré yo —sonrió el joven colocándole un collar con una piedra guarda-anma con una runa diferente a la espiral que las caracterizaba.

—Esta es nueva —Comentó la chica viendo el nuevo colgante cuyo símbolo ahora se parecía a la marca de su costado—. ¿Metiste condiciones de invisibilidad?

—Ya no tienes que ocultar tu identidad, pero esto te ayudará si por algún motivo no estoy para cubrirte. Solo basta con activarla y desactivarla con un golpe, como siempre —respondió.

Iris asintió, pero sentía cierta incomodidad en cuanto escuchó la frase: «no estoy para cubrirte». Tomaba su nuevo colgante con una sonrisa un tanto agridulce, esperaba no necesitarla.

Continuaron el viaje por un tiempo hasta que notaron que la densidad del bosque aumentaba, señal de que estaban cerca de Draconia. Ambos descendieron para continuar el camino a pie, pues llegaría un momento en el que Deyna no podría volar entre las copas. Había que despedirse.

Iris tomó el huevo y lo ofreció a Deyna para que se lo llevara, pero la criatura, en cambio, se inclinó ante Iris.

—Mi tiempo se termina, Iris, hija de Lisanna.

—Lo sé... Estás enferma... —respondió Iris entristecida.

—El ciclo de vida de un dragón es largo. Quisiera acompañarte, pero el lugar a dónde vas no me lo permite. Mi misión con tu madre terminó en cuanto te encontré, tu misión empieza aquí, te confío mi legado, Iris Drego —expresó Deyna pasando su nariz sobre el cabello de la chica como forma de despedida.

—Disfruta tu libertad —respondió la chica colocando su frente sobre la nariz del dragón. La criatura se separó para ver por última vez a los dos chicos que la observaban con una sonrisa.

—Todos en los bosques sabrán que hay un nuevo guardián Drego y que el clan perdido ha regresado —dijo la dragona antes de emprender el vuelo.

—¿Así como así la dejas ir? Fue muy útil —cuestionó Alem mirando a la criatura alejarse.

—A dónde vamos no puede entrar. No es un adiós, realmente nunca estuvo lejos de mi madre, por eso la capturaron.

Ambos prosiguieron con su camino llevando consigo el huevo que se le había confiado. Por dos días notaron que por dentro había un brillo parpadeante rítmico como si fuera el latido de un corazón y esto les causaba mucha intriga y emoción.

—Háblame más de los dragones celestes —pidió la joven mientras abría el viejo libro de su madre.

—Son especiales, nacen pequeños, muy longevos, ponen un huevo cada treinta o cuarenta años. Por eso son muy escasos hoy en día, y también son de crecimiento acelerado —añadió emocionado.

—¿Alguna vez fueron montados?

—Sí, se dice que sí, pero en la actualidad nadie podía hacerlo, nunca pensé montar uno en mi miserable existencia —rio.

La chica leía el libro confirmando las afirmaciones de Alem. El joven continuó hablando por horas hasta que por fin llegaron a la zona de la entrada. Ella disfrutaba de escucharle conversar sobre su tema favorito, no obstante, le calló cuando notó que el bosque estaba en silencio.

Ambos marcharon con cautela hasta que un estruendo los alertó y comenzaron a ver aves y dragones de diferentes especies que planeaban y volaban en una misma dirección como si estuvieran huyendo de algo. Iris no lo pensó dos veces, salió corriendo hacia el origen del estallido.

En la ciudad algunos Vleyquanger exploraban su nueva libertad, encontrando con alivio que el uso de sus poderes ya no condicionaba dolor.

Muchos Damer, sobre todo de las clases bajas, se unieron a las filas de la rebelión en cuanto escucharon sobre Iris y la verdad. Era un hecho que, dentro de la misma sociedad, alguien tenía al menos una historia trágica en la familia sobre algún amor prohibido y el tabú de la descendencia, por lo que escuchar la verdad les hizo atar los cabos.

Por otro lado, no sorprendió que las clases privilegiadas fuera mucho más complicado convencerlas, razón por la cual organizaron un improvisado escuadrón que se encargaba de mantener el orden dentro de la ciudad. El nuevo bastión estaba condicionado a un nuevo ataque por lo que comenzaron trabajos para restaurar las barreras defensivas que habían sido derribadas.

Mensajes viajaban por todo el territorio. En cuestión de días todos sabían sobre Iris, volteando el reino de cabeza. La ubicación del rey era un misterio, pero este también daba señales de vida ya que sus cartas y sistema de comunicaciones portaban su sello.

Los Vleyquanger habían desarrollado en cierto sentido un mucho mejor sistema y esto le parecía inconcebible. No podía interceptar a los dragones quiméricos por su naturaleza, los recursos se le terminaban.

Viator se trasladó a todo galope por los pueblos aledaños a la capital para confirmar el paradero de Domenech, quien había desaparecido dos semanas antes de la toma. Debía hacer una investigación respecto a la fabricación de algunas armas, pues iban con el tiempo medido.

El hombre se negaba a dejar a Arden en la cárcel de la ciudad por su nivel de peligrosidad, pues, aunque usaron una piedra detectora de la verdad desarrollada por Alem, haciéndole varias preguntas evitando respuestas ambiguas, Viator se empeñaba en mantenerlo vigilado pues no confiaba en él.

Viator disfrutaba de molestar a Arden colocándolo como costal de papas sobre Fideag, pues este lo zarandeaba mientras galopaba. Para él era como una forma de vengarse por lo que le había hecho a sus muchachos, por lo que lo mantuvo de esa forma hasta llegar a su destino.

Al ingresar al pueblo donde se vio por última vez al artesano, encontraron una escena perturbadora; a su alrededor no había ni un alma, más cuando ingresaron a la calle principal, se encontraron con los cuerpos de personas pertenecientes a ambos clanes.

—¿Qué diablos pasó aquí? —preguntó Arden confundido mirando con dificultad el sitio.

Viator inspeccionaba la zona buscando huellas y analizando el suelo. Con un chasquido un dragón quimérico salió de debajo de su abrigo para posarse en su mano, amarró un papel rojo y este desapareció.

—Tiene que estar por aquí —expresó empujando a Arden hacia el suelo.

—¡Oiga! ¡Más cuidado! —reclamó.

Viator lo ignoró. Tomándolo de las cuerdas en la parte de atrás, lo arrastró hasta una vieja casa que estaba dañada. El recinto y los alrededores tenían huellas de un ataque inusual que los intrigaba.

—¿Me va a dejar aquí? ¿¡Qué voy a hacer si se derrumba esta estupidez?! —cuestionó el exteniente preocupado ya que parecía que pronto se iba a derrumbar.

—Ya, ya, no llores —le dijo. Con un movimiento de su mano con la palma hacia arriba, levantó un pilar para reforzar la techumbre—. Iré a revisar, no te muevas —ordenó saliendo para inspeccionar.

—Como si pudiera —rezongó por lo bajo. Mirando con detenimiento los alrededores de la casa, se percató que el daño había sido en un solo ataque, pues los muebles fueron colocados como una barrera para que no entrara algo o alguien, pero el boquete a los muros de mampostería revelaba que fue inútil.

El exsoldado se volteó con dificultad para examinar el lugar a donde habían ido a parar todos los escombros. El sitio estaba completamente destrozado, con pedazos de madera, rocas y mucho polvo apilados al fondo. Al hombre le pareció muy familiar ese patrón por lo que arrastrándose logró incorporarse para ver más de cerca. Cuando reconoció aquel objeto su mirada pasó del fastidio a la preocupación.

Cuando iba a intentar salir de ahí, un gran estruendo cimbró el techo, haciendo caer polvo, y Viator apareció afuera mientras levantaba barreras de gran tamaño moviéndose de forma errática. El viejo en la primera oportunidad entró a la casa poniéndose contra el muro para cubrirse de las explosiones.

—¿¡No se supone que no estaban terminadas estas cosas!? —exclamó Arden.

—¡Ver los prototipos en el castillo es una cosa, verlas en acción es otra! —replicó Viator mientras alistaba piedras guarda-anma.

—¡¿Qué vas a hacer, viejo?! —cuestionó Arden con mirada incrédula.

—Desarmarlas... —respondió. Viator pensaba que la tecnología que estaban usando en su contra aún no estaba terminada, pero con esto confirmó que tenían en realidad menos tiempo del esperado para completar su misión antes del pacto.

El hombre analizó el terreno, había tropas camufladas por las arboledas atacando a otros Vleyquanger y Damer escondidos entre los edificios. Se habían metido en fuego cruzado.

La máquina apareció avanzando lento sobre cuatro enormes ruedas y usando el poder del vapor para moverse. Tenía un cañón con varios remaches por todo lo largo terminado en una boca por donde salían disparadas bolas de metal de un tamaño considerable dispersándose como perdigones. Destruía todo a su paso y poco daño le hacía los ataques de la gente.

Viator no se había molestado en investigar las limitaciones de aquel modelo, pero tenía que hacer un intento por detenerla haciendo un análisis apresurado y disponiéndose a salir. El exteniente al deducir que el hombre se iba a enfrentar directamente a esas cosas gritó cuestionándole:

—¿¡Estás demente?! Esas cosas tienen un seguro contra anma, aunque te les acerques no puedes acceder a sus manejadores.

—¿¡Tienes una mejor idea!? —le miró con molestia. El teniente quedó pensativo por un momento, luego le respondió:

—¡Podría atravesarlo si tan solo hubiera algo mucho más duro que el metal!

—¡Perfecto! —respondió Viator.

Utilizando algunas piedras cargadas por Alem para hacerse invisible, se acercó de forma cautelosa a la máquina y subió hasta la escotilla. Al confirmar que se cerraba con un seguro con condición, se retiró su protector de piel de dragón del antebrazo y endureciendo y afilando la parte más puntiaguda del artefacto. Con fuerza clavó la punta en la abertura e hizo palanca para abrir un agujero. El sitio parecía despedir rayos y prenderse al rojo vivo, había detectado la agresión, no obstante, Viator logró su cometido.

Al abrir el boquete por completo el escudo impuesto en la cerradura se rompió, por lo que el hombre hizo explotar el interior con su anma de fuego.

Cuando las tropas observaron que el tanque había estallado, dieron el toque de retirada. Los soldados observaron impotentes como un Vleyquanger con las marcas extendidas enterraba el arma entre cuatro paredes y la hundía en la tierra.

Arden tenía el rostro desencajado, pues la fuerza de los Vleyquanger era cosa seria, entendió que el uso de limitadores no era un simple símbolo de poder.

Todos los refugiados en las ruinas salieron al encuentro de Viator dando vítores y atacando a las tropas que se alejaban. La gente había escuchado sobre la gran toma, pues el rey andaba probando sus juguetes nuevos con la gente de los poblados donde sabía que podrían haber refugiados de la resistencia.

—Busco a Cerier Domenech —dijo Viator a las personas que le hacían preguntas apresuradas. Un Damer con la ropa llena de hollín señaló el centro del pueblo.

—Se encuentra allá con los niños y las mujeres.

Viator y Arden caminaron en esa dirección siendo seguidos por la gente. Al llegar observaron a un niño que se asomaba desde la entrada de un sótano, quien de inmediato entró para avisar de la victoria a los refugiados. Las mujeres salieron a recibir a los hombres, portaban armas y su semblante se había endurecido. Detrás del grupo emergió un hombre robusto de lentes con una pequeña trenza en la parte de atrás y un bigote poblado que tendía a rizarse en su parte terminal. Portaba un cinturón repleto de herramientas y en sus manos llevaba una lanza con modificaciones en su filo cuyo brillo era negro.

—¡Viator, viejo amigo! —exclamó el hombre con suma alegría.

—Tan chiflado como siempre, Cerier —saludó el cazarrecompensas. Ambos se dieron un abrazo dándose palmadas en la espalda.

Arden miraba con seriedad el encuentro, pues descubrió que, pese a sus esfuerzos y contactos, nunca se había acercado ni tantito a descubrir a Iris, aunque haya sospechado de aquel hombre. Se rio con ironía cuando lo comprendió.

—Esos cabrones me tenían hasta los bajos con sus exigencias. Yo diseñé esas cosas, yo les confié a mi hijo y me pagaron mal... que mis antepasados me perdonen —dijo Cerier con enojo y vergüenza.

—Todos cometemos errores, viejo loco.

—¡Más loco tú por haberla enfrentado! Me estaba rindiendo al pensar que nadie podría acercarse ni tener algo más duro que el metal. ¿Qué te trae por aquí?

—Te estaba buscando, pero veo que no solo nos enfrentamos a las tropas del rey. La batalla por el estrecho oeste continúa, los incendios han sido devastadores y necesitamos de tu conocimiento.

Cerier negó con la cabeza.

—No solo habrá incendios, esas máquinas no tardarán en llegar a esos puntos estratégicos. ¿Qué tengo yo que pueda aportar? 

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